lunes, 21 de diciembre de 2009

Gustavo Cerati en el Club Ciudad

Resultó la despedida perfecta. Para un año de shows inolvidables y también para el Club Ciudad como escenario para recitales. Las quejas de los vecinos (o de la vecina, se podría decir) pudieron más que la voluntad de encontrar soluciones para que el rock pueda tener lugares en donde expresarse masivamente. Pero los vecinos no se la llevaron de arriba. Porque anoche Cerati se sonó todo. Literalmente, no hay otra manera mejor de expresarlo. Porque más allá de la cuestión de los decibeles, la banda de Gustavo consiguió un sonido potente sin perder calidad ni detalle en cada arreglo, y por momentos resultó demoledora.
Después de la cancelación del sábado por la tormenta, el recital se reprogramó para ayer a las 20 hs, y la cantidad de barro en algunos accesos hizo suponer que esa decisión resultó razonable. El show en sí se repartió en dos mitades bien definidas. La primera estuvo dedicada a la interpretación íntegra de “Fuerza natural”, el último trabajo de Cerati, y primero post reunión de Soda Stereo. Y si el disco resulta de por sí sólido, en vivo realmente descolla. Desde la apertura con “Fuerza natural”, con un Cerati enmascarado, hasta el prolongado final con “He visto a Lucy” con los vientos comandados por Gillespie acompañando a la banda, el repaso fue preciso y apenas desordenado del recorrido original. Con puntos altos en cuanto a respuesta del público como “Deja vu” o “Rapto”, con momentos arrolladores, como “Dominó”, y tramos más calmos pero que resumieron los mejores temas del álbum: “Tracción a sangre”, “Sal” y “Cactus”. Cerati habló poco, hizo referencia a los vecinos y las quejas por el volumen, e invitó a que si alguien había traído algo “natural”, lo consuma (si me remito a mi experiencia de ayer, no creo que nadie haya llevado nada. Debe haber sido el recital más sano al que fui desde Pipo Pescador en La Rural. El único aroma penetrante que percibí fue el del Off que habían llevado unos chicos que estaban unos metros delante mío)
La segunda parte, abrió homenajeando a Mercedes Sosa con el tema que compartieron en el disco Cantora, “Zona de promesas” y que además resultó ser el único tema de Soda Stereo que sonó en el Club Ciudad. El resto fue un repaso parejo por la discografía de Cerati solista, con una banda sonando a la perfección (notables Leandro Fresco y Richard Coleman) y con un público más participativo. Pasaron primero “Pulsar” y “Te llevo (para que me lleves)” de Amor Amarillo con Anita Alvarez Toledo compartiendo las voces. Después un compilado de hits imbatibles: “Puente”, “Cosas imposibles”, “Crimen”, una potentísima versión de “La excepción”, citas a “Rebel, rebel” y “Post crucifixión”, y además hubo lugar para temas como “Marea de Venus” (del disco compartido con Melero, Colores Santos), “Vivo” y “Jugo de luna”.
En el cierre, al cabo de casi dos horas y media de show, Gustavo presentó a la banda, que además de los nombrados Alvarez Toledo, Coleman y Fresco, la integraron Fernando Nale en bajo, Gonzalo Cordoba en guitarra y Fernando Samalea en batería, y la despedida fue con “# (numeral)” tema oculto de “Fuerza natural”. Haciendo un resumen, hay que creerle a Cerati cuando afirma aquello de “nunca me sentí tan bien”, porque se nota. Se nota en la actitud sobre el escenario, en la frescura con la que interpreta las nuevas canciones, y porque después de la vuelta de Soda rescata se apoya sobre su etapa solista con convicción.
Un más que digno cierre de año para mí en cuanto a recitales. Un año que por acá tuvos los picos de la celebración de Spinetta y en el regreso de Charly, y de afuera las agotadoras tres horas de funk de George Clinton y el inigualable show de Radiohead. Veremos que trae el que viene, que arrancó mal con la cancelación de Brett Anderson.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Spinetta y las bandas eternas en Velez

Tal vez el cliché perfecto cuando uno quiere transmitir emociones inexplicables es decir que no hay palabras para describirlas, y la noche de flaco Spinetta en Velez se presta perfecto para aplicarlo. Pero empiezo a escribir y me doy cuenta que si hay algo que sobran son las palabras. Porque bastaría hacer una enumeración de los nombres que pisaron el escenario, o sencillamente repasar la lista de temas que sonaron para dejar más que claro el tamaño y la profundidad de las emociones que se vivieron anoche en Liners. La decisión de Spinetta de repasar su carrera a cuarenta años de su primer disco y a poco más de un mes de soplar 60 velitas, resultaba de por sí un hecho inédito. Porque quienes lo seguimos por años sabemos de inquebrantable voluntad de llevar aquello de “mañana es mejor” a las últimas consecuencias, y que por ese motivo buena parte de su glorioso pasado apenas si se lo puede gozar en cuentagotas en sus recitales. Y además reuniendo a los grupos, esas bandas eternas que lo acompañaron a lo largo de su carrera y a muchas de las cuales jamás creímos poder ver nuevamente sobre un escenario, y mucho menos todas juntas y en la misma noche. Pero finalmente sucedió. Y sucedió en una especie de Spinetta Fest (casi cinco horas y media de show, con varios intervalos), durante el cual la música y la poesía hipnotizaron a las casi 40000 personas que perplejos, mirábamos el escenario y escuchábamos pasar las canciones y no terminábamos nunca de caer en el tamaño de la obra que ese tipo flaco y jovial que dirigía la batuta, nos ha dejado y felizmente, nos seguirá regalado.
Curiosamente el flaco decidió abrir el show en un recuento de ausencias. Nombrando a los músicos que por distintos motivos no iban a estar presentes a la hora de tocar (Pedro Aznar, Hugo Fattoruso, Nicolas Ibarburu, Rodolfo Mederos y varios más) o a la hora de ser interpretados (Moris, Calamaro, Indio Solari). Y ese recuento nos empezó a dar la pauta de quienes sí iban a estar y entonces empezamos a imaginar encuentros. Y después sí la apertura., que estuvo a cargo de “Mi elemento”, de su último trabajo “Un mañana”. A partir de allí comenzó la larga parte que se podría llamar primer show, en el cual su etapa de Jade tuvo preponderancia, con varias citas a sus distintas etapas solistas y también muchos homenajes. Y esas dos horas tuvieron picos inmensos. Porque por momentos Spinetta decidió olvidarse que estaba en un estadio y solo junto a sus tecladistas de Jade construyó momentos de belleza inigualable: “Ella también” y “Umbral” junto a Diego Rappoport; “Al ver verás” y “No ves que ya no somos chiquitos”, con los arreglos orquestales del Mono Fontana, tal cual lo hacía promediando los ’80; y junto a Leo Sujatovich, rescatando dos gemas de “Bajo Belgrano” como “Era de uranio” y “Vida siempre”, para terminar de celebrar aquel álbum con “Maribel se durmió”. Pero pasó también Juan del Barrio para “Alma de diamante”. Y sonaron también “La bengala perdida” y “Fina ropa blanca”. Y cada músico era presentado con una constelación de elogios repetidos, que terminó por resultar el chiste de la noche. Las palabras genios, maestro, talentoso se repetían de una manera que al mismo Spinetta le provocaba gracia la reiteración. Un flaco que dialogó y bromeó con el público como siempre, y que en un gesto que no hace otra cosa que demostrar su humildad, dedicó buena parte de su show de celebración de 40 años de carrera a homenajear a artistas contemporáneos a su obra. Así se escucharon “Mariposas de madera” (Miguel Abuelo), “A dónde está la libertad?” (Pappo), junto a Juanse, “El rey lloró” (Litto Nebbia), y “Yo necesito un amor” (Javier Martinez) en versión hip-hop, con sus hijos Dante y Valentino. Pero en esos homenajes hubo lugar para tres momentos cumbres: Fito Paez subió para hacer su propio tema “Las cosas tienen movimiento”, además de acompañar al flaco en “Asilo en tu corazón”. Un emocionadísimo Gustavo Cerati subió para las versión de “Te para tres” y “Bajan”, momento altísimo además, porque Gustavo Spinetta estaba a cargo de la batería y ya sin Cerati sobre el escenario hicieron “Cementerio Club” para completar las citas a ese disco incomparable que es “Artaud”. Y finalmente, después de una versión hermosísima de “Filosofía barata y zapatos de goma”, la presencia de Charly García sobre el escenario para cerrar esa primera parte con “Rezo por vos”
Habían pasado diez minutos de la medianoche, de las bandas eternas no había habido noticias, y a esa altura quedaban dos opciones: estábamos frente a una estafa gigantesca o la noche iba a ser interminable. El regreso de Spinetta al escenario dejó en claro cuál era la respuesta correcta. Y junto a Marcelo Torres en bajo revievieron el power trío de los ’90, Los Socios del Desierto. Pero claro, el “tuerto” Ruiz ya no está entre nosotros y el lugar de la batería lo ocupó Javer Malosetti (que ya había subido e tocar el bajo en la primera parte). Homenaje a Wirtz y dos temas de aquel disco doble: el conmovedor “Bosnia” y “Nasty people”. Otro intervalo y entonces sí se produjo la primera gran reunión de la noche, porque Machi Rufino y Pomo Lorenzo estaban sobre el escenario para revivir Invisible. Tengo que decir que por preferencias personales era el tramo que más esperaba del show, y no solamente no me defraudó sino que además quedo clara la vigencia de ese trío que a mediados de los ’70 deslumbraba por potencia, versatilidad y creatividad. Porque sonaron ajustados como si hubieran dejado de tocar hace meses, porque además no fueron complacientes a la hora de elegir los temas y porque dejaron bien en claro que la leyenda no les queda chica. El set list de Invisible fue: “Durazno sangrando”, “Juego de lúcuma”, “Lo que nos ocupa es esta abuela la conciencia que regula el mundo”, “Perdonado” y “Amor de primavera” (de Tanguito) con Lito Espumer en el lugar de Tomas Gutbisch.
Y las presentaciones de fueron realizando a manera de precesión temporal. Entonces lo que venía después de Invisible era Pecado Rabioso, el momento más esperado por la mayoría del público. Carlos Cutaia, Black Amaya, David Lebón y la incorporación de Guillermo Vadalá, (luego se sumó “bocón” Frascino) subieron al escenario de Velez para un set demoledor. Fue el momento más poderoso de la noche, con el Spinetta compartiendo voces con Lebón, y con una carga emotiva y un pulso rockero que solo puede describirse en la sucesión de canciones: “Poseído del alba”, “Hola dulce viento”, “Credulidad”, “Serpiente viaja por la sal”, “Me gusta ese tajo” y “Post crucifixión”.
El final se acercaba llegando al origen. A esos adolescentes de Belgrano que empezaban a construir una obra que a la postre sería maravillosa. Era el momento de Almendra, de Emilio del Guercio, de Rodolfo García y Eldemiro Molinari. Del disco del payaso, de esa banda que mientras el rock nacional empezaba a buscar sus primeras identidades, se erigía como única por sus composiciones y su poesía. La única que ya tenia una reunión en su haber, allá por 1980. Y después de los pasos de Invisible y Pescado, no podían ser menos. Y esta la versión de Almendra deslumbró. Otra vez sin complacencias a la hora de elegir las canciones, dejando a la vista una obra descomunal. El set resultó impecable: “Color humano”, “Fermín”, “A estos hombres tristes”, “Hermano perro”, y el final con una versión preciosa y delicada de “Muchacha (ojos de papel)” dedicada a la madre de Spinetta, con Luis solo con la guitarra y sus compañeros de banda arrimados haciendo coros.
No se podía pedir más. Pero aquella suplica de “Muchacha”, eso de quedarse hasta el alba parecía ser la premisa a esa hora, y el flaco volvió. Como en una reunión de amigos dijo que había más y que después “los invito a todos a casa”. Y llegó el homenaje alas víctimas del accidente de Santa Fe, a hacer un lugar a la tarea con la cual se ha encomendado desde aquel accidente y su colaboración con la campaña Conduciendo a conciencia. Y tocó “8 de Octubre”, el tema que compuso con Leon Gieco en homenaje a aquellos chicos, invitando a otro asiduo de esa causa: Ricardo Mollo. El final fue un regalo extra. Un tramo para aplaudir y corear, para sacarse el frío e irse a casa con una sonrisa que no se borrará nunca. Entonces en seguidilla pasaron “Seguir viviendo sin tu amor”, “Yo quiero ver un tren” y el final con “No te alejes tanto de mí”, súplica innecesaria para quienes nunca nos habíamos sentido más cerca. Quedó un reproche a la revista Rolling Stone por haber diseñado la tapa de su último número (que Spinetta comparte con Charly García) son las letras tapando la leyendo de su remera de “Conduciendo a conciencia”. Una decisión que probablemente tenga más motivos estéticos que otra cosa, pero que a Luis le molestó mucho. Entonces el saludo final llegó con todos los músicos que habían pasado sobre el escenario a lo largo de la noche luciendo esa remera. Eran casi las tres y media de la mañana de en una noche de música y poesía inigualable. Un concierto que solo puede medirse en la dimensión de la carrera de un artista como Luis Alberto Spinetta. Que puede celebrar 40 años de carrera emocionando de principio al fin, y darse el lujo de dejar afuera canciones como “Barro tal vez”, “Los elementales”, “Los libros de la buena memoria”, “Canción para los días de la vida”, “Jardín de gente” y podría seguir hasta el infinito. Pero el flaco yo nos lo enseñó hace mucho: mañana es mejor. La celebración ya terminó, ahora solo queda brindar por las canciones que vendrán.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Living Colour en La Trastienda

La película de Living Colour empezó hace poco más de veinte años con un hito inigualable, su disco debut “Vivid”. Y por más que se han esforzado y hecho cosas admirables en el camino, aquel primer paso resulta inalcanzable y por ese motivo sigue siendo el pilar fundamental de sus shows; que por otra parte no hacen otra cosa que confirmar lo que a esta altura parece innecesario: Living Colour es una banda para disfrutar en vivo.
De sus cuarto visitas a Argentina, esta es la segunda vez que los veo (la anterior en 2001) y la impresión fue exactamente la misma: una banda demoledora que no da respiro, que conciente de su virtuosismo no hace de este una exageración y antepone las canciones al lucimiento. Que saben moverse por varios estilos siempre al servicio de su veta rockera inclaudicable, y que están dispuestos a dejar sangre y sudor (no hay lugar para las lágrimas en esto) sobre el escenario para que el público no solo se vaya conforme, sino empachado de su música.
Anoche la apertura confirmó la importancia de “Vivid” en su discografía y la seguidilla de “Deseperate people”, “Middle man”, “Funny Vibe”, y su densa y contundente versión de “Memories can’t wait” de Talking Heads, se encargaron a poner al público en contexto y prepararlo para casi dos horas y media de un show arrollador. La presentación de su reciente trabajo “The chair in the doorway” es algo más que una excusa, porque el set tiene una muy buena dosis de ese disco y algunos de esos momentos se transformaron en picos del recital: “Burned bridges”, “Bless tose (little Annies prayer” y especialmente “Decadance”. De todas maneras los clásicos siguen teniendo lugar, y se escuchan algunos como “Go away” y “Glamour boys”, e incluso sirven como soporte para los momentos de lucimiento personal: la amplitud y la capacidad vocal de Corey Glover en “Open Letter (to a Landlord)”, y el solo de bajo en “Bi”, en donde Doug Wimbish hizo sonar su instrumento como una guitarra (cita a “The Goodfather” incluída) y arrancó una ovación del público. A estos les sigue Will Calhoun, y un solo de batería con ayuda electrónica, que termina con el escenario a oscuras y sus manos empuñando palillos luminosos que libran una batalla contra los tambores y platillos que parece salida de Star wars.
Living Colour es una de esas bandas que el público argentino ha adoptado como propias, y que ya merecen el canto “…es un sentimiento..no puedo parar…” en varios momentos del show. Pero el momento de máxima comunión se da en “Elvis is dead”, tema que el público había coreado minutos antes y cuyo estribillo es cantado en español. Entonces ahora es “Elvis está muerto”, y que podría ser rebautizado “Elvis está muerto, pero no tanto”, porque en un meddley Living Colour cita a Elvis haciendo una mortífera versión de “Hound dog”.
El último tramo incluyó una sorpresa inesperada: el espíritu punk que habitualmente queda expresado en el “Should I stay or should I go” de los Clash, esta vez fue representado por una poderosísima versión de “In bloom” de Nirvana que a Living Colour le sentó a la perfección. Para el final “Time’s up” y “Cult of personality” dieron por finalizado de la mejor manera el show, con el mosh de Corey Clover y Doug Wimbish incluido. Salí medio aturdido con la pirotecnia de Vernon Reid todavía rebotando en mi cerebro, y que por un momento me dio ganas de gritar a la gente, que como si se tratase de una función de cine, esperaba afuera el segundo show de la noche: el asesino es el guitarrista! Pero en el fondo hubiese sido injusto con los otros tres cómplices.

sábado, 24 de octubre de 2009

Charly Garcia en Velez

El show de Charly García había realizado buena parte de su recorrido cuando un rayo tremendo iluminó la noche de Velez. Como si fuese el flash de alguna divinidad que intentaba obtener pruebas de lo que allá abajo estaba sucediendo y no podía terminar de creer. Y lo que allá abajo sucedía era que más de 30000 personas saltaban y cantaban bajo la tormenta mientras Charly hacía su versión de “Me siento mucho mejor”, aquel clásico de los Byrds del que se apropió desde la primera vez que lo interpretó. Y más allá de los contratiempos uno ya había asumido que la noche no podía haber sido de otra manera. Porque las resurrecciones van en sentido contrario al devenir de la naturaleza, y por eso ayer la naturaleza pretendió defender su orden lógico de la manera más feroz..
Con algo más de media hora de demora Charly García había abierto el show con “El amor espera”, mientras el sonidista se desgañitaba en una pelea desigual contra el viento para conseguir que la música llegue a los oídos del público de la mejor manera posible. Casi sin palabras, solo una frase a manera de conjuro (Fuera lluvia!...O más fuerte), Charly García se sentó frente a su piano para comenzar la noche de su regreso. A “El amor….” le siguieron un “Rap del exilio” demoledor (en donde el “negro” García López empezaba a construir una gran noche) y la maravillosa “No soy un extraño”. A esa altura el sonido se había terminado de acomodar y entonces “Cerca de la revolución” se convirtió en la primera gran explosión en Velez.
Detenerse en la lista de temas elegidos es anecdótico. El repertorio de Charly tiene el suficiente sustento como para cambiar mil veces los nombres y orden de los temas sin transformar el resultado final. Ayer particularmente se centró en su etapa solista, con cierta preeminencia de “Piano bar”, pero con una selección bastante pareja desde donde extrajo gemas como “Adela en el Carrousel”, “Canción de 2x3”, “Pasajera en trance” y “No te animás a despegar” que resultaron de lo más emotivo del show. Solo se desvió de ese recorrido cuando hurgó unos años atrás para rescatar “Llorando en el espejo” e hipnotizar con un final que sin ser tan prolongado como lo hacía en Seru Giran consiguió exactamente el mismo efecto. Pero también hubo momentos de enorme energía como en “Fanky”, “Hablando a tu corazón”, “Raros peinados nuevos”, “Demoliendo hoteles” y la arrolladora versión de “Buscando un símbolo de paz”.
Y como la noche se trataba de emociones, la presencia de Luis Alberto Spinetta fue necesariamente en ese sentido el punto culminante. Presentado como “ídolo y maestro” el flaco subió al escenario para compartir “Rezo por vos” mientras sobre Velez se descargaba lo peor de la tormenta y la gente no paraba de saltar y corear siguiendo a la guitarra de Luis.
Cuando un grupo vuelve a tocar después de varios años se lo denomina como reunión. Y en el caso de Charly, aunque por ser solista solo debería tratarse de un regreso, no sería injusto llamarlo de la misma manera. Porque lo que pudimos ver anoche fue la reunión del hombre con el artista. Charly y el piano, Charly y su voz, Charly director de orquesta. Porque habría que buscar mucho tiempo atrás para encontrarlo cantando de esa manera y siendo el pianista de su banda. Dando ordenes, marcando los tiempos y los cortes con las manos, centrándose solo en la música y su banda. Una banda rockera que roza la perfección; en donde el trío chileno (Kiushe Hayashida en guitarra, Carlos Gonzalez en bajo y Tonio Silva Peña en batería) es el pilar para que se luzca el “negro” García Lopez, y el “zorrito” Von Quitiero aporte desde los teclados. Mas la voz de Hilda Lizarazu que acompaña y comparte casi todos los temas aportándole color brillo a cada una de las letras.
La tormenta resultó una excusa para darle al show un marco épico, pero también sirvió para confirmar que la voluntad de Charly resiste hoy por hoy cualquier prueba. Por bastante menos que lo de anoche algunos de sus shows terminaron en un caos y sin embargo anoche superó cada una de los contratiempos que el clima le impuso. El “zorrito” por momentos tuvo que tocar agazapado adivinando las teclas debajo de la protección que entre dos plomos le sostenían sobre sus teclados, como pasó durante “Nos siguen pegando abajo”. Buena parte de la puesta en escena anunciada (que incluía una mujer volando hacia el escenario y fuegos artificiales) quedó trunca y sin embargo el espíritu del show no decayó durante las dos horas y cuarto que duró.
Excepto el estreno para el público argentino de “Deberías saber por qué” durante uno de los bises, los finales estuvieron cargados de una tremenda energía roquera: “No voy en tren”, Rock and roll yo” y “No toquen” fueron los tres elegidos para cada una de las entradas. Y como bonus track “No se va a llamar mi amor” con la gente a las corridas, volviendo sobre sus pasos cuando muchos ya habían empezado a retirarse de las tribunas y el campo de Velez. “El rock es más poderoso que el agua” aseguró Charly, y vaya si tenía razón.
Un show mágico, necesario para un músico que precisa reafirmarse en el camino que ha decidido recorrer después de haber tocado fondo. Un gigantesco placer para todos los que amamos su música porque forma parte indeleble de nuestras vidas. Pero hay algo que no quiero dejar de pasar por alto: un año y medio atrás la mayoría de medios relataban en off el drama de Charly García repitiendo incesante e inauditamente las imágenes del músico atado a una camilla en Mendoza, ofreciendo la versión más cruenta y descarada de su amarillismo. Seguramente en estos días veremos y escucharemos a los mismos medios relatando en tono grandilocuente la “resurrección” de Charly. No quiero dejarlo pasar porque ninguno de estos hipócritas reconocerá jamás que tenían preparados los obituarios de Charly García, esperando poder dar la noticia de su muerte medio minuto antes que su competencia. Incluso alguno se permitió anunciarla basándose en un sitio de internet de nula autoridad. A todos ellos, a quienes ahora les toca interpretar el papel de fans emocionados, les recuerdo la letra del tema con que Charly decidió abrir su show de regreso: “Yo hago el muerto para ver quién me llora, para ver quién me ha usado”. Tal vez se sientan identificados.

sábado, 22 de agosto de 2009

Tricky en el Teatro Colegiales

Tricky, uno de los pilares de la trilogía fundamental del trip hop, junto a Massive Attack y Portishead, llegó por primera vez a Buenos Aires con su trabajo más accesible en mucho tiempo (Kwonle best boy – 2008). El artista se preocupó en aclarar en cuanto reportaje le hicieron, cuánto le molestaba aquella etiqueta que lo catalogaba en el estilo surgido en Bristol a principios de los ’90. Y habiendo presenciado el show de anoche en El Teatro de Colegiales, quedó bien en claro el motivo de ese disgusto. Porque al margen de no renegar de nada de su pasado el presente de Tricky está lejos del purismo trip hop, y su banda suena hoy como un compendio de estilos que incluye al hip hop, el soul, el reggae y la electrónica, pero también suma importantes dosis de garage rock y blues.
En un recinto repleto y con poco más de media hora de demora, los músicos se fueron acomodando mientras se oía la introducción del “In the air tonight” de Phil Collins y el show arrancó con los dos vocalistas (el propio Tricky y Francesca Belmonte) de espaldas al público mientras la banda se despachaba con esa versión densa de “Sweet dreams” que utilizara como base para el tema “You don’t wanna” en el disco “Blowback” (2001). Luego con “Puppy toy” sí comenzó el repaso del último trabajo en el cual se centró el show, aunque eso no le restó lugar para un repaso de buena parte de su carrera, especialmente a la hora de extraer gemas de su aclamado debut de 1995, “Maxinquaye”. Tricky que compartió el centro del escenario con Francesca Belmont, alternándose en las voces, consiguió una excelente comunicación con el público apelando más a lo gestual que a las palabras, sacudiendo la cabeza de manera espasmódica y golpeándose el pecho tatuado con los puños y el micrófono.
La banda integrada por Pete Clements (bajo), John Maiden (batería), Gareth Bowen (teclados) y Tristan Cassel-Delavois (guitarra) suena ajustada y contundente, y sostiene los climas, alternando momentos calmos e íntimos con explosiones densas y de enorme intensidad; siempre dirigidos por Tricky, que como director de orquesta los motiva o aplaca mediante indicaciones con sus manos. Las primeras intervenciones de Francesca Belmont hicieron suponer que iríamos a extrañar y mucho a la notable Martina Topley-Bird, aquella magnífica cantante que lo acompañara en sus primeros trabajos, pero con el correr del show se asentó y tuvo al promediar el concierto un momento de gran lucimiento personal en el cover de XTC, “Dear God”. Entre los temas sonaron clásicos como la poderosísima versión de “Black steel” y la intimista “Overcome” con la que cerró la primera parte, y canciones recientes como “Past Mistakes”, “Council Estate” y “Veronika”. El concierto encuentra uno de sus clímax cuando el británico desciende del escenario para mezclarse entre un público, que una vez superada la sorpresa, no para de abrazarlo y besarlo. Pocos minutos después será el público el que invitado por Tricky, en éxtasis absoluto se encarame en el escenario mientras la banda se despacha con una demoledora versión del clásico de Motorhead, “Aces of spades”, con Francesca en la voz y una muy buena intervención de Gareth Brown en los teclados.
“Joseph”, “Vent”, y “Tricky kid” fueron otros de los temas que sonaron en un final que mantuvo al público embelesado, mientras la música ganaba en intensidad y Tricky se despedía de se debut en Buenos Aires arrojando los micrófonos al piso, y dejando al público en un estado de trance del cual solo comenzó a salir cuando la música y las luces le indicaron que la banda no volvería al escenario. En resumen, un excelente show de uno de los artistas más inconformistas y menos predecibles de los últimos tiempos, y que Buenos Aires se debía hace mucho tiempo.

viernes, 17 de julio de 2009

Cat Power en el Teatro Gran Rex

La escena parece salida del final de una película. La estrella camina hacia un lado del escenario, recibe un ramo de rosas y las empieza a repartir entre el público; arroja algunas, entrega en mano otras a algún privilegiado. Es el primer gesto directo de la artista hacia el público al cabo de dos horas de recital. Después la leve flexión de rodillas y la misma reverencia con la que saludó al entrar despiden a Cat Power del Gran Rex y escenario queda finalmente vacío y a oscuras.
Lejos del caos alcoholizado de su primera visita en 2001 en el Teatro Margarita Xirgu, pero también con un disco de versiones bajo el brazo (“The covers record” antes, “Jukebox” ahora), la nativa de Georgia hizo de sus dos horas de show un lento proceso que bien se puede describir con una sola palabra: encantamiento. Porque la voz frágil pero densa de Chan Marshall impregna una característica tan particular a las canciones, que en su monotonía suave y placentera mantienen a la gente en un estado de gracia que se interrumpe apenas en los aplausos al final de cada tema o con alguna explosión instrumental de la banda que la acompaña. En su manera de abordar las canciones, ralentizando las melodías y apoderándose de cada una hasta imbuirlas en la misma atmósfera que las propias, Cat Power hace de su arte una particular manera de homenajear a los artistas que la marcaron a fuego. Y en ese proceso consigue que tres mil personas no puedan despegar sus ojos de ella, que mientras tanto no deja de recorrer el escenario meciéndose lentamente casi abrazando al micrófono, enroscándose con el cable, escondiéndose entre las penumbras de la tenue iluminación que transita entre el lila, el violeta y el azul, y sin otra relación con la audiencia que no sea su voz y sus melodías. Tanto es así, que sobre el final del set, Chan desciende del escenario y empieza a caminar por los pasillos entre la gente, que no atina a levantarse de sus asientos y ni siquiera se atreve a estirar una mano. Hipnosis absoluta.
En el comienzo, la encargada de abrir el show es aquel tradicional que Eric Burdon y Alan Price les devolvieran a los norteamericanos hecho clásico: “The house of the rising sun”. Pero ya está dicho, todo será a su manera. Entonces poco importa que que “Fortunate son” o “Woman left lonely” hayan estado alguna vez en boca de John Fogerty o Janis Joplin, o cuántos artistas de hayan sumergido en “New York, New York” o “Sea of love”, porque todo gira alrededor del universo Marshall. En medio, algunas canciones propias como “The moon”, “Metal heart” o “Song to Bobby” (dedicada a Dylan) que curiosamente son las mejor recibidas por el público. Y detrás de ella una banda que descolla. Porque los Dirty Delta Blues band se amoldan a la cadencia de Chan, y sostienen y engrandecen los climas durante todo momento. El grupo, cuyo nombre surge de la suma de los otros proyectos de sus integrantes (Jim White baterista de Dirty Three, Gregg Foreman tecladista de The Delta 72, Judah Bauer guitarrista de Blues Explosion, acompañados por el bajo de Eric Paparozzi que también incursiona en un vibráfono gigante) lleva la música americana en su ADN, y parecen saber todo sobre rythm & blues, soul, y countryfolk. Sin lucimientos personales, aunque detenerse en Jim White puede resultar un lujo extra, son un ensamble perfecto a la tensa calma de Cat Power y por momentos consiguen climas extremadamente intensos.
En un recital de recorrido parejo, se pueden destacar momentos como “Dark end of the streets” (de James Car), la renombrada “Ramblin’ woman” de Hank Williams, o el “Don’t explain” de Billie Holiday que la devuelve al escenario para los bises, pero no habrá manera de superar el conmovedor final con “Angelitos negros”. Porque a pesar de la pronunciación del español, Cat Power consigue plasmar en su versión lo mejor de sí misma, quebrando la voz, casi suplicando y entregándose con una intensidad única y emocionante. El resto fue la ceremonia final de las flores, arrojando en bollitos también las listas de temas, y la despedida de un público que a esa altura había abandonado en buena parte sus lugares y se había amuchado ensimismado delante del escenario. entonces cuando las luces del teatro tuvieron a cargo la ingrata tarea de romper el hechizo.

martes, 16 de junio de 2009

Russian Red en el Centro Cultural Recoleta

Podría hacer un resumen de lo poco que llegué a ver del 2º Festival Ciudad Emergente en el Centro Cultural Recoleta. Dedicar algunas palabras al prolijo show de Entre Rios, que además de recorrer su interesante trabajo del 2008 se dio el lujo de estrenar tres temas nuevos en un set de poco más de media hora. Contar que el domingo estuve más tiempo y que de ese día destaco la energía de Utopians (cerraron con una versión de “Estallando desde el océano” de Sumo), la fiesta electro pop bailable y provocativo de Pánico Ramirez, y la intensidad del show de Florencia Ruiz. Que dejé pasar premeditadamente el show de Hana, y que no me terminó por enganchar la nueva propuesta de Mariana Bianchini. Que me causó mucha gracia el corto animado “The carets” con el que se amenizaba la espera entre shows. Pero si hay algo que me conmovió el lunes feriado fue el show de la española Russian Red. Porque la madrileña Lourdes Hernandez encantó a la gente con un puñado de canciones folk sin grandes pretensiones, pero que en su voz tiñen de una intensidad poco habitual. Se podrán buscar cientos de comparaciones, a alguno le vendrá a la mente la voz de Lisa Hannigan, a otros Alanis Morrisestte, a mí en particular algunos de sus agudos me recordaron a Grace Slick, y sin dudas todos habremos tenido algo de razón. Porque la mayor riqueza en la voz Lourdes se encuentra en la variedad con que aborda las canciones y la versatilidad de su estilo al interpretarlas. Hay que decir que su calidez se engrandece con los arreglos sencillos que acompañan los temas, especialmente cuando la guitarra slide dice presente. Con varias canciones propias, todas cantadas en inglés, más algún cover ( “All mi little words” de The Magnetic Fields), Russian Red justificó cada uno de los elogios que llegan del otro lado del Atlántico y que se confirmaron con el magnetismo generado desde el escenario ubicado en la terraza del Centro Cultural Recoleta. Y si hay que poner un ejemplo de la impresión que causó, basta con decir que en un festival que se desarrolló con precisión de relojería, Lourdes tuvo que volver al escenario a pedido del público a hacer un tema más. Poco puedo agregar de Russian Red ya que recién los estoy conociendo, pero no quería dejar pasar la oportunidad de compartir esta presentación que seguro tendrá secuelas. Por ahora a disfrutar de "I love your glasses", su único disco hasta el momento y como muestra un video de anoche y otro oficial como para apreciarla en toda su dimensión.

domingo, 7 de junio de 2009

The Bad Plus en La Trastienda

La noche del sábado estuvo encajonada entre eventos deportivos. Porque partí para La Trastienda ni bien finalizó el partido de la selección en el cual el héroe terminó resultando uno de los peores jugadores de la cancha, y ahora me siento a escribir mientras Roger Federer celebra haberle ganado Roland Garros a un sueco con cara de actor porno. Pero el objetivo es resumir la nueva lección musical que el grupo norteamericano The Bad Plus entregó anoche durante la casi hora y media que duró su show. Con un recorrido que se va acercando a la década, el trío de jazz integrado por Ethan Iverson en el piano, Reid Anderson en el contrabajo y David King en la batería, ha demostrado ser especialista en el oficio de destruir y reconstruir canciones ligadas al pop y al rock con probada eficacia. Y en su nueva apuesta, por primera vez incorporaron una cantante invitada (Wendy Lewis), lo cual significaba todo un desafío para una banda más acostumbrada a desarticular melodías que a seguirlas al pie de la letra. Pues bien, después del show de anoche cualquier duda preexistente ha quedado definitivamente despejada.
El show se dividió en dos partes bien marcadas aunque de despareja duración: la primera más breve con solo el trío sobre el escenario, y la segunda íntegramente acompañados de Wendy sobre el mismo. El primer tramo del concierto estuvo centrado en pasajes en los cuales la música clásica contemporánea estuvo presente: “Variation d’Apollon” de Stravinsky, o la propia composición “Rinoceros is my profesión” (de Suspicious activity – 2005) dieron muestra de este enfoque y revelaron a un Ethan Iverson brillante haciendo gala de una sorprendente independencia de manos. Reid Anderson se dirige al público en perfecto español presentando a los músicos y a los temas, y ese primer tramo llega a su fin con “Fém (etude nº8)” de Gyorgy Ligeti, composición ya de por sí transgresoramente caótica, que en manos de The Bad Plus se torna aún más anárquica. Si a Ethan en ese momento le cambiasen el piano por un mellotron tranquilamente se pudiese pensar en Keith Emerson sobre el escenario. David King acompaña sus golpes con movimientos corporales sutiles que se contraponen con la potencia que por momentos extrae de sus tambores.
La segunda parte comienza cuando Reid comenta sobre su nuevo proyecto e invita a su amiga Wendy Lewis al escenario y abren ese tramo con el tema del cual extrajeron el nombre del disco (For all I care - 2009), una poderosa versión de “Lithium” de Nirvana. Wendy, una cantante indie poco conocida proveniente de Minesotta, se acopla al trío de una manera natural y hace que las versiones estén cargadas de una intensidad y un componente emocional nunca antes alcanzado por el grupo. La bellísima “Radio Cure” de Wilco es otra muestra de ello, y tal vez esta impresión alcance su punto más alto en “How deep is your love” de los Bee Gees. La voz no priva para nada al The Bad Plus de su intención experimental y obliga a afinar el oído para descubrir los preciosos arreglos que se revelan detrás de las melodías cantadas por Lewis. Y como para dejar en claro que el proyecto busca llegar más allá que un solo trabajo, dejan de lado sus versiones de The Flaming Lips y Yes, para abocarse a otras no incluidas en “For all I care”; así es que aparecen un standard como “Blue velvet” (magnífica Wendy!) y “A new years day” de U2, con una introducción arrolladora de King y que en el desarrollo instrumental alcanza momentos sublimes. Hacia el final quedaron la contundente “Barracuda” de Heart, y por supuesto “Confortably numb” en donde el tandem de voces de Reid Anderson y Wendy Lewis en los coros es sencillamente una delicia, mientras detrás de ellos Ethan Iverson hace maravillas con sus manos sobre las teclas.
El regreso al escenario fue con una sorpresa: una breve versión de “Heart of gold” que me dejó fascinado. Porque Reid Anderson se revela como un gran cantante, y porque The Bad Plus renuncia cualquier pretensión virtuosa para rendirse ante la hermosísima melodía de Neil Young. Hubo pedidos de más, pero los músicos volvieron al escenario solo para aclarar que un evento posterior en la sala les impedía prolongar el show, cosa que por sus rostros hubieran hecho gustosos. Aplausos y despedida final para una experiencia que no solo espero que se repita sino que se profundice, porque si algo quedó claro anoche, es que la alianza entre The Bad Plus y Wendy Lewis todavía tiene mucho para dar. Por mi parte la noche de San Telmo todavía tenía reservado un goulash todo lo sustancioso y picante como lo exige el invierno, pero la sección gastronomía queda para otro momento.

jueves, 21 de mayo de 2009

Cassandra Wilson en el Teatro Gran Rex

Si había algo innecesario a esta altura de la carrera de Cassandra Wilson era un premio Grammy. Entre otras cosas porque hace años que es una artista consagrada, y por otro lado porque “Loverly”, su disco de 2008, está lejos de ser el punto más alto de su carrera. Pero lo cierto es que los premios a veces suelen cumplir la función de reconocimiento tardío para buena parte del público, y tal vez por ese motivo fue que la primera visita de Cassandra a la Argentina estuvo promocionada utilizando el reciente premio. Por mi parte, guardo entre mis preferidos de Cassandra tres discos fascinantes: “Blue light ‘til down” (primer trabajo para Blue Note, y que terminó por encaminar su carrera), “Traveling Miles” (Homenaje de fin de siglo a Miles Davis), y “Thunderbird” (trabajo de 2006 producido por T-Bone Burnnet, que a pesar de algunas críticas posee un lado blusero que me resulta más que atractivo); y la posibilidad de oirla en vivo me generaba las mayores expectativas. Y tengo que decir que me llevé una sospecha mayúscula. Porque anoche no vi solamente una gran cantante, sino una excelente banda que además incluye una gran cantante. Porque si bien el espectáculo gira en torno a Cassandra, los pasajes instrumentales conviven con los cantados en partes iguales, otorgándole al show un balance perfecto.
Desde el momento en que la apertura queda a cargo de “Caravan”, uno empieza a sospechar que nada puede salir mal. Porque el clásico de Ellington luce en vivo mucho mejor que en la versión del disco, esencialmente gracias a los aportes solistas de los músicos. La banda que acompaña a Cassandra en esta visita está integrada por Herlin Riley en batería, el nigeriano Lekan Babalola en percusión, Reginald Veal en contrabajo, Marvin Sewell en guitarras y Jonathan Batiste en piano; este último en reemplazo de Jason Moran que grabó en “Loverly”. Y son ellos los encargados de respaldar el tono grave de Cassandra Wilson, con arreglos abundantes en sutilezas y buen gusto. El repertorio tiene como sustento el álbum “Loverly” y los clásicos versionados en el mismo: “St. James infirmary” de Irving Mills, “Lover come back to me” de Oscar Hammerstein, y el descomunal “Dust my broom” de Elmore James y Robert Johnson, en donde Marvin Sewell se luce con el slide y Cassandra reivindica sus orígenes en el Mississippi. Precisamente Marvin Sewell y el piano de Jonathan Batiste son los músicos cuyas intervenciones solistas, intensas y deliciosas evitando caer en un virtuosismo que podría resultar exagerado, son las que cosechan los mayores aplausos.
Pero si hubo un momento culminante en la noche del Gran Rex (que mostró algunos claros en la platea) ese fue cuando Marvin Sewell tomó la guitarra acústica y Cassandra Wilson hizo su exquisita versión de “Harvest moon”. Porque desde que lo grabara en “New moon daugther” en el año 1995, Cassandra se ha apropiado de la canción y en cada interpretación parece engrandecer aun más la bella melodía que Neil Young creara en los primeros años de la década del ‘70. El final fue con otro clásico, “`Til there was you”, que supo tener versiones de Chet Atkins, Sonny Rollins y hasta Marvin Gaye, y que decora con perfección la hora y cuarto de show que no hizo más que confirmar cada una de las virtudes de Cassandra Wilson. Hubo un regreso al escenario y la despedida final estuvo a cargo de “Arere”, en donde la banda se luce en un rubro (la fusión) que no había sido abordado en toda la presentación.
Excelente debut de Cassandra Wilson en Buenos Aires, en donde esta noche hará una segunda función, e inmejorable manera para la gente de Tribulaciones de celebrar sus primeros diez años en la producción de espectáculos de alto calibre, y que tendrá como continuidad la actuación de The Bad Plus en Junio, mientras anuncian la cuarta visita de Living Colour para el mes de Noviembre.

miércoles, 20 de mayo de 2009

George Clinton en La Trastienda

Si hacía falta algo para comprender aquel lema de George Clinton de fines de los ’60, cuando en plena ebullición del LSD afirmaba aquello de “Free your mind and your ass will follow”, eso era tener la oportunidad de presenciar en vivo a ese colectivo del funk que resulta el combo Parliament, Funkadelic, P-funk All stars, o cuanto nombre pueda o quiera atribuirse. Porque a partir que la arenga “We Got The Funk” empezó a hacerse eco en La Trastienda, lo que se vivió anoche fueron cerca de 3 horas y media (!!!) de explosión musical de alto voltaje, repletas de groove, ritmo, baile, desparpajo, intensidad, lucimiento personal, y mucha diversión y color.
Sobre el escenario de La Trastienda había músicos como para cortar la 9 de Julio, llegué a contar 19 en un momento, pero no puedo asegurar que no haya habido más. El show en sí tiene al funk como sustento, pero a lo largo de él aparecen chistes, danzas, se reparten volantes al público, personajes excéntricos por donde se los vea, y todo dirigido por un George Clinton que hace las veces de maestro de ceremonia, aunque recién haya pisado el escenario cuando había transcurrido casi una hora de show. En escena se puede ver a lo largo del show a Larry “starchid” Shider vestido solamente con un pañal, una cantante vestido de rey, una guitarrista (Sauna Hall) que a lo lejos parece Michael Jackson, un guitarrista con una máscara y peluca afro multicolor, a la bella corista Kim Manning haciendo gala de sus agudos casi operísticos paseando en patines sobre el escenario mientras comparte cigarrillos y bebida con el público a cambio de sonrisas y corazones, y algunas incursiones de Carlos “sir No se” McMurray portando carteles con leyendas tipo “george fuck” y pidiendo al público que no aplauda a los solistas. Pero además de todo el color y el movimiento de personas sobre el escenario, hubo música, y mucha. Porque Lige Curry en el bajo de seis cuerdas y Frankie “khas” Waddy en batería sostienen una banda, que a modo de las grandes orquestas del jazz, despliega toda su música haciendo bailar al público (las mesas del salón duraron poco más de 20 minutos en su lugar) e intercalando momentos solistas, algunos de ellos brillantes, en especial los que corresponden a las voces de Steve Doy y Belita Woods.
Si bien la excusa era presentar el disco “George Clinton & the gangsters of love” de 2008, se pudieron escuchar clásicos como “Give up the funk (tear the roof off the sucker)”, “One nation under a groove”, “Dr. funkenstein”, “Cosmic slop” o “(not just) knee deep” (con Larry Shider haciendo corear al público mientras hacía gala de su voz blusera). Además de funk hubo soul, blues (extraordinaria y desgarradora performance de Mary Griffin en la voz), y mucho rock. La versión de “Maggot brain” a cargo de la Gibson Flyin V de Michael “kid funkadelic” Hampton fue descomunal, aunque cortó un poco el clima festivo del show. En el final, mientras algunas personas se retiraban en virtud del horario, otras se trepaban al escenario invitadas por “Sir no se”, para sumarse a su baile contorsionista y abrazar al gran George, pretendiendo que el show no termine nunca. Quedará alguna queja con el sonido (algún acople, micrófonos que dejaban de funcionar) que puede quedar justificado en el poco espacio y el vértigo con que se desarrollan las entradas y salidas de músicos.
En resumen un show extraordinario, que no se puede compara con nada que ande dando vueltas hoy por el mundo, que deja bien en claro por qué el legado del padrino del funk está más vigente que nunca, y que marcará un hito en una ciudad poco acostumbrada al funk y sus desprendimientos. Quedan dos noches más, y aunque el costo de las entradas no es nada económico, créanme que valen cada peso que vayan a pagar.

sábado, 16 de mayo de 2009

Proyecto Verona en Velma Cafe

Si había algo que en la noche fresca de ayer resultaba tentador, eso era arrimarse al Velma Café a participar de la presentación en vivo de “Caravana”, el recientemente editado tercer trabajo de Proyecto Verona. La banda liderada por la cantante Verónica Verdier ha conseguido plasmar en el estudio un compilado de muy buenas canciones, en una producción prolija y delicada que se cristaliza en un excelente trabajo que ya anticipaba aquel EP adelanto del año pasado llamado “Tabaco & chocolate”. Y esas canciones, a veces íntimas, casi siempre cálidas encontraron en el escenario del Velma el mejor ambiente para expresarse y brillar como se merecen.
El show, que abrió con el intenso “Elusivo” y se encadenó con “Indivisible”, contó con buena parte de los músicos invitados que participaron de la grabación de “Carvana”, lo que amplificó la performance de Poryecto Verona sobre el escenario, otorgando a las interpretaciones todos los detalles y sutilezas plasmadas en el CD. Y tantas eran las ganas de mostrar los nuevos temas, aunque muchos de ellos ya habían sido anticipados a lo largo de 2008, que el repaso por los discos anteriores (Tontas promesas falsas - 2002 y Encendida - 2005) lo hicieron todo junto y durante el primer tramo del show. Así fue que pudieron oírse versiones de “Adolescencia” e “Último intento”, junto a una dedicatoria a Andy Bonomo, ex - guitarrista y cofundador junto a Vero Verdier de Proyecto Verona, hoy radicado en España.
Seguido a ese repaso sonaron dos de las mejores canciones del nuevo disco: “La nena que fui” (con un buen aporte de Benjamín Collins en trompeta) y “Perfecto camarada”; y a esa altura la luminosa guitarra de Claudio Iulano más los modos jazzeros de la voz de Vero Verdier revalidaban con creces que son los mejores atributos en los que se sostiene la banda, que se completa con Martín Paladino en la batería. Los climas cercanos al trip hop se mantienen por momentos, pero han desaparecido con el tiempo los atisbos electrónicos y el formato de canción se ha ido imponiendo en el universo actual de Proyecto Verona.
Lo mejor del show sucedió cuando tres Pablos subieron al escenario: Sbaraglia se hizo cargo de los teclados a lo largo de varios temas, Memi y “sarcófago” Cano (ambos miembros de Ratones Paranoicos) se sumaron para hacer “Delicioso”. Y por último Juan Ravioli cerró la lista de invitados acoplándose al final en voz y guitarra para hacer “Caravana”. Para los bises, todos los invitados volvieron al escenario y la versión de la blusera “Tu voz bipolar” fue el postre perfecto para una noche en la cual la música volvió a resultar el mejor remedio para el frio. El tiempo será el encargado de decir si este nuevo paso de Proyecto Verona permite sumar oídos a su atrayente propuesta y que el gran disco que han grabado pueda alcanzar el reconocimiento que sin dudas merece.

lunes, 4 de mayo de 2009

Oasis en River

Fueron dos los motivos por el cual decidí ir a ver a Oasis a River: en primer lugar, “Dig out your soul”, su último disco me gustó mucho y me devolvió buena parte de la valoración que tenía de la banda, y en segundo lugar, no los había visto en las otras tres visitas a Argentina. Y que un grupo de ese tamaño nos visite con tanta asiduidad no es algo para desaprovechar. La apuesta era fuerte, después del Luna Park y el Campo de Polo, Oasis jugaba por el estadio de River Plate, y hay que decir que les quedó grande. Porque si bien las plateas estaban repletas y el campo bien nutrido, lo cierto es que el estadio estuvo lejos de llenarse y para colmo la tribuna popular no estuvo habilitada. Y considerando que ese sector se había puesto a la venta, es más que probable que los compradores de los tickets más económicos se hayan visto beneficiados con el acceso al campo para que este presente una apariencia más nutrida. La espera estuvo amenizada por Estelares (llegué cuando estaban terminando su set, así que poco puedo decir), Mole (sigue siendo interesante la propuesta, pero se nota que les falta bastante), y Los Tipitos, que con buenos arreglos vocales intercalan buenas y pegadizas canciones, con otras decididamente pobres.
Puntualmente a las 21hs se apagaron las luces del estadio y se empezó a escuchar el sonido sampleado de “Fuckin´ in the bushes” mientras la banda se acomoda para comenzar con una primera media hora que literalmente me voló la cabeza. Porque desde “Rock´n roll star” hasta “The meaning of soul” fue una sucesión de rock and roll a todo volumen, con unos Oasis derrochando energía y sacudiendo a la audiencia con temas como “The shock of the lightning” y especialmente “Cigarettes & alcohol”, en versiones demoledoras. Con un escenario carente de atributos escenográficos y una iluminación sin grandes pretensiones, la atención se centró en una banda ajustada y contundente, que a partir de ese comienzo demoledor se tomó tiempo para transitar por otros estilos que le bajaron la adrenalina al show. Hubo momento para la psicodelia con “To be where there´s life”, y el primer momento con Noel Gallagher a cargo de la voz. Y allí sucede algo particular, porque Noel es mucho más simpático su hermano y la relación con el público resulta mucho más cercana y amena. Por otra parte, la voz de Noel se encarga de interpretar algunos de los mejores temas que Oasis haya hecho, como “The masterplan” o “The importance of being idle” (que sonaría hacia el final del show)
El tramo final interecaló hits infaltables como “Wonderwall” con algunos tramos en donde retomaron aquella energía del comienzo como “Morning glory” y el final con “Supersonic”. La hora y cuarto de show había parecido muchísimo menos. El regreso al escenario fue con Noel otra vez al frente, y su versión de “Don´t look back in anger” con el público coreando el estribillo, en lo que fue el momento de mayor participación, así como el más emotivo. “Falling down” no sumó mucho en ese tramo del show y la vuelta de Liam Gallagher al escenario fue para el cierre absoluto con “Champagne supernova” y un final tan arrollador que recuperó y amplificó la energía de aquel comienzo del show, con “I’m the walrus”. Porque el tema de Lennon no solo los explica en parte, sino que además les calza como anillo al dedo, y los Beatles reviven en unos Oasis encendidos para redondear el recital de manera contundente.
En poco más de una hora y media, los de Manchester revalidaron sus credenciales ante un público fiel, al que le prometieron volver desmintiendo los rumores de separación que habían surgido en los últimos días y que llegaron a anunciar el show de anoche como el último en la carrera de la banda. En mi caso particular, recibí mucho más de lo que había ido a buscar y elevaron considerablemente la valoración que tenía de una banda que hasta ahora apenas miraba de reojo. Y como me hizo notar mi hija, después de un buen tiempo me pude dar el gusto de salir de la cancha de River aplaudiendo.

jueves, 30 de abril de 2009

Bicicletas en La Trastienda

Aunque recién estemos terminando Abril, puedo asegurar que “Quema”, el recientemente editado segundo trabajo de Bicicletas (descontando todos los EP) estará entre los mejores discos que se puedan conocer por estas tierras a lo largo de 2009. La cita era una apuesta fuerte para la banda, tocar por primera vez solos en La Trastienda y estar a la altura de las muy buenas críticas que “Quema” viene cosechando en cuanto medio se tome el trabajo de juzgarlo. Y si bien el lugar estuvo lejos de llenarse, una muy buena cantidad de público se acercó anoche a San Telmo para disfrutar de una hora y media de unos Bicicletas en muy buena forma y desbordantes de energía.
El show tuvo un arranque medido con “La puerta”, pero en seguida las versiones de “Ojos” y “Corre” se encargaron de levantar la temperatura y entregarle a la noche el tono que correspondía y se esperaba. Bicicletas es esencialmente una banda de guitarras oníricas, que en su vuelo nunca pierden su carácter directo y frontal. Con una voz siempre al límite, que parece quebrarse en cada frase surrealista, con letras en donde abundan los colores, las aves y casas que se hunden, se alejan, que siempre permanecen como último refugio. En ese clima la sucesión de temas no hace más que mantener el vuelo en niveles más o menos elevados según las canciones, pero nunca se volverá a sentir los pies sobre la tierra. No se trata de saltos o de pogos, sino de sentidos elevados por una música que los estimula e incita al vuelo.
Los temas nuevos suenan más roqueros, pero no por eso les costaron entrelazarse con los anteriores, y se intercalaron momentos de extrema intensidad como “Pica pica” o “Corre”, con algunos más calmos (“Pájaros”). La iluminación es un bombardeo colorido que con la ayuda inestimable del flash termina por concretar la propuesta psicodélica. La voz de Crivelli parece tomarse al pie de la letra la súplica de “Conversación” cuando pide quiero que lo sientas cuando se rompa mi voz y el show va de menor a mayor. Pasan “Elefantes”, “El gran Houdini”, el tándem “Quema” y “11 y 20” (lo más parecido a un hit radial que hayan hecho), “Cara de rojo” y esa especie de blues espacial que resulta “Araña negra”, con cita a la apertura de la serie “Los Locos Adams”, en lo que fue el momento de mayor electricidad de la noche.
Hacia el cierre (que no incluyó bises) tocaron una potentísima versión de “Granadas y paraíso”, tema que cierra el disco anterior (Bicicletas – 2006) y “Tren”, que cumple la misma función en el nuevo. La psicodelia se arrima al fogón, y el espíritu de Miguel Abuelo recorre la sala. Aunque me quedé con las ganas de escuchar “Adios mundo cruel”o la extraordinaria versión de “Sucio y desprolijo” de Pappo que suelen hacer en vivo, la presentación en público de “Quema” quedó concretada de la mejor manera. Bicicletas celebró su primera Trastienda en solitario y a partir de ahora se verá hasta donde los lleva el envión. Es deseable que las notas y comentarios que provocaron la realización de este show en algunos medios masivos que no acostumbran siquiera a a considerarlos, consiga aumentar la cantidad de oídos que acepten acercarse a esta propuesta y colabore con el crecimiento. Por mi parte, me mantengo en mi pesimismo y empiezo a sospechar que deberé pasar el invierno tolerando a Andres Calamaro y su insoportable versión de la Marcha de San Lorenzo en tiempo de jingle de bocadito de dulce de leche.

viernes, 17 de abril de 2009

Andrea Alvarez en Niceto

La doble A puede tener varios significados. Desde la marca de bandoneones homenajeada por Astor Piazzolla, hasta un papel de lija, pasando por la sigla de Alcohólicos Anónimos. Pero en el caso de Andrea Alvarez, además de las iniciales de su nombre, en la canción que da título a su último trabajo discográfico describen el tamaño de una pila de 1,5v. Nada más inexacto para definir la presentación de su disco: si hubo algo ausente anoche en Niceto fue baja tensión, porque la banda liderada por Andrea Alvarez desplegó una energía de alto voltaje y un poderío formidable.
La espera fue amenizada por la presentación de “Cirugía visual”, de Damián Bentucci: un recorrido fotográfico por los últimos tres años en la vida musical de Andrea, que van desde la presentación de su segundo trabajo solista (Dormis? – 2005), hasta la grabación en los estudios Ion de “Doble A” con Jim Diamond (el mismo que supo plasmar la crudeza minimalista en los primeros trabajos de The White Stripes) en la producción. Y mientras de fondo sonaba la guitarra de Santana hechizando con “Black magic woman”, una Andrea Alvarez enfundada en rojo se aprestaba en su batería para empezar su show con el dueto “Alter ego” y “Calladitos”, que dejó bien en claro que tipo de show íbamos a presenciar. Porque el trío comandado por la baterista (y que se completa con Mauro Quintero en guitarra y Nano Casale en bajo) es dueño de un sonido compacto, que se mete de lleno en un rock eléctrico, potente y arrollador. Basado lógicamente en su último trabajo, el repertorio incluyó los pasajes de su predecesor más emparentados musicalmente con “Doble A”, como “Dormis?”, “Asi como te digo una cosa, te digo la otra” o “Belleza”. La afinadísima y aguda voz de Andrea, carente del sonido procesado del disco, luce a pleno y sus frases se funden con la música aportándole contundencia, como si algunas palabras estuvieran presentes para sumar un nuevo golpe de tambor de un improbable tercer brazo. Por momentos la banda remite a los tiempos más densos y pesados de Pappo’s Blues, y casi no hay interrupciones entre los temas, más que para algún agradecimiento.
La noche, vivida más como celebración que como presentación, incluyó la presencia en el escenario de los músicos invitados en el disco. Así fue que desfilaron la armoniquista Sandra Vazquez, quien supo de impregnar de intimidad “Melody”, además de resucitar la “Cirugía mayor” encargada de cerrar el disco “Doble A”; y Richard Coleman, junto a quien Andrea Alvarez rescató “Te maté porque sí” de su primer disco (“Andrea Alvarez” – 2001), para compartir luego voces en la magnífica “Aleluya” en lo que musicalmente significó lo mejor de la noche. El tramo final fue decididamente demoledor: pasaron “Doble A” y “Nurse”, lo que transformó al trío en una verdadera aplanadora. Pero ocurre que en estas tierras el adjetivo aplanadora tiene dueño, y entonces, luego del lucimiento personal en “Al límite” (con Mauro Quintero duplicándose entre la guitarra y la percusión), fue el mismísimo Ricardo Mollo el encargado de validar semejante valoración sumándose a las viscerales “Muerto” y “Sapo”. En el final, Andrea Alvarez se encargó de traer casi 30 años hacia adelante la alienación de la Celeste Carballo recién llegada de Coronel Pringles, en una versión demoledora de “Me vuelvo cada día más loca”. Entonces aquella cirugía que una hora y media antes había sido solo visual, se había consumado en intervenciones que estremecieron huesos y dejaron cicatrices al por mayor.
En resumen, una extraordinaria presentación de una artista que después de colaborar con grandes como Soda Stereo y Charly García, comienza a consolidar su camino desde el under y acrecienta la fama de sus shows intensos y poderosos, como una propuesta original y valiente, al menos en nuestro medio.

viernes, 3 de abril de 2009

Coralie Clement en el Teatro 25 de Mayo

El BAFICI y la música francesa se siguen dando la mano. En la edición 2008 tuvimos la oportunidad de ver por primera vez en vivo a Benjamín Biolay con dos excelentes shows en Niceto, y en esta oportunidad el honor le correspondió a su hermana, Coralie Clement. Siempre con el auspicio de la Embajada Francesa, la cita en este caso fue en el Teatro 25 e Mayo en Villa Urquiza, y con entrada gratuita.
Con su tercer trabajo recientemente editado, “Toystore”, la cantante francesa presentó su repertorio renovado, acompañada solo por una guitarra y un teclado más programaciones, lo que le permitió al concierto transitar sus 75 minutos en un clima de intimidad que favoreció el resultado final. Coralie, dueña de una voz muy suave y sugerente, tiene muy claro como moverse en el ámbito de la chanson, y saca provecho a sus tristes canciones de amor, con interpretaciones cálidas con un dejo melancólico que compenetra a la audiencia con suma facilidad.
Si bien su carrera se apoya en su hermano Benjamín Biolay, quien produjo todos sus discos y es además autor de la mayoría de las canciones, su espectro musical es mucho más acotado y el pop francés de los ’60 le sienta a la perfección, lo que la hizo merecedora de legítimas comparaciones con Francoise Hardy y Jane Birkin. El repertorio estuvo basado en “Toystore”, de donde se destacan “C'est la vie”, “Le brasier permanent”, y “La reine des pommes”. “Houlala” y “So long babylong” son dos canciones simpáticas y sumamente contagiosas, y “Share the day” (único tema cantado en inglés) una hermosísima e intensa balada. La variedad de idiomas se completó con el italiano en “Sono io”, que en el disco recibe la colaboración de Chiara Mastroianni. Y si de Chiara Mastroianni se habla, vale destacar la muy buena versión que se pudo oir de “La balade de mois de juin” que la italiana grabara en el disco del 2004 en conjunto con Benjamín Biolay, “Home”.
Como no podía ser de otra manera, Coralie hizo un recorrido también por sus dos trabajos anteriores (“Salle des pas perdeus” de 2002, y “Bye bye beauté” de 2005) de donde extrajo “Ca vailant la peine”, “Avec ou sans moi”, “Beau joir un pour mourir” y “L’enfer”. Hubo lugar para la bossa nova en “L’ombre et la lumiére”, y unos tibios coros del público en “Lou”. Si bien la audiencia estaba compuesta más por curiosos que por conocedores del trabajo de Coralie Clement, lo cierto es que la cantante francesa consiguió seducir paulatinamente a la gente, que aunque limitó su participación al acompañamiento con unos pocos aplausos hacia el final, se retiró complacida luego de los bises, que terminaron con la repetición del primer corte de “Toystore”, “C'est la vie”.
La sana decisión de acompañar en BAFICI con música de escucha no tan habitual por estos pagos resulta más que saludable, y es de esperar que la embajada francesa siga colaborando para seguir teniendo la oportunidad de poder ver en vivo artistas que de otra manera sería muy difícil que se den una vuelta por estas tierras.
Para cerrar, dejo el video de “C'est la vie”.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Radiohead en el Club Ciudad

Llegué al Club Ciudad cuando Diego Frenkel invitaba a Fernando Ruiz Diaz, de Catupecu Machu. Quedaban apenas dos temas del show de La Portuaria y a esa hora la prioridad eran los baños químicos y la provisión de agua, con lo cual poco puedo decir sobre la única presencia nacional en el escenario mayor del Festival Quilmas Rock en su primera fecha. Sí pude ver íntegro el show de Kratwerk, que resultó mucho más que un aperitivo. Los alemanes, con un solo integrante original (Ralf Hütter) desde la salida de Florian Schneider, hicieron versiones compactas de buena parte de sus hits y en sintonía con las imágenes que los acompañaban en las pantallas, completaron un show preciso y contundente. Abrieron con “The man machine”, y antes del cierre con “Music non stop”, pasaron “Tour de France”, “Autobahn”, “The model”, “Trans Europe express”, “Computer world” y “Radioactivity”, entre otros.
Pero la expectativa estaba puesta en Radiohead, y hubo que esperar alrededor de cuarenta minutos para que los de Oxford suban al escenario. Y a partir del comienzo con “15 steps” lo que siguió fue éxtasis absoluto. Porque de inmediato sonaron los primeros acordes de “Airbag”, el tema que abre aquella obra maestra que es “OK computer”, y el show comenzó a transitar entre tramos de increíble intensidad alternados con explosiones eléctricas demoledoras. La puesta ya conocida de la gira, basada en esa especie de estalactitas luminosas que cubren la parte superior del escenario funciona como complemento perfecto para cada uno de los climas: tenue y contenedora en “All I need”, alucinante y apocalíptica en “The Nacional Anthem” o “Bodysnatchers”.
La voz de Tom Yhorke, que se mostraba en excelente estado desde el primer tema, a la altura de “Nude” ya era decididamente sublime. Y Jonny Greenwood comandaba una banda precisa y preciosa, que apoyada en un sonido que permitía no perder ningún detalle, repetía a la perfección los arreglos de los temas de “In rainbows”, pero en versiones que redoblaban en potencia a las originales. Justamente su último trabajo fue el centro del show (solo dejaron sin tocar “Faust arp”), que se completó con temas de toda la trayectoria de la banda. En distintos momentos fueron sonando “Karma police” (de los más cantados por el público), “Kid A”, “The gloaming”, “Jigsaw Falling Into Place” y una seguidilla que por sí sola bien pudo haber devuelto el costo de la entrada: el encanto de esa hermosa canción de cuna que es “No suprises”, seguida de la introspección y melancolía de “Pyramid song” y “Street spirit”. El final fue con un Tom Yhorke poseído haciendo “Idioteque” y la electricidad desbordante de “Bodysnatchers”. Pero cada país y cada show tiene sus particularidades, y Radiohead decidió no ignorar que estaba tocando en Buenos Aires en el 33º aniversario del último golpe de estado que dio inicio a la sangrienta dictadura, y aunque hasta ese momento su contacto con el público se había limitado a algunos holas y muchas gracias, por un breve texto leído por Ed O´Brien expresaron su solidaridad con las víctimas y sus familiares, y les dedicaron el emotivo final con “How to disappear completely”.
Los bises no hicieron más que terminar por decorar un show que permanecerá imborrable para quienes tuvimos la suerte de poder presenciarlo. La primera tanda arrancó con “Videotape”, para continuar con una versión contundente y explosiva de “Paranoid android”, seguir con la hermosa “House of cards” y cerrar con “Reckoner”. La segunda fue la que dio lugar a las sorpresas, ya que tocaron tres temas que no venían incluyendo en los set list de sus shows en Mexico y Brasil: “Planet telex” de The Bends, “Go slowly” (tema incluido en la edición especial de “In rainbows”), y una demoledora “2+2=5” de “Hail to the tief”. El cierre fue con una versión acelerada y casi dance de “Everything in its a right place”, para luego de una amague, despedirse definitivamente con “Creep”, aquel primer hit con el que la banda no se termina de amigar, pero que han vuelto a tocar como concesión a los fans.
Para quienes presas de la ansiedad nos tomamos el trabajo de buscar las listas de temas de los últimos shows sabemos que en la elección del de anoche quedaron afuera maravillas como “Fake plastic trees”, “Lucky”, “Exit music” o “Talk show host”, pero claro, lo tenemos asumidos: somos insaciables. Y por otra parte, si se trata de pedir, que se vengan a Parque Chacabuco y que ensayen en el fondo de casa. Eso sí que no estaría nada mal.