sábado, 29 de noviembre de 2014

Audia Valdez en Pan y Arte

Si una película resulta una sucesión de fotogramas, recortar cada uno de ellos bien podría significar la capacidad de detener el tiempo. De abstraer. De abstraerse. De mirar y mirarse escapándose de un destino que si uno permite rodar la película no tendrá posibilidad de modificar. Fotogramas, así se llama el disco que Eloisa Lopez plasmó bajo el nombre de Audia Valdez (retomando la identidad de sus comienzos, pero básicamente unificando todos sus proyectos bajo el mismo nombre) y que editó Twitin Records, el novel sello de Tweety Gonzalez. Y como dentro de los muchos y buenos trabajos que se editaron este año en Argentina, “Fotogramas” está entre los que más me gustaron, presenciar su concreción en vivo era un hecho que me debía. Y después de unas semanas de abandono para con las salas de música, no pudo ser mejor forma de retorno.
Pan y Arte en Boedo no suele ser una sala que albergue shows musicales, y aunque la propuesta excedía el concepto musical (el flyer prometía performance audiovisual), lo inusual del espacio le daba un condimento extra a la noche. Y cuando, después de una prolongada previa (la culpa es mía por mi pertinaz y exagerada puntualidad) con ricas empanadas y un dificultoso vino caliente, el show comenzó, esa sensación inicial acerca de la sala, quedó confirmada.
El disco de Audia Valdez tiene muchísimos condimentos interesantes, pero lo que sospecho a mí más me sedujo fue que está cubierto por un manto spinetteano. Y aunque incluya un tema dedicado al Flaco (“Tema para Luis”) esta idea excede ese hecho. Hay palabras, conexiones, mantras, pulsos que a mí me remiten, por ejemplo, a “Madre en Años luz” en cuerpo y espíritu. Escuchar canciones como “Gracias” o “Como brilla” tal vez ayuden para comprender esta impresión. Pero luego de varias escuchas uno comprende que si bien esa impronta se trata de una fuerza inspiradora omnipresente, para Audia Valdez no ese un fin en si mismo, sino la plataforma de lanzamiento de sus propias formas, sonidos, luces e incluso dilemas. Y si hablamos de puntos de partida expansivos, que el show (Un sueño en el que no tenemos nombres, según anticipó Eloisa antes de sumergirnos en la música) haya abierto con “Espiral” no resultó casual.
En “Otras vidas”, el cover de María Gabriela Epumer incluído en “Fotogramas”, hacia el final se repite con insistencia “Esto es un sortilegio para irme del pensamiento”. Eloisa Lopez se apropia de esas palabras y concreta su propio sortilegio en un viaje musical y visual que intenta hurgar, introducirse en el ser, recorrerlo en una especie de autoreconocimiento y luego exponerlo al mundo. Un mundo que es retratado bajo la tensión de lo frío e insensible frente a una naturaleza que se resiste a la renuncia y halla espacios para emerger siempre. “Belleza inmaterial”, “Seres benditos”, “Tu y yo” se suceden en un show que mostró a una banda sonando perfecta y expandiéndose más allá de los límites que las canciones exhiben en el disco. O los discos, mejor dicho. Porque “Por un paisaje”, el disco de 2009 editado como Eloisa Lopez también estuvo muy presente en el setlist.
Algo que no puedo dejar de lado es la cuestión de la iluminación y los colores. El comienzo del show se dió bajo tonos rojizos, tal cual el arte de tapa de “Fotogramas”. Pero con el correr del show irán cambiando. Por momentos Eloisa se va a adelantar, y la banda quedará tocando detrás de las proyecciones. Apareceran el azul, el blanco y el amarillo (imposible no pensar en Greenaway) y la música, sumada las imágenes y luego a la danza, compondrán un escenario en donde las tensiones de la existencia convivirán con viajes místicos, y aquel espiral pareciera convertirse en círculo cuando la voz de Eloisa reune a los extremos de la vida encarnados en el encuentro de una anciana y una joven. Robots humanos, frivolidad, coreografías inquietantes que transitan por expresiones tribales, autómatas y sexuales nos introducen en un espectáculo integral cuya coherencia no produce otra cosa que la expansión de todos los sentidos.
El telón delantero se descorre y Eloisa Lopez vuelve con sus compañeros de banda para la bella “Superheroes”, cuyos motivos folklóricos originales se oyeron acotados por una interpretación mucho más contenida, y con el teclado casi como único protagonista. Luego “Un día exacto” la canción del disco que mejor resume el concepto de “Fotogramas”. Las imágenes se siguieron proyectando por encima de la banda, y los pelos largos y lacios del bajista Martín Rodriguez con los colores desfigurándolo remitían casi graciosamente al iniciático Pink Floyd del UFO.
El cierre del concierto terminó por redondear el carácter integral de la performance. La magnífica “Dos mentes”, que abriendo el disco sirve como introducción al concepto del álbum, en el show construye la mejor expresión de las tensiones expuestas a lo largo de la noche. Las luchas internas, las propias inseguridades, la búsqueda permanente de una identidad atrapada dentro de otra. Y “Evolución” (de reconocibles huellas árabes en sus sonidos) pareciera querer esbozar una respuesta probable y optimista a las disyuntivas expuestas: el retorno a la escencia, a lo profundo, al reencuentro con uno mismo. Espiral o círculo. Desandar o completar un recorrido. En ambos casos se regresará inevitablemente al punto de partida.
No estaban programados bises, así que cumplir con el pedido del público significó un breve debate sobre qué tema repetir, que incluyó consulta a Tweety Gonzalez en la platea. Y la decisión recayó sobre “Belleza inmaterial”. Y mientras volvía a escuchar esa sugerencia a respirar hondo y elevarse por encima de lo abstracto e intangible, internamente algo me indicaba que a veces el universo encaja las piezas con la precisión de un rompecabezas. Cualquier otra elección hubiese significado retomar tensión e incertidumbre, y en cambio la repetida canción consiguió sostener un equilibrio que ni los ruidos de la calle pudieron quebrar.
La propuesta integral de Audia Valdez establece parámetros muy altos de pretensión y no defrauda. Y aunque la ambiciosa puesta no sea sencilla de repetir, está el disco que bien podría resultar un fotograma de ese todo al que quedamos expuestos anoche. Así que ya saben: si pasan por cualquier disquería y hurgando bateas se topan con una chica corriendo como la Lola de Tom Tywker, no la dejen escapar. Yo sé por qué se los digo.