El show de Charly García había realizado buena parte de su recorrido cuando un rayo tremendo iluminó la noche de Velez. Como si fuese el flash de alguna divinidad que intentaba obtener pruebas de lo que allá abajo estaba sucediendo y no podía terminar de creer. Y lo que allá abajo sucedía era que más de 30000 personas saltaban y cantaban bajo la tormenta mientras Charly hacía su versión de “Me siento mucho mejor”, aquel clásico de los Byrds del que se apropió desde la primera vez que lo interpretó. Y más allá de los contratiempos uno ya había asumido que la noche no podía haber sido de otra manera. Porque las resurrecciones van en sentido contrario al devenir de la naturaleza, y por eso ayer la naturaleza pretendió defender su orden lógico de la manera más feroz..
Con algo más de media hora de demora Charly García había abierto el show con “El amor espera”, mientras el sonidista se desgañitaba en una pelea desigual contra el viento para conseguir que la música llegue a los oídos del público de la mejor manera posible. Casi sin palabras, solo una frase a manera de conjuro (Fuera lluvia!...O más fuerte), Charly García se sentó frente a su piano para comenzar la noche de su regreso. A “El amor….” le siguieron un “Rap del exilio” demoledor (en donde el “negro” García López empezaba a construir una gran noche) y la maravillosa “No soy un extraño”. A esa altura el sonido se había terminado de acomodar y entonces “Cerca de la revolución” se convirtió en la primera gran explosión en Velez.
Detenerse en la lista de temas elegidos es anecdótico. El repertorio de Charly tiene el suficiente sustento como para cambiar mil veces los nombres y orden de los temas sin transformar el resultado final. Ayer particularmente se centró en su etapa solista, con cierta preeminencia de “Piano bar”, pero con una selección bastante pareja desde donde extrajo gemas como “Adela en el Carrousel”, “Canción de 2x3”, “Pasajera en trance” y “No te animás a despegar” que resultaron de lo más emotivo del show. Solo se desvió de ese recorrido cuando hurgó unos años atrás para rescatar “Llorando en el espejo” e hipnotizar con un final que sin ser tan prolongado como lo hacía en Seru Giran consiguió exactamente el mismo efecto. Pero también hubo momentos de enorme energía como en “Fanky”, “Hablando a tu corazón”, “Raros peinados nuevos”, “Demoliendo hoteles” y la arrolladora versión de “Buscando un símbolo de paz”.
Y como la noche se trataba de emociones, la presencia de Luis Alberto Spinetta fue necesariamente en ese sentido el punto culminante. Presentado como “ídolo y maestro” el flaco subió al escenario para compartir “Rezo por vos” mientras sobre Velez se descargaba lo peor de la tormenta y la gente no paraba de saltar y corear siguiendo a la guitarra de Luis.
Cuando un grupo vuelve a tocar después de varios años se lo denomina como reunión. Y en el caso de Charly, aunque por ser solista solo debería tratarse de un regreso, no sería injusto llamarlo de la misma manera. Porque lo que pudimos ver anoche fue la reunión del hombre con el artista. Charly y el piano, Charly y su voz, Charly director de orquesta. Porque habría que buscar mucho tiempo atrás para encontrarlo cantando de esa manera y siendo el pianista de su banda. Dando ordenes, marcando los tiempos y los cortes con las manos, centrándose solo en la música y su banda. Una banda rockera que roza la perfección; en donde el trío chileno (Kiushe Hayashida en guitarra, Carlos Gonzalez en bajo y Tonio Silva Peña en batería) es el pilar para que se luzca el “negro” García Lopez, y el “zorrito” Von Quitiero aporte desde los teclados. Mas la voz de Hilda Lizarazu que acompaña y comparte casi todos los temas aportándole color brillo a cada una de las letras.
La tormenta resultó una excusa para darle al show un marco épico, pero también sirvió para confirmar que la voluntad de Charly resiste hoy por hoy cualquier prueba. Por bastante menos que lo de anoche algunos de sus shows terminaron en un caos y sin embargo anoche superó cada una de los contratiempos que el clima le impuso. El “zorrito” por momentos tuvo que tocar agazapado adivinando las teclas debajo de la protección que entre dos plomos le sostenían sobre sus teclados, como pasó durante “Nos siguen pegando abajo”. Buena parte de la puesta en escena anunciada (que incluía una mujer volando hacia el escenario y fuegos artificiales) quedó trunca y sin embargo el espíritu del show no decayó durante las dos horas y cuarto que duró.
Excepto el estreno para el público argentino de “Deberías saber por qué” durante uno de los bises, los finales estuvieron cargados de una tremenda energía roquera: “No voy en tren”, Rock and roll yo” y “No toquen” fueron los tres elegidos para cada una de las entradas. Y como bonus track “No se va a llamar mi amor” con la gente a las corridas, volviendo sobre sus pasos cuando muchos ya habían empezado a retirarse de las tribunas y el campo de Velez. “El rock es más poderoso que el agua” aseguró Charly, y vaya si tenía razón.
Un show mágico, necesario para un músico que precisa reafirmarse en el camino que ha decidido recorrer después de haber tocado fondo. Un gigantesco placer para todos los que amamos su música porque forma parte indeleble de nuestras vidas. Pero hay algo que no quiero dejar de pasar por alto: un año y medio atrás la mayoría de medios relataban en off el drama de Charly García repitiendo incesante e inauditamente las imágenes del músico atado a una camilla en Mendoza, ofreciendo la versión más cruenta y descarada de su amarillismo. Seguramente en estos días veremos y escucharemos a los mismos medios relatando en tono grandilocuente la “resurrección” de Charly. No quiero dejarlo pasar porque ninguno de estos hipócritas reconocerá jamás que tenían preparados los obituarios de Charly García, esperando poder dar la noticia de su muerte medio minuto antes que su competencia. Incluso alguno se permitió anunciarla basándose en un sitio de internet de nula autoridad. A todos ellos, a quienes ahora les toca interpretar el papel de fans emocionados, les recuerdo la letra del tema con que Charly decidió abrir su show de regreso: “Yo hago el muerto para ver quién me llora, para ver quién me ha usado”. Tal vez se sientan identificados.
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