Decidí
sobre la marcha ir al show de Calexico en Niceto. En realidad me
enteré casi sobre la hora, la publicidad no abundó y una mano
generosa que vendió a precio accesible una entrada de invitación me
hicieron acreedor a un show al que me había resignado a perder. Pero
me debía una revancha de mi ausencia en 2014, porque se trata de una
banda que cuando la vi en La Trastienda, me había dejado con ganas
de volver a tenerla enfrente.
La
noche fria se prestaba para estar amuchados como de costumbre en
Niceto pero la concurrencia no pasó de nutrida. La devaluación y el
ajuste empiezan a mermar las convocatorias en los shows, y en las
redes se empiezan a multiplicar las quejas para con los precios de
las entradas. Pues bien, la cuestión fue que a la hora del show la
concurrencia era respetable, pero distaba de la que el concierto
ameritaba.
Empecé
hablando de precios, renuncias y cuestiones sociales y no hay manera
de no abocarse a la realidad de Calexico sin dedicar unas lineas a la
amenaza de Trump. Claro, porque aunque la banda no haga de su paseo
por los escenarios del mundo un alegato contra el magnate
construyemuros, la comunión de la música del desierto de Arizona
con los sonidos que llegan del otro lado del rio Bravo, lo vuelve una
referencia inevitable. Alguna vez Milan Hlavsa dijo que sus Plastic
People of The Universe jamás se habían propuesto hacer de su arte
una proclama anti régimen, y que sin embargo habían sido
perseguidos por la dictadura Checoslovaca porque lo que no
podían aceptar era la
libertad de la creación. Y en este caso, en definitiva, es otra vez
el hecho artístico lo que incomoda y pone en jaque a los prejuicios
de Trump. Es la música la encargada de borrar las fronteras que los
fascista pretenden fortificar, y es la naturalidad con la que se
expresa la que más expone la ridiculez de los prejuicios.
Calexico
llegó a Buenos Aires para presentar “Edge of the sun” su último
trabajo, pero la apuesta distó de reducirse a eso. Los de Tucson,
que abrieron su show con “Frontera/Tigger” y es el drama y la
desesperación del que busca salvarse cruzando la frontera aún a
riesgo de dejar la vida lo
que nos introduce en su universo.
Y enseguida sí, el último disco con “Falling from the sky”.
Para los que conocemos la carrera de la banda no nos sorprendemos
como transitan
de la cumbia a los sonidos del desierto texano.
Sabemos de
sus interminables referencias a Latinoamérica, que exceden lo
rítmico y que se expresan en canciones como “Victor Jara hands”.
En
lo que al show de anoche
se refiere, comenzó en un
clima íntimo que fue ganando en temperatura y que superó algunos
escollos inesperados, como la rotura de la guitarra acústica de Joey
Burns. Pero la sintonía
con el público porteño se sintió desde el primer momento.
Calexico
tiene una particularidad que para mí es su principal sello
distintivo: la capacidad de transportar con sus sonidos al contexto
que le dieron origen. Cuando suena el slide tiene el andar lento del
viento desértico y
cálido.
Y
las trompetas marichi
en su estridencia llevan consigo el signo de una taberna en El Paso.
La música retoma y profundiza el camino que abrieron Los Lobos y
construye un repertorio que no se define por la fusión sino por la
diversidad.
De
los temas nuevos sonaron entre otros “Bullets & rocks”,
“Cumbia de donde” (en el disco colabora Amparo Sanchez) y “Moon
never rises”. Pero hubo lugar para todo, como “Sunken waltz”(otra
vez el duro camino de alejarse de lo suyo para construir un
destino en tierra ajena) y también “Soledad (cumbia en la mar)”
de los también texanos Los Gallegos.
A
medida que el show avanzó, no solo tomó
mayor temperatura arriba
del escenario sino también debajo. Las palmas, los bailes y los
tarareos se sumaron a la banda, que con citas
a Manu Chao y una
violinista invitada sobre
el escenario terminó por
enamorar a
su
gente.
Para
el final, con “Inspiración” (de “Carried to dust”) y una
prolongada “Güero canelo” dejaron el escenario rápidamente con
el sello de sus tips latinoamericanos preferidos. Un
telón que se cerró veloz, las luces y la música de Bob Marley que
ganó la pista de Niceto dejaron en claro que no había lugar para un
regreso al escenario. Pero en los rostros de los músicos que
abrazados se habían despedido unos minutos antes, quedaba bien en
claro que el reencuentro ya comenzó su cuenta regresiva.