La doble A puede tener varios significados. Desde la marca de bandoneones homenajeada por Astor Piazzolla, hasta un papel de lija, pasando por la sigla de Alcohólicos Anónimos. Pero en el caso de Andrea Alvarez, además de las iniciales de su nombre, en la canción que da título a su último trabajo discográfico describen el tamaño de una pila de 1,5v. Nada más inexacto para definir la presentación de su disco: si hubo algo ausente anoche en Niceto fue baja tensión, porque la banda liderada por Andrea Alvarez desplegó una energía de alto voltaje y un poderío formidable.
La espera fue amenizada por la presentación de “Cirugía visual”, de Damián Bentucci: un recorrido fotográfico por los últimos tres años en la vida musical de Andrea, que van desde la presentación de su segundo trabajo solista (Dormis? – 2005), hasta la grabación en los estudios Ion de “Doble A” con Jim Diamond (el mismo que supo plasmar la crudeza minimalista en los primeros trabajos de The White Stripes) en la producción. Y mientras de fondo sonaba la guitarra de Santana hechizando con “Black magic woman”, una Andrea Alvarez enfundada en rojo se aprestaba en su batería para empezar su show con el dueto “Alter ego” y “Calladitos”, que dejó bien en claro que tipo de show íbamos a presenciar. Porque el trío comandado por la baterista (y que se completa con Mauro Quintero en guitarra y Nano Casale en bajo) es dueño de un sonido compacto, que se mete de lleno en un rock eléctrico, potente y arrollador. Basado lógicamente en su último trabajo, el repertorio incluyó los pasajes de su predecesor más emparentados musicalmente con “Doble A”, como “Dormis?”, “Asi como te digo una cosa, te digo la otra” o “Belleza”. La afinadísima y aguda voz de Andrea, carente del sonido procesado del disco, luce a pleno y sus frases se funden con la música aportándole contundencia, como si algunas palabras estuvieran presentes para sumar un nuevo golpe de tambor de un improbable tercer brazo. Por momentos la banda remite a los tiempos más densos y pesados de Pappo’s Blues, y casi no hay interrupciones entre los temas, más que para algún agradecimiento.
La noche, vivida más como celebración que como presentación, incluyó la presencia en el escenario de los músicos invitados en el disco. Así fue que desfilaron la armoniquista Sandra Vazquez, quien supo de impregnar de intimidad “Melody”, además de resucitar la “Cirugía mayor” encargada de cerrar el disco “Doble A”; y Richard Coleman, junto a quien Andrea Alvarez rescató “Te maté porque sí” de su primer disco (“Andrea Alvarez” – 2001), para compartir luego voces en la magnífica “Aleluya” en lo que musicalmente significó lo mejor de la noche. El tramo final fue decididamente demoledor: pasaron “Doble A” y “Nurse”, lo que transformó al trío en una verdadera aplanadora. Pero ocurre que en estas tierras el adjetivo aplanadora tiene dueño, y entonces, luego del lucimiento personal en “Al límite” (con Mauro Quintero duplicándose entre la guitarra y la percusión), fue el mismísimo Ricardo Mollo el encargado de validar semejante valoración sumándose a las viscerales “Muerto” y “Sapo”. En el final, Andrea Alvarez se encargó de traer casi 30 años hacia adelante la alienación de la Celeste Carballo recién llegada de Coronel Pringles, en una versión demoledora de “Me vuelvo cada día más loca”. Entonces aquella cirugía que una hora y media antes había sido solo visual, se había consumado en intervenciones que estremecieron huesos y dejaron cicatrices al por mayor.
En resumen, una extraordinaria presentación de una artista que después de colaborar con grandes como Soda Stereo y Charly García, comienza a consolidar su camino desde el under y acrecienta la fama de sus shows intensos y poderosos, como una propuesta original y valiente, al menos en nuestro medio.
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