viernes, 26 de febrero de 2010

Coldplay en River

Recuerdo que la primera vez que escuché a Coldplay fue cuando la efímera FM Supernova empezó a difundir “Trouble” a toda hora y el tema me fascinaba. Después escuché “Parachutes”entero y no solo me gustó sino que me quedó claro que me iba a tener que acostumbrar a oirlos por mucho tiempo, que esa facilidad para construir canciones no iba a desaparecer así como así. Unos años después, el brindis de la fiesta de 15 de mi hija estaba acompañado por “In my place”. Música de fondo para cualquier fiesta animada. La repetición, casi abusiva de la fórmula me había alejado de ellos, y Brian Eno mediante, “Viva la Vida” me devolvió la fe, por lo que verlos sobre un escenario era para mí una prueba casi fundamental, ya que hace rato que se han convertido en una banda de estadio, condición que les sienta a la perfección y de la cual serían el mayor exponente sino fuese por Bono y sus muchachos.
Llegué para disfrutar la última media hora del show de Bat for lashes, del cual tenía muchas expectativas, ya que con esa música que se me ocurre una cruza entre Bjork y Lush, me había comprado hace rato. Y Natasha cumplió con creces, sacándole el mejor provecho a un excelente sonido, poco habitual en las bandas soporte. Espero volver a verla pronto por estos pagos y en un recinto más adecuado para su música. Pero el plato fuerte era Coldplay, que con unos quince minutos de retraso apareció en el escenario mientras que por los parlantes se escuchaba “El danubio azul”, para abrir con “Life in Technicolor” y “Violet hill”. Y a ese tándem se pegan “Clocks”, “In my place” y “Yellow”. Excelente sonido, puesta en escena soberbia, iluminación impactante que incluyó lasers que iluminaban los frentes de las tribunas de River, y un greatest hits como para pegar de entrada. Combo aparentemente infalible. Pero como decía Tu Sam, todo puede fallar.
Y me tengo que detener en Chris Martin. Porque el muchacho intenta ser simpático, baila, corre por el escenario, habla con el público pidiendo disculpas por su español, y a las chicas parece caerle de maravillas. Pero yo empiezo a notar cierta insipidez que se va a ir acentuando a lo largo del show. Y una hora más tarde llego a la conclusión que los hombres le debemos a Chris Martin una buena dosis de autoestima. Porque si ese muchacho fue capaz de quitarle la novia Brad Pitt, no hay conquista amorosa que esté fuera de nuestro alcance. Y la banda parece contagiarse de ese clima, con excepción del baterista (Will Champion) que le pone toda la onda, y entonces el clima del recital sufre altibajos importantes. La seguidilla de “Cementerios of London” y “42” es impecable, aunque Martin arruine el final arrastrando el “living” de “You are just living my head” de manera innecesaria. Pero aún así, musicalmente es lo más alto del show, junto al bombardeo hitero de la apertura y la versión de “Strawberry swing”
La banda tiene dos momentos “íntimos”, acercándose al público tocando en el borde de las pasarelas que se abrían desde el escenario. El primero hacia la izquierda que termina con “God Put A Smile Upon Your Face” , y el segundo hacia el lado opuesto, en el cual interpretan un set acústico que incluye “Death will never conquer” con Champion a cargo de la voz, “Don quixote” (un estreno medio country, estilo que no les sienta para nada bien) y una versión de “Billie Jean” que no pasa de lo simpática, aunque vale destacar el falsete de Chris Martin. El show contiene todos los clichés habidos y por haber en los conciertos masivos: globos flotando por encima de la gente, papel picado (con forma de mariposas!!!!), fuegos artificiales e incitación a una “ola” luminosa utilizando los teléfonos celulares (A la mentada ola la considero una práctica abominable que se debería desterrar de los conciertos de rock, pero reconozco que acá el problema es mío; a la gente le divierte mucho). La respuesta del público tiene su clímax en “Viva la vida”, cuando la gente se queda coreando la melodía al final de la canción.
Se van con “Lovers in Japan” y “Death and all his friends” (otro punto altísimo desde lo musical) y yo empiezo a ver como algunas personas empiezan a retirarse del campo antes de los bises. Y para ellos aparece solo el bueno de Chris Martin a sentarse al piano, y yo lo veo cantar “The sciencist” y pienso en los vecinos de Nuñez que quieren hacer prohibir los shows en River, y me los imagino emocionados, pidiendo disculpas, rogando que ojalá todos los rockeros fueran como él. Y hasta creo que si le pedimos las Malvinas, el gringo nos las devuelve. Porque Chris Martin parece buenazo y buenudo Y después vuelve a escucharse “Life in Technicolor” y la despedida es final. Nadie exige nada, la gente mansamente se empieza a retirar., y yo me quedo con un sabor extraño, incompleto. Consciente de haber presenciado un show impecable desde lo técnico, irreprochable en lo profesional, pero carente de ese plus que uno está acostumbrado a exigirle a una banda en vivo. Y mientras salgo escucho a la gente y nadie habla del show. Nadie reclama por “Trouble” ni por “Speed of sound”, nadie dice nada como “Qué bien sonó tal o cual tema”. Alguien comenta algo del show de Oasis del año pasado y me acuerdo de la versión de “i’m the walrus” que fueron capaces de hacer unos Gallagher mientras se odiaban con toda su alma. La mayoría de las personas habla de paradas de colectivos, pizzerías disponibles, o de dónde dejaron el auto. Y yo sigo caminando y en Libertador me dan un volante con una promoción de papas gratis en Mc Donalds, y a mí se me ocurre una comparación entre los Coldplay y las papas fritas….pero no. Ahora que lo pienso, resultaría injusto y exagerado.

viernes, 19 de febrero de 2010

Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra en el Luna Park

Nadie que haya ido anoche a ver a Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra podrá mostrarte sorprendido. Después de aquella primera visita en 2001 quedó claro qué tipo de fiesta eran capaces de armar los serbios arriba de un escenario, que Kusturica ha sido adoptado por una porción de argentinos tanto como cineasta como músico, y que su arte ha conseguido una interesante cantidad de fieles, que encuentran y repiten ese espíritu en reuniones como las fiestas Bubamara. Por eso lo que aquella vez fue Trastienda, hoy es Luna Park casi colmado.
En estos días de adoración a Momo, podría decirse que lo de anoche fue un auténtico carnaval. Como si esta banda de gitanos hubiesen llegado al Luna Park para desenterrar al diablo y convertir la noche en una auténtica celebración pagana. Y anoche el diablo se vistió de azul, porque si hay alguien que ocupa ese lugar en la NSO, ese es Nelle Jankovic, el cantante de la banda y animador de la fiesta. Porque apareció enfundado en un traje de parodia de superhéroe, de un azul tan eléctrico como cada uno de sus movimientos y toda su performance. Que en su desenfreno no dudó en encaramarse a las plateas a los pocos minutos de comenzado el show, o “nadar” por encima de los brazos del público para sumarse a una ronda de pogo. Y junto a él, una banda que funciona como una auténtica orquesta de amigos festejando una boda, un cumpleaños, la vida entera.
Utilizando como leit motiv el tema de “The pink Panther”, al que van repitiendo como separador a lo largo del show, la banda arma el concierto sosteniéndose en tres de sus trabajos: “Unza Unza time”, y las BSO de “Black cat, white cat” y “Life is a miracle”. Pero el set list es (además de complicado de identificar) una anécdota. Porque el escenario es un compendio anárquico de rock, música balcánica, clown, circo y futbol. La música transcurre con citas a Floyd (Shine on you crazy diamond), Deep Purple (Somke on the water) y Led Zeppelin (Rock and roll), pero en medio hay pasos baile, juegos de mímica y bromas al por mayor. Los músicos se tapan unos a otros el rostro con un pañuelo, se asustan con un trombón, se persiguen como en una película muda. Cada solista es reverenciado por los otros en cada pasaje individual. Kusturica es presentado como Emir Clapton para su “Emir´s dream”. La percusión (a cargo de Stribor, hijo de Emir, y Zoran Marjanovic) se luce en “Devil in the business class”. Pasa “Upside down”, “Pitbull terrier”, y el público de desata con “Vasja”, “Drang nach Osten” y “Ja volim te jos”, el tema de “Black cat, white cat”, la película de Kusturica que más se asemeja al clima festivo y disparatado del show de la banda.
Y Nelle invita a subir al público femenino al escenario (aunque por allí se le coló algún muchacho). Elige chicas del público para que bailen entre los músicos, para enfrentarlas y dirigirlas como se si tratase de de una clase de aerobic, o directamente para adorarlas, como en el caso de una a la que le corresponde el rol de Julieta, mientras suena “Was Romeo really a Jerk”. Dejan Sparavalo, el violinista, no para de correr por el escenario a lo largo de la noche, y toca el violín pasándoselo detrás de los hombros, o desplazándolo con las dos manos por el arco, al que sostiene con la boca. Y repite el procedimiento, pero elevándolo hacia otro arco gigante (sostenido por dos chicas del público), compitiendo en esta oportunidad con la guitarra de Kusturica. Y Nelle se suelta la mitad superior de su traje y deja de ser un superhéroe para transformarse en un maestro de ceremonia de una comparsa y termina el show vestido solo con sus boxer.
Los bises son bises en serio, porque lo que hacen es repetir dos temas, aunque en versión resumida. El cupo de demagogia se cubre con el deseo de una final mundialista entre Argentina-Serbia, y con Nelle y Emir presentados como Diego Maradona y Lionel Messi. La Casaca de Excursionistas, a esta altura tradicional, y un cierre repleto de rebeldía adolescente al grito de One, two, three…Fuck you MTV. Después de dos horas se vuelven a encender las luces del Luna Park, el diablo ha vuelto a la tierra, y los cuerpos transpirados salen a enfrentar la noche húmeda de Buenos Aires.