martes, 22 de marzo de 2011

Morcheeba en el Luna Park

Hablar de Morcheeba puede desorientar a más de un desprevenido que identifica a los londinenses con las versiones remixadas que amenizan anodinos after hours. Pero además un concierto de Morcheeba puede tomar de sorpresa al que haya encasillado a la banda en el soul melancólico que recorre buena parte de su discografía. Y si bien hubo mucho de eso anoche en el Luna Park, felizmente el show de Morcheeba transitó por varios estilos y combinando pasajes relajados con otros más festivos, que mostraron a la banda de buen humor en su regreso a la formación original. Porque si hay algo que se extrañaba de Morcheeba en los últimos años era la cadencia que le entrega el estilo vocal de Sky Edwards y que no pudo ser reemplazado ni con la prolijidad de Daisy Martey (a pesar que “The antidote” es un buen trabajo), ni las sumatoria de colaboraciones en “Dive deep”.
Estaba claro entonces que la estrella de la noche era Sky y así lo hicieron notar de entrada los músicos que pisaron el escenario y arrancaron con una breve introducción para que el ingreso de la cantante (con vestido rojo) sea aclamada con exclusividad por todo el público, para dar inicio al concierto con el clásico “The sea”. “Flocking to the sea crows of people wait for me” Introspectivo y melancólico el clima, acorde con el último trabajo del grupo “Blood like lemonade”. Pero bastó que Sky salude y los músicos dieran inicio a “Friction”, el reggae traído desde “Big calm”, para comprobar la otra versión de Morcheeba, de actitud extrovertida y que invita al público a participar cantando y aplaudiendo. El regreso de Edwards hacía obvio que el repertorio se repartiría entre el nuevo trabajo y los cuatro álbumes clásicos con la cantante, cosa que efectivamente ocurrió. Siguieron entonces “Otherwise” y “Never an easy way” desde el álbum debut, “Who can you trust”.
La primera aproximación al nuevo disco la hicieron con “Even though”, una melodía pop, bien easy-listening que los retrotrae a “The antidote”. Sky se pasea por el escenario y se bambolea levemente frente al mircrófono. No solo su voz está intacta, sino que su presencia no delata el paso de los años. Fresca y jovial como quince años atrás, interactúa con el público, sonríe y canta como los dioses. Como los dioses que cantan bien. En términos de sorpresa, la única fue el rescate del “Coming into Los Angeles” con que Arlo Guthrie se consagrara en Woodstock. Espíritu hippie y toques psicodélicos para abrir el abanico de estilos. Y a partir de allí un show sin respiros. El slide de Ross Godfrey anticipó el “Part of the process” que volvió a poner al estadio de pie. Después la vuelta al disco nuevo, con el irónico “Blood like lemonade” (Evil spirits flow he drank the blood like lemonade) que fue anticipado con un brindis con tequila. Y pensar que frente al Luna Park te niegan una cerveza cuatro horas antes del show….
Siguieron con “Self made man” y en “Show down” lo que hasta ese momento era impecable en la guitarra de Ross Godfrey, se volvió sublime. Y si faltaba algo para coronar el momento más intenso del concierto, la versión de “Crimson” se hizo cargo de eso. La voz de Sky abandonó la caricia aterciopelada de su tono casi susurrante y ganó en volumen y color. Y tengo que decir que Godfrey es un guitarrista descomunal. Delicado en cada arreglo, soberbio en cada intervención que tiene por objeto engalanar las melodías con que la voz de Edwards nos seduce. Pero además como líder musical de la banda maneja los climas de una manera extraordinaria. A partir de él Morcheeba nos embarca en ambientes sugerentes y de alta intensidad. Está claro que ese es el fuerte de la banda, pero percibir esa energía hipnótica que llega desde el escenario no deja de sorprender. Y es Ross Godfrey el responsable de ello, comportándose como una especie de David Guilmour del trip hop.
Para salir de ese clima Morcheeba recurrió al clásico “Trigger hippie”, para después dejar a Sky Edwards jugueteando con el público para “Beat of the drum”, canción que cierra “Blood like lemonade”. Típico jugueteo vocal de recital masivo. Primero los hombres (hombres, tipos, chongos, le hicieron decir), después la mujeres, ahora todos juntos. Eso sí, el jueguito funcionó solo a capella, porque una vez iniciado el tema, a la gente le costó horrores entrar en tiempo al estribillo. Y el cierre con “Blindfold” nos devolvió a la melancolía, con una Sky confidente susurrando “Three months in here cant’t match the tears. Time never lands, our love is all that stands now”. La cantante abandonó el escenario y la banda culminó el show en otro logrado clima “in crescendo”.
Para los bises arrancaron medidos con la acústica e íntima “Over & over” coreada por todo el estadio, y después se despacharon con una versión rockerísima de “Be yourself”. Pero el verdadero final sucedió cuando (previo canturreo a capella de Sky haciendo el estribillo de “I can see cleary now”, el clásico de Johnny Nash que hicieran Jimmy Cliff, Willie Nelson y Ray Charles, entre otros) el Luna Park se convirtió en una gigantesca pista de baile con “Rome wasn’t built in a day” en un cierre en pleno éxtasis gospel.
Honestamente esperaba menos. Acostumbrado al clima relajado que la música de Morcheeba provoca, o dicho al revés, el relax que provoca escuchar las canciones de Morcheeba, había llegado con una idea de concierto que, felizmente, superó cualquier expectativa previa. Morcheeba es una banda digna de ver sobre un escenario. Los jueguitos electrónicos y los remixes chill out, que se los guarden para los happy hour de Palermo.

domingo, 20 de marzo de 2011

Chris Cain en La Trastienda

Lo confieso: hasta hace cuatro o cinco días atrás yo no tenía la menor idea de quién era Chris Cain. Y el mundo seguía girando, yo respirando, las placas tectónicas se movían, las centrales nucleares explotaban, las tapas de Clarín mentían y los premios nobeles de la paz bombardeaban países. Yo andaba indiferente por el mundo, sin preocuparme por la existencia o no de ese tal Chris Cain. La cosa es que días atrás lo escucho tocando en vivo en “Falso impostor”, el programa de Gillespie en Rock and Pop. Así, de lejos como habitualmente escucho la radio a esa hora, pero esa guitarra resultó imposible de ignorar. Subí el volumen y me quedé como un chico embobado frente a la radio, poniendo en riesgo al verdeo que se doraba en la sartén. Y ahí nomás me entero que toca en La Trastienda. Y me puse a googlear a ciegas (Gillepie pronuncia muy mal el inglés) hasta ver que el tipo existía de verdad, y me encontré con decenas de videos fantásticos. Y supe el mundo, o al menos el mío, no iba a poder ser el mismo sabiendo que semejante músico iba a tocar tan cerca y yo podía perdérmelo. Así que fui directo al sitio en donde vendían entradas para el show, que encima eran razonablemente accesibles. Y así llegué anoche a la trasnoche de La Trastienda.
La noche había arrancado mal. El “tanque” Pavone se había desgarrado, el remisse había decidido extender la demora hasta la eternidad y la picada previa no incluía todos los ingredientes prometidos. Blues de sábado por la noche. Un lamento urbano para ponerme a tono de la música por venir.
La Trastienda (con mesas) a pleno y mucha expectativa. La banda que acompañó a Cain fue la Nasta Super Blues Band, el conjunto liderado por Rafael Nasta, un referente importante de la escena local. Gustavo, acompañado por la sólida base integrada por Gabriel Cabiaglia en batería y Mauro Cerielo en bajo, más el aporte de ese pequeño Johnnie Johnson que es Walter Galeazzi (Chevy Rockets, entre otros), abrió el concierto con un par de temas como para calentar motores y ponerse a ritmo de la estrella de la noche. Chris Cain fue presentado por Nasta con una profunda muestra de admiración, relatando las circunstancias en que se conocieron en USA y las vicisitudes para concretar su llegada a Argentina, que además del cierre de anoche, incluyó conciertos en Mar del Plata, La Plata y Venado Tuerto.
Por mi desconocimiento no puedo hablar de lista de temas ni nombrar canciones. Pero sí contar lo que casi por dos horas sucedió en un escenario incendiado de blues. Si se trata de buscar referencias, se puede decir que Chis Cain toca como Albert King. Pero para situarlo generacionalmente, sería mejor decir que Chris Cain toca como Stevie Ray Vaughan cuando SRV se olvida de Hendrix y toca como Albert King. Pretenciosa y exagerada presentación? Youtubeen “Cris Cain” y después me cuentan. Y a esto hay que añadirle un plus ante sus colegas generacionales (su amigo Robben Ford, además de SRV, entre otros): su condición mestiza lo hace dueño de un timbre vocal de inconfundible raíz negra. Cain toca como Albert King, pero además canta como B.B. King.
Chris Cain subió al escenario con un jardinero de jean que le quedaba talle y medio grande. Sonrió e interactuó con los músicos como si los conociera de toda la vida; hermandad blusera sin fronteras. Agitó su cabeza como poseído (si es que no lo estaba) y marcó los cortes en los ritmos con golpes en sus pies, como si estuviera aplastando cucarachas. Se abrazó a su Gibson 335 al final de cada tema en pose ideal para la tapa de un disco. Tocó blues, rythm & blues y algo de funk. Inundó de intensidad el recinto con cada cuerda estirada y con la calidez de una voz grave y profunda. Expresividad en todos los sentidos posibles y maestría técnica acompañada de sentimiento arraigado en las raíces de un género que lleva en la sangre. Cuando dejó lugar para el lucimiento de Rafael Nasta, su acompañamiento rítmico resultó admirable. Demostró que además es un gran pianista en un blues a lo Ray Charles, acompañado solo por Nasta en la guitarra. Rafael contó además que toca el saxo, cosa que no pudimos disfrutar anoche. Abrazó a Gustavo Rubinstein, quien subió para hacerse cargo del bajo en un tema, y que después de haber acompañado a “Magic” Slim en 2007, sigue dándose gustos de los grandes.
Al final, después de un bis a banda completa, Chis Cain quedó solo en el escenario. Agradeció haberse sentido como en casa, cuando en realidad fue él el que nos transportó a la suya, haciéndonos sentir en ese Memphis de infancia en el que vio tocar a Muddy Waters y B.B. King, entre tantos. Tocó y cantó un tema más solo, y se quedó sentado al borde del escenario estrechando manos, recibiendo abrazos (más algún CD) y regalando púas. Madrugada con espíritu negro en San Telmo
Para terminar voy a ser explícito: si anoche no tuviste nada que hacer y te sobraban $ 60, aconsejo que se busquen un tramontina y te cortes los huevos. Y si no tenés a mano un cuchillo, arrancátelos de cuajo. Porque haberse perdido a Chris Cain merece como castigo tamaña autoflagelación. Y más también. Porque hasta hace una semana yo ni siquiera sabía quién era. Y ahora no sé cómo hice para vivir tanto tiempo ignorándolo.

domingo, 6 de marzo de 2011

Andrea Alvarez en Samsung Studio

Noche de estreno la de ayer para Andrea Alvarez. Estreno en el escenario del Samsung, de banda acompañante (al menos para shows propios) y de presentación del DVD gratuito que desde hace unas pocas semanas se puede descargar de su web www.andreaalvarez.com Y noche de cierre también. Porque el DVD significa también un paso adelante después de “Doble A”, el disco que editara en 2008. Expectativa por ver como sonaba la banda en un sitio ideal y por escucharla a Andrea en vivo después de aquella, ahora lejana, presentación del disco en Niceto.
Antes que nada, de qué se trata el DVD? De ocho temas grabados en vivo en el estudio ION y que funcionan como una especie de Andrea Alvarez from the basement. Comunión absoluta entre los músicos en un ambiente de intimidad. Allí en donde si no hay chispa ni magia, no hay manera de disimularlo. Ocho temas incluyendo un cover de Pappo, colaboraciones (Mariano Martinez de Ataque 77 y Richard Coleman) y el debut de la nueva formación del trío.
Con el antecedente de haber visto el video, tenía las mejores expectativas, y solo bastó el arranque con “Alter ego” para confirmar que no me iba a desilusionar. Energía y electricidad fulminantes. Lamentablemente un problema en el monitoreo de Andrea accidentó el comienzo y entonces con “Calladitos” fue como si el show hubiera empezado de nuevo. Y entonces sí que no hubo respiro. Siguieron “Dormís?” y “Esa belleza” del disco de 2006 en versiones atronadores. Aunque el disco “Doble A” ya mostraba un sonido demoledor, esta banda sube la apuesta y mejora la performance. Puede que la acústica del Samsung me lleve a ser injusto con el trío anterior, pero esa es la impresión que me quedó. Una ráfaga de rock primal, sanguíneo y brutal.
La banda incluye, además de Andrea en batería y voz, a León Peirone en la guitarra y al neoyorquino Lonnie Hillyer en el bajo, quien incluye en su currículum haber trabajado con, entre otro, Gordon Gano de Violent Femmes. Andrea, enfundada en leopardo, dirige al trío desde el centro del escenario, marca los tiempos y los climas, mira cómplice a Lonnie a quien tiene a sus espaldas, y canta en una especie de aullido agudo que no hace más que acrecentar la potencia del resultado final . Claro, esto solo cuando corresponde, porque también baja el tono en la interpretación de “Melody”, un remanso en medio de tanto ímpetu rockero. Pasan un “Doble A” irresistible y “Sapo”, una furiosa desmitificación de cuentos encantados (Sapo hermoso, ven hacia mí. Dame un beso y quédate así). Imposible no contagiarse la energía. Perdón, pero voy a exagerar un poco: si Jack White hubiera estado anoche en San Telmo le una patada en el orto a Meg y la tira al medio del océano.
Debo reconocer que extrañé “Aleluya”, pero sin Coleman no hubiera sido lo mismo. De hecho no hubo invitados a pesar que las colaboraciones en el disco y el DVD sugerían alguna presencia adicional. El final estuvo a la altura del show y dobló la energía en todo sentido. “Brindemos” (de “Dormis?-2006) mostró un Lonnie Hillyer descomunal, y “Estás muerto” es el compendio perfecto de todas las virtudes del grupo: un rock salvaje y visceral. El adjetivo aplanadora tiene dueño por estas tierras, pero ayer el trío de Andrea Alvarez lo tomó prestado y le hizo justicia.
Me acuerdo que cuando escuché por primera vez “Doble A”, en lo primero que pensé fue en Pappo’s Blues. Por eso cuando el show cierra con el cover de “Algo ha cambiado”, aquella imagen inicial tuvo su confirmación. El tema le sienta perfecto a la banda y resulta un broche extraordinario para el show. Y una inspiración para el resto de la noche. Porque en la esquina del pasaje 5 de Julio está la parrilla “El General”, y ya se sabe: Pappo y Perón, un solo corazón. Así que abandoné el Samsung y recalé en la parrilla, para que la bondiola y Hugo del Carril sean los encargados de ponerle a la noche el moño que se merecía.