viernes, 17 de octubre de 2014

Vapors of Morphine en el Teatro ND Ateneo

En el año 2004 se publicó un boxset en el que Dana Colley y Billy Conway se tomaron el trabajo de compilar varias de las obras que Mark Sandman había dejado, al margen de Morphine. Entre tantas canciones hay una llamada “Tomorrow” en la que Sandman canta “Mañana es hoy, nunca va a desaparecer. Hoy, mañana es aquí. Lo que suceda a continuación nunca ha sido tan claro”. Y como un mantra, fue la fuerza de esos versos en la voz grave de Sandman recreada por una mente que parecía adelantarse al concierto, la que me sirvió para introducirme en el espíritu de la noche que Vapors of Morphine llegó a proponernos a los porteños. Porque lo que sucedió a continuación nunca estuvo más claro: la obra pasada de un talento que parece llegada desde el futuro, y que se consuma en tiempo presente, consagrada por sus ex compañeros y por un Jeremy Lyons, que arrastrado por la fuerza devastadora de Katrina, llegó para completar el trío y poner en movimiento esa música que nos acompañó a lo largo de buena parte de la década del '90. Mañana nunca desaparece, siempre hay futuro. Prepotencia. Optimismo. Trascendencia. Morphine.
La noche abrió con un suave “Like swimming” mientras el telón aún no se había levantado del todo. Tranquilo, con una improvisación jazzera al comienzo en la versión más amena de la banda. Y enseguida “If” y su cadencia blusera. Pero no fue hasta que Jeremy Lyons se calzó el bajo de dos cuerdas y largaron con “Other side”, que la gente reaccionó ante el sonido que había ido a buscar. Allí sí el saxo (procesado por un amplificador de guitarras) de Dana Colley se enciende, Lyons ocupa con soltura el lugar de Sandman (refiriéndolo, citándolo, nunca imitándolo), y Jerome Deupree.....bueno, él toca en su propio universo. Si bien está sobre la tarima mirando y escuchando a sus compañeros pareciera conectarse de forma telepática. Y sencillamente, la rompe.
El proyecto alguna vez llevó el nombre de The Ever Expanding Elastic Waste Band y ya había pasado por el mismo teatro en 2011 bajo el nombre de Members of Morphine and Jeremy Lyons (con Billy Conway en segunda batería también como miembro). Sin embargo este Vapors of Morphine tal vez sea el nombre que mejor defina al proyecto. Remite a vestigios, estelas; señales de que hay algo que aún mantiene vivas a esas canciones. Como si lo único que nos separara de Sandman fuera una bruma espesa detras de la cual se esconde la energía magnética de Mark. Pero también la idea de reminiscencia abre la posibilidad a nuevos caminos. Entonces, en esa sucesión de canciones inolvidables como “Have a lucky day”, “Sheila”, “Eleven o'clock” o “Head with wings” aparecen pequeñas jams, improvisaciones contenidas que construyen pasajes hipnóticos, psicodélicos, de tintes bluseros que llegan desde el delta del Mississipi, pero también del oeste africano. Y es durante esos tramos que Vapors of Morphine encuentra su propia originalidad. Como en “Different”, una canción densa en la que el saxo pareciera citar contenido a los Beatles de “Whitin you, whitout you”.
En medio sucedieron un par de cosas insólitas: gente que llegaba media hora tarde (además de la otra media hora de retraso en el comienzo del recital) y preguntaba si hacía mucho que había empezado. Unos cuántos culos inquietos que se levantaban a buscar papitas al buffet, o al baño o vaya a saber qué carajo. Mi celular se quedó sin señal justo después de un SMS que decía “Penal para Libertad, se cortó la luz”, situación que colocó a mi Yo Riverplatense en estado de desesperación. Y para coronar, un señor de la fila de adelante que nos pidió a los de atrás que no sigamos el ritmo con los pies porque le producíamos vibración en su asiento (??). Estuve a punto de un “acting” simulando un Parkinson y reclamando por discriminación, pero decidí ignorarlo. En medio de tanto despropósito, que alguien le haya gritado un saludo de cumpleaños a destiempo a Dana Colley, casi que resultó natural y lógico.
Mientras tanto la banda seguía tocando. Improvisando pinceladas calmas y cautivantes, con pasajes más rítmicos y vibrantes. “Honey white”, “All wrong” fueron lo más destacado en ese sentido. Y luego de “I'm free now”, llegó otra jam con espíritu anclado en el delta, y una sorpresa: “de los Redonditos de Ricota, Sergio Dawi” anunció Dana en el mejor español que le salió a esa hora. Y juntos cerraron el concierto con “Cure for pain”, con el público de pie cantando por la cura para un dolor que a esa hora resultaba improbable, y que de existir en algún sitio recóndito, la música lo había vuelto placentero.
El regreso fue rápido (show en Motevideo un día antes y otro en Córdoba un día después, casi que no había que perder el micro) y aprovechando el calendario, abrieron los bises con “Thursday”. Por un instante me pregunté cuán mal le abrá caido esa historia de affaire y amenazas al señor correcto de la fila de adelante; su pareja bailando de pie a su lado e ignorándolo, me dio la respuesta. Y si algo faltaba para coronar la noche, “The night”, con la que casi que nos podrían haber mandado a casa a buscar en sueños la continuación que sus “bedtime stories” nos inspiraban. Pero volvió Dawi y con “Buena” el tono letárgico se perdió por completo. Dana Colley le cedió generoso a Sergio el lugar principal a la hora de los solos y el local se ganó sus propios aplausos. Y el cierre fue con Vapors of Morphine todavía cuarteto y “You look like rain”.
Tal vez porque querían despedirse en formato trío. Tal vez porque les caemos hermoso. Tal vez porque tenían hambre y querían compartirlo. La cosa es que regresaron al escenario y nos dejaron a todos pidiendo “French fries with pepper” a los gritos, mientras el teatro había perdido su forma y los pasillos eran un amontonamiento de gente despidiendo a los músicos.
Alguna vez fue Twinemen con Laurie Sargent, que aun citando al comic de Sandman desde su nombre, proponía otros caminos paralelos a Morphine. Ahora pareciera ser cuestión de recoger la estela y mientras los vapores se disipan construir un nuevo camino. Vapors of Morphine evoca a Sandman, y hasta por momentos lo invoca. Pero si hubo algo que yo percibí en esta visita es que la banda adquiere con paciencia y cuidado, su propia identidad. Mark Sandman ya mostró el futuro, será cuestión de construirle un presente que lo justifique.






miércoles, 8 de octubre de 2014

Damon Albarn en el Teatro Gran Rex

Menos de un año había pasado del show de Blur en Villa Lugano. Un concierto en tono de reencuentro (entre ellos y con su público) y que estuvo plagado de hits, celebración y euforia. Aquella vez Damon Albarn acompañado por sus compañeros de banda nos regaló todo lo que esperábamos en un ambiente festivalero y masivo. Pero si hay alguien en el mundo de la música cuyos pasos son imprevisibles, ese es Damon Albarn. Y entonces este rápido regreso al país lo trajo con un primer trabajo firmado como solista y signado por el intimismo y la reflexión.
Yo llegué al Gran Rex con tiempo suficiente como para ver el final de Barco, los teloneros locales. Pop muy trabajado, un bajo de esos que te hacen mover el piecito aún a los menos dóciles con el baile y un tema, “Antes del desmayo”, que es un hit inmediato con claro anclaje en el mejor pop de los '80. Podría nombrar referencias, pero mejor escúchenlo y descúbranlas ustedes. Excelente elección para amenizar la espera.
Bueno, empecé diciendo que el espíritu con el que Albarn llegaba era diferente al de Blur y por algunos gritos eufóricos que saludaron su ingreso al escenario, estuvo claro que resultaría un desafío poner a la gente en el clima pretendido. Desafío que en definitiva fue alcanzado con sencillez. Primero Damon con recordó lo útil que puede ser la tecnología para acercar personas cuando la distancia es un escollo insalvable con “Lonely press play”, y de inmediato nos alertó sobre las consecuencias de la dependencia exagerada de la misma, con “Everyday robots”. Bien, si el artista expone esas contradicciones, por qué pedirle coherencia a un público que mientras escucha “We are everyday robots on our phones”.....graba todo con sus teléfonos celulares? Mi posición alta en la pullman me permitió advertir mejor que nunca esta escena.
Tecnología y mundo virtual. Qué mejor entonces que Gorillaz para el continuado. “Tomorrow comes today” fue recibida con la primera gran ovación, y siguió “Slow country”. En ese tramo del show el setlists estuvo dedicado a los innumerables proyectos paralelos de Albarn. Además de Gorillaz se citó a The Good, The Bad and The Queen con “Three changes” y hasta Rocket Juice and The Moon con “Poison” (un tema que no había tocado el lunes previo, y que se amoldó con facilidad al tomo de “Everyday robots”). En medio se intercaló “Hostiles” y “Photographs (you are talking now)” y ese tramo se coronó con una gran versión de “Kingdom of Doom”, cuyo cierre alcanzó un gran clima guiado por un piano marcado, tocado casi con furia mientras las guitarras construian un crescendo sonoro.
Si bien Damon se mostró comunicativo y atento (mojó a la platea con su botellita de agua, palmeó manos cada vez que se acrecó al borde del escenario, al que recorrió de punta a punta cada vez que no se sentó al piano), el tono de las canciones hizo que el show fuese recibido con más atención que participación. La escenografía fue sencilla y el escenario (y su piano) estaban coronados por una estrella de siete puntas, que sirvió para sumar algo de simbolismo místico a la puesta. La banda tuvo al bajista Seye en el pico de la simpatía y funcionó a la perfección para que los arreglos en vivo, que buscan escapar del extremo intimista del disco y mostrar fortalecidas a las canciones, luzcan en todos su detalles. En ese punto el tándem “You and me” y “Hollow ponds” (magnífica irrupción de una trompeta sumándose a tanto recuerdo melancólico) fueron lo más destacado.
Hacia el tramo final se sumó un coro que fortaleció vocalmente a “El mañana” y “Don't get lost in heaven” de Gorillaz. Después Damon tomó una acústica, se sentó sobre la caja del piano y cantó “The history of a cheating heart”. Si bien se trató de un momento delicado, de auténtica intimidad, y si bien eso de “the history of my life will show it's more than you know” es hermoso, aquí yo tengo una queja: el setlist indicaba que allí iba “Out of time”, tal cual tocó el día lunes. Y la primera función que se puso a la venta fue la del día 7, y entonces en esa fecha estaba el público más atento a las novedades, el más fiel, el que pagó primero y por lo tanto el que no merecía que fueran los rezagados del lunes los PRIVILEGIADOS en escuchar el clásico de “Think tank”. Después sí estuvo “All your life”, una lado B que nos trajo a Blur en versión gopel y la súplica final reclamando por alguien que asegure que todo estará bien. Como si esas pinturas de la sociedad moderna que signan a “Everyday robots” provocaran más incertidumbres que certezas y las miradas se dirigieran a un cielo improbable, el círculo se cierró con cierto dejo de ironía.
Para los bises sí tuvimos a Blur como se debe y “End of the century” cumplió ese papel. Sin embargo lo mejor estaría por venir. Se sumó el rapero africano M.anifest para una versión gloriosa de “Clint Eastwood” que no solo puso al teatro de pie por primera vez en la noche, sino que nos sacudió de la quietud expectante en la que nos había dejado el concierto. Y para el final volvió el coro y “Mr. Tembo”, una canción que en el disco suena algo desubicada, como sobrante de proyectos como DRC Music o incluso una intromisión de David Byrne en el espíritu de Damon Albarn, en el contexto del show lució resignificada. Climax absoluto de la noche y casi que pudo haber cerrado el concierto sino fuera porque ese honor le corresponde, como a lo largo de toda la gira, a “Heavy seas of love”.
En mi caso la ausencia de vianda en casa y el horario relativamente temprano que había terminado el show, me habían motivado a hacer una excepción a ms costumbres y cerrar la noche en una hamburguesería. Pero resultó que unos tal R5 había tocado en el teatro de enfrente, y el McDonalds estaba copado por adolescentes con vinchita, de esas que aterrorizan a Gelblung y a Feinmann, mientras sus padres cortaban Corrientes con sus autos estacionados en doble y hasta triple fila. Así que decidí huir de ese pandemonium teenager y me fui a buscar unas empanadas cerca de casa. Durante el viaje pensé en Damon Albarn alertando a esas adolescentes acerca del uso excesivo del celular. No creo que tenga éxito, pero por el solo hecho de haberme privado de “Out of time”, merece someterse a la experiencia.