jueves, 17 de marzo de 2016

Noel Gallagher's High Flying Birds en el Luna Park

Oasis y el Luna Park. Allí sucedieron en 1998 los primeros conciertos de los mancunianos en Argentina, y allí volvió Noel Gallagher para realizar su segundo concierto con los High Flying Birds en el país. Pero además en mi caso particular, tiene un punto más de coincidencia. Allí estaba yo viendo a Crosby, Stills and Nash cuando Noel daba en GEBA su primer show argentino de su estapa post Oasis.
Allí llegué en lo que será mi único contacto con la edición 2016 del Lollapalooza local, a este evento anunciado en una segunda etapa de side shows (fueron muchos más este año, por lo general eran tres). Y aunque el Luna Park no estaba repleto, sí había mucha gente, puesto que los fans no se conforman con los 45 minutos que tendrá Noel para hacer los suyo el sábado en el Hipódromo de San Isidro.
De la previa mucho no puedo decir, escuché el partido de River hasta donde pude, así que me abstraje por completo de un clima que tampoco estaba demasiado exaltado. Pero cuado apagaron las luces y empezó a sonar de fondo “Shoot a hole into the sun”, mientras la banda se acomodaba en el escenario, para dar comienzo al show con “Everybody's on the run”, uno de los cortes que más sonaron del disco debut de la banda, todos mis sentidos estaba puestos allí. Y a partir de allí, y tal vez con el espíritu festivalero con el que llega al país, se sucedieron unas veinte canciones, la mitad de las cuales fueron temas de Oasis.
Noel Gallagher suele afirmar con altanería (perdón por la obviedad, pero no quería dejar afuera el adjetivo) que Beady Eye es la banda que hubiera sido Oasis si no lo hubiesen incorporado a él. Entonces haciendo el juego inverso, lo que a mí me interesaba era ver cómo sonaban sus High Flying Birds sin sus ex compañeros. Y lo que me encontré ya de entrada fue con una banda mucho más cruda en vivo de lo que suena en los discos, y que esa característica lo arrima inevitablemente a su anterior banda. “Lock all the doors” es en ese sentido el mejor ejemplo, porque aunque “In the heat of the moment” también se diferencia en vivo de la energía de la versión de estudio, no alcanza el pico de distosión eléctrica de su predecesora.
La escenagrafía no tuvo ninguna pretensión. Apenas las iniciales de la banda (NGHFB) al fondo del escenario y solo el colorido de la mesa soporte de los teclados de Mike Rowe se destacaba en escena. Incluso no hubo imagen adicional alguna; las pantallas laterales del Luna Park se apagaron cuando comenzó el show y ya no volvieron a encenderse.
En ese primer tramo la cuestión avanzó en términos amenos entre banda y público. Ni siquiera la suavizada interpretación de “Fade away”, un lado B de Oasis, cambió la tónica. Sin embargo todo cambió apartir de una excelente versión de “The death of you and me” (yo no puedo dejar de emparentarla con “The importance of being idle”, pero puede que sean solo cosas mías) con los vientos arremetiendo estridentes, otorgándole a esta banda de Noel el principal sello distintivo en comparación con la que compartió con su hermano.
A los que cantaban “solo les pido que se vuelvan a juntar” (tibio canto que surgió desde el campo y no terminó de prender nunca en el resto del estadio), Noel les respondió cantando “You know we can't go back”. Sin embargo el espíritu de Oasis se hizo presente con una dispar selección de clásicos y lados B. Salvo “If I had a gun”, todo fue de aquella banda promediando el concierto: “Champagne supernova”, “Sad song”, “D'yer wanna be a spaceman?” (dedicada sin mucho convencimiento al Papa Francisco) e incluso en una especie de fogón improvisado al que podría llamar “Noel by request”, hizo sonar su guitarra para que la gente coree la primera parte de “Live forever”. Preguntó por quienes iban el sábado al Lollapalooza y las manos alzadas de los que sí iban y los que no, fueron bastante parejas en cantidad.
Hasta el final del show con “The masterplan” la noche había adquirido un clima más festivo por parte del público. Tim Smith se destacó en “The mexican”, aunque su aporte es notable a lo largo de todo el show, y resulta bastante más que un repetidor de los arreglos de Gem Archer a la hora de los clásicos. Y en el final de “Champagne supernova” sus punteos conviven con la gente coreando a la argentina el fraseo. Como postal final, en la voz acumulada de miles de fans, el “we're all part of the masterplan” cobra un sentido casi épico, y termina por ser un excelente cierre para un concierto que mantiene la característica de los de Oasis: breve, compacto y contundente.
La experiencia del público en materia de recitales hace que siendo tan obvio un set de bises, ya nadie se preocupa mucho en batir palmas para convencer a ningún artista de que regrese al escenario. Así que el reingreso de Noel y los suyos al escenario fue saludado con entusiasmo, pero ya no es esa exclamación corolario de una griterío durante cinco minutos interminables, ni mucho menos. Y en esos bises, aunque fue casi todo de Oasis (“Listen up” y un “Wonderwall” apenas cambiado para que los versos que uno repite de memoria se desacoplen de la voz del artista en escena), llegó lo que para mí fue lo mejor de la noche, con “AKA...what a life!”. Y si uno piensa que Noel Gallagher pisó por primera vez Argentina como plomo de los Inspiral Carpets, el sonido de su banda hace justicia con la influencia que mamó por aquellos años, y de alguna manera cierra un círculo propio con estas tierras.
A poco de anunciar su separación, los Oasis brindaron un extraordinario concierto en River, en donde las tensiones latentes en la banda quedaron más expuestas que nunca y le otorgaron al show un condimento extra que en lugar de menguar su energía, no hizo otra cosa que potenciarla. Pero a la hora del set de Noel, Liam abandonó el escenario, y casi que aquel acústico “Don't look back in anger” se transformó en el lanzamiento de su etapa solista (aunque después haya armado su banda y no lo de solista no haya sido tal). Anoche en el cierre, el tema sonó “a la Oasis” a banda completa y el único punto de contacto con aquella versión fueron las gargantas exigidas al máximo para acompañar a Noel en la despedida.
Quedará por ver qué sucede en el Lollapalooza y en términos del espacio breve que le dieron (45 minutos), qué elige Noel recortar de su show de anoche para presentarse el sábado en San Isidro. Pero de lo que uno puede estar seguro es que a la hora de atesorar este paso por el país, los fans de Noel Gallagher elegirán este encuentro más “íntimo” como mejor recuerdo. Por mi parte, y como conclusión de la experiencia, la performance en vivo de los High Flying Birds hizo que a la hora de escucharlos en el futuro elija más grabaciones en vivo y menos sus discos de estudio, y fundamentalmente, que extrañe mucho menos a Oasis.


viernes, 4 de marzo de 2016

John Cale en el Teatro Opera

“Nada se pierde ni se gana, sin embargo las cosas no son las mismas entre vos y yo. Mantengo mi estrecha vigilancia sobre este corazón mío”. La voz grave le agrega un tono todavía más agobiante al poema. El tipo está seguro de lo que dice. Está seguro de esa vigilia intensa como de cada una de sus obsesiones. Tanto es así que el tipo grabó “(I keep a) close watch” en “Helen of Troy" a mediados de los '70. La volvió a grabar en “Music for a new society”, el oscuro manifiesto que lo introdujo en los '80. Y la canción vuelva a estar presente en el reciente “M:fans”, la recreación y reinvención de aquel “Music for...” que este señor galés acaba de publicar. El tipo termina de cantar, saluda moviendo apenas la mano a un público que se agolpó cercano al escenario, y se va dando pasos cortos, casi arrastrando los pies. Lleva puesto un saco negro con la espalda dividida al medio en un damero negro y blanco, viste bermudas y unas Converse sin medias. Tiene 74 años y acaba de dejar en claro que su vitalidad no se expresa en el estado físico de un Mick Jagger, sino que reside en su extraordinario arte. En esas canciones sombrías, crueles, brumosas que forman parte de una carrera de 50 años que expuestas sobre un escenario revelan su vigencia en la capacidad de reinvención. La gente se quedará unos minutos esperando un bonus que no llegará nunca, y un telón bordó que cubre el escenario derrumbará las últimas esperanzas de los fans. John Cale acaba de terminar el primer show de su vida en Argentina.
Está claro que John Cale no tuvo en su etapa solista la repercusión de su principal ex compañero de banda. Tampoco la buscó, está claro. Pero en un mundo que ya no tiene a Warhol ni a Lou Reed, este sobreviviente de la inquieta y provocadora vanguardia neoyorquina de fines de los '60 se encarga de mantener vivo aquel espíritu con un encomiable esfuerzo intelectual. No claudica, no se detiene, mantiene su mente abierta a los sonidos nuevos y los incorpora expandiendo el alcance de cada una de sus inquietudes. Anoche en el Teatro Opera John Cale reveló la vigencia de un movimiento cuyo inconformismo reside en negarse a la cortesía y que apela a la repetición solo con el objeto de prolongar y robustecer la perturbación.
El show repasó toda su carrera solista. Apenas hubo una sola cita a Velvet Underground con una versión electrónica y densa de “I'm waiting for the man”. John Cale cantó con su voz cavernosa, que se mostró en buen estado aunque le costaron algunos agudos y el aire le faltó en las frases estiradas (en “Ship of fools” especialmente). Tocó teclados durante la mayor parte del show, y estuvo acompañado por un guitarrista cargado de efectos, y un baterista que también tocaba teclados y disparaba programaciones. El show abrió con “Time stand stills” y tuvo un comienzo en donde la electrónica se sostuvo en un síncope lento y sugerente, emparentado con el trip hop. “The endless plain of fortune” y “If you were still around” fueron algunos ejemplos. Hubo momentos más densos e hipnóticos como en “Coral moon”, y un pulso más marcado y sostenido en temas como “Hemingway” y “I wanna talk 2 you”, ambas de “Shifty adventures in Nookie Wood” (2012), un disco extraordinario que muchos pasaron injustamente por alto. En la versión grabada de este último tema, participa Danger Mouse.
En ese contexto de tonos oscuros, reforzado por una iluminación violácea que lo acentuaba, “Ghost story” sonó engañosamente amena, clima que se prolongó en “Things” con Cale en guitarra acústica. El “sleeping in the midday sun” de “Buffalo ballet” lo repetimos como mantra susurrando obedientes, y la banda mostró los dientes en la electricidad punzante de “Catastrofuk”. Pero el clima inquietante y tenso que sostuvo el show puede resumirse en un “Fear is a man's best friend”, que resulta toda una declaración de principios.
Para el cierre, Cale tomó una guitarra eléctica y lideró su banda para cerrar la noche con “Gun” y “Pablo Picasso”, el tema que The Modern Lovers grabara bajo su batuta, y que él mismo grabaría en “Helen of Troy”. Luego regresó solo para “(I keep a) close watch”, único bis de la noche, y una espera ansiosa por ese regalo extra que no llegaría nunca.

“The holy dark was moving too and every breath we drew was. Hallelujah” No, John Cale no cantó anoche su versión del clásico de Leonard Cohen. Pero el universo siempre entrega pistas para que todas las piezas encajen en su sitio. Y ahí están entonces esos versos del monje canadiense que describen mejor que nada lo que anoche sucedió en el Teatro Opera.