Fueron dos los motivos por el cual decidí ir a ver a Oasis a River: en primer lugar, “Dig out your soul”, su último disco me gustó mucho y me devolvió buena parte de la valoración que tenía de la banda, y en segundo lugar, no los había visto en las otras tres visitas a Argentina. Y que un grupo de ese tamaño nos visite con tanta asiduidad no es algo para desaprovechar. La apuesta era fuerte, después del Luna Park y el Campo de Polo, Oasis jugaba por el estadio de River Plate, y hay que decir que les quedó grande. Porque si bien las plateas estaban repletas y el campo bien nutrido, lo cierto es que el estadio estuvo lejos de llenarse y para colmo la tribuna popular no estuvo habilitada. Y considerando que ese sector se había puesto a la venta, es más que probable que los compradores de los tickets más económicos se hayan visto beneficiados con el acceso al campo para que este presente una apariencia más nutrida. La espera estuvo amenizada por Estelares (llegué cuando estaban terminando su set, así que poco puedo decir), Mole (sigue siendo interesante la propuesta, pero se nota que les falta bastante), y Los Tipitos, que con buenos arreglos vocales intercalan buenas y pegadizas canciones, con otras decididamente pobres.
Puntualmente a las 21hs se apagaron las luces del estadio y se empezó a escuchar el sonido sampleado de “Fuckin´ in the bushes” mientras la banda se acomoda para comenzar con una primera media hora que literalmente me voló la cabeza. Porque desde “Rock´n roll star” hasta “The meaning of soul” fue una sucesión de rock and roll a todo volumen, con unos Oasis derrochando energía y sacudiendo a la audiencia con temas como “The shock of the lightning” y especialmente “Cigarettes & alcohol”, en versiones demoledoras. Con un escenario carente de atributos escenográficos y una iluminación sin grandes pretensiones, la atención se centró en una banda ajustada y contundente, que a partir de ese comienzo demoledor se tomó tiempo para transitar por otros estilos que le bajaron la adrenalina al show. Hubo momento para la psicodelia con “To be where there´s life”, y el primer momento con Noel Gallagher a cargo de la voz. Y allí sucede algo particular, porque Noel es mucho más simpático su hermano y la relación con el público resulta mucho más cercana y amena. Por otra parte, la voz de Noel se encarga de interpretar algunos de los mejores temas que Oasis haya hecho, como “The masterplan” o “The importance of being idle” (que sonaría hacia el final del show)
El tramo final interecaló hits infaltables como “Wonderwall” con algunos tramos en donde retomaron aquella energía del comienzo como “Morning glory” y el final con “Supersonic”. La hora y cuarto de show había parecido muchísimo menos. El regreso al escenario fue con Noel otra vez al frente, y su versión de “Don´t look back in anger” con el público coreando el estribillo, en lo que fue el momento de mayor participación, así como el más emotivo. “Falling down” no sumó mucho en ese tramo del show y la vuelta de Liam Gallagher al escenario fue para el cierre absoluto con “Champagne supernova” y un final tan arrollador que recuperó y amplificó la energía de aquel comienzo del show, con “I’m the walrus”. Porque el tema de Lennon no solo los explica en parte, sino que además les calza como anillo al dedo, y los Beatles reviven en unos Oasis encendidos para redondear el recital de manera contundente.
En poco más de una hora y media, los de Manchester revalidaron sus credenciales ante un público fiel, al que le prometieron volver desmintiendo los rumores de separación que habían surgido en los últimos días y que llegaron a anunciar el show de anoche como el último en la carrera de la banda. En mi caso particular, recibí mucho más de lo que había ido a buscar y elevaron considerablemente la valoración que tenía de una banda que hasta ahora apenas miraba de reojo. Y como me hizo notar mi hija, después de un buen tiempo me pude dar el gusto de salir de la cancha de River aplaudiendo.
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