miércoles, 2 de noviembre de 2011

Charly García en el Teatro Gran Rex - El angel vigía



            Cuando uno entraba anoche al Gran Rex le entregaban como programa un cuadernillo de tapas negras en donde figuraban las listas de temas de los tres conciertos de la serie con que Charly García festejaba sus sesenta años. La vanguardia es así, Detrás de las paredes y El ángel vigía. Tres conciertos, a veinte temas por noche. Sesenta años y sesenta canciones. Nada fuera de lo común, pero lo suficientemente tentador para estar allí cada una de las presentaciones. En mi caso, que fui solo la tercera, la primera reacción al estar ya acomodado en mi butaca, fue abrir el cuadernillo y decepcionarme con los setlist de los días previos. Empecé entonces por ese acto masoquista, mientras me negaba a ver la lista correspondiente a mi noche, algo que mi ansiedad hizo fracasar tras breves minutos de cavilaciones. Y comprendí que aún cuando hubiese ido las tres noches, también me hubieran quedado canciones en el debe. Claro, es Charly Garcia. El mismo Charly García que hacia el final del show va a decir algo como “van diecisiete canciones en este concierto, más las cuarenta de los otros dos, son cincuenta y siete. Y pensar que algunos con una sola...”, y un gesto de resignación irónica al que la gente va a responder rompiendo en furiosos aplausos.
            Cuando el telón se descorrió, se oyó la voz en off de Graciela Borges que inició su speach con un “La vida es una droga a la que se le acabó el efecto”, y por la pantalla trasera del escenario empezaron a mostrarse las tapas de cada uno de los discos de toda su carrera,  acompañado por un pedacito del tema más emblemático de cada trabajo. Si a alguno le faltaba memoria, allí tuvo un verdadero parámetro de la trayectoria del artista que engominado iba a aparecer sobre el escenario para dar puntapié al concierto con “Piano bar”. Junto a él, la banda que lo viene acompañando desde su regreso, con dos variantes: el japonés Hiuge Hayashida en segunda guitarra, y Rosario Ortega en reemplazo de Hilda Lizarazu. Pero además anoche, un trío de cuerdas,  más un polifacético Fernando Samalea se encargaron de darle un  marco más que especial a las versiones que Charly eligió para cerrar la triada de recitales. Y precisamente Samalea en bandoneón, es el que tiñe de tono tanguero a los dos primeros temas, porque pegadito a “Piano Bar”, “Canción de 2x3” sonó más porteña y melancólica que nunca. “I'm not in love” cambió a Gardel por Beatles, y “Plateado sobre plateado” resultó uno de los grandes rescates de la noche, con un destacado Samalea en vibrafón. Algunas huellas ya son la piel, y vaya si lo son.
            Las canciones eran interrumpidas por otra voz en off, la de Badía, que narraba historias absurdas sobre una mujer que robaba globos terráqueos de las escuelas y extraterrestres que embarazaban a las mujeres bellas de la tierra; o sobre una pregunta periodística al sobreviviente de un incendio, que consultado sobre el origen del fuego responde: “No sé. Estaba en llamas cuando me acosté”. Pasan también “El día que apagaron la luz” y “Deberías saber por qué” a la que la gente canta como cualquier otro clásico y provoca que Charly diga que es la primera vez que el público entiende esa canción. Alguien le agradece con un: genio!, a lo que Charly veloz responde: no. Genio es Maradona. Y anuncia una canción de la época “en que Maradona todavía hacía jueguitos y firuletes”, y cierra la primera parte del show con “Nuevos trapos”.
            El anunciado intervalo incluyó la proyección de partes de “Un perro andaluz”, el sueño surrealista de Luis Buñuel, mientras se escucha el piano de “20 trajes verdes” y la voz de Graciela Borges recita frases selectas de la poesía de García. Breve, pero a tono con la puesta conceptual del show. Un concierto que al regreso nos recibe con una andanada de rock and roll fenomenal, con “Popotitos” y “No se va a llamar mi amor”. Vaya uno a saber cuál es la fórmula de la alquimia química que consigue mantener a Charly en ese estado de lucidez. Pero lo cierto es que el tipo, aún con sus dificultades, pasea por el escenario, dirige a sus músicos, seduce a Rosario Ortega y hasta baila flexionando sus rodillas de una manera imposible de imaginar, cuando un año y medio atrás nos conformábamos con saberlo vivo y estábamos dispuestos a perdonarle cualquier torpeza con tal de escucharlo cantar aunque sea una vez más. Es tal el éxtasis sobre el escenario, que Charly decide bajar un poco los decibeles presentando a cada uno de los músicos de su banda, porque a continuación venía “Llorando en el espejo” (esta canción me hace llorar hasta a mí, García dixit) en una versión a la que las cuerdas hicieron más intensa que nunca. Y después “Por qué no te animás a despegar?” para seguir con el clima más denso, que se volverá a romper con “Raros peinados nuevos” y “Rap del exilio”.

            Ya no se trata de la sorpresa ante un tipo al que uno no creía poder ver de vuelta arriba de un escenario como en aquel diluvio de 2009, ni siquiera del músico prolijo que encaraba el repaso de su carrera con dignidad interpretativa en los Luna Park de 2010. No. Se trata de un artista que se muestra con sus neuronas abiertas a revisionar su obra desde otro lugar. Reentendiéndola, incluso autosorprendiéndose, reinventándola a veces y resignificándola otras. O acaso hay manera de recibir el impacto de la súplica de “Asesíname” (con dedicatoria a Celeste Cid) de la misma manera que  diez años atrás? O la “Canción para mi muerte” con la que cierra el tramo central del show que es cantada de memoria por todo el teatro mientras la banda intenta sostener la cadencia blusera de la versión que se habían propuesto ,sin desairar a la gente que sigue el tiempo de la melodía tal cual fuera grabada en el lejano “Vida”.
            Antes de los bises, que en realidad son parte programada del concierto y los que en definitiva le van a terminar de otorgar el carácter de glorioso, suena la versión García del himno mientras la pantalla muestra los créditos del concierto como si se tratase de un film. Para destacar  la mención a Juan Alberto Badía, que provoca aplausos al mismo nivel que la del “negro” García Lopez. Ya de regreso, Charly en el escenario acompañado solo por el trío de cello, viola y violín, se lanza a una emotiva versión de “Desarma y sangra”. El ángel vigía, leit motiv del tercer concierto de la serie, dice presente con unos arreglos de cuerdas deliciosos y que arropan al clásico de “Bicicletas” con una intensidad conmovedora. Y aunque en la platea todos sabemos lo que sigue cuando Charly dice que va a hacer un tema, que en realidad son tres (una suite! anunció), nadie podrá evitar los ojos enrojecidos que como inmediato correlato aparecen ni bien el maestro nos canta “Quiero verte la cara brillando como una esclava negra, sonriendo con ganas”. Sí, una “Eiti Leda” emocionante con el (aquí sí imprescindible) aporte de Rosario Ortega en la voz y una banda expandiéndose en su perfección sonora y llegando a lo más profundo de cada uno de los tipos que de pie no podemos quebrar nuestra perplejidad. Pero habrá más. Según el programa, lo que seguía era “Fanky” como para terminar todos bailando. Pero “Eiti Leda” habá dejado algo el ambiente que insinuaba que esa no era la continuidad adecuada. Y Charly llama a García Lopez y en voz baja le hace una sugerencia, entonces el negro arranca con “Cerca de la revolución” y el Gran Rex estalló para un final apoteósico.
            Poco se hizo esperar Charly para volver a cumplir con la lista prometida y regalarnos el “Fanky” que una vez superado el trance Seru, sí nos predisponía mejor a despedirnos bailando. Claro, todo esto si la palabra despedida hubiese estado en la cabeza de alguno de los que poblábamos el teatro. Porque no se movió nadie. Cantos, gritos, llamados. Que esta es la banda de Say No More, que si este no es aguante, el aguante donde está, y todo para convencer a un Charly, que aunque se demore unos cuantos minutos en volver, ya parecía convencido de antes. Y si al principio hablé sobre redescubrir canciones, “Instituciones” fue el gran redescubrimiento de esta serie de conciertos. Una versión que se inició en un tempo más veloz que la original, pero resultó implacable. “Tenes sábados, hembras y televisores” vocifera Charly, que se había dedicado parte de la noche a joder con Tinelli y su programa. Y es cuando todo va llegando a su fin el momento en el que  uno realmente cae de lo que acaba de ser testigo, con Charly arrodillado en el escenario, cantando aquello de "pero siempre el mismo terror a la soledad.....".Y uno que de tantos recitales que le ha visto cree haber pasado todo en materia de emociones se da cuenta que no tuvo ni para empezar. Inolvidable. A llevar los sueños al justo lugar entonces, aunque el teclado que quedó a salvo del telón clausurado genere alguna expectativa y haga que por casi veinte minutos nadie se mueva del teatro, hasta que la seguridad indique amablemente el camino de salida.
            Se repite 4, 8 y 11 de noviembre en el mismo teatro. Yo que ustedes en lugar de hacer cola en Casa Piano y lidiar con la AFIP por un puñado de billetes que si están verdes no los dejan salir, me voy derechito al Gran Rex a invertir en este Charly García. Que no conforme con haber resucitado una vez, promete que habrá más resurrecciones en su mundo.

           
    

3 comentarios:

Saurio dijo...

Merdre. Y yo que desde que hizo esa presentación en Puerto Madero que después aparecería como "Demasiado ego" juré no ir a ver jamás a Charly en vivo.
Me has puesto en un brete. ¿Rompo mi juramento o me cocino en mi impotencia?

Como sea, uso este comentario para iniciar mi campaña de recolección de firmas para que Charly saque al menos un disco instrumental (que no sea banda de sonido, claro)

rv dijo...

"El arte de La Crónica", que dijo Charlie Haden.

Adictivo. Se agradece :)

lalala_juanaestaenlaldea dijo...

aaai HERNAN!!! gracias ...inmensas gracias por esta bellísima crónica del ángel vigía... Gracias por esta otra buena nueva del alma que canta de un "alma que piensa y que por pensar no es alma". El que nació en el sur, el que encendió la luz de mi amor... Ese "hábil jugador (...) que desintegra con un blues esta oscura prisión".
Claro que sí, es tan cierto: "Algunas huellas ya son la piel, y vaya si lo son."
Gracias otra vez HERNÁN!
...y gracias otra vez a CHARLY.