El principal enigma que
tenía antes de ir al show de Laetitia Sadier en Niceto no era el
show en sí mismo. Ni la música de Laetitia, ni siquiera saber
cuánto de Stereolab podía llegar a tocar la cantante francesa. El
principal enigma era saber cómo hacer para ponerme a tono de la
noche cuando todavía el cuerpo guardaba la energía heredada del
show de Pearl Jam en La Plata. Había que bajar un cambio. Y
considerando que Laetitia Sadier adoptó el nombre de su banda
alternativa a Stereolab (Monade) de un concepto de Cornelius
Castoriadis, y que al primer disco de esa banda lo llamó “Socialismo
o barbarie”, me puse en modo revolucionario y para conseguir estar
a tono adopté el concepto de bajar dos, tres, muchos cambios. Y
felizmente funcionó.
Bien, una vez preparado
para el clima del recital llegué a Niceto suponiendo que siendo un
Lunes las cosas podían llegar a empezar a horario, cosa que no
sucedió. Cuarenta minutos después de la hora anunciada largó un
miniset Rosario Blefari, que hizo las veces de telonera. La espera no
fue sencilla, hay algunas canciones de Rosario que me parecen buenas,
pero su manera de cantar me exaspera. No voy a ser cruel por hoy,
además temo pecar de injusto, porque la recepción de la gente fue
muy buena. Mientras tanto, uno va aspirando el humo ajeno (sabemos
que en los boliches la norma de no fumar en lugares cerrados no se
cumple y yo tampoco soy un fundamentalista anti tabaco ni mucho
menos, pero el sistema de ventilación de Niceto es desastroso)
sumado a que en la barra solo se dignan a preparar el Fernet con
Pepsi (si yo fuera Jefe de Gobierno los clausuraría solo por esa
herejía), la cosa no fue del todo cómoda. Por otra parte fue la
primer vez que vi la pista de Niceto armada con unas cuatro o cinco
mesas en la parte cercana al escenario, cosa extraña porque, al
menos cuando se pusieron a la venta, se ofrecían solamente entradas
de valor único. Pero empecé la crónica quejoso y no debería;
Laetita pagó con creces todas las molestias ocasionadas.
Desde que la cantante
francesa armó Monade como alternativa a Stereolab, abandonó por
completo las intenciones más experimentales de su primera banda.
Separó las aguas en realidad, porque Stereolab se mantuvo en
funcionamiento. Y si Monade es la versión relajada de Stereolab, el
disco solista de Laetitia (”The trip” - 2010), es la versión
relajada de Monade. Y si de relajación se trata, cuando se descorrió
el telón del escenario y la vimos a ella sola con su guitarra
eléctrica y un amplificador, quedó claro de inmediato el tono
intimista que iba a tener el show. Felizmente intimista, porque es en
ese clima en donde mejor se aprecia la voz de Laetitia Sadier y
muchas de sus melodías conquistan por sí solas, sin necesidad de
aditamento alguno.
Del show en sí puedo
contar que estuvo basado en “The trip”, más algunos temas de
Monade. Que Laetitia se mostró muy locuaz a la hora de explicar sus
canciones, y que con cada una de ellas consiguió mantener al público
tan cautivado, al punto que con un leve gesto con su cabeza al final
de cada tema, tuvo que “autorizar” los aplausos de la gente
ensimismada. Canciones como “Fluid sand” o “Statues can bend”
son dueñas de una melodía hermosa, que en el tono en que Laetitia
las canta, contagian su tono melancólico. Hubo dedicatorias para su
joven hermana que se suicidó (“Natural child”, una sentida
balada) y para Pier Paolo Pasolini, con “Lost language”, un tema
de Monade (“Well, I ain't sure, but I've been told he's baking
cakes inside our souls”). También se quejó del gobierno de su
país en “Our interest are the same”, tema en el que terminó con
un grito liberador, abandonado su postura relajada. También se
preocupó por quejarse de las 24 horas varada en al aeropuerto de
Roma, víctima del paro en Aerolineas Argentinas, y que casi le
impide estar a tiempo para el show. Y hasta se permitió recomendar la exposición "El color en el espacio y en el tiempo" de Carlos Cruz-Diez en el Malba.
Las canciones de
Laetitia transitan por el lounge, con matices lejanos de bossa nova y
remiten a la versión más distendida de Everything But The Girl. Su
delicadeza en las formas inspira una fragilidad que resulta engañosa,
porque si hay algo que no le falta a Laetitia Sadier es actitud y
confianza sobre el escenario. Cantó casi siempre en inglés, pero
rescató al frances para una de las más bellas canciones de “The
trip”, “Ceci est le coeur”. Nos dimos el gusto de tener nuestro
momento Stereolab, con “International colouring contest”, y el
breve show se cerró con “The Swimm”, un tema del primer disco de
Monade, “Socialisme ou barbarie: the bedroom recordings”.
El regreso al escenario
fue con “Where did I go”, otra canción de Monade, y para el
cierre Laetitia anunció un cover. Felizmente no optó por
“Summertime”, del que grabó una versión en “The trip” que
poco le suma al clásico de Gershwin, y sí se decidió por “By the
sea”, una deliciosa interpretación del tema de Wendy and Bonnie,
también grabada en el disco solista.
Calidez, intimidad, una
intensidad sencilla y amable, fueron los atributos de un concierto
conciso pero convincente que marcó el tardío debut de Laetita
Sadier en Buenos Aires. Para mí fue el final de un rally de siete
recitales en 14 días, porque aunque no haya contado nada en el blog,
el Viernes me fui a ver a los Inspiral Carpets en el Movistar Free
Music de Puerto Madero. Los de Manchester se mostraron vigentes
teloneando a unos Interpol, que por mí se pueden llevar su angustia
existencial a mejor puerto. La agenda de diciembre incluye a Catupecu
Machu, Kings of Convenience y al gran Roger McGuinn.
1 comentario:
totalmente de acuerdo con vos sobre Rosario, Exasperante por lo menos.
Laetitia un encanto. Valió la pena la espera.
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