Segunda
jornada del Personal Fest, con un line up bien heterogéneo. Por un lado bien
indie y alternativo, y por otro lado, una presencia caribeña expresada en el reggae
y en la fusión de Calle 13. Quienes siguen este blog no tienen que pensar mucho
para saber qué tipo de los artistas eran los que más me interesaban, así que me
fui al festival pensando en The Kills como primer plato fuerte, dejando de lado
el resto. Cuando llegué estaba terminando su set Mala Rodriguez, así que no
puedo dar mayores referencias que de su portaligas colorado. En seguida en el escenario 2 largaba Soldiers of Jah Army, o Soja como les gusta llamarse a los de
Virginia. La verdad es que estaba con el modo reggae en off, y mucho menos
reggae transgénico (¿?), así que me fui a dar una vuelta por el predio,
recorriendo el resto de los escenarios, en los que no encontré nada interesante
para contarles. Un rato más tarde sí me aproximé al escenario 1 para los
esperados The Kills. De entrada se notó que había un buen grupo de fans que les
eran propios y que les iban a celebrar cada una de sus intervenciones. Alison
Mosshart de pelo rojizo tomó el micrófono y arrancaron con el irresistible “No
wow”. Si bien vienen de hacer con “Blood pressures” su disco más compacto, no
se dedicaron solo a recorrer este, sino
que gratamente trajeron algunos de los clásicos de sus discos anteriores.
“Future stars slow”, y el reggae espeso de “Satellite” fueron puntos altos de
un show que se sostuvo en la tensión sexual entre Jamie Hince y Alison
Mosshart. Solo ellos dos sobre el escenario, más el disparo de pistas que le
quitaron un poco de contundencia a la performance. Porque a veces resulta demasiado
lineal el volumen y los climas dentro de los temas mismos, dueños por sí mismos
de una gran dosis de energía, y a los que imagino mucho más contundentes con el
pulso de una banda de “carne y hueso” detrás. De todas formas, la densa “URA
Fever” o bailable “Cheap and cheerful” se vuelven irresistibles. Alison tocó
guitarra en varios temas y se le animó a unos tambores en “Pots and pans”, que
a medida que pasaban inadvertidos a lo largo del show, parecía que estaban de
adorno. Quedó la dedicatoria de Jamie Hince en “Baby says” para su esposa, que
de no tratarse de Kate Moss, resultaría un dato intrascendente, y la idea
definida de un dúo aplastante que en la apuesta minimalista, desaprovecha en
vivo buena parte de su potencial.
Seguido en el otro escenario volvía
el reggae con Damian Marley. Un hijo de Bob Marley que hace reggae, nada
original por cierto. Ni nada que me interese demasiado, así que corrí al tercer
escenario en donde tocaba El Mató a un Policía Motorizado, que me recibieron
con “El día del huracán” y “Chica rutera”. Nadie como ellos merecían tocar el
día en que Sonic Youth volvía a la Argentina. Y con Santiago y su voz en estado
impecable al frente, hicieron honor a la apuesta. En un predio que se iba
llenando de a poco, aprovecharon para mostrar su estilo noise bien a tono con
la noche. Hicieron “Navidad en los santos” y cerraron con una versión de “La
noche de los muertos” (del imprescindible “Día de los muertos” de 2008) que de
haber llegado a los oídos de Thurstoon Moore le habría arrancado una sonrisa.
En ese momento se me presentó la
única disyuntiva de la noche: los clásicos de Inxs en el escenario principal o
los Massacre que seguían a continuación en el escenario 3. Y la verdad es que
Inxs sin Michael Hutchence es como Simon and Grafunkel, sin Simon ni Garfunkel.
Encima, yo que seguí aquel reality para reemplazar al cantante irremplazable,
no quería que gane el que ganó. Así que me quedé en el predio mientras un SMS
me entregaba la excelente noticia de los cuarto goles de Cavenaghi. Y cuando
Walas entró al escenario saludando con su clásico “Hola, nosotros somos los
Massacre. Un beso” y largaron con “Te leo al revés” supe que no me había
equivocado en la elección. Con un repertorio haciendo base en el excelente
“Ringo”, uno de los grandes trabajos que nos deja este 2011, Massacre dio uno
(otro más) show inolvidable. No dejaron clásicos de lado, como “Plan B”, el
lejano “Cae el muro” o “Sofía, la súper vedette”. Walas cambió gorro por
sombreros de todos los tipos, se mostró excitado con la presencia de Sonic
Youth (desmintió que la separación de Thurstoon Moore y Kim Gordon se deba a
alguno de los Massacre), cantó “La octava maravilla” abrazado a un muñeco
desnudo, y se mostró todo lo histriónico que le conocemos. Los temas nuevos
tuvieron versiones notables, como la irresistible “Tanto amor”, “La web del
siglo” (se derrumba el capitalismo, proclama Walas), “Muerte al faraón”, “La
virgen del knock out” o “Tengo captura”. Cerraron con “El robot vs. La momia
azteca”, volviendo a agradecer la posibilidad de tocar la misma noche que los
Sonic Youth. De tantos festivales que he ido, jamás vi tanta gente en alguno de
los escenarios alternativos.
Cuando volví para reencontrarme con
la familia (que optó por el show de Inxs) los australianos estaban haciendo una
versión desabrida de “Original sin”. Una lástima. El cantante ni siquiera era
JD Fortune, el ganador del reality, sino otro que llevaba apenas dos shows son
ellos. Solo presencié la parte final del set, pero bastó. Un repertorio plagado
de hits no es suficiente, y el carisma no se reemplaza con profesionalismo.
“New sensation” y un cierre con “Never tears apart” terminaron por confirmar
esta impresión. Lástima por los Harris, no se merecen este presente. Bah, no
sé. Porque metieron un bis que nadie les pidió, así que tal vez sí lo merezcan.
Chau Inxs, hola Calle 13.
Todo un tema para mí Calle 13. No es
la primera vez que los veo y sin duda tiene un vivo descomunal. Desde ya que
han dejado de ser hace rato esa bandita que rozaba el reggaeton en sus
comienzos. Pero tienen un discurso politizado que aunque lo intento, no les
termino de creer. Eso de los ejecutivos de Adidas víctimas del engaño de un
rapero de Puerto Rico es mas un chiste que otra cosa, y me pone a la defensiva
ante ellos. Y aunque no son solo eso, y hay también mucha música en el medio,
ese discurso suele quedar por delante de las canciones, que en muchos casos se
sostienen por sí solas. Porque es cierto que cuando se sueltan en pasajes
instrumentales la banda es un lujo (tienen un trompetista cubano que es una
delicia), o que cuando abordan el hip hop
más denso como en “La bala” (dedicada anoche a Facundo Cabral) son
implacables. Que tienen temas buenos y de los otros; que Residente y PG13
forman un tándem envidiable y que despliegan una energía sobre el escenario que
es respondida con creces por parte de un público incondicional. Pero cuando
suspenden un show en Comodoro Rivadavia aduciendo exagerado el precio de las
entradas, pero aceptan hacer uno como el de anoche, con los tickets al mismo
precio del que suspendieron, y en donde vendían un paty a $25 y un agua a $20,
no hace otra cosa que aumentar mi sospecha. Todo esto más allá de la ironía de
oír a Rene despotricando contra los programas de la farándula y cosechando
aplausos desde un VIP en donde minutos antes sus concurrentes se sacaban fotos
con cuanto famosos se cruzaran. Hubo música de la buena y arengas por doquier.
La demostración de un cariño por la Argentina que resulta sincero. Hacia el final la
versión de “Calma pueblo” puso a todo el mundo a cantar, y después la bella
“Latinoamérica” con Pedro Aznar de invitado en coros. Cerraron con “Fiesta de
locos” un tema de los pedorros, para trencito en cumpleaños de 15, pero que a
su gente le gusta. Antes de dejar a Calle 13, dos últimas consideraciones: los
cabritos brincan, René. Nosotros saltamos. Y además estaría bueno que ese
discurso solidario que pregonan lo apliquen para con sus colegas músicos,
porque sabiendo que se trataba de un festival, se cagaron en el resto de los
artistas y extendieron su show por veinte minutos sobre lo establecido. Claro,
con la mayoría del público de su lado y usándolo como freno ante las amenazas
de corte de sonido, no les resultó muy difícil quedarse. No era un recital de
Calle 13, era un festival con Calle 13 incluído, pero para quien se cree el
centro del universo no parece fácil de entender.
Y por fin Sonic Youth. Mientras el
predio se vaciaba lentamente, porque la amplitud de estilos ni la curiosidad
musical parecen ser atributos de los fans de Calle 13, nosotros nos aprontamos al
escenario principal en donde Kim Gordon, Thurstoon Moore y los suyos nos
esperaban para sacudirnos con “Sacred trickster” y “Calming the snake”, ambas
de su último trabajo de estudio, “The eternal”, disco al que volverían más
tarde con “What we now”. Si a alguien le quedaban dudas de si la reciente
separación de la pareja que da vida a Sonic Youth iba a repercutir en la
performance en vivo del grupo, las dudas habían quedado disipadas. Sonic Youth
fue todo lo que esperábamos. Guitarras distorsionadas, acoples y ruidos y más
ruidos. Sí, ruido en el sentido más musical de la palabra. Una bola sonora que
se te mete por los poros y te posee. Una energética dosis de riff que se
construyen y se desarman en canciones que no terminan por ser otra cosa que
alaridos desesperados y trances de absoluto hipnotismo. No son necesarias muchas
palabras desde el escenario, basta que un acople se demore y se defina en la
intro de otro tema para entender la continuidad que Sonic Youth le da a un show
sin respiro. Con citas a todos sus grandes álbums, privilegiando felizmente a
“Sister” y “Daydream nation” en la elección. Del primero hicieron “Cotton
crown”, “Stereo sanctity” y “White cross”, y del segundo “The sprawl”, “Hey
Joni” y el implacable “Cross the
breeze”. Hay furia, estremecimientos, espasmos musculares siguiendo a esa
energía que se desprende del escenario y que saca la noche del parámetro de
espacio y tiempo en el que nos reconocemos. Lee Ranaldo arranca quejidos a
guitarra con un arco de violín, Thurstoon Moore usa de slide a un ventilador
que arrancó de uno de los lados del escenario. Cerca mío un tipo cercano a los
cincuenta filma con su teléfono celular mientras todo su cuerpo se deshace en
espasmos que convertirán la grabación en una toma digna de Michael Fox
camarógrafo. La exageración y la exhuberancia sonora como emblema hace del show
de Sonic Youth una experiencia incomparable. La banda sigue tocando y viaja a
su pasado profundo entregando dos temas
de “Bad moon rising”: “Brave men run (in my family)”, y el voladísimo “Death
valley ‘69”. “You’re perfect in the way, a perfect end today. You’re
burining out their lights, and burning in their lights”, mejor cierre
imposible, porque el final llegó con la descomunal “Sugar kane”
mientras la organización del festival hace explotar antes de tiempo una bomba
que lanza papelitos plateados, demostrando que no entendieron absolutamente
nada, salvo que hay que encender rápido las luces y largar los fuegos
artificiales, no sea cosa que a la gente se le ocurra pedir un bis. Eran cerca
de las dos de la mañana, corría un viento fresquito y para salir había que
atravesar los lagos de Palermo. Aún así, un “Eric’s trip” de despedida no
hubiese venido nada mal como cierre ideal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario