Este fin de semana por primera vez se había declarado feriado al Día de la Soberanía Nacional. El sábado, fecha en que se conmemora la batalla de la Vuelta de Obligado frente a la flota anglofrancesa, yo me fui a ver a los británicos Massive Attack; y ayer, que el feriado se hacía efectivo, a la francesa Olivia Ruiz. Esto me estaba haciendo sentir un poco cipayo, así que para elevar mi sentimiento patriótico, y poco para romper las pelotas, crucé dos vueltas de cadena al pasaje donde vivo, y me fui a La Trastienda con la conciencia limpia y soberana.
Olivia Ruiz es un caso raro. Cuando supe de su existencia desconfié de su origen en la versión de Operación triunfo francesa. Pero me bastó escucharla para dejar de lado los prejuicios. La cantante de treinta años posee, además de su excelente registro vocal, una enorme capacidad para adentrarse en estilos variados y encararlos con facilidad, empleando incluso varios idiomas. El show de anoche en La Trastienda, en su segunda visita a la Argentina, tuvo mucho de eso. Con una banda reducida (bajo, batería minimalista, guitarra y trompeta) Olivia armó un show breve y compacto, que priorizó las canciones en español, hizo un repaso por sus dos últimos trabajos (“La femme chocolat” y “Miss méteores”) , más alguna perla de regalo.
El show abrió con “Les crêpes aux champignons”, y siguió con la poderosa “Goutez-moi”. Olivia Ruiz se mostró más que simpática y con muchas ganas de dialogar con la gente. Como descendiente de españoles (contó que sus abuelos se refugiaron en el sur de Francia huyendo de Franco), usó ese idioma para dialogar y eso facilitó la comunicación; aunque ella no estaba muy convencida y contó que su abuela la acusaba de pronunciar el español como una vaca inglesa. Aun luego de semejante confesión, privilegió el español para las canciones, como “La femme chocolat” que tienen versiones también en francés. Si bien el show fue parejo en cuanto a climas, no dejaron de haber momentos para destacar, entre ellos la versión de “Quijote” y dos canciones en inglés “Spit the devil” y “I need a child”, en donde la guitarra fue reemplazada por un banjo.
Cantó “Las migas de mi corazón”, que en su versión original comparte con Julieta Venegas (ella dijo extrañarla, yo no), y en cuanto a emotividad los momentos cumbre fueron dos: la interpretación en francés de “Que nadie sepa mi sufrir”, tal cual la hacía Edith Piaf (recordó que en su primera visita a Argentina cuatro años atrás, un periodista desorientado la trató de cruza entre Piaf y Mano Negra) y que resultó una gran demostración de su capacidad vocal; y un homenaje sentido y conmovedor a Lhasa de Sela, con una versión de alto vuelo de “La llorona”.
Olivia se mostró siempre de excelente humor. Se rió de su propia impericia para explicar el significado de las canciones, como “Elle panique”, o a la hora de presentar a sus músicos, de los cuales dijo “pueden decirles lo que quieran, que no entienden una palabra en español”. Consiguió hacerse acompañar con palmas a lo largo de todo el show, especialmente en la irresistible “Belle à en crever”. Festejó la presencia de varios argentinos en la sala, cuando notó que un nutrido grupo de gente la vivaba en francés (No hice miles de kilómetros para ver franceses, no?, dijo). El legado de sus ancestros españoles está presente también en cada uno de sus movimientos y por momentos a sus pasos de baile solo le faltaron las castañuelas. Y como si esto fuera poco, cerró el show con la españolísima “Quedate”, canción marcada a fuego con el signo trágico de la poesía de ese país (Quédate conmigo abuela, no nos dejes solitos, solo con memoria. Quédate conmigo abuela, qué camino seguir si se muere el tuyo).
Cuando volvió al escenario para los bises, que fueron a las apuradas porque luego de desalojar la sala, Pavement hacía su segundo show en Argentina, la gente la pidió “Mala vida”, el tema de Mano Negra que Olivia grabara con el proyecto Nouvelle Vague, pero como no lo tenía preparada, nos conformó haciendo solamente el estribillo a capella. Después dejó la graciosa pintura familiar de “Terapia de grupo” (“Mi madre es depresiva, mi padre falto de confianza”, canta), y a falta de más temas preparados (se excusó en su banda reducida), se despidió definitivamente haciendo de nuevo “Las migas de mi corazón”, pero en francés (J’etraine des pieds”). Para mí, el show de Olivia Ruiz resultó un refrescante aperitivo para el show de Benjamín Biolay esta noche. Justamente, bien cerca de la barra, se pudo a ver a Benjamín Biolay junto a sus músicos disfrutando del show de su compatriota.
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