viernes, 15 de octubre de 2010

Yo la Tengo en La Trastienda

No había mejor manera de llegar a la última estación de esta serie de shows, que un poco en joda llamé Hernán Fest, pero que me impuso un ritmo al que estaba desacostumbrado. Porque esa serie que había empezado con los Pixies terminó con un espíritu parecido: bien alternativo e independiente. Anoche fue el turno de Yo La Tengo, el trío de New Jersey que desde el sello Matador viene marcando terreno desde hace 20 años en una carrera imprevisible, cambiante, que tienen como único hilo conductor el inconformismo, y al estancamiento a su mayor enemigo.
A pesar de estar el show enmarcado en el festival Pepsi Music, el clima en La Trastienda era absolutamente ajeno al espíritu festivalero. Mucha tranquilidad, poca euforia, nulo éxito del merchandising, promotoras de Pepsi casi ignoradas y una gran ansiedad por escuchar como la banda trasladaba al vivo todos y cada uno de los climas por los que transitan su discos. Y aunque dentro de su discografía, el último trabajo de Yo la Tengo (Popular songs) está enrolado dentro de los más accesibles o al menos más fáciles a primera escucha, todos estábamos predispuesto a experimentar una jornada poco habitual y lejana de los normales parámetros musicales de un grupo de rock. Bien, todo eso en lo previo, porque a partir del primer tema (Cherry Chapstick) se empezó a escuchar una de las versiones de Yo la Tengo. La del poderoso trío atestado de distorsión, la de las sobrecargas eléctricas y acoples al por mayor. Incluso, como primer sorpresa, Georgia Hubley estaba a cargo de una de las guitarras, y era James Mcnew quien se encargaba de la batería. Ya para el segundo tema, “From a motel 6”, cada uno se había ubicado en su sitio. En cuanto al repertorio, Yo la Tengo se apoya, además de su trabajo más reciente, en el anterior, “I am not afraif of you and I will beat your ass” y en el clásico “I can hear the heart beating as one”. Y sobre el escenario van rotando los roles de acuerdo a las canciones. James Mcnew toca bajo, guitarra, teclados, y percusión; Ira Kaplan pasa de guitarras eléctricas a acústicas, y teclados. Todos se reparten las voces, con lógica preponderancia de Ira y Georgia. Y para que todo esto sea posible, una especie de cuarto integrante (que jugando con el nombre del grupo y por la inmediatez de su trabajo, bien podría ser el señor Él la tiene) prepara y afina las guitarras e instrumentos a un lado del escenario, para que el ritmo del show no decaiga en ningún momento. Porque en ese comienzo, si hay algo que no tiene lugar es el descanso y el silencio. Las canciones terminan en acoples interminables, distorsiones en delay, o en acordes de teclado que se repiten en eco, para después dar comienzo a un nuevo tema. Todo esto enmarcado en una postura minimalista que resulta engañosa, porque tanto cada arreglo sutil como los climas que crecen y decaen son productos de una cuidadosa elección a la hora de manejar los momentos del show. Todo está muy trabajado y detrás de la imagen descuidada del trío se nota un ensamble que los años de trabajo le han dado una justeza extraordinaria.
Como era de esperar, los climas cambian permanentemente. Hay folk circa CS&N, aunque con menos pretensiones a la hora de las armonías vocales (The weakest part), tramos letárgicos y etéreos sobre melodías limpias (Black flowers, con James en la voz) o montados sobre guitarras envolventes que crecen en intensidad (More stars than there are in heaven). Si bien ninguno de los músicos derrocha simpatía, el trato con el público es ameno. La gente escucha las canciones con atención, y participa y salta cuando riffs con los de “Nothing to hide” salen a la luz. Los mejores momentos suceden con “Deeper into movies”, con influencia notoria de Velvet Underground y que suena como si Lou Reed se hubiese propuesto una versión oscura de “Confortable numb”, y “Periodically double or triple”, canción del último disco con un marcado teclado beat y lejano aire psicodélico que bien podría remitir a los Doors. Para el final quedó una extensísima versión del instrumental “I hear you loocking”, clásico del año ’93 del disco “Painful”, y que consta de un riff que de tan repetido se vuelve hipnótico mientras la banda entra en un crescendo extraordinario, y que termina con Ira revoleando la guitarra y haciéndola sonar de todas las maneras posibles.
Hubo posteriormente dos regresos al escenario absolutamente contrapuestos con ese final enardecido: el primero con Ira en batería para hacer “Attack on love” y terminar con la tenue balada “I feel like going home”, y una segunda entrada que tuvo como despedida final una versión casi susurrada de “Framer´s daughter” de los Beach Boys. En mi caso, el calendario de Octubre ya no tiene más fechas para recitales y aprovecho para tomarme unos días de descanso y prepararme para Noviembre, mientras escucho algunos disquitos nuevos que salieron en estos días y que en algunos casos (Hamacas al Rio), no tuve tiempo ni de sacarles el envoltorio.

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