viernes, 5 de agosto de 2016

Martín Rodriguez y Darío Jalfin en el Centro Cultural Kirchner - Ciclo "En la Cúpula"

En los últimos años el rock local sufrió dos pérdidas irreparables: la de Luis Alberto Spinetta y la de Gustavo Cerati. No viene al caso convertir este posteo en una vindicación de semejantes artistas (innecesaria, por otra parte), sino simplemente necesito empezar citándolos, porque a la hora de contar el concierto de ayer en el Centro Cultural Kirchner, necesariamente tienen que ser el punto referencial de partida.
El ciclo En la Cupula, curado por Tweety Gonzalez, se aboca a darle el espacio a un montón de artistas nuevos (y no tanto) que el circuito comercial les retacea. Es muy dificil componer una lógica entre la cantidad de espacios culturales cerrados en los últimos tiempos (tanto por cuestiones económicas como amparados bajo absurdos burocráticos) y este ciclo, que en su esencia mantiene el espíritu que uno percibía en el Centro Cultural antes del cambio de administración. Lo cierto es que el ciclo existe y uno no puede hacer otra cosa que celebrarlo. Y en mi caso particular, disfrutarlo en vivo.
Ya había estado en la presentación del ciclo con los shows de Audia Valdez y Zero Kill, y ayer concurrí especialmente para ver la performance en vivo de Martin Rodriguez, cuyo disco homónimo (publicado por Twitin Records) fue una de las gratas sorpresas que entregó el 2016.
Pero la noche no estaba dedicada a él en exclusiva, así que no puedo dejar pasar por alto la apertura a cargo de Darío Jalfin, quien presentó su nuevo álbum “La ilusión”. Acompañado de Los Alquimistas, el pianista y cantante mostró un compilado de canciones que se sostienen en melodías de una belleza que exigen a los sentidos para su disfrute completo, y arreglos cuidados que son un compendio de sonidos delicados y arreglos preciosos(que incluyen cello, flauta y clarinete) que visten las canciones llevándolas al terreno de un jazz suave, al que resulta imposible no emparentar (y en eso el piano de Jalfin es fundamental) con el primer Spinetta Jade.
El show contó con invitados, como la violista Christine Brebes y la voz de Loli Molina para una versión de “Dulce condena” y más tarde María Ezquiaga (la pareja de Darío, con quien grabara “Entre los dos” hace un par de años) en “Deja”. A mi juicio el momento el mejor momento del set fue la versión musicalizada del poema “Everness” de Jorge Luis Borges, cuya inclusión en el disco fue vetada por la inquebrantable María Kodama. Hubo citas a Luis A. Spinetta (A Starosta el idiota) y hasta un estreno, para terminar con “La Balsa”, cierre que redondea con Nebbia otra de las referencias inevitables a la hora de hablar de la música de Darío.
Después sí llegó el turno de Martín Rodriguez, en formato trío, acompañado por Alejandro Castellani en batería y Mauro Toro en bajo. Para los que no escucharon la música de Martín, resultará imposible percibir la diferencia entre el cuidado sonido del trío en el disco y el expansivo alcance del grupo en vivo. Ya la apertura con “Señal azul”, da la pauta de una crudeza que en el disco aparece más medida. Y si antes con Jalfin la referencia spinetteana venía por el lado de Jade, acá la referencia se va corriendo desde el final de la etapa solista de Luis hasta Los Socios del Desierto (y en esto el formato del trío en vivo ayuda mucho). Están muy claras las influencias y el gran mérito de Martin reside en que eso no suele forzado, y que el acercamiento, además de honesto sea el punto de partida para construir canciones que encantan por sus propias virtudes. “Corré, vení”, “Siempre así” y “Para ver” son ejemplos de melodías de una belleza y cuidado estético que seducen a primera escucha, y encadenadas en el show convencen al más desprevenido de que está frente a algo grande.
Días atrás Martín tuvo la delicadeza de venir a cantar en vivo a mi programa radial de covers, y allí con su guitarra acústica pasó por la chansón francesa, el tango, el folklore latinamericano, además de por supuesto el rock al que solemos etiquetar como “nacional”. Anoche salió de ese molde a la hora de versionar temas ajenos, y sorprendió con un “Across the universe” convertida en un funk rockerísimo en donde el trío alcanzó momentos dignos de Divididos. Después con Jalfin como invitado, volvió a su tono con “Iluminante”. (Dato ad hoc, el arreglo de cuerdas original estuvo a cargo de Carlos Villavicencio, el mismo de alguna orquestación en "Los ojos").
Para el final quedaron el impecable “Si abres oiras”, primer tema del disco y tal vez el más logrado y entrador, y “Salto al vacío”, otra inocultable cita spinetteana que se resuelve en un estribillo que cita a la otra gran influencia de Martín: Gustavo Cerati. Allí más que influencias que convergen, lo que uno halla es la continudad de una línea compositiva que felizmente Martín se muestra decidido a continuar. Gran versión, con descarga emocional incluida, a la hora de recordar a su padre
“Saga (Dragón)” quedó para el cierre, otro rítmico momento de la noche en el tema con más de Cerati del álbum. Y si bien algunos nos quedamos con la idea de escuchar una canción más, los rígidos horarios del CCK primaron. No hubo bis, y sí aparecieron las amables sugerencias a desalojar la sala con ritmo. Lástima, porque después de dos horas de disfrute musical, sentado en el piso de madera de ese ámbito hermoso, la noche merecía un final más relajado.
El ciclo continua el próximo jueves 11 con Proyecto Gomez Casa y Ulises Butrón. Yo que ustedes, lo estaría agendando.



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