lunes, 17 de septiembre de 2012

Jose Gonzalez en Samsung Studio

Estuve dudando, ante la sucesión de recitales que se vienen, en si pagar o no para ver a Jose Gonzalez. Su presencia en el festival gratuito de la telefonía movil me mantuvo en vilo para poder acceder a esa especie de escenario VIP que armaban dentro del planetario, y para el cual se demoraban en dar precisiones. Pero cuando vi que tocaba en el Samsung dejé de dudar: si alguien me hubiese preguntado cual era el sitio ideal para esucharlo, no dudaría en elegir ese. Menos mal, porque considerando el poco tiempo que tocó en el Planetario, me hubiese quedado con las ganas. Y menos mal que la fecha y el horario se superpuso con el partido de River en Liniers, con lo cual me ahorré además el dolor de ver a una defensa católica, al punto de ofrecerle la otra mejilla a cualquier delantero rival que tome el atrevimiento de ofenderla. Las malas noticias llegaban via SMS, pero la copa de vino y el clima íntimo y ameno del Samsung mitigaban las penas.
Jose Gonzalez, hijo de argentinos exiliados en Suecia en los años de la dictadura, ha sido muy bien recibido por el público local, mas allá de ese lazo de sangre. Su música se fue divulgando casi en secreto, pero desde hace un buen tiempo en el ambiente indie su nombre resulta facilmente reconocible. Precisamente esa condición de hijo de exiliados es la que lo obliga a dar explicaciones cada vez que llega al país sobre su reticencia a hablar de política, ya sea sueca o argentina. Sin embargo, casi sin darse cuenta, da inicio al show con un “How low”, que bien podría resultar una perfecta descripción de parte de la sociedad que se ha paseado en las calles por estos días: “qué tan bajo estás dispuesto a ir hasta alcanzar todos tus objetivos egoístas?” canta solo con su guitarra ni bien se levanta el telón que lo separa de las mesas de la sala. Después de un sencillo saludo de bienvenida canta “Hints”, manteniendo una actitud de extrema humildad y sencillez que se prolongará a lo largo de todo el recital.
Jose Gonzalez lleva editados apenas dos discos: “Veneer” (2005) y “In our nature” (2007), por lo cual uno no esperaba mayores sorpresas en el repertorio. Además ha trabajado (liderado más específicamente) con el trío Junip, con el que editó un demorado álbum en el año 2010 titulado “Fields”. Y digo demorado porque el primer single de la banda (“Black refugee”) data del mismo año que su primer disco solista. Por otra parte la matriz de esas composiciones llevan su sello. La idea original de Jose Gonzalez para esta segunda llegada a Argentina era venir al país con Junip, pero problemas de agenda se lo impidieron. A cambio trajo a tres percusionistas: uno sueco, otro de Los Angeles, y un tercero londinense (es toda la precisión que puedo dar al respecto, no llegué a entender los nombres), que subieron al escenario a partir del tercer tema, y juntos regalaron “Far away”, uno de los temas de Junip, a modo de presentación. A medida que las canciones se suceden, la referencia de Nick Drake se torna ineludible. Pero la calidad de las composiciones de Gonzalez y la autoridad con que las interpreta lo colocan más allá de cualquier odiosa opinión que lo rebaje a la categoría de imitador.
Escuchar a Jose Gonzalez cantar y tocar la guitarra es un placer insuperable. Consigue concentrar una atención tan intensa que uno no puede sacarle los ojos de encima, tanto a él como a su guitarra. Su voz es tan dulce como profunda y cada arpegio de esa guitarra grave es dueño de una fragilidad cargada de belleza. Todo es mínimo y delicado, incluso la percusión sirve apenas para decorar las canciones sin que esta se transforme nunca en el pulso que las ordena. Momentos como “Time to send someone away” o “Stay in the shade” conmueven, y el show se vuelve decididamente exquisito cuando suenan canciones de altísimo vuelvo como “Cycling trivialities”. El tono y el clima del concierto es uniforme, y a la gente no le cuesta imbuirse en ese ambiente de extrema calidez creado por las melodías. La sensibilidad se contagia, y en una especie de monotonía engañosa, las canciones se suceden ganando expresividad y elevandonos a un estado de trance encantador. Incluso entre temas, mientras Jose afina la guitarra (lo hace rigurosamente antes de cada canción) nos mantenemos como hipnotizados atentos a esos sonidos que buscan su perfecto ordenamiento en la escala musical.
“Always” (de Junip), y el cover de Kilie Minogue “Hand on your heart”, más el final con “Remain” y “Down the line” provocaron algún tibio acompañamiento con palmas (muy tenue, a tono con el grupo) y alguna expresión de admiración, a las que el sueco respondió con una sonrisa tímida. Después se fue unos minutos, y retornó en seguida para regalarnos un puñado de canciones extra, entre ellas “Crosses”, en la cual el “We'll cast some light and you'll be alright” funciona como mantra. Por último, haciendo uso de su increíble talento para apropiarse de canciones ajenas, dos covers más: el “Heartbeats” de The Knife, y un “Teardrop” de Massive Attack en donde consigue el milagro de que olvidemos por un instante de la voz de Elizabeth Fraser. Había pasado cerca de una hora y cuarto que se me había ido volando. Excelente cierre para el fin de semana musical, en un tono absolutamente opuesto al del sábado, pero con la misma sensación de saciedad.

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