Estuve dudando, ante la
sucesión de recitales que se vienen, en si pagar o no para ver a
Jose Gonzalez. Su presencia en el festival gratuito de la telefonía
movil me mantuvo en vilo para poder acceder a esa especie de
escenario VIP que armaban dentro del planetario, y para el cual se
demoraban en dar precisiones. Pero cuando vi que tocaba en el Samsung
dejé de dudar: si alguien me hubiese preguntado cual era el sitio
ideal para esucharlo, no dudaría en elegir ese. Menos mal, porque
considerando el poco tiempo que tocó en el Planetario, me hubiese
quedado con las ganas. Y menos mal que la fecha y el horario se
superpuso con el partido de River en Liniers, con lo cual me ahorré
además el dolor de ver a una defensa católica, al punto de
ofrecerle la otra mejilla a cualquier delantero rival que tome el
atrevimiento de ofenderla. Las malas noticias llegaban via SMS, pero
la copa de vino y el clima íntimo y ameno del Samsung mitigaban las
penas.
Jose Gonzalez, hijo de
argentinos exiliados en Suecia en los años de la dictadura, ha sido
muy bien recibido por el público local, mas allá de ese lazo de
sangre. Su música se fue divulgando casi en secreto, pero desde hace
un buen tiempo en el ambiente indie su nombre resulta facilmente
reconocible. Precisamente esa condición de hijo de exiliados es la
que lo obliga a dar explicaciones cada vez que llega al país sobre
su reticencia a hablar de política, ya sea sueca o argentina. Sin
embargo, casi sin darse cuenta, da inicio al show con un “How low”,
que bien podría resultar una perfecta descripción de parte de la
sociedad que se ha paseado en las calles por estos días: “qué tan
bajo estás dispuesto a ir hasta alcanzar todos tus objetivos
egoístas?” canta solo con su guitarra ni bien se levanta el telón
que lo separa de las mesas de la sala. Después de un sencillo
saludo de bienvenida canta “Hints”, manteniendo una actitud de
extrema humildad y sencillez que se prolongará a lo largo de todo el
recital.
Jose Gonzalez lleva
editados apenas dos discos: “Veneer” (2005) y “In our nature”
(2007), por lo cual uno no esperaba mayores sorpresas en el
repertorio. Además ha trabajado (liderado más específicamente) con
el trío Junip, con el que editó un demorado álbum en el año 2010
titulado “Fields”. Y digo demorado porque el primer single de la
banda (“Black refugee”) data del mismo año que su primer disco
solista. Por otra parte la matriz de esas composiciones llevan su
sello. La idea original de Jose Gonzalez para esta segunda llegada a
Argentina era venir al país con Junip, pero problemas de agenda se
lo impidieron. A cambio trajo a tres percusionistas: uno sueco, otro
de Los Angeles, y un tercero londinense (es toda la precisión que
puedo dar al respecto, no llegué a entender los nombres), que
subieron al escenario a partir del tercer tema, y juntos regalaron
“Far away”, uno de los temas de Junip, a modo de presentación. A
medida que las canciones se suceden, la referencia de Nick Drake se
torna ineludible. Pero la calidad de las composiciones de Gonzalez y
la autoridad con que las interpreta lo colocan más allá de
cualquier odiosa opinión que lo rebaje a la categoría de imitador.
Escuchar a Jose Gonzalez
cantar y tocar la guitarra es un placer insuperable. Consigue
concentrar una atención tan intensa que uno no puede sacarle los
ojos de encima, tanto a él como a su guitarra. Su voz es tan dulce
como profunda y cada arpegio de esa guitarra grave es dueño de una
fragilidad cargada de belleza. Todo es mínimo y delicado, incluso la
percusión sirve apenas para decorar las canciones sin que esta se
transforme nunca en el pulso que las ordena. Momentos como “Time to
send someone away” o “Stay in the shade” conmueven, y el show
se vuelve decididamente exquisito cuando suenan canciones de altísimo
vuelvo como “Cycling trivialities”. El tono y el clima del
concierto es uniforme, y a la gente no le cuesta imbuirse en ese
ambiente de extrema calidez creado por las melodías. La sensibilidad
se contagia, y en una especie de monotonía engañosa, las canciones
se suceden ganando expresividad y elevandonos a un estado de trance
encantador. Incluso entre temas, mientras Jose afina la guitarra (lo
hace rigurosamente antes de cada canción) nos mantenemos como
hipnotizados atentos a esos sonidos que buscan su perfecto
ordenamiento en la escala musical.
“Always” (de Junip),
y el cover de Kilie Minogue “Hand on your heart”, más el final
con “Remain” y “Down the line” provocaron algún tibio
acompañamiento con palmas (muy tenue, a tono con el grupo) y alguna
expresión de admiración, a las que el sueco respondió con una
sonrisa tímida. Después se fue unos minutos, y retornó en seguida
para regalarnos un puñado de canciones extra, entre ellas “Crosses”,
en la cual el “We'll cast some light and you'll be alright”
funciona como mantra. Por último, haciendo uso de su increíble
talento para apropiarse de canciones ajenas, dos covers más: el
“Heartbeats” de The Knife, y un “Teardrop” de Massive Attack
en donde consigue el milagro de que olvidemos por un instante de la
voz de Elizabeth Fraser. Había pasado cerca de una hora y cuarto que
se me había ido volando. Excelente cierre para el fin de semana
musical, en un tono absolutamente opuesto al del sábado, pero con la
misma sensación de saciedad.
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