Otra
vez Movistar nos regalaba una excelente propuesta musical a sus usuarios. A sus
usuarios o a quienes hayan comprado las entradas que sus usuarios usureros
vendieron en algunas esquinas, porque escuché a más de uno contando la manera
en que se habían hecho de los tickets. Y la movida tenía en esta oportunidad
algunas variantes con respecto a las anteriores: mudaron la sede de Puerto
Madero al Planetario, y sumaron un segundo escenario más íntimo. Cuando llegué,
en el principal ya había tocado Junip. Me hubiese encantado ver al trío de Jose
Gonzalez (aunque leí por allí que no viene con los dos integrantes del grupo,
sino con otros diferentes), pero uno labura toda la semana, eso era muy
temprano, iba a ser largo y el Planetario
no queda a la vuelta de casa. Además esta noche lo voy a ver a Jose al Samsung,
por lo que espero que además de los suyo, se cope también con “Black refugee” o
algún otro tema del trío. Lo que sí se
pudo ver por las pantallas fue el mini set de los Onda Vaga en el escenario
íntimo dentro del Planetario. Un show al que no sé si por vi desde afuera y
no llegaba audio del público, si porque la baja calidad de la imagen y sonido, o
si porque mi imaginación tiene una idea equivocada de sus shows, pero la verdad
es que lo juzgué muy frio. Tocaron poco y más que nada se destacaron temas de
su primer disco (“Fuerte y caliente”) como “Te quiero” “ir al baile” y “Me pega
fuerte”.
Después
apareció en escena Carlinhos Brown, ya en el escenario principal. Acá tengo que
confesar que más allá de un par de grupos como Os Paralamas o Titas, más
cercanos al rock, no tengo gran conocimiento de la música brasileña. Claro que
es imposible no tener referencias, por lo que alguna expectativa tenía.
Expectativas que se dieron por superadas largamente. Carlinhos arrancó con un
tema tranqui, con arreglos orquestales, pero en seguida le metió ritmos latinos
con “Carlito Marrón”. Y después de un par de temas medio cruza de funk, samba y
reggae; después de hacer “A Namorada” y algo de Tribalistas (“Carnavália”), arrancó
con una batucada que puso a la gente a mil. Dos percusionistas, un batero muy
parecido al “negro” Astrada y un pianista exquisito (André Magalhaes) fueron sus soportes en una banda de ritmo
infernal. Muchas referencias a la unión espiritual latinoamericana, a sus duros
comienzos y la posibilidad de la música como salvación (fundamental el
documental “El milagro de Candeal” dirigido por Fernando Trueba para comprender
el trabajo social que a partir de la percusión, realiza Carlinhos en la favela)
y permanentes arengas a la gente, invitándola a participar, o acercándose él
por los pasillos que dividían el campo. Emocionó la devoción con la que se
refirió a Nestor Madrid, a quien presentó sobre el escenario como uno de sus
maestros argentinos. Bien amplio el
espectro del show de Carlinhos Brown, porque también hizo algo de lo que fueran
sus experimentos de tecno-batucada con DJ Dero, ritmos afro, mucho carnaval bahiano,
y guardó para el cierre “Beija flor” y una gigante versión de “La bamba” para
dejar a la gente con ganas de más, no
solo a los propios sino también a los extraños. Después de eso, el íntimo show de José
Gonzalez en el escenario 2 resultó un despropósito; como poner una porno al
final de la misa. Descarto que quienes accedieron al Planetario seguro lo
disfrutaron, pero yo aproveché a ir a los baños químicos y a rastrear a los
vendedores clandestinos de cerveza que andaban con sus mochilas entre la gente.
Las pantallas cortaron el audio de Gonzalez y empezaron a compartir los twitts
de la gente, uno de los cuales (“hay mucho olor a porro y a off”) extrajo
carcajadas. Y sí, los mosquitos estaban a full en los lagos de Palermo.
Café
Tacuba me resultaba una curiosidad. No porque no los conozca ni los siga, sino
porque no había tenido jamás la oportunidad de verlos en vivo. Y descollaron,
me pasaron por arriba. Con la ventaja de no tener mucho nuevo para presentar,
porque recién terminan de grabar el disco sucesor de “Sino” (2007), (luego de
los experimentos de Ruben Albarran - aka Sizu Yantra con la música electrónica,
más el repaso por la música latina con el grupo HopPo!), armaron un set repleto
de hits de todas sus épocas y mantuvieron al palo a las cerca de veinte mil personas
que, entre invitados y colados, poblaban el parque circundante del Planetario. Si bien arrancaron tranqui con “El baile y el
salón” (la garganta le jugó una mala pasada a Ruben en su primera entrada,
después canto como los dioses aztecas. Como los dioses aztecas que cantan,
claro), ya con el cover de Leo Dan, “Como te extraño mi amor”, consiguieron que
la gente siga las canciones de memoria. “Las flores” y “La ingrata” continuaron
en esa tónica, en un arranque para el que eligieron sus canciones más viejas. Al lado mío cuatro chicas mexicanas (había
muchos mexicanos, por cierto) aullaban como si sobre el escenario estuviera
David Bisbal o algún otro sex simbol adolescente. Incomprensible e
insoportable. Porque nos arruinaban la escucha a los que estábamos cerca y
porque, que yo sepa, sobre el escenario no había ningún sex simbol. Bah! Uno
nunca sabe. Sobre sex simbols no hay nada escrito, decía una vieja y se
masturbaba con un poster de Jairo Patiño. Pero la gente les fue haciendo un
vacío, y yo abandoné mi lugar relativamente privilegiado por la elevación, para
así controlar mis incipientes instintos asesinos.
Hasta
ahí era un show entretenido y fiestero, pero cuando arrancaron con “Cero y uno”,
la cosa cobró un vuelo inusitado. Cuando Café Tacuba adopta formas más modernas
e incorpora sonidos del pop menos conformista, son una banda del carajo. Del
carajo en serio. Cualquiera que anoche haya escuchado como sonaron el funky “El
ciclón”, “La locomotora”, o el cover de los españoles Ole Ole, “No controles” , sabe
perfectamente de qué estoy hablando. Y
el momento mágico fue con otro cover, “Déjate caer” de Los Tres, canción de la que se han apropiado
y convertido en un hit en toda Latinoamérica. A partir de allí las canciones se
mezclaron con varias alocuciones de Ruben Albarrán: primero reivindicando el
movimiento de estudiantes chilenos y su réplica en Mexico con el movimiento 132
(había banderas). Después saludando a unos chicos que estaban en la entrada del
predio y que formaban parte de un movimiento que promueve el vegetarianismo. Aunque
no sé cuánto les habrá alegrado a estos chicos que Ruben haya dicho algo como “al
menos cuando coman un bife, guarden un pensamiento para el animalito” (????).
Por último habló contra las corporaciones multinacionales, como si
Movistar y Samsung (auspiciantes del evento de anoche) fueran ONGs ambientalistas. Supongo
que como hay quien con diez Padre Nuestros lava sus culpas de la semana, hay
músicos que en un par de arengas pretenden resolver sus propios cuestionamientos
entre el espíritu libre de su arte y el sistema capitalista que les da de comer. La gente lo
aplaudió, y le sacó fotos con sus Iphones, sus Backberrys y sus cámaras Sony, todo a tono con la contradicción.
El breve show cerró con “La chica banda” con un ovacionado Gustavo
Santaolalla sobre el escenario.
El
show fue breve porque los bises fueron, por su duración, una especie de segunda parte. Ahí entraron más
suaves, con un adelanto del próximo disco llamado “De este lado del camino” y
que es un temazo que abre las mejores expectativas para con el trabajo. “El espacio”, de su disco debut, fue otro
momento de alto vuelo, y entonces llegó el turno de Emmanuel del Real y “Eres”;
un lujo. Volvió Ruben hicieron un par de temas más y el tramo “The bends” (???)
cerró con la bellísima “Mediodía”. Con “Esa noche” volvieron a poner a toda la
gente a cantar, y “El puñal y el corazón” los despidió mexicanísimos. Pero
había más. Y así como en los cruces entre mexicanos y argentinos en Las Vegas,
Maidana y “maravilla” Martinez dieron por tierra con los aztecas, en el encuentro musical
de Buenos Aires fueron los mexicanos los que nos dejaron knock out con una
versión de “Juegos de seducción” que la rompió.
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