El viernes feriado era tan
feriado que parecía sábado. Y el fin de semana largo guardaba para ese viernes
que era sábado dos propuestas con sello uruguayo. En GEBA, No Te Va Gustar
despedía su gran año con un concierto masivo, y en el Samsung, con menos
pretensiones de concurrencia, pero con las mismas ganas de mostrar de este lado
del río el orgullo por un disco que guarda en su espíritu el sello del aire, el
fuego y la música rioplatense, El Club de Tobi y su original propuesta. Y yo me
decidí por la segunda. Principalmente porque a pesar de escucharlos mucho, no
había tenido oportunidad de verlos en vivo, pero también por rescatar el placer
que produce escuchar música en un clima de intimidad. El cuarteto de cuerdas
uruguayo integrado por Bruno Masci en cello, Fernado Luzardo en viola, y Mario
Gulla y Fernando Rosa en violines (más Paolo Buscaglia en percusión) ha
adoptado una formación típica de cámara para abocarse a composiciones populares,
rescatándolas en sus melodías, revalorizando desde lo sonoro la belleza de lo
simple y devolviéndolas a nuestros oídos renovadas, revitalizadas y originales.
Presentando un disco (“Tobismo” – 2010) que a pesar de haber sido grabado en el
país, en la provincia de San Luis más específicamente, recién ahora tiene su
edición local.
Los uruguayos abrieron el concierto con dedicatoria especial al rock
argentino de los ’80. Primero con “Vencedores vencidos”, después “Mañana en el
Abasto”. Y desde ese comienzo quedan claro dos maneras diferentes de encarar
las versiones. En la primera la cita es literal, reproduce arreglos originales
adoptando el sonido propio del grupo, mientras que en el tema de Sumo, se
expanden más allá de la melodía y aportan sus propios tintes. La percusión es mínima, por momentos apenas
el golpeteo de los palillos escobilla sobre una tabla, pero alcanza para
acompañar a las cuerdas y agregarle fuerza a las interpretaciones. Después aparecieron temas propios, como “Vida
faz vida” o “Arde puch”, en la cual Bruno abandona el arco y con los dedos
sobre las cuerdas le da al cello el lugar de contrabajo. Son los dos violinistas los encargados de
entablar diálogos con la gente, sosteniendo con chistes y juegos con los
nombres de las canciones, un clima ameno que provoca sonrisas cómplices en el
público. Y el concierto avanza en ese clima llevadero, mientras El Club de Tobi salta desde “Funkciona”, el primer tema de su primer disco (“Anselmo” – 2003)
hasta “Libre”, de su último trabajo.
En “Milonga japonesa”, otra canción de “Tobismo”, por
momentos el cuarteto adquiere una impronta piazzoleana que hace honor a una
sala que supo ser Michelangelo, el recinto preferido del gran Astor, y a la que le llegó a dedicar un tango. Es más,
habiendo visto la noche anterior “Midnight in Paris”, bien podría haber
imaginado al bandoneonista escondido en alguno de los rincones del Samsung
aprobando a los músicos con una sonrisa. Cuando interpretan “Cheques” de Spinetta queda
bien en claro el por qué un cuarteto de cuerdas tiene llegada y se mueve con
comodidad entre el público rockero: no
solo es una cuestión de repertorio, sino de la actitud arriba del escenario.
Entonces resulta imposible no seguir el ritmo de cada canción, olvidándose de
la letra de la versión original. Y ese tal vez sea el mayor mérito de El Club
de Tobi: que temas cuyas letras uno sabe de memoria y que no son de tono
inocente ni mucho menos, sean olvidadas por un momento, o queden relegadas al
segundo plano, para que sea la melodía la que tome preponderancia y la que exhiba
todas sus virtudes de manera límpida, absolutamente despojada de palabras.
El mejor momento a mi gusto se da con “Albañil”, un tema de
Jorge Lazaroff. Al final, Mario Gulla le pregunta al público si alguien
descubrió la intertextualidad presente en la versión, y alguien responde
certero: “Construcción” de Chico Buarque. Y en ese juego de adivina adivinador,
está otro de los encantos de estar frente a El Club de Tobi. Cada canción tiene
idas y vueltas que revelan citas a otras canciones, algunas breves y ocultas,
otras más elocuentes, pero siempre significa un desafío para afinar el oído y
la memoria. En “Luna al revés” hay lugar
para el lucimiento solista del cello, y “De mí” es otro de los ejemplos en los
cuales la letra confesional del original, pasa a segundo plano a favor de la
melodía. “Sabadaba” es puro candombe y
fue seguido del momento Marley de la noche, con “Jamming” y la cita al “Get up,
stand up” de Tosh, más el lucimiento de Fernando Luzardo en la viola.
El final con “Post crucifixión” (así es el original muchachos,
en el disco lo pusieron con doble c) demostró que las cuerdas pueden adquirir
la misma potencia que las guitarras amplificadas, y el propio “Fuck you”, con
jugueteo made in Vivaldi incluido, marcó el final del show. Hubo tiempo para
bis y estuvo a cargo otro vez de Los Redondos: “La bestia pop” mixturada con “Sweet
dreams” y una interminable cantidad de citas que ellos mismos serían incapaces
de detallar, porque cada uno de los músicos recorre sus propios caminos y
caprichos.
Salí encantado del Samsung y me fui a encontrar con mi hija
a la salida del show de No Te Va Gustar. Y ya arriba del 64, comprobé una vez
más qué bien se llevan ese disco enorme que es “Un día normal en el maravilloso mundo de Ariel Minimal”
y Buenos Aires. Pensando en otro sábado de fiesta popular y orgullo peronista, resultó
la mejor manera de ir poniéndome a tono.
1 comentario:
Lo que me perdí, lastimas sera para otra ocasión.
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