Entre la abundancia y
superposición de ofertas musicales en Buenos Aires, que un duo folk
indie como Kings of Convenience, sin ningún tipo de difusión
radial, haya conseguido dos Trastiendas sold out, es todo un mérito.
Para ellos obviamente, pero también para una ciudad que demuestra
tener púbico para todo, y que mas allá de las figuras masivas
guarda especial atención (y dinero) a propuestas alternativas. Y más
aún, si estos dos pibes llegan desde Noruega, un país al que la
tradición musical pop solo guarda una página importante para los
ochentosos A-ha (a no ser que alguien quiera contar a Lene
Nystrøm, aquella cantante de Acqua que nos torturara el verano del
'98 con “Barbie girl”). Ayer era la segunda presentación del
grupo en San Telmo y las repercusiones de la primera noche hicieron
que vaya con la mejor predisposición. Lamentablemente uno no vive de
ir a recitales, así que no pude llegar temprano para ver todo el set
de Rosal, que hacían de teloneros. Pero al menos me recibieron con
un “sos un bombón” que levantó mi autoestima de martes laboral,
y me dí el gusto de escuchar a Jimena Lopez Chaplin haciendo coros
en “La reina de la noche” (busquen “Ojos de plástico”, el
disco de Jimena, háganme caso).
El
gran desafío para contarles el show de Kings of Convenience es
develar como es posible que dos muchachos apocados y tímidos que
suben al escenario cantando sobre chicos inconformes que grafitean
las paredes para calmar su desolación (My ship isn't pretty)
terminen la noche saltando sobre el escenario y poniendo a todo el
mundo a bailar. Y para intentar explicarlo no hay mejor fórmula que
recurrir a las canciones de Kings of Convenience. A la la sutileza de
los arreglos para arropar las melodías, a la delicadeza y el buen
gusto de Erlend Øye en cada intervención de guitarra, a la voz
suave, susurrante a veces, pero seductora siempre de Eirik Glambek
Bøe. A la nueva demostración de que lo simple puede ser bello y
emotivo. A las armonías vocales que dejan en claro que la referencia
a Simon & Garfunkel es mucho más que un tag caprichoso. Y con
todos esos elementos los Kings of Convenience van estructurando un
concierto que pasa de la calidez intimista a una especie de fogón,
alternativo y nada hippie, con la gente coreando las melodías y
chasqueando los dedos según la indicación de los músicos.
Los
noruegos editaron su último trabajo en 2009, con lo cual no los
ataba ninguna urgencia por presentar nuevas composiciones, y eso les
permitió hacer un recorrido parejo por su carrera. De “Declaration
of dependence” tocaron “24-25”, “Peacetime resistence”, “Me
in you”, y “Mrs.Cold”, un acercamiento a la bossa nova que
envidiaría el más avezado de los tropicalistas. Pero también hubo
lugar para retroceder en su carrera y dedicar tiempo a perlas como
“Misread”, “Know how” (en cuya versión original participaba
Feist), “Failure” o la irresistible “Toxic girl”. Es Eirik el
que generalmente lleva la primera voz y deja la partes de primera
guitarra a cargo de Erlend, quien se ocupa desde su instrumento de
reproducir los arreglos que en las grabaciones originales incluyen
mayor instrumentación, especialmente las partes de violines que
obran como riffs en muchas canciones. Pero a veces invierten los
roles, y el resultado es igual de convincente. A medida que el show
avanza los noruegos se vuelven más locuaces y van convocando a la
gente a participar, o mejor dicho, ordenan a la gente en sus ganas de
participar. Les marcan el ritmo de los aplausos, se los hacen cambiar
por chasquidos cuando corresponden, o reparten los sectores del
público encargándoles a cada uno una parte diferente en los coros.
Hacia
el final, los noruegos llamaron al escenario a los músicos que
acompañan a María Ezquiaga en Rosal para hacerlos partícipes de un
cierre festivo con “Boat behind” (imposible no seguir coreando
las partes de guitarra a cargo esta vez de Ezequiel Kronenberg
supliendo a los violines ausentes). La despedida del escenario fue
con el primer hit de la banda “I'd rather dance with you”.
Prefiero bailar con usted a conversar con usted, pedazo de estribillo
para pasarse la noche embobado repitiéndolo mil veces y más. Y por
supuesto, con semejante nivel de aceptación y participación, iba a
haber bises. Primero fue con “Homesick” y Erlend Øye imitando
con increíble fidelidad el sonido del saxo con su boca. Después
“Little kids” por dulpicado, porque primero fue frustrada por un
micrófono rebelde que desconectó la guitarra de Eirik, y de postre
se dispararon unas programaciones para una versión de “Rule my
world” acorde con la remixada. Euforia absoluta y baile extasiado
fue lo que se vivió arriba y abajo del escenario. “Only someone
who's morally superior can possibly and honestly deserve to rule my
world” ja! Tomá, y te lo digo poniendo a todos a bailar, parecen
decir los Kings of Convenience, que a esa altura no se parecen en
nada a los dos guitarristas sosegados que empezaron la noche en tono
íntimo y apacible.
Una
perla para el final. El lunes, luego de la primera función, la gente
de los locales Louder Than Motion esperó a Erlen y a Eirik a la
salida para pedirles un autógrafo en el ukele. La cosa terminó con
todos juntos en la calle cantando “Time to say goodbye” y según
me cuentan anoche pasó algo parecido. Al próximo que me diga que
los nórdicos son frios, lo mando de picnic a la isla de Utoeya.
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