miércoles, 7 de diciembre de 2011

Kings of Convenience en La Trastienda


Entre la abundancia y superposición de ofertas musicales en Buenos Aires, que un duo folk indie como Kings of Convenience, sin ningún tipo de difusión radial, haya conseguido dos Trastiendas sold out, es todo un mérito. Para ellos obviamente, pero también para una ciudad que demuestra tener púbico para todo, y que mas allá de las figuras masivas guarda especial atención (y dinero) a propuestas alternativas. Y más aún, si estos dos pibes llegan desde Noruega, un país al que la tradición musical pop solo guarda una página importante para los ochentosos A-ha (a no ser que alguien quiera contar a Lene Nystrøm, aquella cantante de Acqua que nos torturara el verano del '98 con “Barbie girl”). Ayer era la segunda presentación del grupo en San Telmo y las repercusiones de la primera noche hicieron que vaya con la mejor predisposición. Lamentablemente uno no vive de ir a recitales, así que no pude llegar temprano para ver todo el set de Rosal, que hacían de teloneros. Pero al menos me recibieron con un “sos un bombón” que levantó mi autoestima de martes laboral, y me dí el gusto de escuchar a Jimena Lopez Chaplin haciendo coros en “La reina de la noche” (busquen “Ojos de plástico”, el disco de Jimena, háganme caso).
El gran desafío para contarles el show de Kings of Convenience es develar como es posible que dos muchachos apocados y tímidos que suben al escenario cantando sobre chicos inconformes que grafitean las paredes para calmar su desolación (My ship isn't pretty) terminen la noche saltando sobre el escenario y poniendo a todo el mundo a bailar. Y para intentar explicarlo no hay mejor fórmula que recurrir a las canciones de Kings of Convenience. A la la sutileza de los arreglos para arropar las melodías, a la delicadeza y el buen gusto de Erlend Øye en cada intervención de guitarra, a la voz suave, susurrante a veces, pero seductora siempre de Eirik Glambek Bøe. A la nueva demostración de que lo simple puede ser bello y emotivo. A las armonías vocales que dejan en claro que la referencia a Simon & Garfunkel es mucho más que un tag caprichoso. Y con todos esos elementos los Kings of Convenience van estructurando un concierto que pasa de la calidez intimista a una especie de fogón, alternativo y nada hippie, con la gente coreando las melodías y chasqueando los dedos según la indicación de los músicos.
Los noruegos editaron su último trabajo en 2009, con lo cual no los ataba ninguna urgencia por presentar nuevas composiciones, y eso les permitió hacer un recorrido parejo por su carrera. De “Declaration of dependence” tocaron “24-25”, “Peacetime resistence”, “Me in you”, y “Mrs.Cold”, un acercamiento a la bossa nova que envidiaría el más avezado de los tropicalistas. Pero también hubo lugar para retroceder en su carrera y dedicar tiempo a perlas como “Misread”, “Know how” (en cuya versión original participaba Feist), “Failure” o la irresistible “Toxic girl”. Es Eirik el que generalmente lleva la primera voz y deja la partes de primera guitarra a cargo de Erlend, quien se ocupa desde su instrumento de reproducir los arreglos que en las grabaciones originales incluyen mayor instrumentación, especialmente las partes de violines que obran como riffs en muchas canciones. Pero a veces invierten los roles, y el resultado es igual de convincente. A medida que el show avanza los noruegos se vuelven más locuaces y van convocando a la gente a participar, o mejor dicho, ordenan a la gente en sus ganas de participar. Les marcan el ritmo de los aplausos, se los hacen cambiar por chasquidos cuando corresponden, o reparten los sectores del público encargándoles a cada uno una parte diferente en los coros.
Hacia el final, los noruegos llamaron al escenario a los músicos que acompañan a María Ezquiaga en Rosal para hacerlos partícipes de un cierre festivo con “Boat behind” (imposible no seguir coreando las partes de guitarra a cargo esta vez de Ezequiel Kronenberg supliendo a los violines ausentes). La despedida del escenario fue con el primer hit de la banda “I'd rather dance with you”. Prefiero bailar con usted a conversar con usted, pedazo de estribillo para pasarse la noche embobado repitiéndolo mil veces y más. Y por supuesto, con semejante nivel de aceptación y participación, iba a haber bises. Primero fue con “Homesick” y Erlend Øye imitando con increíble fidelidad el sonido del saxo con su boca. Después “Little kids” por dulpicado, porque primero fue frustrada por un micrófono rebelde que desconectó la guitarra de Eirik, y de postre se dispararon unas programaciones para una versión de “Rule my world” acorde con la remixada. Euforia absoluta y baile extasiado fue lo que se vivió arriba y abajo del escenario. “Only someone who's morally superior can possibly and honestly deserve to rule my world” ja! Tomá, y te lo digo poniendo a todos a bailar, parecen decir los Kings of Convenience, que a esa altura no se parecen en nada a los dos guitarristas sosegados que empezaron la noche en tono íntimo y apacible.
Una perla para el final. El lunes, luego de la primera función, la gente de los locales Louder Than Motion esperó a Erlen y a Eirik a la salida para pedirles un autógrafo en el ukele. La cosa terminó con todos juntos en la calle cantando “Time to say goodbye” y según me cuentan anoche pasó algo parecido. Al próximo que me diga que los nórdicos son frios, lo mando de picnic a la isla de Utoeya.

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