Hace unos meses, cuando
los habitantes de la ciudad de Buenos Aires decidieron reelegir al
Ingeniero Macri como Jefe de Gobierno, Fito Paez dijo que sintió
asco. Más allá del revuelo que se armó en su momento por la
expresión de Fito, supongo que aquello tuvo mucho que ver con la
impotencia de no poder modificar las cosas como uno desea o cree
conveniente. Y tengo que decir que anoche cuando vi la cantidad de
butacas vacías en el Coliseo en donde tocaba Roger McGuinn, sentí
algo de aquella impotencia del rosarino. Y acá no hay excusa de
precios, y la superstición por el martes 13 no cuenta como
justificativo. No es que fueran económicas las entradas, sino porque
otros artistas de menor talla y con precios más altos han llenado
recintos incluso más amplios. En tiempos en donde las ganas de
reinterpretar la historia argentina parece haber encontrado apoyo
estatal, no estaría mal una especie de instituo de revisionismo
rockero urgente. Hay fuentes imposibles de ignorar, y corremos el
riesgo de permitir que germine una generación de chicos que crean
que el rock empezó con los Artic Monkeys.
Dicho esto, tengo que
confesar que los lugares vacíos me dieron la oportunidad de bajar un
par de pisos y aprovechar la desidia del resto de los rockers
porteños ausentes, porque en mi caso, la original ubicación elevada
y lejana en el teatro, sí tenía que ver con los precios y la
exagerada inversión en recitales de este año. Pero era imperdible,
y si a alguien le quedaban dudas de esto, cuando Roger McGuinn entró
con su Rickenbaker blanquinegra de doce cuerdas cantando “My back
pages”, las dudas se le terminaron por esfumar. Vestido
completamente de negro, con un sombrero que apenas permitía ver sus
ojos y en un escenario dueño de una escenografía mínima, Roger
camina pausado, toma asiento, cambia la Rickenbacker por la acústica,
nos habla de Dennis Hopper, las motos, el destino, y se larga con
“Ballad of easy rider”. “Take me from this road, to some other
town” , ese será el lema del concierto. Un recorrido por la vida
de un tipo que de solo pensar que influyó a los Beatles, que inspiró
“afanosamente” a Harrison, que tocó con David Crosby, Gene
Clark, Gram Parsons, Tom Petty y Bob Dylan, entre otros, y que además
es uno de los responsables del Dylan de Newport y por lo tanto de
toda la música pop y rock tal cual la conocimos luego, produce
escalofríos. Basta escucharlo tocar la guitarra para preguntarse,
por ejemplo, qué hubiese sido de la vida de gente como Peter Buck,
sí McGuinn no hubiera existido. Y que además de todo eso, muestra
la capacidad intacta para emocionar con gemas como “Mr. Spaceman”
, “You ain't going nowhere”, y tomarse tiempo de homenajear a
Woody Guthrie con “Pretty boy floyd”.
McGuinn toca sentado,
delante de una mesa de bar flanqueada apenas por unos arbustos. A su
lado dos guitarras acústicas y la nombrada Rickenbacker esperan
pacientes su turno de ser elegidas para cada canción. Roger no
escatima en anécdotas para cada tema, por eso cosecha sonrisas
cuando recuerda la dedicatoria que junto a Gram Parsons le hicieran al
DJ británico Ralph Emery, antes de tocar “Drug store truck drivin'
man”; o aplausos cuando nombra a Tom Petty para la estremecedora
“King of the hill”. La primera parte del show la cerró con la
propia “Russian hill”, el clásico de los Byrds “5th
dimension”, “Parade of lost dreams” (compuesta junto a su mujer
Camilla) y otra vez los Byrds y “Chimes of freedom”.
Luego del intervalo,
anunciado de cinco minutos pero que se prolongó un poco más, Roger
repitió el molde para iniciar la segunda parte del concierto: entró
con la guitarra eléctrica colgada, y de pie cantó “Lover on the
Bayou”. Después vuelta a sentarse y el turno de “Chestnut mare”,
“Just a season” y “Jolly Roger”. Roger McGuinn resulta un
iman. Sentado delante de la mesita de bar, relatando historias y
cantando sus canciones, parece un viajero que ha hecho un alto en el
camino y necesita despojarse de sus vivencias. Un auténtico juglar
que además marca el ritmo de las canciones haciendo repiquetear sus
botas sobre el piso del escenario. Pasa “You showed me” y empieza
a cantar “Mr. Tambourine man” con la acústica, a la que de
inmediato cambia por la eléctrica (David Crosby dice “no, así no
la van a pasar en ninguna radio” rememorando el momento que dio
origen al arreglo original). Dije ayer al terminar el concierto y
repito ahora: vi en vivo a Roger McGuinn cantando "Mr.
Tambourine man". Un día de estos la burocracia celestial se va
poner al día, van a ver cuántos sueños llevo cumplidos y me van a
mandar los Falcon verdes de Dios a buscarme por abuso. Pero aún
faltaba más. El lucimiento en la guitarra para “Eight miles high”
y las citas a John Coltrane y Ravi Shankar, que se vio interrumpida por la ruptura de una cuerda. Pero Roger reaccionó rápidamente
cambiando de guitarra, y terminó el concierto otra vez de pie, con
“Turn, turn, turn”.
Durante el breve
segundo intervalo, los asistentes acomodaron un teclado sobre el
escenario para confirmar lo que era un secreto a voces: Charly Garcia
iba a subir a tocar con Roger. Y el riff de “I'll feel a whole lot
better” que empezó a escucharse mientras lo músicos se acomodaban
en sus lugares dio inicio a esa reunión cumbre. Tengo que decir que
el Charly que subió ayer al Coliseo distaba mucho del impecable de
los shows del Rex, pero hay algo que es cierto: anoche Flopa Lestani, a quien
le envidié una foto con Roger en el muro de su facebook, comentaba
que Charly estaba emocionado como una quinceañera, y que eso habla
bien de él. Más que certera la apreciación. Había en la mirada de
García un gesto de admiración que conmovía. Gesto para con un tipo
dueño de una matriz a la hora de hacer canciones que ha marcado un
rumbo que García conoce de memoria, y el resultado entonces tiene
más valor emotivo y testimonial que otra cosa, porque desde lo
musical, el encuentro no resultó todo lo feliz que a mí me hubiera
gustado. Intercambiaron estrofas en inglés y español, pero nunca
terminaron de ensamblar. La fragilidad de Charly quedó expuesta ante
la emoción, pero de todas maneras se quedó, sin cantar y junto a Fernando Kabusacki en guitarra acústica, para
compartir dos temas más: “So you want to be a rock'n roll star”
y el “Knockin' on heavens door” con el que cerraron el
concierto. Quedó, por insistencia del público y propio placer de
Roger un extra con el tradicional “May the road rise to meet you”.
Afuera, el hall del teatro convocaba a charlas y comentarios como
pocas veces. Todos, absolutamente todos los que estuvimos anoche en
el Coliseo, sabíamos perfectamente frente a qué tipo de procer
habíamos estado. Pero que del revisionismo rockero se encargue otro,
a mí déjenme con las emociones.
1 comentario:
Muy buena reseña! Yo también estuve entre los afortunados que vieron el show. Y los que no fueron, se lo perdieron, porque despues de esto no creo que lo vuelvan a traer nunca mas, lamentablemente...
Tengo un blog de moda, y a mi manera, también comenté el reci (pero ya te digo, mi blog es de moda ;)
http://indicaboutique.blogspot.com/2011/12/lo-prometido-mi-look-del-show-de-roger.html
Un beso, Hernán!
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