Demasiados shows internacionales me habían hecho olvidar estas auténticas celebraciones que son lo conciertos masivos de las bandas de rock nacional (rioplatense en este caso). Fogones gigantes en donde la gente canta a viva voz cada una de las canciones. En donde no es necesaria ninguna arenga porque cada gesto que provenga desde el escenario será interpretado y respondido al instante por un público que va a dejar sangre, sudor y lágrimas a cada concierto. Comunión absoluta, entrega total en una noche que en medio de los saltos y las voces resulta una reafirmación de identidad que lleva a que uno se atreva a creer que el norte no estuvo arriba y que, como en la canción, fue todo sur. Por lo menos ayer. O, citando el nombre del último trabajo de la banda uruguaya No Te Va Gustar, por lo menos hoy. Y el Viernes y el Lunes también, fecha en la que cierren una histórica zaga de shows en el Luna Park que va a haber convocado a unos 50000 personas marcando un record para la banda, y consolidando un crecimiento ininterrumpido desde que aquel odio despechado hecho canción que es “Al vacío” empezara a sonar por las radios de este lado del Rio de la Plata.
Una poco habitual apertura tuvo la noche, porque estuvo a cargo del grupo español Vetusta Morla, que anda por estos días en Buenos Aires y que con su pop melódico animó la previa. Fueron bien recibidos a pesar de un estilo nada congruente con el de NTVG, apelaron a sus temas más guitarreros del disco “Un día en el mundo” (2008) y hasta anticiparon una nueva canción de un nuevo e inminente trabajo.
Antes de subir al escenario, la banda mostró en las pantallas un “making off” de la grabación de “Por lo menos hoy”, el disco a presentar. Y eso no es casual. Por un lado porque se trata de una costumbre repetida en la banda, pero además porque es crucial observar el clima que rodea a la grabación para comprender de dónde surge la frescura plasmada en el disco y la fraternidad que se nota cuando los músicos suben al escenario. Se aprecian las sonrisas al grabar cada instrumento, la manera en que las canciones van tomando forma, la atención de los músicos frente al televisor y el estallido con el gol de Forlán a Ghana (el disco se grabó durante el Mundial 2010) y al mismísimo “loco” Abreu metiendo coros. Y después sí a abrir el show, con dos platos fuertes: “Con el viento”, del disco a presentar, y “Fuera de control” un clásico reservado generalmente para liberar las últimas energías al final de sus recitales y que esta vez sirve como puntapié inicial para desatar el primer pogo. Y le siguen “Chau” una manera sutil de despecho a un viejo amor que pretende regresar, sutil al menos al lado de los deseos de saltos al vacío y culpas eternas de “Al vacío”, canción que la prosiguió en la lista.
La escenografía constaba de una imagen gigante del bote dibujado a lápiz que es la tapa del disco, y un par de pantallas de leds, que apenas aportaban dibujos geométricos de colores. La consigna es simple: solo canciones. Y al principio de la crónica hablé de fiesta. Y cuando uno participó de una fiesta sabe que la mejor manera de contar lo que vivió es revivir anécdotas. Como que anoche se grababa un DVD y los músicos pidieron a la gente evitar los silbatos difíciles de ocultar en la mezcla. Pero las anécdotas en este caso, mas que nada son las canciones. La bella melodía de “Los indiferentes”; el gran solo de Pablo Coniberti en “Arde”; la recuperación de “Tirano”, esta vez sin Ruben Rada en los coros, y que se resignifica con la derogación de la Ley de Caducidad ocurrida en los días previos en Uruguay. La voz y la imagen de Eduardo Galeano hablando del “miedo de los hombres a las mujeres sin miedo” que preanuncia “Nunca más a mi lado”, la canción en la que No Te Va Gustar saludablemente se sumerge en la problemática de la violencia de género, tema poco abordado por las bandas de rock. Sobre una bella melodía, la letra evita caer en golpes bajos, aunque en esa intención cae en algunos lugares comunes. Es primer tramo del concierto se cierra con “El oficial”, otra canción de “Todo es tan inflamable” que relata el fusilamiento de tres amigos durante los días revueltos de Diciembre de 2001. Buen ejercicio de memoria en estos días en que los lobos asesinos de aquellos días se visten de corderos para sonreír desde los afiches de campaña.
La segunda parte del concierto arrancó con Emiliano Brancciari sentado y la banda en una versión semi acústica. Allí devolvieron a su repertorio a “De nada sirve”, una de esas canciones que incluyen una decena de frases que pueblan las remeras y los cuadernos de los fans adolescentes, que se encuentran representados en citas como “no sé entregarte la vida, tampoco vivir sin vos”. Después “Memoria del olvido” del último disco y el rescate de la hermosa zamba de “Aunque cueste ver el sol” (2004), “Ni uno suelto” y que representa la variedad de estilos que abordan las canciones de NTVG. Ska, reggae, rock, y por supuesto candombre y murga. Y seguido llega “Clara”, el punto de mayor emotividad de la noche, con Condor Sbarbati y Dany Suarez (en pijama, anticipando el regreso de Bersuit) aportando en los coros de indeleble matriz montevideana. Y después, con los dos invitados aún sobre el escenario y Emiliano recuperando la guitarra eléctrica, “Verte reir”. A la lista de invitados se sumó Juanchi Baleiron, productor del disco, que aportó en dos temas nuevos: el poderoso “Tu defecto es el mío” y el reggae “Volar” en donde la guitarra se Juanchi se sintió a sus anchas y despuntó un gran momento desde lo musical.
Desde que sonó el riff pegadizo de “Pensar”, hasta el final fue una sucesión imparable de hits con una respuesta de absoluta entrega por parte de la gente que hizo palpitar al cemento del Luna Park La chacarera “Mucho más feliz” cosechó las palmas de todos, y “Cero a la izquierda” ( con “Mosca” de Los Auténticos Decadentes) ganó por demolición. Después “Te voy a llevar” con la ya clásica cita al “Todo un palo” de Los Redondos. Y las pantallas abandonan por primera vez su postura abstracta para recordar innecesariamente la letra de “Ya no hay dolor”, porque la gente la canta de memoria, sin reparar en que el “pero me di cuenta que pudo seor peor, que no fue para tanto” se contradice con el “que podría ser peor, eso no me arregla a mí” que coreaban minutos atrás. Y el final fue con un tema de su primer álbum “Solo de noche” (1999), “No era cierto”. “Pensé que estaba solo y no era cierto, si tengo con quién quedarme a festejar” canta Emiliano mientras una apoteosis de revoleo de remeras en el estadio no es más que confirmarlo. Quedaron como bises, y para completar las más de dos horas y media de show, el bailable “El camino” y regreso al disco debut con “Nada para ver” y la gente revoleando remeras y coreando el “no, no, no, no, no te va gustar” sobre el riff de vientos en un tema reggae que en vivo deviene es un ska de desbordante energía.
No veía a No Te Va Gustar desde la presentación de “Todo es tan inflamable” y tengo que decir que el crecimiento en popularidad ha ido de la mano de una enorme madurez como banda. Suenan compactos, Emiliano canta mucho mejor, el creciente éxito no los estancó en la búsqueda de nuevas vetas rítmicas y melódicas para sumar a su ya de por sí variada oferta. Si alguno le sobra tiempo y nos pesos, le quedan dos fechas más para verlos. No se van a arrepentir.
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