A veces sucede que en el
fin de semana se juntan un montón de cosas. En este en particular,
en términos musicales, tenía todo cubierto. Sold Out. El sábado
los veinte años de Catupecu Machu en el Luna Park. Y ayer, el
regreso de Spiritualized en el Teatro Vorterix. Quienes estuvimos en
Octubre de 2008 en La Trastienda, guardamos en la memoria a aquella
noche de Jason Pierce como una función inolvidable. Y si bien aquel
show incluyó bises, yo me quedé con la explosión de electricidad y
psicodelia de “Take me to the other side”, como última imagen.
Así que pensar este regreso de Spiritualized en una versión
acústica, casi que resultaba la contracara perfecta y complementaria
de aquella noche.
El formato acústico no
es caprichoso y tiene un motivo: Jason Pierce y su salud. En aquella
primera visita llegaba cantándole a las salas de “ambulaces and
emergency” luego de la internación, con dos paros cardíacos
incluidos, a causa de sus pulmones. Y una dolencia hepática crónica
fue lo que llevó a Jason a pensar que jamás podría volver a estar
parado sobre un escenario y a cranear esta versión desenchufada de
Spiritualized.
Con el Vorterix
expectante, muy concurrido (no a reventar como otros conciertos a los
que fui a ese teatro) el concierto tuvo un arranque fallido. O un “no
arranque” como diría un tristemente célebre personaje. Las luces
se apagaron, por debajo del telón se vieron algunas pies que
caminaban, y de pronto volvieron las luces y la música del DJ. Diez
minutos después sí largó el show, casi en paralelo con los SMS que
me informaban de los goles de Teo y Carlitos Sanchez, situación que
me dispuso aún mejor para el cocierto que se venía.
Abrieron el show con
“Sitting on fire” y enseguida le pegaron “Lord let it rain on
me”. Jason Pierce sentado con una acústica del lado derecho del
escenario, sus lentes oscuros de siempre, y un atril delante suyo.
Del otro lado un piano Rhodes, y en el fondo un coro de cuatro voces
femeninas más un cuarteto de cuerdas. Tenues luces azules eran el
complemento perfecto para ambientar el show. Íntimo, cálido,
confesional. Es probable que estas palabras resulten repetidas, pero
no hay mejores. Delicado por donde se lo mire. “True love will find
you in the end”, esa belleza de Daniel Johnston que Pierce nos
regaló anoche, casi que podría sonar eternamente en ese clima.
Fiel a su costumbre, no
hubo más que silencios y afinaciones entre tema y tema. Jason Pierce
parecía tan absorto como el público. Apenas unos tibios aplausos se
sumaron para el coro de “Soul on fire”, pero nadie se animó a
quebrar el clima. Y en la continuidad de canciones, esta versión
reducida de Spiritualized citó a Spacemen3 con “Walking with
Jesus” y cada canción funcionó como una caricia. “Feel so sad”,
“Stop your crying”, “Anthing more”...el concierto resultó
una sucesión de plegarias y gratitudes, dichas y tristezas,
súplicas, amores y desamores. Todo ambientado por el extraordinario
estado de la garganta de Pierce, un piano sugestivo, cuerdas
deliciosas y un coro de impronta gospel que reforzó el feeling en
cada canción.
Si se trataba de
graficar con música el estado en que nos encontrábamos en el
teatro, tal vez “Ladies and gentelmen we are floating in space”
podría ser la expresión más precisa, y cuando hacia el final se
cita al “(I can't help) falling in love with you”, la reacción
de todos es tan conmovedora, que hasta el abstraído Pierce dedicó
un saludo. Y todo era dejarse llevar y conmoverse. Abrazos y
caricias. El lamento de la armónica en “Broken heart” estremece.
Y el final con “Lord can you hear me” resume a la perfección la
impronta del concierto. Porque a pesar de que el tema fue publicado
en el '89, parece compuesto pensando para ese formato que gozamos
anoche, en el cual el coro se lució como nunca.
Había más y la prueba
fue que ni el coro ni el cuarteto de cuerdas se movieron de su sitio.
Y entre tantas otras cosas que rondan el mundo Spiritualized, había
un disco nuevo. O un último disco, mejor dicho, porque “Sweet
heart, sweet light” data ya de 2012. Y es un gran disco, por muchas
motivos, pero principalmente porque Jason Pierce nunca hace discos
malos. Y entonces con “Too late” dio comienzo el tramo definitivo
del show. “Love always shows when theres hearts that can break “
canta Pierce y como una contracara, un antídoto o una afirmación
liberadora, como si la reincidencia resultara inevitable, “I think
I'm in love” sacude y despabila. El coro replica en español a
Pierce y en términos rítmicos, se consumó el momento más alto de
la noche.
Jason Pierce no habla.
Apenas si saluda agitando su mano, como despidiendo un tren desde un
anden. Pero es educado y tiene canción de despedida. Y esa es
“Goodnight goodnight”, por cierto algo lúgrube, pero que
funciona. Y uno a esa hora no sabe si subirse a abrazarlo, consolarlo
o bendecirlo. Yo ya había recibido el SMS con la noticia del cuarto
gol de Teo y a esa altura estaba bajo una sensación intermedia entre
la hipnosis y el éxtasis dificil de explicar. Si una noche antes
Catupecu Machu me había hecho pisar sin el suelo a pura energía,
ayer también me fui en el aire. Pero en este caso no resultó de un
salto, sino de una elevación en el sentido más espiritual de la
palabra.
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