Este viernes ofrecía una buena
cantidad de opciones musicales. Entre ellas, la presentación de “Remolino”, el
extraordinario segundo disco de Acorazado Potemkin. Yo no llegaba por horario,
y la verdad es que fue una lástima, porque el evento que motiva este posteo era
ahí nomás y a continuación, así que hacer el doblete hubiese resultado
formidable. Eso sí, de salir más temprano de casa me hubiese perdido del show
que dio un loquito vagabundo que se subió al 26 mientras iba para el centro y,
a cambio de unas monedas, se despachó con unos cuantos covers a capella de
Guns'n Roses en versón Capusotteana, que incluyeron, en el caso de “Don't cry”,
hasta traducción simutánea de la letra. La simpatía maravillosa que solo pueden
provocar los locos, y si el pibe no oliera todo lo mal que olía, se compraba el
colectivo conpleto. Como despedida unos pibes del fondo le pidieron una de
Soda, y el loco reveló que en su vida cuerda (o no tanto) resultó un melómano
hecho y derecho, pues nos cantó la nada condescendiente “Ella usó mi cabeza
como un revolver”. En Primera Junta lo invitaron a bajar, porque los pasajeros
se amuchaban adelante; ya sea porque querían apreciar su desafinado canto a una
resptable distancia, o directamente porque no querían olerlo. Lástima, era divertido
y yo elegí imaginar que no se bañaba porque había hecho una promesa hasta que
se despierte Gustavo Cerati. O Axl Rose baje de peso, vaya uno a saber.
Bien, volviendo al tema que nos
ocupa (??), en la sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación,
a medianoche cantaban Vero Verdier y Lucho Cervi, presentando “Pink moon”. Que
un espectáculo que promete canciones sin otra pretensíón que ofrecerlas en una
versión despojada, elija ese nombre para
presentarse, ya de por sí es un excelente augurio. En mi caso además se sumaba
la profunda necesidad de escuchar cantar a Verónica Verdier, porque aún no pude
superar el síndrome de abstinencia de Proyecto Verona (?'??). Y además se
sumaba la presencia de Lucho Cervi (ex-Auge, hoy solista con una interminable
lista de presentaciones compartidas que incluyen, entre tantos, también a PV)
en guitarra, con lo cual la noche venía completita.
Además del hermoso nombre con el que
la bautizaron, la sala del Cooperación es perfecta para este tipo de propuestas.
Sillas y mesitas rodeando un escenario que en relación con la sala, es muy
amplio. Es esa forma la que permite construir ese ámbito de intimidad que un
recital así requiere. En mi caso, un café que despabile (era medianoche, había
laburado todo el día y los años no vienen solos) y a disfrutar. Y vaya si me
recibieron bien, tanto que ya el primer tema fue “Vértigo”, de Proyecto Verona. Tanto Vero como Lucho
salieron con lentes oscuros (después Vero aduciría un problema ocular, y
explicaría el otro par de lentes en la solidaridad de Lucho) y tocaron toda la
primera parte con dos guitarras acústicas, algo que me provocó intriga, porque
el despliegue del escenario ofrecía además un teclado, un bajo y una elemental
batería. Enseguida con “Mrs. Robinson” el concierto sí tomó el rumbo que
prometía: folk de los '60 y '70, más ese mismo espíritu replicado en décadas
posteriores. Bienvenida entonces la canción, esa que sumadas a las imagenes de
la película, me llevaron a tener alguna vez la primera y elemental noción del
concepto de MILF.
Esa primera parte exclusivamente con
guitarras incluyó versiones de
“Something stupid”, “Cruzando puertas” de Draco Rosa, “Tu voz bipolar” (Vero
habló de ella como la primera y única canción que compuso en guitarra y para mí
fue un regalo; “Caravana” quedó inamovible en mi Ipod desde el mismo día de su
edición), y una de Corinne Bailey Rae que cuando dice “go, put your records on,
tell me your favourite song” bien podría resumir el espíritu del encuentro
musical al que asistíamos. Además Vero Verdier alcanza, a mi gusto, la más
destacada performance vocal de la trasnoche del viernes. “Tiny dancer” y
“California”, rescatando la etapa folk de Joni Mitchell, cerraron esa primera
parte.
Cuando uno relata o comenta shows
como este corre dos riesgos: el primero, limitarse a nombrar una sucesión de
canciones, lo cual, con su solo encadenamiento, es capaz de reconstruir una
noción patente del clima que se creó a partir de ellas. El segundo riesgo es
extenderse en cada canción, porque su historia, la manera en que uno la
conoció, el sginificado y sentimiento particular que despierta en cada uno,
provoca innumerables caminos posibles. Así que para la segunda parte del show,
voy a ser más resumido. “Like star”, la luminosa y dulce melodía de Corinne
Bailey Rae abrió ese segmento, ya con Vero Verdier sentada el teclado. A partir
de allí el clima tomó un ritmo más marcado que terminó por consumarse cuando un
baterista invitado le marcó el pulso a “Fixing a hole”. “Be bop”, ese tema
jazzeado que abría “Encendida” cerró la lista de citas a Proyecto Verona, ya
con Lucho Cervi tocando el bajo.
Hacia el final fueron y volvieron en
el tiempo. “Easy” de los Commodores, “You send me flying”, rescatando a la Amy
Winehouse más jazzera, y por supuesto “Pink moon”, leit motiv de la cita.
Confieso que yo ya me daba por satisfecho, pero unos aplausos tibios, mínimos,
como cuidando de que un bullicio repentino no quiebre el clima encantador que
nos había impregnado durante ago más de un ahora, consiguieron que Lucho y Vero
regresen para despedirse con un par de regalos más: “Más y más”, del Draco más
masivo, y “Valerie” de The Zutons, aunque abordada desde el mismo lugar con el
que la versionaron Amy Winehouse y Mark Ronson.
Si mi viaje de ida al centro había
incluido a un lunático imitador de Axl Rose, el regreso estuvo acompañado por
un taxista que no paró de murmurar todo el viaje. Como un rumiante, su boca se
movía y despedía sonidos ininteligibles, que en la mente del conductor seguro
se consumaban en palabras e ideas, vaya a saber acerca de qué dilema. O tal
vez, a su tímida manera, él también volvía cantando.
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