Al final no fui al
Lollapalooza. La lista de excusas es casi tan larga como la de
motivos para arrepentirme. La cuestión, resumida, porque no es
motivo de este posteo, es que de la grilla de ambas fechas, había
dos artistas que no había visto nunca y me interesaban en particular
por encima del resto: Arcade Fire y Johnny Marr. Dicen los que uno
sabe que saben, que lo de los canadienses fue extraordinario. Pero un
martes laboral, llegar a San Isidro a tiempo, para mí era casi como
llegar a Chile, y en el mejor de los casos, pagar veinte shows y ver
uno solo. El miércoles sí era feriado pero jugaba River, y como
decía la campaña “en la vida hay que elegir”. Elegí y el gol
de Carbonero compensó cualquier pena musical. Mi pequeña venganza
sería (esto ya lo sabía de antemano y hace bastante tiempo) el
sideshow de Johnny Marr; venganza que los deseos de “amo del
universo del rock” de los que adolece Mario Pergolini, puso en
riesgo al negar caprichosamente y sobre la hora el Teatro Vorterix.
La producción actuó rápido, movieron los sideshows a Niceto y yo
pasé sin culpa alguna de un miércoles cantando “el que no salta
es un ingles” en Nuñez, a una cita de jueves con el guitarrista de
Manchester.
Ni bien llegado a Niceto
me topé con que la entrada que yo tenía para el concierto original
en el Vorterix había que canjearla en la boletería, que además era
la misma en la que se vendían remanentes. Media hora para entregar
un papelito amarillo a cambio de uno rosa...parece que la burocracia
ha copado también el rock. Dónde está Frank Zappa cuándo se lo
necesita!, pensé antes de encontrar buena ubicación. Bien, una vez
adentro no tuve mucha espera, algo insual en Niceto, que por lo
general no respeta horarios en busca de que el público se hidrate en
la barra. Será que había un evento de trasnoche o será que
decidieron sumarse con timidez a la abstemia militante de Johnny. La
cosa fue que apenas quince minutos después de las 9, y con un Niceto
atiborrado de gente, Johnny Marr y los suyos entraron al escenario.
Para los que veníamos
chusmeando lo que el guitarrista de Manchester venía haciendo, el
show casi no tuvo sorpresas: abrió con “The right thing right”,
uno de los temas bien “garageros” de su primer disco solista, y
nos dio la pauta de dos cosas: que energía no iba a faltar, y que el
volumen iba a sangrar oidos. Si bien encadenó “Stop me if you
think you've heard this one before”, el primer tema de Smiths de
la noche, recién fue con “Upstarts” (perteneciente a la veta
brit de “The messenger”) que el público lanzó sus primeros
saltos. Aunque mucha gente comentaba el show que un día antes Johnny
había dado (en el insólito horario de las 15:45hs) en el
Lollapalooza, se notaba que el concierto que todos esperaban era el
de anoche. Digamos que la “mesa chica” de los fans presumía que
sería en ese ámbito, en donde el tardío contacto de Marr con el
público argentino, alcanzaría la gloria. Y vaya que no nos
equivocamos.
Con “Sun & moon”
y “The crack up” la banda retomó su espíritu y sonido más
punk, y a partir de “Panic” el show alcanzó un estado de gracia.
Hay que decir, salvando las enormes distancias, que Johnny Marr es a
los Smiths lo que Skay a Los Redondos. Porque mientras Morrissey
transita el camino de la masividad y el éxito, Johnny se recuesta en
una ámbito de pretensión más acotada. Y a mí, que tuve la
posibilidad de ver a ambos en vivo, no me costó mucho percibir que
el público se sentía de verdad a gusto en esa pequeña montonera
apretujada sobre el escenario. Menos histeria, y más agresividad al
grito de “Johnny fucking Marr”, mientras desde el escenario se
recibía la energía y se devolvía por duplicado.
Unos diez días atrás
pasé por la muestra que Kevin Cummins presentó en Buenos Aires, así
que “New town velocity” resultó la pincelada musical perfecta
para decorar las imágenes del Manchester que las fotografías de
Kevin me habían revelado, y de algua manera me sirvió para cerrar
ese círculo. La adolescencia de Marr, el abandono del colegio, la
arquitectura de aquella ciudad, son retratados en el que tal vez sea
el tema que rankee entre lo más alto del disco a la hora de los
arreglos. Y en “The messenger” la dupla de guitarras continua
mostrando ese otro tipo de sutilezas (en este tramo es brillante el
trabajo de James Doviak), que aunque sean interrumpidas por
“Lockdown”, vuelven en el momento más denso de la noche, con
“Say demesne”.
Al igual que en Lolla,
“Generate! Generate!” estuvo dedicada al Kun Agüero, porque la
pasión por el City no tiene fronteras (aunque sospecho que si Johnny
llegara a escuchar alguno de los discos de la noviecita cantante del
Kun, se olvida por completo de mezclar futbol y música por mucho
tiempo). Y el descontrol se apoderó de todos con una rockerísima
versión de “Bigmouth strikes again”, cuyo pogo excedió
largamente a los más entusiastas fans y se prolongó a lo largo de
todo el boliche, contagiando incluso a los más grandes (que no eran
pocos) que se habían mantenido en una prudente pasividad. El show
desbordó por todos lados, la temperatura hizo que el aire se vuelva
irrespirable, y fue el bajo new wave irresistible en “Word starts
attack” el encargado de cambiar empellones por pasitos de baile.
Un tema nuevo, “Boys
get straight”, de frenético espíritu punk, fue la antesala para
una demoledora versión de “How soon is now?”, con las guitarras
al palo y una voz que por momentos apenas llegaba a oirse. El
concierto se cerró con el mismo tema que Morrissey en su último
paso por el país, lo que da la pauta que a la hora de allegarse a su
vieja banda, sienten y asimilan parecido. Acá nadie canta “solo
les pido que se vuelvan a juntar”, pero más de uno se imaginó lo
que hubiera sido la voz de Mozz en semejante cierre.
Hablando de The Smiths:
si hay algo en las versiones que Marr hace de los viejos temas, es
que a pesar de intentar acondicionar un poco su voz a los tonos más
melodiosos de su ex compañero, allí radica su principal limitación.
Si bien en temas como “Panic” la fuerza y la actitud superan el
condicionamiento, en otros como “Please, please, please let me get
what I want” (el elegido para abrir la tanda de bises) la cosa se
le dificulta. Y como si se rebelara a él mismo, el cover de “I
fought the law”, lo reafirma en su crudeza vocal, mientras la banda
arrasa a sus espaldas.
Siguió otra nueva,
“Candidate”, con unos arreglos de guitarras que valdrá la pena
oir en la prolijidad del próximo disco, y si de Manchester se
trataba, “Getting away with it” (de Electronic, la banda que
compartiera con Bernard Sumner de New Order), lo más parecido a un
hit que hizo en su carrera post-Smiths, nos trajo el espíritu de la
ex industrial ciudad del Reino Unido, y un trabajo en bajo de Iwan
Gronow digno de destacar. Después había que cerrar, y no podía
haber mejor despedida que “There is a light than never goes out”.
Y aunque todos allí teníamos casa adonde regresar, la idea de no
volvernos resultó una súplica, y el canto a la luz que nunca se
apaga casi que quedó en manos (en gargantas, mejor dicho) del
público que en su euforia llevó a Johnny Marr a apartarse del
micrófono y limitarse a escuchar a los suyos.
En medio de las crónicas
sobre el primer Lollapalooza argentino, tal vez este show termine
siendo olvidado, o al menos, relegado a un segundo plano. Pero los
que elegimos privilegiar (o en muchos de los casos sumar) el ámbito
reducido a la experiencia, podemos inflar el pecho orgullosos.
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