Yo tengo dos blogs. Dos
blogs bien diferentes, por cierto. De este no tengo que dar muchas
precisiones, salta a la vista su contenido. El otro, para los que no
lo hayan leído, es de cuentos. Y en ese otro blog, en uno de los últimos posteos me permití ironizar exagerando una situación sobre
la decisión de mi banco de elevarme a la categoría de cliente
exclusivo. Pues bien, meses más tarde de aquella decisión sobre la
cual no tenía mayores expectativas, la condición de cliente
exclusivo me hizo acreedor de un lugar para ver a Adrian Belew en el
Teatro Opera sin desembolsar un solo peso. Ese tipo de situaciones,
que un banco regale a sus clientes entradas para ver a Adrian Belew,
son las que me hacen pensar que la revolución ocurrió mientras yo
dormía. Aunque tambien son las que en el momento de pleno uso de
conciencia, me llevan a dudar de todas mis convicciones y principios.
Eso sí, no iba a hacerme ningún tipo de planteo ético acerca de
aceptar o no la invitación, eso jamás estuvo en duda. Así que
entre al Opera dejando todos mis principios en la Avenida Corrientes,
y después en terapia intentaré resolver las culpas.
Yo había estado en el
Estudio Samsung en la anterior visita de Belew a Buenos Aires, y no
habiendo novedades discográficas, no esperaba un show muy diferente
esta vez. Claro que no me interesaba eso del todo, porque si hay algo
que atrae del trío que integran Adrian Belew, Julie Slick y Tobias
Ralph, es que más allá del repertorio, está pensado para tocar en
vivo. Así que las ganas de estar estar frente a una nueva
demostración del poderío del trío, en mi caso funciona como esos
nenes que se ponen de nuevo en la cola de la montaña rusa, ni bien
salieron de la vuelta anterior.
Bueno, dije que no había
novedades, y en realidad sí las había: la nueva recreación de King
Crimson anunciada por Robert Fripp, no incluye al guitarrista de
Kentucky. Así que verlo entrar solo al escenario y dar comienzo al
show con nada menos que “Matte Kudasai” resultó todo un símbolo,
que con el correr del show se iba a afirmar, aunque haciendo hincapié
en la cuestión con humor, y sin ningún reproche por la decisión.
Algo que por otra parte Belew ha aclarado en cuanta nota dio desde
que se conoció la decisión de Fripp. Después cony “B”,
ya a banda completa, empezaron a construir un clima dentro de un
teatro que iba a terminar ardiendo.
De entrada sucedieron un
par de problemas técnicos, como por ejemplo unos arpegios que Belew
grababa para dispararlos repetidos desde su laptop y que se revelaban
atronadores, o incluso alguna queja de los tres músicos por el
volumen de los monitores. De todas maneras nada sacó de sus cabales
a Belew, que no podía ocultar su sonrisa ni con la gorrita con
visera que le hacía sombra sobre medio rostro. Sonrisa que la
contagió definitivamente a toda la platea, cuando nos regaló otro
tema de “Discipline”: “Frame by frame”. “Writing on the
wall” fue otro tema propio que anticipó a un clásico propio ("Young lions") y otro compartido: “Dinosaur”, aquel
tema de “Thrak” que naciera en estas tierras, y que convirtiera a
Buenos Aires en un oasis progresivo promediando los años '90.
A partir de allí el
show se encaminó en una espiral creciente, cuyo poderío total iba a
estallar alrededor de media hora más tarde. Tobias Ralph (en un
punto de estilo más identificado con Mastelotto que Marco
Minnermann, quien estuvo a cargo de la percusión en 2010) tuvo su
lucimiento individual en la intro del expansivo “Beat box guitar”.
El contrapunto de la guitarra con el bajo de Julie Slick es
formidable, y promediando el tema, los sonido provenientes de los
pedales de efecto de Adrian Belew remiten a todo tipo de animales, y
de pronto nos vemos sumergidos dentro de un capítulo de Tarzan.
“Neurótica” (de “Beat”, 1982) fue otro momento Crimson
repetido con aquel set de 2010.
Adrian Belew no suele
hacer exageración de sus virtudes, por suerte (y por eso lo queremos
tanto), y si hay algo que jamás nos hecha en cara es su ego. Pero
cuando el trio toca “Futurevision” uno no puedo hacer otra cosa
que rendirse ante semejante demostración de destreza, inventiva y
virtuosismo. Belew juega con sus pedales, inventa sonidos, se sonríe
cómplice con sus músicos y además, tal vez de manera inconsciente
(porque el tema está incluido en su setlist desde siempre) se suma a
los homenajes a Nelson Mandela cuando canta “ I hope we can see
there's more than one side. I know there's no such thing as race,
just a human race. I hope we can see the world is not black and
white”. Cuando termina el tema, abre los brazos y sacude sus dedos.
Puede ser un gesto jocoso de su parte, pero es muy dificil pensar
después de haberlo visto, que al terminar no le ardan los dedos. El
concierto se cierra con el progresivo “E”, durante el cual la
gente se levanta de sus asientos y se arrima al escenario como para
comprobar que si lo que sus sentidos les venían transmiento provenía
de personas de carne y hueso.
El show fue breve, pero
la contundencia había sido tanta que a esa hora nadie pensaba en
cronómetros. Y además cuando el trio volvió al escenario e hizo
“Three of a perfect pair”, nadie se hubiese animado a reprochar
nada. Al terminar los músicos entrelazados se arriman a su público
y algún privilegiado recibe una pua de recuerdo. Belew presenta a
sus músicos y a él mismo se nombra gracioso “I'm Robert Fripp”.
Después pregunta, como si hiciera falta, si queremos una más, y la
versión de “Thela hun ginjeet” provoca espasmos en algunos que
pretenden seguir con las piernas, brazos y cabeza el ritmo desbocado
del clásico de “Discipline”. Cierre perfecto con el espíritu de
King Crimson presente en el Opera.
Ya fuera del teatro
recapitulo y me doy cuenta que el show fue muy similar al de su
anterior visita, en especial el tramo final. Aunque, tal vez todavía
sacudido por la contundencia de la música, a mí me resultó más
potente que la vez pasada. Pero Belew es un artista inquieto, no muy
amigo de las rutinas, y me acuerdo entonces que promete para el
futuro un nuevo proyecto: Flux. Así que mientras Fripp y los suyos
estén buscando estar a la altura de su leyenda, Adrian promete hacer
“música que no pueda nunca ser escuchada de la misma manera”.
Queda la incógnita entonces para el futuro cercano. Por mi parte yo
busco desembarazarme del chip Belew, porque esta noche voy a ver a
Amparo Sanchez, y el cima será diferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario