La música tiene el
poder maravilloso de cubrir con su propias características a quien
decida someterse a ella y dejarse llevar. Y cada estilo, cada sonido
y cada ritmo encuentra la manera de filtrarse en los poros y
transformar al público cuando se somete a ellos. El jueves por la
noche yo había visto al trío de Adrian Belew, y el poderío del
grupo me había literalmente avasallado y me había dejado con los
pies en el aire. Y anoche, después de la fiesta que armó Amparo
Sanchez, salí de Niceto con los pies devueltos al suelo. Suelo que a
decir verdad, no es solo el piso, sino también tierra, raíces y
esencia. Porque hay que decir que aunque Niceto sea una especie de
cajón cerrado con escasa (o nula) ventilación, la música hizo que
quienes nos acercamos hasta el boliche de Palermo hayamos sentido la
brisa y la libertad de una fiesta al aire libre.
Habían pasado pocos
minutos de las nueve y media, y cuando todavía éramos unos pocos en
el recinto, Jairo Zavala (ex La Vacazul) ingresó al escenario para
amenizar la espera con algunas canciones de su proyecto solista
Depedro. Sólo con su guitarra se centró en su disco “La increíble
historia de un hombre bueno”, que grabara en 2008 con los Calexico,
amigos en común con Amparo. Con mucha simpatía y a sabiendas de que
el público no lo conocía, llamó a participar a la gente, se
comunicó con humor, e hizo algunas buenas canciones como “Hombre
bueno” y “El pescador” (todas en ese estilo latino marcado a
fuego por los hermanos Auseron y Quique Sierra desde que grabaran “La
canción de Juan Perro” en los '80). Se mostró como buen
guitarrista y eso suplió la ausencia de banda de acompañamiento. El set tuvo como perla la presencia de Amparo Sanchez, vestida casi
de entre casa todavía, para compartir una bella versión de “La
llorona”.
“ Soy
el poder dentro de mí. Soy el amor del sol y la sierra. Soy gran
espíritu y soy eterna, mi vida está llena de amor y alegría
” dice Abuela Margarita, la chamana heredera de los chichimecas,
inspirando desde la introduccción al disco “Alma de cantaora”. Y
es su voz repitiendo esas palabras la que se escucha como bienvenida
mientras Juan Sans (piano y acordeón), Juampi Noriega (guitarra),
Emilio Farias (contrabajo) y Luciano Maro (batería), los chicos
argentinos que formaron la banda de acompañamiento para esta gira de
la española por las pampas, se acomodaban en el escenario. Y
mientras Juan Sans le otorgaba “oficialmente” la doble nacionalidad
española y cordobesa, Amparo Sanchez entró al escenario mientras
los músicos se acoplaban a la grabación y el vivo empezaba a
concretarse. Entonces sí dieron comienzo al show con dos temas de la
etapa solista de Amparo: “La flor de la palabra” (de “Alma de
Cantaora”) y “Hoja en blanco” (de “Tucson-Habana”).
Dije al principio que la
española había armado una fiesta, y fue justamente “La fiesta”,
del disco “Somos viento”, el primer tema de Amparanoia que se
escuchó en la noche. Bien, acá hago un parate, porque antes de
seguir tengo que contar algo que tiene que ver con mis expectativas.
La etapa solista de Amparo Sanchez la había alejado sutilmente del
sonido de su banda. Los tópicos siempre fueron los mismos, la
reivindicación feminista, la libertad, la hierba, la ecología y los
legados ancestrales. Pero el sonido, en especial el de
“Tucson-Habana” que grabara con los Calexico estaba impregnado
del clima desértico de Arizona. La instrumentación delicada, las
trompetas lejanas y otros elementos que ni bien comenzó el show,
supe que no iban a estar presentes. La Amparo Sanchez más “cantaora”
y menos declamativa que había asomado en ese disco quedaba a un lado
al presentar una banda que, aún siendo menos numerosa, remitía al
sonido y espíritu de Amparanoia. Y hago esta aclaración porque no
se trata de un reproche ni mucho menos, pero sí confieso que tenía
ganas de ver a una versión sutil de Amparo Sanchez que solo apareció
por momentos. Quedará para otra oportunidad.
Para el concierto se
había anticipado una larga lista de invitados, que se inauguró con
la cubana Yusa. Sus magníficas dotes de guitarrista le impusieron un
clima aún más caribeño a “Pulpa de tamarindo” que nos dejó a
todos subyugados. Simpática y talentosa, la cubana nos ganó el
corazón y dejó a todos con ganas de más. Luego fue el turno de
GasparOm de Los Umbanda que acompañó a la banda en “Somos
viento”. “No estamos de paso, no somos fracaso”, una de las
consignas más fieles al espíritu de Amparanoia se hizo presente
para anticipar a Mara Santucho, la cordobesa voz de Los Cocineros a
la que le tocó el nada sencillo papel de reemplazar a Mane Ferret en
“Vieja pasión”.
A esa altura la gente
bailaba cada tema, y respondía (primero con sutileza, y recién ante
la arenga repetida, con fervor) a los pedidos de Amparo y los suyos,
a seguir coros y estribillos. En “Corazón de la realidad” fue
inevitable la cita a Chiapas, y el reggae volvió con “El destino”,
del lejano “Feria furiosa” de 2001. Entonces Amparo Sanchez
anunció una serie de buenas noticias en continuado, que comenzaron
con el anuncio de que va a telonear a Manu Chao en Ferro el 14 de
este mes, y que continuaron cuando contó que un tema nuevo, “El
último cuarteto en París”, había sido grabado por la Mona
Gimenez. Haciendo uso y abuso de su fáctica nacionalidad cordobesa,
Amparo Sanchez nos mostró la canción y después invitó al
escenario a Ariel “bicho” Galeano, la voz de La Cartelera, banda
de ska también cordobesa, junto a quien hicieron “La cuenta
atrás”, una optimista canción al planeta, que anuncia la
extinción de la ambición exagerada del ser humano, y que entre las
proyecciones y algún grito de la gente, sumó consignas contra
Monsanto y contra la minería a cielo abierto. Por último, cerrando
el círculo iniciado por las palabras de Abuela Margarita, “Alma de
cantaora” clausuró el primer tramo del show.
Conociendo a Amparo
Sanchez (quienes presenciamos la histórica despedida de Amparanoia en
La Trastienda podemos dar cuenta de ello), y considerando el espíritu
del show, el regreso al escenario iba a sumar un nuevo tramo
prolongado al show. Pero no se trató solo de eso, sino que además
en ese cierre se vio lo mejor, musicalmente hablando, del concierto.
Junto a Jairo Zavala hicieron “Don't leave me now”, un tema
compuesto en conjunto, y que grabara Depedro junto a Calexico.
Allí vimos la mejor versión de Amparo como cantante, luciendo sus
dotes vocales y su expresividad al máximo. Luego al duo se sumó
Malena D'alessio de Actitud Maria Marta, y mientras Jairo deleitaba
con un suave slide, Malena descargó su verborragia al cierre de “Mi
suerte”, elevando la temperatura de Niceto hasta lo imposible. El
último invitado fue Chimango, rumbero callejero catalán junto a
quien hicieron esa alabanza a la nocturnidad que resulta “En la
noche” de “El poder de Machin”, primer disco de Amparanoia. Se
mezclaron los idiomas, los continentes, y bajo el ritmo de la rumba,
la noche se consumó celebrándose a sí misma en lo que apenas sería
un anticipo de un after party interminable.
En una fiesta con
semejante cantidad de invitados, no había manera de no terminar con
todos subidos arriba del escenario. Encima faltaba una invitada que
quedó para el final: Vivi Pozzebon, que sumó voz y percusión. Así
que la despedida definitiva fue un colosal despliegue de emoción y
alegría de un grupo de amigos, que entre algunos breves lucimientos
individuales, ofrecieron una interminable versión de “La
parrandita de las santas”, con los músicos prestándose los
micrófonos y festejándose a sí mismos en una comunión absoluta.
Después del viernes y
el doblete de shows, mi cuerpo pedía comida y colchón. Así que lo
que haya sucedido puertas adentro una vez que se cerró el telón que
se los cuente otro. El año se termina, pero a mí (y por lo tanto a
este blog) le queda un nuevo hito musical para cerrarlo. El jueves 12
debuta en Buenos Aires un tal Stevie Wonder.
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