domingo, 3 de noviembre de 2013

Blur en Ciudad del Rock - Quilmes Rock 2013

                Hacia el final de “The universal” la gente no deja de corear en inglés eso de que esto realmente podría suceder, como si a esa altura nadie se hubiera dado cuenta de que en realidad la cosa no solo había sucedido, sino que estaba terminando;  como si ese canto fuera la comprobación de que todos siguieran viviendo adentro del sueño de una ilusión.  Damon Albarn con los brazos en jarra mirando a esa multitud, mitad asombrado y mitad  presumido, bien podría ser la postal de un final épico para una noche inolvidable.  Pero Blur no se conforma y con “Song 2” y una explosión lumínica fenomenal, va a gastar, y a hacernos descargar, las últimas energías que quedaban sin consumir en la noche de Villa Soldati.  Pero para semejante concreción había sucedido bastante, en un festival que había arrancado unas cuantas horas antes.
                Yo llegué escuchando a Richard Coleman a lo lejos terminar su set con “Memoria”. A esa altura el sonido denotaba potencia, y lo primero que pensé fue que me hubiese gustado escuchar en esas condiciones a Bicicletas, además de, por supuesto, el show completo de Richard.  No me dediqué a recorrer el predio del ex - parque de diversiones, cuyos únicos rastros son una montaña rusa oxidada, el doble soporte de lo que supieron ser unas sillas voladoras y la torre con la confitería giratoria que nunca llegó a girar. Pero a diferencia de sitios como el de Costanera Sur, los caminos  y el césped tienen límites más definidos, y una nueva carpeta de cemento cubre la parte de “campo” frente al escenario principal. Si bien los accesos no son sencillos, al menos temprano la cosa fluía con normalidad. No sé cómo habrá funcionado con la gente que llegaba sobre la hora, ni como funcionó con la desconcentración, porque también me fui rápido evitando tener que comprobarlo. El transporte público no abunda por la zona, menos a esa hora, y la idea de caminar hasta llegar a otro eventual punto en el que se pueda acceder a un taxi (por ejemplo) resulta por lo menos aventurada. El poco celo con algunos cuidados hizo que en un festival auspiciado por Quilmes, el campo se haya llenado de furtivos vendedores ambulantes  de Schneider. A nivel infraestructura no parece haberse hecho mucho en el lugar, así que por el momento la mentada Ciudad del Rock no parece ser otra cosa que un predio abierto, lo más alejado posible de los vecinos porteños con oídos sensibles y consecuentes votantes de PRO.
                El set que sí pude ver completo fue el de Café Tacvba. Los mexicanos largaron con “Pájaros” de su excelente último trabajo “El objeto antes llamado disco”, pero rápidamente apelaron a un repertorio festivalero, repleto de hits y centrado en los temas más latinos y bailables. “El baile y el salón”, “Cómo te extraño mi amor” y “La ingrata” le pusieron pimienta a la tarde, mientras un sonido que en su exceso de volumen había empezado saturado, se fue felizmente acomodando. De su último trabajo solo tocaron, además del inicio, “Aprovéchate” y “Olita del altamar”, y después del cover de Los Tres (que a esta altura ya les pertenece), “Déjate caer”, con canciones como “Chilanga banda” y “La chica banda” desataron su pequeño carnaval, entre un público que a medida que se llenaba de indies, iba perteneciéndoles un poco menos.  No faltó tiempo para promover la quema de florcitas, proclamas contra Shell y Monsanto (si de verdad alguien se las hubiese tomado en serio, habría que haber levantado todos los puestos de comida del predio), y cerraron mexicanísimos con “El puñal y el corazón”.
                Hubo que esperar unos minutos para que el escenario teñido de azul y el sonido de “Theme from retro” anunciara el comienzo del set de Blur, porque las bandas principales tocaron, a diferencia de otros festivales, todas en el mismo escenario. Después sí entraron los músicos, Damon Albarn saludó con un “Buenas noches”, y después de un “Are you ready?” de ocasión, desató una fiesta de hits, en una lista de temas perfecta.
Ya en el comienzo se abrió una paleta de todas las versiones en las que se puede  transfigurar la banda. Desde el beat disco house de “Girls & boys”, pasando por el punk de “Popscene”, el sonido Manchester de “There’s no other way” y la balada “Lennonista” con “Beetlebum”.
                A diferencia de lo que había pasado con Café Tacvba, en este caso el sonido se arremolinaba un poco, pero fue rápidamente corregido, e incluso quienes no estábamos cerca del escenario, escuchamos con enorme fidelidad. “Out of time” resultó una especie de gesto de Graham Coxon y Damon Albarn, ya que fue precisamente durante la grabación de “Think tank” en 2003 cuando sus diferencias se volvieron irreconciliables y motivaron la salida del guitarrista del grupo. Y después una especie de paradoja temporal: todo un set dedicado íntegramente a “13”, el disco que vinieron a presentar al Luna Park, en su anterior y única visita al país. En “Trimm trabb” el riff de Coxon guió a la banda y pasó de lo sugestivo al estallido made in Townshend;  en “Caramel”, el intermedio sonoro psicodélico hipnotizó por completo al público, y en ese punto tal vez se haya alcanzado el pico máximo del show, al menos desde lo musical. Después “Coffe & TV” le volvió poner ritmo a la noche, y luego de la cita homenaje a Lou Reed con unas líneas de “Satellite of love” (tal vez mi única decepción tenga que ver con que imaginaba que la tocarían completa), “Tender” se consumó como uno de los momentos más participativos por parte de las gargantas del público, que compartía a viva voz los “c’mon, c’mon” de la arenga de Albarn. Una chica adelantada que había llevado un cartel pidiendo cantar el tema con ellos, fue privilegiada con una invitación a subir al escenario.
                Como si el show se tratase de un homenaje a los mejores discos de su carrera, hubo una especie de segundo mini  set, esta vez dedicado a “Parklife”: con “To the end” fue todo hermoso, con la iluminación haciendo ver a la banda saliendo de una especie de salón en perspectiva; con “Country house” se permitieron un desvío de ese disco, con Damon Albarn (que no se sacó su campera de jean en toda la noche) corriendo por la pasarela del medio del público, palmeando gente, cantando y perdiendo el sonido del micrófono también.  Después hizo su ingreso el histriónico Phil Daniels, actor que llegó para resucitar en escena lo que había dejado grabado en el disco en 1999, y hacer “Parklife” mientras se cruzaban con Damon Albarn  en carreras desaforadas por el escenario, como dos dibujitos animados en pleno éxtasis lisérgico . Y por último y como cierre del show,  “End of the century”, y un final de alta emotividad con “This is a low”, y esa especie de caricia musical ideal para aliviar el desaliento.  
                Un acople distorsionado había quedado flotando en el ambiente, y cuando se agotó y las luces volvieron a iluminar el escenario, Damon Albarn estaba fumando, sentado frente al piano, listo para hacer “Under de Westway”, el tema nuevo que Albarn y Coxon estrenaran para el evento benéfico  War child, y que se convirtiera en el primer single del regreso del grupo. Y luego de “For tomorrow” llegó aquella escena épica con “The Universal”, la voz en estado admirable de Albarn cediendo protagonismo al público, y el golpe de knock out  con “Song 2” para terminar de redondear una noche  esperadísima por estos lares (las 30 mil personas que se acercaron a Saldati dan cuenta de ello), y cuya concreción terminó resultando perfecta.

                Después de haber visto a Oasis, y con los shows de los resucitados Suede y Pulp en 2012, el concierto de Blur de anoche fue para mí como completar un álbum de figuritas. Y Blur, como la última y más difícil, termina teniendo ese insuperable valor de la victoria y el premio extra.  


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