Hacia el final de “The universal” la gente no deja de
corear en inglés eso de que esto realmente podría suceder, como si a esa altura
nadie se hubiera dado cuenta de que en realidad la cosa no solo había sucedido,
sino que estaba terminando; como si ese
canto fuera la comprobación de que todos siguieran viviendo adentro del sueño
de una ilusión. Damon Albarn con los
brazos en jarra mirando a esa multitud, mitad asombrado y mitad presumido, bien podría ser la postal de un
final épico para una noche inolvidable. Pero
Blur no se conforma y con “Song 2” y una explosión lumínica fenomenal, va a gastar,
y a hacernos descargar, las últimas energías que quedaban sin consumir en la
noche de Villa Soldati. Pero para semejante
concreción había sucedido bastante, en un festival que había arrancado unas
cuantas horas antes.
Yo llegué escuchando a Richard Coleman a lo lejos
terminar su set con “Memoria”. A esa altura el sonido denotaba potencia, y lo
primero que pensé fue que me hubiese gustado escuchar en esas condiciones a
Bicicletas, además de, por supuesto, el show completo de Richard. No me dediqué a recorrer el predio del ex - parque
de diversiones, cuyos únicos rastros son una montaña rusa oxidada, el doble
soporte de lo que supieron ser unas sillas voladoras y la torre con la
confitería giratoria que nunca llegó a girar. Pero a diferencia de sitios como
el de Costanera Sur, los caminos y el césped
tienen límites más definidos, y una nueva carpeta de cemento cubre la parte de “campo”
frente al escenario principal. Si bien los accesos no son sencillos, al menos
temprano la cosa fluía con normalidad. No sé cómo habrá funcionado con la gente
que llegaba sobre la hora, ni como funcionó con la desconcentración, porque
también me fui rápido evitando tener que comprobarlo. El transporte público no
abunda por la zona, menos a esa hora, y la idea de caminar hasta llegar a otro eventual
punto en el que se pueda acceder a un taxi (por ejemplo) resulta por lo menos
aventurada. El poco celo con algunos cuidados hizo que en un festival
auspiciado por Quilmes, el campo se haya llenado de furtivos vendedores
ambulantes de Schneider. A nivel
infraestructura no parece haberse hecho mucho en el lugar, así que por el
momento la mentada Ciudad del Rock no parece ser otra cosa que un predio abierto,
lo más alejado posible de los vecinos porteños con oídos sensibles y
consecuentes votantes de PRO.
El set que sí pude ver completo fue el de Café Tacvba.
Los mexicanos largaron con “Pájaros” de su excelente último trabajo “El objeto
antes llamado disco”, pero rápidamente apelaron a un repertorio festivalero,
repleto de hits y centrado en los temas más latinos y bailables. “El baile y el
salón”, “Cómo te extraño mi amor” y “La ingrata” le pusieron pimienta a la
tarde, mientras un sonido que en su exceso de volumen había empezado saturado,
se fue felizmente acomodando. De su último trabajo solo tocaron, además del
inicio, “Aprovéchate” y “Olita del altamar”, y después del cover de Los Tres
(que a esta altura ya les pertenece), “Déjate caer”, con canciones como “Chilanga
banda” y “La chica banda” desataron su pequeño carnaval, entre un público que a
medida que se llenaba de indies, iba perteneciéndoles un poco menos. No faltó tiempo para promover la quema de florcitas,
proclamas contra Shell y Monsanto (si de verdad alguien se las hubiese tomado
en serio, habría que haber levantado todos los puestos de comida del predio), y
cerraron mexicanísimos con “El puñal y el corazón”.
Hubo que esperar unos minutos para que el escenario
teñido de azul y el sonido de “Theme from retro” anunciara el comienzo del set
de Blur, porque las bandas principales tocaron, a diferencia de otros
festivales, todas en el mismo escenario. Después sí entraron los músicos, Damon
Albarn saludó con un “Buenas noches”, y después de un “Are you ready?” de
ocasión, desató una fiesta de hits, en una lista de temas perfecta.
Ya
en el comienzo se abrió una paleta de todas las versiones en las que se puede transfigurar la banda. Desde el beat disco
house de “Girls & boys”, pasando por el punk de “Popscene”, el sonido Manchester
de “There’s no other way” y la balada “Lennonista” con “Beetlebum”.
A diferencia de lo que había pasado con Café Tacvba, en
este caso el sonido se arremolinaba un poco, pero fue rápidamente corregido, e
incluso quienes no estábamos cerca del escenario, escuchamos con enorme
fidelidad. “Out of time” resultó una especie de gesto de Graham Coxon y Damon
Albarn, ya que fue precisamente durante la grabación de “Think tank” en 2003
cuando sus diferencias se volvieron irreconciliables y motivaron la salida del
guitarrista del grupo. Y después una especie de paradoja temporal: todo un set
dedicado íntegramente a “13”, el disco que vinieron a presentar al Luna Park,
en su anterior y única visita al país. En “Trimm trabb” el riff de Coxon guió a
la banda y pasó de lo sugestivo al estallido made in Townshend; en “Caramel”, el intermedio sonoro psicodélico
hipnotizó por completo al público, y en ese punto tal vez se haya alcanzado el
pico máximo del show, al menos desde lo musical. Después “Coffe & TV” le
volvió poner ritmo a la noche, y luego de la cita homenaje a Lou Reed con unas líneas
de “Satellite of love” (tal vez mi única decepción tenga que ver con que
imaginaba que la tocarían completa), “Tender” se consumó como uno de los
momentos más participativos por parte de las gargantas del público, que
compartía a viva voz los “c’mon, c’mon” de la arenga de Albarn. Una chica
adelantada que había llevado un cartel pidiendo cantar el tema con ellos, fue
privilegiada con una invitación a subir al escenario.
Como si el show se tratase de un homenaje a los
mejores discos de su carrera, hubo una especie de segundo mini set, esta vez dedicado a “Parklife”: con “To
the end” fue todo hermoso, con la iluminación haciendo ver a la banda saliendo
de una especie de salón en perspectiva; con “Country house” se permitieron un desvío
de ese disco, con Damon Albarn (que no se sacó su campera de jean en toda la
noche) corriendo por la pasarela del medio del público, palmeando gente,
cantando y perdiendo el sonido del micrófono también. Después hizo su ingreso el histriónico Phil Daniels,
actor que llegó para resucitar en escena lo que había dejado grabado en el
disco en 1999, y hacer “Parklife” mientras se cruzaban con Damon Albarn en carreras desaforadas por el escenario, como
dos dibujitos animados en pleno éxtasis lisérgico . Y por último y como cierre
del show, “End of the century”, y un
final de alta emotividad con “This is a low”, y esa especie de caricia musical ideal
para aliviar el desaliento.
Un acople distorsionado había quedado flotando en el
ambiente, y cuando se agotó y las luces volvieron a iluminar el escenario,
Damon Albarn estaba fumando, sentado frente al piano, listo para hacer “Under
de Westway”, el tema nuevo que Albarn y Coxon estrenaran para el evento
benéfico War child, y que se convirtiera
en el primer single del regreso del grupo. Y luego de “For tomorrow” llegó
aquella escena épica con “The Universal”, la voz en estado admirable de Albarn
cediendo protagonismo al público, y el golpe de knock out con “Song 2” para terminar de redondear una
noche esperadísima por estos lares (las
30 mil personas que se acercaron a Saldati dan cuenta de ello), y cuya
concreción terminó resultando perfecta.
Después de haber visto a Oasis, y con los shows de
los resucitados Suede y Pulp en 2012, el concierto de Blur de anoche fue para
mí como completar un álbum de figuritas. Y Blur, como la última y más difícil,
termina teniendo ese insuperable valor de la victoria y el premio extra.
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