Desde
el primer momento en que supe que Regina Spektor volvía al país
tuve dos certezas: que GEBA no era el lugar indicado para una
presentación suya, y que aún a pesar de eso, no me la iba a perder
por nada del mundo. Bien, para empezar cuento entonces que anoche
certifiqué esas convicciones iniciales: yo estaba presente en el
concierto de Regina, y GEBA resultaba un lugar incómodo para gozar
en plenitud de la música de la moscovita, adoptada y moldeada por
Nueva York. Empiezo entonces por el lugar. La música de Regina
Spektor es poseedora de una calidez que exige que su mayor
posibilidad de goce se concrete en la intimidad. El motivo por el
cual se eligió un estadio, aún de dimensiones moderadas, para
montar su show de regreso al país resulta inexplicable. Por otra
parte los precios de las entradas se condecían con lo de un teatro,
con lo cual ni siquiera se obtenía un beneficio económico para el
público. Y encima de todo el frio que se levantó ni bien el
sol abandonó al sábado porteño no hizo otra cosa que sumar cierta
incomodidad al evento. Promotoras de cigarrillos sin olor (????),
unos puestos de hamburguesas y papas que facturaron bastante
aprovechando la gente destemplada (la última vez que estuve en GEBA
tocaba Morrissey y si alguien tiraba una hamburguesa en la parrilla
nos bombardeaba la OTAN), y el retraso del show, más un insólito
corralito para discapacitados colocado en un incómodo y lejano
espacio, completaron el ambiente previo.
El
concierto de Regina Spektor estaba anunciado para las 21.30hs pero
las luces se apagaron quince minutos antes para dar lugar a la
presentación de Only Son, muchacho que toca bajo ese nombre, pero
que en realidad se llama Jack Dishel. Arrancó solo con una guitarra
acústica, pero enseguida sumó los sonidos de su banda a través de
un Ipad, que no resultó muy beneficiado por la mezcla, ya que las
pistas sonaron apagadas y chatas. De todas formas me convenció, su
pasado como guitarrista de The Moldy Peaches (la banda de Adam Green
y Kimya Dawson) está presente en sus composiciones, y se fue
despedido con cálido aplauso después de realizar un set de media
hora, durante la cual se destacaron canciones como “Magic”, “My
museum”, y “Long live de future”.
“What
we saw from the cheap seats” es el nombre del último trabajo de
Regina que bien podría valer como título para esta crónica, y
explicación a la elección del estadio como sede para el concierto
(explicación válida para todos menos para los estoicos y verticales
presentes en el sector de campo). Y lo que vimos de entrada fue a
Regina Spektor entrar sola al escenario para hacer a capella, apenas
golpeteando el ritmo con sus dedos en el micrófono, “Ain’t no
cover”. “The sun is setting, the day is done.
Good night my lover, good night my son. I shouldn’t bother, he’s
eight miles high. Buy I love no other, til the day that I die”
desgarra con una voz que entra caliente y entonada al escenario,
condición que no abandonará en toda la noche. Y ese tono
confesional, autorreferencial a veces, siempre dueño de una enorme
belleza poética y melódica, es el que conduce el clima de todo el
show. Después entran el cello y la batería, pero será ella la
única que pareciera concentrar toda la energía, la única que
pareciera estar presente en el escenario , la única que se vuelve el
centro y dueña de la noche. Continuará citando discos anteriores
(“The calculation” de Far, y “On the radio” de Being to
hope), para recién adentrarse en el nuevo álbum con “Small town
moon”
Siempre
que por diferentes motivos escribo o digo algo acerca de Regina
Spektor cito la tapa de “Soviet kitsch”. La primera vista de la
rebelde foto que ilustra la tapa de aquel álbum es la que la vuelve
irresistible. En un programa de TV, de esos livianos de una media
tarde entre semana, la podrían calificar, en términos estrictamente
estéticos como dueña de una belleza exótica. Mas allá de la
consideración personal que cada uno pueda hacer, yo traslado esa
definición a sus melodías. Porque no son sencillas, no son fáciles,
no tienen nunca rumbo previsible, y sin embargo (o tal vez por eso)
seducen irremediablemente. Aquella imagen rebelde de 2004 tiene algún
punto de contacto con la tapa de “What we saw from the cheap
seats”, digamos que la nueva es una versión más prolija y madura
de aquella, pero en el escenario Regina se muestra decididamente
elegante, con un vestido que le jugó una mala pasada con el clima,
según confesó. Y precisamente desde aquel disco de 2004 llegó “Ode
to divorce”, una ácida letra repleta de dolor y sarcasmo: “I
need your money, it will help me. I need you car
and I need you love”. Una especie de cinismo forzado que no
sabe, o no quiere, ocultar su fragilidad es el tono de cada canción
de Regina Spektor, que varía apenas los climas con melodías más
intimistas como “How”, “Patrol saints” o “Blue lips”, con
otras de belleza más simple y pop, como el caso de “Better” e
“Eet”.
Jack
Dishel, (u Only son, como prefieran) volvió al escenario para hacer
una hermosa “Call them brothers”, un tema compuesto en conjunto
con Regina que Jack grabó en su disco “Searchlight”, y a
continuación aconteció un momento cumbre del show, con “The
prayer of Fracois Villon (Molitva)”, una bellísima canción
del songwritter georgiano Bulat Okudzhava, dedicada al poeta francés
autor de “La balada de los ahorcados”. La canción fue
interpretada en ruso, y los idiomas volverían a mezclarse con “Don’t
leave me (ne me quitte pas)”, entre el francés y el inglés.
Quedaron la graciosa e italianísima “Oh Marcello”, “Dance
anthem of the 80’s”, “Ballad of a politician” en donde Regina
evita el lugar común y se mete más con la intimidad del político y
la oscuridad del abandono de sus principios, y el cierre del
concierto con la alegre “The party” de su último disco, con
Regina imitando con su boca el sonido de una trompeta.
El
frio había seguido ganando a la gente, buena parte de ella sin
abrigos, y eso motivó que GEBA se parezca por un momento a la cancha
de Boca: gente abandonando sus lugares antes del final del concierto.
Sin embargo la mayoría esperamos por algo más, que Regina Spektor
(con saquito sobre sus hombros) nos regaló por unos cuantos minutos,
tan delicados y sutiles como durante la primera parte de la noche.
Primero “Us”, y luego dos de sus canciones más divertidas y
que mueven al tarareo: “Hotel song” y “Fidelity”. Para
despedirse definitivamente, quedó sola en el escenario como al
principio del concierto, pero esta vez sentada a su piano y una
deliciosa interpretación de “Samson”. “You
are my sweetest downfall, I love you first” canta Regina Spektor a
manera de despedida triunfal. A esa hora yo me había olvidado
del clima y del espacio amplio mal elegido para el concierto, porque
las distancias se había borrado, y la gran victoria de la artista
había consistido precisamente en eso: en volver a ese estadio
abierto y helado, en una tibia, íntima y confortable
habitación de otoño.
2 comentarios:
Las veces que la he escuchado a RS -confieso- lo he hecho bastante por arribita, por lo cual tengo una deuda a saldar. / Los detalles sobre la desidia organizativa, sumados a lo de Pearl Jam de la semana pasada, dan bronca aún a la distancia. Hay -está clarísimo- eventualidades realmente fatales (una inundación, por caso), pero este negocio monumental de los recitales al aire libre (*me imagino que la Spektor debe tocar al aire libre sólo en algo tipo Glasto o Lollapalooza, donde los artistas PIDEN ir; pero su música es decididamente para un teatro), tratando a la gente como ganado, mientras se le hace pagar precios europeos (+ service charge, baby!). Algún día se les va a dar vuelta la tortilla...
Todos pensamos que un estadio era un lugar que poco tenía que ver con el show que íbamos a ver. Para pelear el frío había también un puesto de Café Martínez para nos, los representantes del pueblo en el Campo, que vimos poco y nada con la torre de sonido en el medio y todo el Campo VIP delante nuestro. Así y todo, fue una delicia de concierto. Es la primera vez que la veo en vivo, y me resultó fascinante el manejo que tiene de sus instrumentos. A pesar del frío, hizo lo que quiso con esa voz tan dulce que tiene, realmente admirable. Un show para el recuerdo, realmente.
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