Las primeras noticias
más o menos masivas acerca de Joe Bonamassa llegaron a Argentina a
traves del programa de radio de Bobby Flores allá por el año 2003.
A esa altura, después de haber “currado” unos cuantos años,
Bobby sabía que no podía seguir exprimiendo el catálogo de
Alligator y comenzó a difundir a dos jóvenes artistas como novedad:
la todavía adolescente Joss Stone, y al guitarrista neoyorquino que
nos ocupa. Internet y su poder masivo no tenían el alcance de hoy, y
salvo en oídos especializados, no era posible acceder a toda la
música que se producía en el mundo. Pero en verdad para aquella
época, Joe ya no era ninguna novedad. Había abandonado a sus
compañeros de Bloodline, el grupo en el que lo acompañaban tres
“superhijos”, Erin Davis (baterista, hijo de Miles), Berry Oakley
Jr. (hijo del bajista de los Allman Brothers), y Waylon Krieger (la
otra guitarra del grupo, hijo de Robbie), para iniciar un carrera
solista en la cual empezaba a apuntar su talento para con el blues
hacia un rumbo más rockero. A qué viene esta introducción poco
habitual en este blog? Pues a que en aquella presentación de Bobby
Flores, Joe era catalogado como el nuevo Steve Ray Vaughan y mientras
íbamos por el segundo tema del concierto de anoche (“Last kiss”;
había abierto con “Slow train”, de “Dust bowl”) yo pensaba
que el tipo me hace acordar más a Gary Moore que a SRV. Bien, a
continuación y de inmediato, su versión de “Midnight blues” me
demostró que esa referencia era bastante más que una casualidad.
Casi sin publicidad el
Teatro Coliseo estaba “sold out” desde un par de días antes, y
si bien llegué bastante sobre la hora (20:30 hs es un horario poco
habitual para un concierto entre semana), se notaba la ansiedad por
encontrarse cara a cara con el afamado guitarrista. Y Joe, casi sin
hablar, se fue metiendo al público en el bolsillo a fuerza de solos,
impronta blusera y espíritu rocker. Bonamassa nació treinta años
tarde. Tanto su música en sí como el ritmo de su carrera es de otro
tiempo. Un disco de estudio por año, DVD's y grabaciones en vivo,
más su faceta hard rock en Black Country Communion (supergrupo que
comparte con Derek Sheridian, Glenn Hughes y Jason Bonham) lo
convierten en un caso inusual en el siglo XXI. Y a ese ritmo, cada
grabación nueva no es otra cosa que una excusa para sumar y renovar
parcialmente el repertorio en vivo. Por ese motivo, aunque anoche alguien
podía presumir la presentación en sociedad del reciente “Driving
towards the daylight”, en realidad solo sonaron un par de temas
nuevos del disco. Entre ellos, el cover pesado que hace del “Who's
been talking” de Howlin' Wolf (y al que se podría enganchar “Whole
lotta love” sin que nadie se diera cuenta del todo). En esa primera
parte del show, Joe privilegió la distorsión y la tracción a
sangre, excepto en “Dust bowl”, dueño de una base funky
irresistible. “Slow gin” fue el momento en que ese rumbo se
rompió, para continuar el concierto en climas sinuosos, alternando
rock and roll con blues más suave.
En medio de la noche, y
durante de uno de los pocos silencios que la banda permitió, alguien
gritó: animal! Y la verdad que cuando uno está parado ante ese tipo
de músicos, no vale la pena matarse buscando adjetivos, y la mejor
definición será ese tipo de exclamaciones pasionales. Bonamassa es
un guitarrista de blues blanco hasta la médula. Lleva en la sangre
la santa triolgía Yardbirds, y ama el sonido sanguíneo y valvular.
Además su manera pulcra de cantar lo transforman en un producto muy
apto para FM. Claro, Joe Bonamassa, de proponérselo, podría ser
John Mayer; pero felizmente lo evita. Y si bien nadie que toque blues
podrá ignorar influencias negras, su estilo pasa más por un
virtuosismo expansivo setentista que por las raíces más puras del
género. Eso sí, ni un ápice de soberbia. Casi no tiene diálogo
con el público, y sobre su estadía y comodidad, solo le leí en su
perfil en facebook un comentario generoso para con la comida de
Buenos Aires (nadie con ese apellido podría pasar por alto ese
detalle).
La banda que lo acompaña
tiene por estrella destacada a Tal Bergman, el baterista. Alguna vez
“Bonzo” Bonham, consultado acerca de su estilo para tocar la
batería, lo graficó dejando caer con fuerza su brazo sobre una mesa
de madera. Así toca Tal, porque aunque su currículum incluya desde Billy Idol y Rod Stewart hasta Joe Zawinul y Terence Trent
D'arby, es el típico baterista de una banda de hard rock. Carmine
Rojas, el bajista, es preciso y melodioso cuando el clima lo
requiere, y no adepto a los lujo, mientras que los teclados a cargo
de Richard Melick no lucen. No están mal, al contrario, pero bien
podrían tener algo más de protagonismo. “The ballad of John
Henry”, “Lonesome road blues” son temas muy bien recibidos,
como así también “Song of yesterday”, del primer disco con
Black Country Comunnion. Pero lo mejor llega al final y a fuerza de
covers. Primero “Look over yonders wall” (de James Clark, pero
más conocido por las versiones de Paul Butterfield y especialmente
Freddie King), y después “Blues deluxe” de Jeff Beck, en donde
Bonamassa saca lo mejor de su feeling blusero. Para el cierre un
“Young man blues” de The Who, explosivo y arrollador. Durante
todo ese último tramo del conciertose se suceden desde guiños y
citas (“Stairwy to heaven”, por ejemplo) , solos demoledores, y
duelos entre Joe y su baterista, que también tendrá su momento de
lucimiento personal.
Al regreso, Bonamassa
hizo el tema que bautiza su nuevo trabajo (“Driving towards the
daylight”), una balada melódica e intensa, muy facil de imaginar
en esas voces de tonos medios como las de David Coverdale o Paul
Rodgers, y para la despedida definitiva queda el momento monumental
de sus conciertos: “Just got paid” de ZZ TOP. Allí Bonamassa
confiesa lo que ya sabíamos: ama el hard rock de los setenta.
Cambios de ritmo, solos que van y vienen, citas a temas que son un
auténtico ejercicio para la memoria musical (anoche incluyó “Still
of the night” de Whitesnake, por ejemplo). O esa pieza clave del
rock de fusión que es el “Stratus” de Billy Cobham (a cuya línea
de bajo le debe tanto “Safe from harm” de Massive Attack; a
veces el mundo es un pañuelo), y al que Joe se sumerge respetando el
abordaje que hiciera Tommy Bolin y que ya había tomado prestado Jeff
Beck. Después el solo de “Dazed and confused” para volver y
despedirse con el riff irresistible de los barbudos de Texas.
Palillos y puas que vuelan por los aires hacia un público que se
amontona hacia el escenario, y que se lleva la promesa de que no
tendrá que esperar otros veintitres años para volver a verse cara a
cara con ese gordito prolijo y canchero, que en la calle pasaría
inadvertido, pero que con una guitarra entre manos sabe ser el centro
mismo del universo.
1 comentario:
Conocí a Bonamassa a través de un amigo, en el 2004.
Estábamos pasándonos música desde las PCs por FTP, y mientras, chateábamos:
- En un rato me voy a poner a escuchar a mis Joes: Pass, Satriani y Bonamassa...
¿Conocés a Bonamassa, nena?
- eh.... (ni lerda ni perezosa me puse a googlear, OBVIO) y entro en una fan page que tenía su versión de Reconsider Baby de fondo.
En ese instante creo que morí y resucité.
- Esa misma noche busqué - y conseguí - Had to cry today.
Y le siguió toda su colección de discos y algún que otro bootleg.
Es impresionante lo potente de sus versiones.
Publicar un comentario