El 22 de junio es un día especial para los uruguayos
y las palabras, al menos de este lado del Rio de la Plata. Ayer, mientras en el
Luna Park tocaba El Cuarteto de Nos, el grupo de rock oriental que ha hecho del
tratamiento de las palabras y los juegos con ellas su principal sello
distintivo, se cumplían veintiséis años de que otro uruguayo adornara con
palabras inspiradísimas la corrida inmortal de Diego en Mexico ‘86, para hacer
a aquella obra maestra más grande todavía. Sí, era el aniversario del barrilete
cósmico; frase que si no tuviese la carga histórica que soportan esas palabras,
de seguro Roberto Musso sería capaz de hacer algo genial con ella.
En un Luna Park mucho más cubierto que en su concierto
anterior (en la presentación de “Bipolar” no estaban las populares habilitadas),
El Cuarteto de Nos arrancó la presentación de “Porfiado” con el tema que abre
el disco: “Algo mejor que hacer” (demasiado parecido al “Mr. Understanding” de
Pete and The Pirates, hay que decirlo), un tema dueño de un irresistible riff
sintetizado bien ochentoso. Y a partir de allí, tamizando con canciones de los
dos discos antecesores (“Raro” y “Bipolar”), completará de punta a punta el
disco que terminó por delinear una trilogía que los puso definitivamente en el
lugar, que aún sin proponérselo a destajo, habían merecido durante años. La
fórmula es conocida: rimas, juegos de palabras citando refranes, marcas
registradas, apellidos, y el recurso de
insólitas pronunciaciones de otros idiomas, solo para que puedan entrar en esa métrica
digna del mejor flow hiphopero; pero que además es dueña de una picaresca e
ingenio bien rioplatense. Ambigüedades, extrañezas lisérgicas y paradojas por
doquier para armar canciones que rematan en estribillos nacidos para hit. Y una
impronta y actitud punk adolescente que provoca una mezcla de gracia, ternura y
rebeldía.
Si se trata de nombrar temas del set, puedo citar el
caprichoso “El lado soleado de la calle”, la ambigüedad de “Lo malo de ser bueno”,
o “El balcón de Paul”, sitio descripto de manera casi parapsicológica en donde
todo es un misterio, se tejen pactos inquebrantables (lo que pasa en el balcón,
queda en el balcón), y todo sucede a la inversa de la lógica, rematando en un
genial “dale una careta a un hombre y verás quien realmente es”. Si bien la
gente conoce las nuevas canciones (junto con la entrada se entregaba el CD de
regalo), las viejas son las que ponen al público más al palo. “El hijo de Hernandez”,
por ejemplo o “Ya no sé que hacer conmigo” en donde mi hija me hace notar que
el grito final de “ya lancé piedras y escupitajos al lugar donde ahora trabajo” le cae como anillo al
dedo a Jorgito Lanata. Además están los temas más naif, siempre a cargo de
Santiago Tavella, quien abandona el bajo para ponerle voz a la cumbia
“Enamorado tuyo” o al irónico y vengativo “No te invité a mi cumpleaños”. Más
tarde hará lo mismo con “Pobre papá”, de “Raro”.
La puesta de luces resultó impecable haciendo
especial uso del flash. Además unas pantallas detrás del escenario, que
coloridas y geométricas, acompañaron cada uno de los temas. El gran problema
del Cuarteto en vivo es que las frases de las letras son a veces tan largas
que Roberto Musso por momentos se queda sin aire, lo cual para la gente que
se sabe los temas de memoria, no es problema. Pero no queda bien. Anoche
sucedió menos que en otras oportunidades, pero se notó especialmente en la
primera parte del show. Eso sí, la
actitud rockera sobre el escenario es arrasadora y las guitarras mueven a
saltar con cada estallido. Hacer un resumen de cada canción es ilógico, invito
a escucharlas a quien no lo hizo, pero hay momentos especialmente logrados como
“Todos pasan por mi rancho” y dos temas que ponen las pulsaciones a mil, como
“Vida ingrata” y especialmente “Insaciable”. Roberto simulará alguna
conversación por teléfono, intentará un par de gags con Santiago, recuperará
canciones como “Así soy yo” y, tal vez uno de sus mayores picos creativos, “Mi
lista negra”. Desde más atrás todavía traerán “Bo cartero”, su particular
adaptación del “Mr. Postman” beatle. Y con “Vida ingrata” llegará su lado más
cínico (“No hay como manejar esta dislexia, Dios le dan pan a los que tienen
anorexia”, canta Roberto reformulando el conocido refrán)
Para la parte final guardaron los temas más desaforados,
como “Miguel gritar” y “Yendo a la casa de Damián”. En medio de ellos tocaron “Buen
día Benito”, tal vez el mejor recibido de los temas nuevos, en la cual el
personaje de la letra se reencuentra y encara con tono vengativo a un viejo “amigo”
que le atormentó la infancia y la adolescencia. Las rimas son apenas una excusa
graciosa para una historia que incluye humillaciones, robos y traiciones de
todo tipo. Más calmo, guardaron para el final “Me amo”, su ya conocido canto al
narcisismo.
Los bises no arrancaron de la mejor manera porque
Alvaro Pintos, quien tiene su momento en el show cantando las penurias de los
bateristas de rock en “Yo soy Alvin, el batero”, se olvidó la letra un par de
veces, y para colmo la gente tampoco se la soplaba bien. Un momento que por lo
general es risueño en sus shows, terminó resultando graciosamente torpe.
Después sí, “Nada es gratis en la vida” (con meddley de “El putón del barrio” un
hit de su etapa de letras de trazo más grueso), e “Invierno del ‘92” con la
gente a los saltos, entregándole a la banda una despedida efusiva. Cada vez
somos más, parecen decirse los rostros mientras salen del Luna Park,
reconociéndose en el otro por esa complicidad única que genera la banda. Es que
cuando uno absorbe y se sumerge en los códigos y las claves que El Cuarteto de
Nos propone, comprende que son una banda de características únicas. Es tómalo o
déjalo. Y bien lo sabe Roberto Musso, que se despide con un “A veces raros, a
veces bipolares, pero siempre porfiados”, una sentencia que los define a la
perfección.
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