El domingo tenía una
doble oferta musical y ambas muy tentadoras, al menos para mí: por
un lado Noel Gallagher en GEBA, y por el otro Crosby, Stills and Nash
en el Luna Park. La suma de espectáculos más los precios abusivos
hicieron que aguante hasta último momento para decidirme, esperando
el primer sitio de cupones de descuento que ofreciera lugares para
alguno de los dos shows. Esta modalidad resulta una verdadera estafa
para quienes se apuran a asegurarse un lugar en los conciertos, y se
ha transformado en una habitual y muy poco leal práctica por parte
de las productoras, pero mientras Lealtad Comercial (un verdadero
oxímoron a esta altura) lo permita, yo voy a empezar a aprovecharlo.
Pues bien, primero salió el descuento de C,S&N y con ellos pasé
la noche del domingo.
“Nos vemos pronto”
les decía en perfecto español Stephen Stills a los centenares de
fans que se habían amuchado delante del escenario y a los miles que
aplaudían desde sus lugares, mientras el trío se despedía
definitivamente cerca de la medianoche del domingo, después de un
concierto extraordinario. Tres horas antes, la misma voz había
saludado con un “al fin!” como si los cuarenta y tres años de
espera hubiesen sido por parte de los músicos y no el anhelo de la
platea que poblaba buen parte del Luna Park. Y sea cual fuera el
orden de la ansiedad por el encuentro, al final de la noche estos
tres tipos que rondan de 70 años (Stills zafa con apenas 67) habían
conseguido el milagro de revivir la chispa de fines de los '60 en un
recinto sin barro en el piso, con el público acomodado en cómodas
butacas y en el que no se permite fumar ni siquiera tabaco.
“Carry on, love is
coming” coreaban los tres en el principio como una reafirmación
del espíritu que los mueve no solo a seguir tocando juntos, sino a
mantener vivo un mensaje pacifista increbrantable cuya llama
permanece vigente a lo largo de todos y cada uno de los clásicos que
nos dimos el gusto de cantar con ellos por primera vez. El concierto
apeló a las emociones, a revivir pasiones y encantar con caricias el
alma de tipos cuyo contacto más cercano con el trío había sido a
partir de la película de Woodstock en el viejo cine America. Ahí
estaban por fin los tres: Stephen Stills a la izquierda, descollando
con su guitarra sanguínea, dueña además de una delicadeza y buen
gusto únicos; Graham Nash y su timbre inconfundible en el centro; y
David Crosby a la derecha, el más apocado y menos comunicativo de
los tres, pero que haciendo alarde de un caudal vocal inusual fue el
único que consiguió aliento por separado, con los “ole, ole,
ole, Crosby, Crosby” que le arrancaron una sonrisa hacia el final
del concierto. Los tres y sus armonías vocales inconfundibles, que
aprovechando un sonido impecable que burló el maleficio del Luna
Park , permitió (salvo alguna saturación inicial) gozar de los
tintes de sus voces, los arreglos y la superposición de guitarras
con absoluta fidelidad.
De entrada nomás
pudimos disfrutar de clásicos como “Marrakesh express” o “Long
time gone”, y de una potente “Southern cross” con el primer
gran lucimiento de Stills. Pero entre esas explosiones intensas de
una banda implacable, se intercalaban momento mínimos de belleza
infinita, como el “Lay me down” de Nash y Crosby. Fue Nash, a
pesar del español perfecto de Stills, el encargado de comunicarse
con la gente y el que, por lo tanto, anunció “Almost gone (the ballad of
Bradley Manning)”, tema dedicado al detenido y torturado analista
de inteligencia del ejército norteamericano, cuyas filtraciones a
Wikileaks permitieron conocer los crímenes de guerra perpetrados en
Irak por el ejército de su país. Coherentes e inflexibles en su
mensaje, Crosby, Stills and Nash no solo mantienen en alto sus
banderas sobre el escenario, sino que además continúan activos en
su militancia antibelicista y espíritu antisistema, como cuando hace
unos meses atrás visitaran el campamento del movimiento Ocuppate
Wall Street. Antes de “Almost...”, la elocuente “Military
madness” y ya en la segunda parte del concierto, el mismo Nash
interpelando a Dios por los crímenes cometidos en su nombre en la
bella “In your name”, transitarán el mismo camino.
El concierto se dividió
en dos partes. La primera de una hora y media mas eléctrica, que
incluyó el “Bluebird” de Buffalo Springfield” y que terminó
con “Deja vu” y “Wooden ships”, con preeminencia del órgano
de Todd Caldwell, y los cambios de ritmo y climas en las melodías, dando lugar a la versión más “progresiva” de la banda. Sus integrantes fueron
presentados citando los antecedentes de cada músico acompañante:
además de Caldwell, Steve Distanislao en batería (David Gilmour),
Kevin McCormick en bajo (Jackcson Browne), Shane Fontayne en guitarra
(Sting, Springsteen) más el piano de James Raymond, a quien se
reconoció como gran compositor. La segunda parte, luego de un
intervalo de unos veinte minutos, incluyó las melodías más calmas
y abrió con “Helplessly hoping”, el citado “In your name” y
un exquisita versión de “Girl from north country” de Bob Dylan,
interpretada por ellos tres solos en un escenario despojado. Mas
adelante Crosby y Nash volverán a quedar solos para la preciosa “Guinnevere”.
Cada momento fue
inmenso, cada pieza de colección. Nadie canta como ellos, y oírlos
en vivo no hace más que confirmar ese dicho popular que dice que
“mas viejo es el viento y todavía sopla”. O mejor, corroborar la
sentencia de Jimi Hendrix que figuraba en el programa que nos daban
en la entrada al estadio y que define a Crosby, Stills and Nash como
“la música occidental del cielo”. En continuado siguieron “Jesus
of Rio” (magnífico Raymond en el piano), y un nuevo lucimiento del
órgano de Caldwell en “Cathedral”, en una explosión de
psicodelia. Después Graham Nash dedicó “Our house” a las
“beautiful women from Florida Street”, y un Crosby que arrancó
aplausos con “Almost cut my hair”. Hacia el final un "Love
the one you're with" explosivo para cerrar el concierto a lo
grande.
En la despedida pudimos
habernos quedado cantando hasta el amanecer, el Luna Park era un
fogón gigante en donde el fuego estaba dentro de cada uno de los
presentes. Al regreso hicieron otro tema de Buffalo Springfield, “For
what it's worth ”, pero cuando amagaban a irse el índice en alto
de Crosby indicó que había una más. Había que ver la cara de la
gente cantando “Teach your children”, aplaudiendo y sonriendo, en
una mezcla de inocencia y fascinación asombrosa. Generacionalmente
no puedo ubicarme en ese lugar, pero era imposible no percibir la
emoción con la que la gente recibía esa canción a modo de despedida.
No porque uno no disfrute, pero era evidente que la llegada a los más
grandes (mayoría, por cierto) era más intensa, y seguro centenares
de recuerdos retornaron a cada memoria más vívidos que nunca. La
energía que quedó flotando en el recinto obligó a un nuevo regreso
y “Suite: Judy blue eyes”, fuera de programa, sirvió para que el
hechizo fuera completo. “It's getting to the point where I am no
fun anymore, I am sorry” se despiden culposos Crosby, Stills and
Nash desde el escenario del Luna Park, que enciende las luces para
devolvernos al siglo XXI. Y ese “nos vemos pronto” de parte de Stills que
como gente de palabra que es, sonó más que prometedor.
2 comentarios:
Wow ¡Qué semanas internacionales tenés!
Un gusto leer la crónica sobre estos míticos.
Explosivo concierto!!!!! Menos mal que no te salió primero el descuento para Gallagher, no te lo hubieras perdonado nunca.
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