Pensé mil
veces como empezar a contar el show de Dylan de anoche. A hacer una
introducción me refiero, porque.....de Bob Dylan qué más se puede decir? Hablar
de mí entonces y hacer una especie de descarga emocional por haberme perdido
todas las visitas anteriores, y la venganza que significa que la vencida (la
cuarta, y no la tercera en este caso) haya sido en un teatro, lugar óptimo para
disfrutarlo, podría haber sido una opción. O contar que aunque no me parecieron
muy fundamentadas que digamos, algunas críticas de sus recientes shows en
España me habían puesto un poco a la defensiva. Pero no, sentado frente a la PC
descubro que la mejor manera de empezar es como lo hacen Dylan y su banda:
arrancar sin mucho prolegómeno. Y describir entonces que mientras los
parsimonios acomodadores del Gran Rex terminan de indicar las ubicaciones a
unos cuantos que llegaron sobre la hora, uno no puede evitar sentir la piel
erizarse bajo los compases de “Leopard-skin Pill-box hat” del imperecedero
“Blonde on blonde”. Y partir de allí dejarse llevar por el cúmulo de emociones
que llegan desde un escenario ocupado por una banda cercana a la perfección, y
que se encargará de que la noche resulte ideal.
Todo, pero todo lo que uno ya sabía a partir de
videos, crónicas y relatos a los que accedió durante años y más años, se
concretará sobre el escenario. La falsa indiferencia de Bob Dylan para con el
público, el absoluto abocamiento y concentración de la banda a lo estrictamente
musical, ignorando cliches de cualquier tipo. El indeleble rasgo nasal en la
voz de Dylan, ahora acompañada por el desgaste de los años, lo cual le imprime acento
áspero muy particular. Sus fraseos saben a noche, y por momentos es fácil
imaginarse el tintineo de copas, el olor a tabaco, y el teatro bien podría ser
un pub y sus butacas, sillas de madera. Un Bob Dylan que cambia del pequeño
teclado a la guitarra, y que sobre una base siempre blusera va desgranado las
canciones de manera casi misteriosa, convirtiendo a los presentes en
arqueólogos de su obra, intentando descifrar el recuerdo de cada original
dentro de versiones enrevesadas, que obligan a ese ejercicio fascinante. Reminiscencias
en el decir de las frases, destellos en los acordes, pequeñas insinuaciones son
los guiños con los que el viejo Bob nos revela sus canciones. El sonido es
impecable y el ensamble que lo custodia, insuperable. Y si bien Tony Garnier
desde el bajo suele ser el señalado como artífice del sonido musical que
acompaña a Dylan estos últimos años, la presencia de Charlie Sexton en la
guitarra líder le aporta a la banda detalles exquisitos que lo colocan en el
centro de la escena a lo largo de toda la noche.
Preanunciar un setlist de Dylan es tarea imposible,
pero a medida que avanza el show uno puede percibir que la lógica de la
elección está basada en los extremos de su carrera. Entonces entre “High water (for Charley
Patton)” (de “Love and theft”), “Beyond here lies nothing” (de “Together
through life”), y “Love sick” ( de “Time of your mind”), aparecen reconstruídos
a piaccere clásicos como “It ain't me baby”, “A hard rain's A-gonna fall” y
“Highway 61 revisited”. Y en este recorrido tiene una notable preminencia
“Modern times” (2006) con “Spirit on the water”, “The levee's gonna break” y la
descomunal “Thunder on the mountain”. La platea
permanece ensimismada, limitándose a aplaudir al final de cada tema y en el
mejor de los casos, seguir con el pie los ritmos más marcados. La presencia de
Dylan promueve una reverencia absoluta y esa lejanía que él impone es repetida
por la gente, que acepta el tono de la relación como si fuera un contrato
inquebrantable. Arriba del escenario la complicidad entre los músicos es
absoluta, y sostienen a un Dylan que entre ellos se muestra tan cómodo que
hasta se anima a tirar unos sutiles pasos de baile.
El final es el punto culminante. La concreción de lo
que se venía cocinando por más de una hora, pero que a fuerza de clásicos
únicos, construyen un cierre de set implacable. Primero es “Highway 61
revisited” el que aporta dos gemas: “Ballad of a thin man” (con la guitarra
marcando el pulso que en el original está a cargo del piano) y “Like a rolling
stone”; y por último “All along the watchover”. Y en ese momento es cuando yo
me olvido de todo. El momento en el que deja de importarme que alguna vez pude
haberme sorprendido con un Dylan más joven cantando “Maggie's farm” en Obras,
que lo pude haber visto abrazado a Jagger y Richards, o que la abundandancia de
shows y el precio de las entradas hagan que desde la cima del Gran Rex solo le
vea el ala del sombrero. Porque a pesar que uno conoce la importancia del
artista, y que sabe de la fuente de inspiración que ha significado su obra para
la cultura de la segunda mitad del Siglo XX; y aunque uno perciba la vigencia
de su influjo y se maraville por la manera en que su importancia se acrecienta
a medida que avanzan los años, hasta no estar frente a Bob Dylan y esos
clásicos es imposible tomar real dimensión del encanto y la fascinación que
irradia su figura.
Para el final definitivo habrá un tema extra con las
siempre vigentes preguntas de “Blowin' in the wind” retornando a nuestro
presente. Después las ganas de algo más que nunca llega. Y una salida lenta del
teatro preguntándome pretencioso: cuántos caminos sin recorrer, cuántos mares y
cielos se ha perdido de gozar un hombre, hasta que finalmente tuvo la
oportunidad de ver a Dylan? Y cuando estaba por decirme que ahora sí lo había
visto todo, en la radio del taxi cantaba Leonard Cohen haciéndome saber que no,
que todavía no me puedo morir tranquilo.
2 comentarios:
''¿Cuántos caminos sin recorrer...?''
ayydió... ya solamente por esa canción estremece tenerlo cerca ¿no?
tu crónica me hizo sentir un tanto de la fascinación que sentiste
¡muchas gracias!
Siii, es así es ir a ver una leyenda viva, esa que voy a ver cada vez pensando que es la última y cada última vez que hacen que lo ame más, su música, su voz, cascada, ajada o quebrada lo que quieran pero que no desafina, no se le escapa ni una sola nota, ese contrabajo que acompaña desde el fondo de uno mismo. Una fiesta para los oídos, una fiesta para mi corazón!!!
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