Hablar de Morcheeba puede desorientar a más de un desprevenido que identifica a los londinenses con las versiones remixadas que amenizan anodinos after hours. Pero además un concierto de Morcheeba puede tomar de sorpresa al que haya encasillado a la banda en el soul melancólico que recorre buena parte de su discografía. Y si bien hubo mucho de eso anoche en el Luna Park, felizmente el show de Morcheeba transitó por varios estilos y combinando pasajes relajados con otros más festivos, que mostraron a la banda de buen humor en su regreso a la formación original. Porque si hay algo que se extrañaba de Morcheeba en los últimos años era la cadencia que le entrega el estilo vocal de Sky Edwards y que no pudo ser reemplazado ni con la prolijidad de Daisy Martey (a pesar que “The antidote” es un buen trabajo), ni las sumatoria de colaboraciones en “Dive deep”.
Estaba claro entonces que la estrella de la noche era Sky y así lo hicieron notar de entrada los músicos que pisaron el escenario y arrancaron con una breve introducción para que el ingreso de la cantante (con vestido rojo) sea aclamada con exclusividad por todo el público, para dar inicio al concierto con el clásico “The sea”. “Flocking to the sea crows of people wait for me” Introspectivo y melancólico el clima, acorde con el último trabajo del grupo “Blood like lemonade”. Pero bastó que Sky salude y los músicos dieran inicio a “Friction”, el reggae traído desde “Big calm”, para comprobar la otra versión de Morcheeba, de actitud extrovertida y que invita al público a participar cantando y aplaudiendo. El regreso de Edwards hacía obvio que el repertorio se repartiría entre el nuevo trabajo y los cuatro álbumes clásicos con la cantante, cosa que efectivamente ocurrió. Siguieron entonces “Otherwise” y “Never an easy way” desde el álbum debut, “Who can you trust”.
La primera aproximación al nuevo disco la hicieron con “Even though”, una melodía pop, bien easy-listening que los retrotrae a “The antidote”. Sky se pasea por el escenario y se bambolea levemente frente al mircrófono. No solo su voz está intacta, sino que su presencia no delata el paso de los años. Fresca y jovial como quince años atrás, interactúa con el público, sonríe y canta como los dioses. Como los dioses que cantan bien. En términos de sorpresa, la única fue el rescate del “Coming into Los Angeles” con que Arlo Guthrie se consagrara en Woodstock. Espíritu hippie y toques psicodélicos para abrir el abanico de estilos. Y a partir de allí un show sin respiros. El slide de Ross Godfrey anticipó el “Part of the process” que volvió a poner al estadio de pie. Después la vuelta al disco nuevo, con el irónico “Blood like lemonade” (Evil spirits flow he drank the blood like lemonade) que fue anticipado con un brindis con tequila. Y pensar que frente al Luna Park te niegan una cerveza cuatro horas antes del show….
Siguieron con “Self made man” y en “Show down” lo que hasta ese momento era impecable en la guitarra de Ross Godfrey, se volvió sublime. Y si faltaba algo para coronar el momento más intenso del concierto, la versión de “Crimson” se hizo cargo de eso. La voz de Sky abandonó la caricia aterciopelada de su tono casi susurrante y ganó en volumen y color. Y tengo que decir que Godfrey es un guitarrista descomunal. Delicado en cada arreglo, soberbio en cada intervención que tiene por objeto engalanar las melodías con que la voz de Edwards nos seduce. Pero además como líder musical de la banda maneja los climas de una manera extraordinaria. A partir de él Morcheeba nos embarca en ambientes sugerentes y de alta intensidad. Está claro que ese es el fuerte de la banda, pero percibir esa energía hipnótica que llega desde el escenario no deja de sorprender. Y es Ross Godfrey el responsable de ello, comportándose como una especie de David Guilmour del trip hop.
Para salir de ese clima Morcheeba recurrió al clásico “Trigger hippie”, para después dejar a Sky Edwards jugueteando con el público para “Beat of the drum”, canción que cierra “Blood like lemonade”. Típico jugueteo vocal de recital masivo. Primero los hombres (hombres, tipos, chongos, le hicieron decir), después la mujeres, ahora todos juntos. Eso sí, el jueguito funcionó solo a capella, porque una vez iniciado el tema, a la gente le costó horrores entrar en tiempo al estribillo. Y el cierre con “Blindfold” nos devolvió a la melancolía, con una Sky confidente susurrando “Three months in here cant’t match the tears. Time never lands, our love is all that stands now”. La cantante abandonó el escenario y la banda culminó el show en otro logrado clima “in crescendo”.
Para los bises arrancaron medidos con la acústica e íntima “Over & over” coreada por todo el estadio, y después se despacharon con una versión rockerísima de “Be yourself”. Pero el verdadero final sucedió cuando (previo canturreo a capella de Sky haciendo el estribillo de “I can see cleary now”, el clásico de Johnny Nash que hicieran Jimmy Cliff, Willie Nelson y Ray Charles, entre otros) el Luna Park se convirtió en una gigantesca pista de baile con “Rome wasn’t built in a day” en un cierre en pleno éxtasis gospel.
Honestamente esperaba menos. Acostumbrado al clima relajado que la música de Morcheeba provoca, o dicho al revés, el relax que provoca escuchar las canciones de Morcheeba, había llegado con una idea de concierto que, felizmente, superó cualquier expectativa previa. Morcheeba es una banda digna de ver sobre un escenario. Los jueguitos electrónicos y los remixes chill out, que se los guarden para los happy hour de Palermo.
1 comentario:
Lo de Palermo esta de más, =( pero la crónica impecable como siempre, me falto poner la música de fondo nomás...
Publicar un comentario