Lo confieso: hasta hace cuatro o cinco días atrás yo no tenía la menor idea de quién era Chris Cain. Y el mundo seguía girando, yo respirando, las placas tectónicas se movían, las centrales nucleares explotaban, las tapas de Clarín mentían y los premios nobeles de la paz bombardeaban países. Yo andaba indiferente por el mundo, sin preocuparme por la existencia o no de ese tal Chris Cain. La cosa es que días atrás lo escucho tocando en vivo en “Falso impostor”, el programa de Gillespie en Rock and Pop. Así, de lejos como habitualmente escucho la radio a esa hora, pero esa guitarra resultó imposible de ignorar. Subí el volumen y me quedé como un chico embobado frente a la radio, poniendo en riesgo al verdeo que se doraba en la sartén. Y ahí nomás me entero que toca en La Trastienda. Y me puse a googlear a ciegas (Gillepie pronuncia muy mal el inglés) hasta ver que el tipo existía de verdad, y me encontré con decenas de videos fantásticos. Y supe el mundo, o al menos el mío, no iba a poder ser el mismo sabiendo que semejante músico iba a tocar tan cerca y yo podía perdérmelo. Así que fui directo al sitio en donde vendían entradas para el show, que encima eran razonablemente accesibles. Y así llegué anoche a la trasnoche de La Trastienda.
La noche había arrancado mal. El “tanque” Pavone se había desgarrado, el remisse había decidido extender la demora hasta la eternidad y la picada previa no incluía todos los ingredientes prometidos. Blues de sábado por la noche. Un lamento urbano para ponerme a tono de la música por venir.
La Trastienda (con mesas) a pleno y mucha expectativa. La banda que acompañó a Cain fue la Nasta Super Blues Band, el conjunto liderado por Rafael Nasta, un referente importante de la escena local. Gustavo, acompañado por la sólida base integrada por Gabriel Cabiaglia en batería y Mauro Cerielo en bajo, más el aporte de ese pequeño Johnnie Johnson que es Walter Galeazzi (Chevy Rockets, entre otros), abrió el concierto con un par de temas como para calentar motores y ponerse a ritmo de la estrella de la noche. Chris Cain fue presentado por Nasta con una profunda muestra de admiración, relatando las circunstancias en que se conocieron en USA y las vicisitudes para concretar su llegada a Argentina, que además del cierre de anoche, incluyó conciertos en Mar del Plata, La Plata y Venado Tuerto.
Por mi desconocimiento no puedo hablar de lista de temas ni nombrar canciones. Pero sí contar lo que casi por dos horas sucedió en un escenario incendiado de blues. Si se trata de buscar referencias, se puede decir que Chis Cain toca como Albert King. Pero para situarlo generacionalmente, sería mejor decir que Chris Cain toca como Stevie Ray Vaughan cuando SRV se olvida de Hendrix y toca como Albert King. Pretenciosa y exagerada presentación? Youtubeen “Cris Cain” y después me cuentan. Y a esto hay que añadirle un plus ante sus colegas generacionales (su amigo Robben Ford, además de SRV, entre otros): su condición mestiza lo hace dueño de un timbre vocal de inconfundible raíz negra. Cain toca como Albert King, pero además canta como B.B. King.
Chris Cain subió al escenario con un jardinero de jean que le quedaba talle y medio grande. Sonrió e interactuó con los músicos como si los conociera de toda la vida; hermandad blusera sin fronteras. Agitó su cabeza como poseído (si es que no lo estaba) y marcó los cortes en los ritmos con golpes en sus pies, como si estuviera aplastando cucarachas. Se abrazó a su Gibson 335 al final de cada tema en pose ideal para la tapa de un disco. Tocó blues, rythm & blues y algo de funk. Inundó de intensidad el recinto con cada cuerda estirada y con la calidez de una voz grave y profunda. Expresividad en todos los sentidos posibles y maestría técnica acompañada de sentimiento arraigado en las raíces de un género que lleva en la sangre. Cuando dejó lugar para el lucimiento de Rafael Nasta, su acompañamiento rítmico resultó admirable. Demostró que además es un gran pianista en un blues a lo Ray Charles, acompañado solo por Nasta en la guitarra. Rafael contó además que toca el saxo, cosa que no pudimos disfrutar anoche. Abrazó a Gustavo Rubinstein, quien subió para hacerse cargo del bajo en un tema, y que después de haber acompañado a “Magic” Slim en 2007, sigue dándose gustos de los grandes.
Al final, después de un bis a banda completa, Chis Cain quedó solo en el escenario. Agradeció haberse sentido como en casa, cuando en realidad fue él el que nos transportó a la suya, haciéndonos sentir en ese Memphis de infancia en el que vio tocar a Muddy Waters y B.B. King, entre tantos. Tocó y cantó un tema más solo, y se quedó sentado al borde del escenario estrechando manos, recibiendo abrazos (más algún CD) y regalando púas. Madrugada con espíritu negro en San Telmo
Para terminar voy a ser explícito: si anoche no tuviste nada que hacer y te sobraban $ 60, aconsejo que se busquen un tramontina y te cortes los huevos. Y si no tenés a mano un cuchillo, arrancátelos de cuajo. Porque haberse perdido a Chris Cain merece como castigo tamaña autoflagelación. Y más también. Porque hasta hace una semana yo ni siquiera sabía quién era. Y ahora no sé cómo hice para vivir tanto tiempo ignorándolo.
2 comentarios:
Bravo,a mi me pasó lo mismo,lo descubrí de la misma manera pero sin la suerte de haber acudido a su concierto,(razones de cansancio mental y corporal lo impedían).
Gran resumen y gracias por la etiqueta !
Ya lo estoy googleando.. usted contagia entusiasmo! Beso!
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