Recién al empezar a escribir me di
cuenta de que este era el primer post de 2015. Raro, porque por lo general a
esta altura del año ya tuve un par de
conciertos vistos dignos de comentar acá. En realidad, ahora que lo pienso, lo
que no hubo fueron posteos, porque durante enero la vida me permitió conocer
algunas ciudades europeas y la música en muchos casos funcionó como guía
turística. Pero además me pude dar el lujo de ver a Vincent Delerm actuar en el
Olympia de Paris. Y si bien por estar mente y cuerpo de vacaciones no lo
comenté, no lo puedo dejar de citar por dos motivos. El primero para darles un
poco de envidia (que asumo será de la sana), pero el segundo y principal es
porque aquella noche Delerm, quien se caracteriza por su arreglos prolijos y a
veces hasta orquestales en su manera de abordar la chanson, tocó solo con su
piano. Y el piano es el protagonista principal de este post.
Mas allá de algún comentario previo
ocasional y muy por arriba, a Marco Sanguinetti lo conocí cuando tocó con su
cuarteto teloneando a The Bad Plus en La Usina del Arte. Recuerdo que de
aquella noche me quedaron algunas ideas grabadas asociadas a su música:
impronta porteña como hilo conductor ante la integración de estilos, y la
música como incidencia en el andar cotidiano, a tal punto que lo relacioné con
el cine.
En este caso la propuesta no dejaba
lugar a dudas: Sanguinetti Plays Radiohead. Pero lo que yo sí tenía era la
inquietud de cómo sería abordarda la música de Yorke y los suyos. Porque a la
hora de adentrarse en las estructuras de las canciones de Radiohead, para
desarmarlas y reinventarlas, los caminos se pueden cruzar con varios escollos.
Hay antecedendes en todos los estilos. En el jazz, Brad Mehldau desde ya, y
también los Bad Plus hicieron “Karma Police”. Chistopher O'Riley hizo lo propio
desde una óptica clásica hace más de diez años. Incluso hay una versión dub y
reggae de “OK Computer”. Pero si había algo valioso en la apuesta de
Sanguinetti era agregar un desafío extra: que cada disco de Radiohead tenga por
lo menos un tema durante el concierto. Y para quien conozca la discografía de
la banda sabrá perfectamente de lo inquieto e impredecible de los caminos
transitados por Radiohead a lo largo de su historia, y que este recorrido sinuoso impide aproximarse a todos los
trabajos desde el mismo ángulo de una mirada musical. Acotación extra para
cerrar la larga introducción: el Bebop Jazz Club es ideal para este show. No
solo por su comodidad y estilo, y porque el jazz tocado en sótanos siempre
tiene un plus místico, sino porque además, si hay una versión de Radiohead que
más me sorprendió y siempre recuerdo, fueron aquellos videos de “In rainbows”
grabados para “From the basement” que los mostraban ensimismados, creando un
mundo musical aparte en aquella abstracción.
Una vez ubicados sobre el escenario
Ezequiel “chino” Piazza en la batería, DJ Migma frente a sus bandejas, y
Sanguinetti en su piano, el único elemento que decora la presencia de los
músicos es la tapa del vinilo de “OK Computer” sobre un atril. Un detalle
escenográfico que no es menor, sino una pista. Porque serán esas tapas de
cartón intercambiadas tema por tema los únicos indicios que Sanguinetti nos
dará sobre cada versión. Eso, y el “preparen sus airbags”, que aconsejaba el
flyer en la web, y que nos sumergiría en el concierto. La noche en definitiva
no solo se trataba de la música reinventada de Radiohead, sino también del
encuentro y desafío entre una cofradía de fans.
Acumular palabras para describir lo
que sucedió con cada canción interpretada anoche resultaría un sinsentido, así
que voy a limitarme a contar sensaciones y de cómo me transportó y a qué me
remitió cada momento musical. En “Black star” el motivo se repite hasta
alzarse en un clima que decaerá hasta recuperar su original calidez. En “I
might be wrong” aparece uno de los momentos más jazzeros y emparentado (en
especial por el tempo rockero de la percusión) con The Bad Plus. El “Everything
in it's right place” de “Kid A” se vuelve chacarera, aunque el 6/8 no alcance para
explicar absolutamente nada de lo que escuchamos. Sanguinetti habla de destruir
temas, sin embargo no es esa la sensación que llega a mis oídos. Los loops y
fraseos siguen sosteniendo las versiones, y el carácter ya de por sí expansivo
de la música transita carriles paralelos sin abandonar nunca su guía original.
Y a veces sorprende, como en “Creep”, cuando la melodía confesional se consagra
en un estribillo digno de una balada de Chopin.
Hacer versiones instrumentales de
canciones que originalmente tienen letra puede desatar varias consecuencias. En
algunos casos la melodía despojada puede brillar por cuenta propia y revelar
detalles que las palabras opacaban. Pero otras veces, como en la mayoría de los
casos de las versiones de Radiohead de Sanguinetti, los patrones obsesivos,
paranoicos y enclaustrados permanecen vigentes aún despojados de la letra. Y
aunque con esto no quiere desmerecer un ápice al intérprete de anoche, está
claro que la virtud está en la cohesión de las creaciones originales.
La continuidad muestra a “Kid A” con
“The national anthem” y un despliegue percusivo extraordinario. Y luego la
intimidad de “Motion picture soundtrack” en la que Marco Sanguinetti se aboca
con su pequeño armonio. Si bien el aporte de DJ Migma es digno de valorar a lo
largo de todo el concierto (cuéntenle a Pappo lo que puede hacer un DJ, desafía
Sanguinetti en un momento), por lógica iba a tener su momento más destacado en
“King of Limbs”, citado con “Little by little”, luego del tenue pasaje por “In
rainbows” con "Nude". Y a la hora en que el
concierto ya había pasado bastante más de la mitad, uno se da cuenta que la
propuesta se trata tanto de un abordaje y desafío artístico como de un homenaje.
Un gusto personal ahondado por la fascinación con la música de la banda de
Abigdon, en el marco de un descubrimiento personal y permanente. Por ese motivo
Sanguinetti rescata el valor de “Hail to the thief”, colocándolo entre sus
discos preferidos, cuando la crítica (y buena parte del público) lo ha destinado a la categoría de un disco
menor dentro de la discografía de la banda, a la hora de versionar “Scatterbrain”
Para el final se rompieron todos los
misterios (si es que para alguno todavía los había) y entonces el “Idioteque” que cerró el concierto fue el
único tema en ser anunciado por su nombre. Aunque a decir verdad quedó un bis
también anunciado, que a pedido del público,
quedó a cargo de la expansiva “Paranoid android”, tema que forma parte
de la discografía de Sanguinetti a partir de su presencia en su disco “El otro”
de 2011.
Mientras Marco Sanguinetti se
prepara para regresar a los escenarios con su propia música, quedan dos fechas
más para esta más que recomendable propuesta, así que queda hecha la
recomendación. Una ideal manera de acompañar la transformación de la noche del
viernes en la madrugada del sábado, con una copa de vino en la mano, y una
música maravillosa reinterpretada de la
mejor manera. Porque aquel “the sound of the brave new world” del tema de
Talking Heads que sirvió para bautizar a la banda homenajeada, anoche se mostró
más vigente que nunca.
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