Si una película resulta
una sucesión de fotogramas, recortar cada uno de ellos bien podría
significar la capacidad de detener el tiempo. De abstraer. De
abstraerse. De mirar y mirarse escapándose de un destino que si uno
permite rodar la película no tendrá posibilidad de modificar.
Fotogramas, así se llama el disco que Eloisa Lopez plasmó bajo el
nombre de Audia Valdez (retomando la identidad de sus comienzos, pero
básicamente unificando todos sus proyectos bajo el mismo nombre) y
que editó Twitin Records, el novel sello de Tweety Gonzalez. Y como
dentro de los muchos y buenos trabajos que se editaron este año en
Argentina, “Fotogramas” está entre los que más me gustaron,
presenciar su concreción en vivo era un hecho que me debía. Y
después de unas semanas de abandono para con las salas de música,
no pudo ser mejor forma de retorno.
Pan y Arte en Boedo no
suele ser una sala que albergue shows musicales, y aunque la
propuesta excedía el concepto musical (el flyer prometía
performance audiovisual), lo inusual del espacio le daba un
condimento extra a la noche. Y cuando, después de una prolongada
previa (la culpa es mía por mi pertinaz y exagerada puntualidad) con
ricas empanadas y un dificultoso vino caliente, el show comenzó, esa
sensación inicial acerca de la sala, quedó confirmada.
El disco de Audia Valdez
tiene muchísimos condimentos interesantes, pero lo que sospecho a
mí más me sedujo fue que está cubierto por un manto spinetteano. Y
aunque incluya un tema dedicado al Flaco (“Tema para Luis”) esta
idea excede ese hecho. Hay palabras, conexiones, mantras, pulsos que
a mí me remiten, por ejemplo, a “Madre en Años luz” en cuerpo
y espíritu. Escuchar canciones como “Gracias” o “Como brilla”
tal vez ayuden para comprender esta impresión. Pero luego de varias
escuchas uno comprende que si bien esa impronta se trata de una
fuerza inspiradora omnipresente, para Audia Valdez no ese un fin en
si mismo, sino la plataforma de lanzamiento de sus propias formas,
sonidos, luces e incluso dilemas. Y si hablamos de puntos de partida
expansivos, que el show (Un sueño en el que no tenemos nombres,
según anticipó Eloisa antes de sumergirnos en la música) haya
abierto con “Espiral” no resultó casual.
En “Otras vidas”, el
cover de María Gabriela Epumer incluído en “Fotogramas”, hacia
el final se repite con insistencia “Esto es un sortilegio para irme
del pensamiento”. Eloisa Lopez se apropia de esas palabras y
concreta su propio sortilegio en un viaje musical y visual que
intenta hurgar, introducirse en el ser, recorrerlo en una especie de
autoreconocimiento y luego exponerlo al mundo. Un mundo que es
retratado bajo la tensión de lo frío e insensible frente a una
naturaleza que se resiste a la renuncia y halla espacios para emerger
siempre. “Belleza inmaterial”, “Seres benditos”, “Tu y yo”
se suceden en un show que mostró a una banda sonando perfecta y
expandiéndose más allá de los límites que las canciones exhiben
en el disco. O los discos, mejor dicho. Porque “Por un paisaje”,
el disco de 2009 editado como Eloisa Lopez también estuvo muy
presente en el setlist.
Algo que no puedo dejar
de lado es la cuestión de la iluminación y los colores. El comienzo
del show se dió bajo tonos rojizos, tal cual el arte de tapa de
“Fotogramas”. Pero con el correr del show irán cambiando. Por
momentos Eloisa se va a adelantar, y la banda quedará tocando detrás
de las proyecciones. Apareceran el azul, el blanco y el amarillo
(imposible no pensar en Greenaway) y la música, sumada las imágenes
y luego a la danza, compondrán un escenario en donde las tensiones
de la existencia convivirán con viajes místicos, y aquel espiral
pareciera convertirse en círculo cuando la voz de Eloisa reune a los
extremos de la vida encarnados en el encuentro de una anciana y una
joven. Robots humanos, frivolidad, coreografías inquietantes que
transitan por expresiones tribales, autómatas y sexuales nos
introducen en un espectáculo integral cuya coherencia no produce
otra cosa que la expansión de todos los sentidos.
El telón delantero se
descorre y Eloisa Lopez vuelve con sus compañeros de banda para la
bella “Superheroes”, cuyos motivos folklóricos originales se
oyeron acotados por una interpretación mucho más contenida, y con
el teclado casi como único protagonista. Luego “Un día exacto”
la canción del disco que mejor resume el concepto de “Fotogramas”.
Las imágenes se siguieron proyectando por encima de la banda, y los
pelos largos y lacios del bajista Martín Rodriguez con los colores
desfigurándolo remitían casi graciosamente al iniciático Pink
Floyd del UFO.
El cierre del concierto
terminó por redondear el carácter integral de la performance. La
magnífica “Dos mentes”, que abriendo el disco sirve como
introducción al concepto del álbum, en el show construye la mejor
expresión de las tensiones expuestas a lo largo de la noche. Las
luchas internas, las propias inseguridades, la búsqueda permanente
de una identidad atrapada dentro de otra. Y “Evolución” (de
reconocibles huellas árabes en sus sonidos) pareciera querer esbozar
una respuesta probable y optimista a las disyuntivas expuestas: el
retorno a la escencia, a lo profundo, al reencuentro con uno mismo.
Espiral o círculo. Desandar o completar un recorrido. En ambos casos
se regresará inevitablemente al punto de partida.
No estaban programados
bises, así que cumplir con el pedido del público significó un
breve debate sobre qué tema repetir, que incluyó consulta a Tweety
Gonzalez en la platea. Y la decisión recayó sobre “Belleza
inmaterial”. Y mientras volvía a escuchar esa sugerencia a
respirar hondo y elevarse por encima de lo abstracto e intangible,
internamente algo me indicaba que a veces el universo encaja las
piezas con la precisión de un rompecabezas. Cualquier otra elección
hubiese significado retomar tensión e incertidumbre, y en cambio la
repetida canción consiguió sostener un equilibrio que ni los ruidos
de la calle pudieron quebrar.
La propuesta integral de
Audia Valdez establece parámetros muy altos de pretensión y no
defrauda. Y aunque la ambiciosa puesta no sea sencilla de repetir,
está el disco que bien podría resultar un fotograma de ese todo al
que quedamos expuestos anoche. Así que ya saben: si pasan por
cualquier disquería y hurgando bateas se topan con una chica
corriendo como la Lola de Tom Tywker, no la dejen escapar. Yo sé por
qué se los digo.
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