El formato acústico no
es caprichoso y tiene un motivo: Jason Pierce y su salud. En aquella
primera visita llegaba cantándole a las salas de “ambulaces and
emergency” luego de la internación, con dos paros cardíacos
incluidos, a causa de sus pulmones. Y una dolencia hepática crónica
fue lo que llevó a Jason a pensar que jamás podría volver a estar
parado sobre un escenario y a cranear esta versión desenchufada de
Spiritualized.
Con el Vorterix
expectante, muy concurrido (no a reventar como otros conciertos a los
que fui a ese teatro) el concierto tuvo un arranque fallido. O un “no
arranque” como diría un tristemente célebre personaje. Las luces
se apagaron, por debajo del telón se vieron algunas pies que
caminaban, y de pronto volvieron las luces y la música del DJ. Diez
minutos después sí largó el show, casi en paralelo con los SMS que
me informaban de los goles de Teo y Carlitos Sanchez, situación que
me dispuso aún mejor para el cocierto que se venía.
Fiel a su costumbre, no
hubo más que silencios y afinaciones entre tema y tema. Jason Pierce
parecía tan absorto como el público. Apenas unos tibios aplausos se
sumaron para el coro de “Soul on fire”, pero nadie se animó a
quebrar el clima. Y en la continuidad de canciones, esta versión
reducida de Spiritualized citó a Spacemen3 con “Walking with
Jesus” y cada canción funcionó como una caricia. “Feel so sad”,
“Stop your crying”, “Anthing more”...el concierto resultó
una sucesión de plegarias y gratitudes, dichas y tristezas,
súplicas, amores y desamores. Todo ambientado por el extraordinario
estado de la garganta de Pierce, un piano sugestivo, cuerdas
deliciosas y un coro de impronta gospel que reforzó el feeling en
cada canción.
Si se trataba de
graficar con música el estado en que nos encontrábamos en el
teatro, tal vez “Ladies and gentelmen we are floating in space”
podría ser la expresión más precisa, y cuando hacia el final se
cita al “(I can't help) falling in love with you”, la reacción
de todos es tan conmovedora, que hasta el abstraído Pierce dedicó
un saludo. Y todo era dejarse llevar y conmoverse. Abrazos y
caricias. El lamento de la armónica en “Broken heart” estremece.
Y el final con “Lord can you hear me” resume a la perfección la
impronta del concierto. Porque a pesar de que el tema fue publicado
en el '89, parece compuesto pensando para ese formato que gozamos
anoche, en el cual el coro se lució como nunca.

Jason Pierce no habla.
Apenas si saluda agitando su mano, como despidiendo un tren desde un
anden. Pero es educado y tiene canción de despedida. Y esa es
“Goodnight goodnight”, por cierto algo lúgrube, pero que
funciona. Y uno a esa hora no sabe si subirse a abrazarlo, consolarlo
o bendecirlo. Yo ya había recibido el SMS con la noticia del cuarto
gol de Teo y a esa altura estaba bajo una sensación intermedia entre
la hipnosis y el éxtasis dificil de explicar. Si una noche antes
Catupecu Machu me había hecho pisar sin el suelo a pura energía,
ayer también me fui en el aire. Pero en este caso no resultó de un
salto, sino de una elevación en el sentido más espiritual de la
palabra.