Estaba dudando si iba a
subir algo al blog por este show. Tal vez era la pereza de un
espíritu cronista que había empezado vacaciones antes que yo, o
algo por el estilo. Pero en realidad sospecho que esa dejadez tenía
que ver con que el show de Coleman que a mí me hubiera gustado
contar, fue el que Richard dio a banda completa en el Vorterix hace
un mes. Diciembre ya es un mes complicado de por sí, y en Argentina
más. Policías, saqueadores (con o sin coma en el medio), cortes de
energía y de calles, y una cantidad de encuentros de rutina, me
privaron de ese gusto. Así que terminé el 2013 sin ver
“Incandescente” en vivo, el que para mí fue uno de los dos
mejores discos locales del año. (El otro fue “Santo remedio” de
Me Daras Mil Hijos).
Pues bien, ayer Coleman
volvía al formato íntimo, en un llamado “Festival del aire
acondicionado”, nombre que no me cayó muy bien, porque se trata de
un adminículo de confort burgués con el cual me llevo para el orto
(al igual que la garganta de Coleman, que va a terminar achacándole
una laringitis al refrigerante ambiental). Pero salí tan contento
del primer show del año, que la mañana me encuentra escribiendo
sonriente. Es cierto que tuvo tambien que ver con la sonrisa, que en
el primer random del día, el Ipod me haya ofrecido “7 eleven”
por El Siempreterno. Pero la alegría ya venía de anoche.
Bien, el evento se había
declarado “sold out”, y la cantidad de personas que lo vimos de
parado bordeando las privilegiadas mesas, comprobó que no había
truco comercial en el anuncio. En cuanto a lo que uno podía llegar a
esperar del show, se anunciaba una lista sin concesiones, para una
antología corregida y aumentada. Pero aún a sabiendas de eso, que
el primer tramo (acústico y con Richard solo sobre el escenario)
haya estado dedicado íntegramente a Los 7 Delfines, no dejó de ser
una grata sorpresa. Primero “Tu orden” del inolvidable disco
debut, después “En tu cabeza”, del último disco de la banda
(“Carnaval de fantasmas - 2008), que a mi juicio fue el que
devolvió a Richard Coleman a un nivel de inspiración altísimo, y
que felizmente tuvo continuidad en sus dos discos solitas
posteriores. Ese primer tramo se cerró con “Dale salida”, aunque
antes había tocado “Desierto”, y “Meteoro”.
Justamente me quiero
detener en “Meteoro”. Porque ese tema pertenece al disco “Dark”,
y si algo hubo de poco habitual en la intimidad de la noche de Ultra
Bar, fue que lo ameno se sobrepuso a lo dark; como si la liviandad
del verano se hubiese apropiado de repente de los espíritus de
artista y público. Recuerdo que la última vez que vi a Gustavo
Cerati sobre un escenario, en el Club Ciudad a fines de 2009,
presentó a Richard riéndose porque había conseguido vestirlo de
blanco. Me pregunto qué hubiera pensado Gustavo si ayer lo veía con
camisa hawaiana (aunque en blanco y negro, tampoco era cuestión de
quedar como Jim Belushi arreglando el jardín de su casa). La actitud
de Coleman fue ante todo risueña. Tomándose el tiempo para contar
anécdotas sobre el origen de las canciones, y con la playa como
referencia en muchos de los casos. Visión nublada, estados
alterados, “palitas” que mejor había que dejar afuera, y
recuerdos de la arena del circuito Gesell, Valeria, Pinamar, que
guarda el origen de algunas de esas canciones que tanto disfrutamos.
Eso sí, en momentos como “Lluvia negra” (de Fricción), nos
olvidamos de todo eso, y nos topamos con el Coleman oscuro que
asimilamos hace ya buen tiempo. Y ya que nombré a Cerati, aprovecho
para cerrar el párrafo contando que “En el borde” fue el último
tema que Coleman tocó solo sobre el escenario.
Subió entonces Bodie
Datino, quien aportó teclados y guitarras adicionales. A pesar del
eclecticismo de la lista, el concierto llevó un prolijo orden, y ese
momento fue el que le correspondió a “Siberia Country Club” con
tres canciones: “Hamacándote”, “Jardines líquidos” y
“Turbio elixir”. Luego una experiencia conocida, porque yo había
estado en el mismo sitio en la presentación de “A song is a song”.
Pero los covers no pierden su efecto, y aunque Coleman imagine a
rockeros sureños persiguiéndolo impadiosos, su versión de
“Midnight rider” de Allman Brothers es fantástica, y nos
recuerda además lo bien que toca la guitarra. Y el “Changes” de
Sabbath, una maravilla a la que Coleman sabe sacarle....bueno, iba a
poner “brillo” como frase hecha, pero acá no corresponde.
Digamos mejor que Coleman sabe extraerle toda su opacidad.
Para los temas de
“Incandescente”, Richard se colgó la guitarra eléctrica, y
abrió ese tramo con el tema que da el título al disco. Con esa
canción me sucede algo particular: parte de mi verdadero oficio (al
menos el rentado) es vender lamparitas. Por lo tanto que Coleman le
otrogue carácter romántico a la luz de esos focos incandescentes
ahora discontinuados, reemplazando a la repetida imagen de la luz de
las velas, hace que me haya puesto a pensar que tal vez el tono
romántico de la intimidad tenga menos que ver con los elementos
dispuestos en el ambiente, que con la nostalgia de algunas tenuidades
perdidas. Quien sabe si dentro de cien años, el romanticismo
funcione a led, pero hoy la incandescencia paga. Siguieron “Perfecto
amor” y “Como la música lenta”. Y en “Cuestión de tiempo”
aconteció la paradoja de que lo que en el disco resalta acústico,
aquí fue llevado por una guitarra eléctrica que, sin perder el
encanto de la sutileza, le otrogó un sonido diferente (y ese teclado
irresistible....).
Para despedirse, el
almanaque volvió a invertir su orden. “A veces llamo” de
Fricción, “Sádica” de Los Siete Delfines, y una versión del
“Heroes” de Bowie, a la que se abocó en solitario y con una lap
steel guitar. La gente pidió más, el clima daba para un regalo
extra, y otra vez con Bodie acompañándolo, Coleman hizo “Sádica”
de “Carnaval de fantasmas”. Y cerró con su versión en español
de “Down by the river” de Neil Young, que de verdad estremece. No
solo por la letra (Con ella pude cruzar el arco iris, ir relamente
lejos. Bajando al rio maté a mi bella, bajando al río la asesiné),
sino porque Coleman adopta a su estilo grave toda la frialdad de la
original, y la vuelve cercana y palpable.
Gran comienzo para mi
año musical, en un ámbito además que cada vez me resulta más
cómodo. Quedarán casi doce meses para verlo a Richard Coleman con
su banda completa, a la que además nos adelantó, que tiene ganas de
bautizar. Veremos de qué se trata y como sigue la cosa.
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