“Someone shot
nostalgia in the back” cantaba hace años David J en aquel poema
lírico de los 80, “Who killed Mr. Monlight?”, tomando por asalto
la condición de voz principal de Bauhaus. Y Peter Murphy se adueña
del nombre de aquel caballero, que parecía escapado de un poema de
Poe en tono de sonata, para celebrar los 35 años del nacimiento de
aquella banda, con el “Mr Moonlight tour”. Nostalgia por la
espalda, sí. Pero con un tono especial; revitalizada y auténtica.
Murphy nunca hizo abuso de su pasado con la banda, y cuando tuvo
ganas de rescatarla y las condiciones se dieron, directamente la
reunió. Pero en los últimos años sus shows solistas incluyeron
algunos de aquellos clásicos, y el calendario a veces es una buena
excusa. Entonces mientras el británico prepara su nuevo disco
solista, aprovechó para traer a Buenos Aires (después de sus
primeras visitas de 2009 y 2011) algo de la gira de reunión de
Bauhaus de mediados de la década pasada, y que los porteños no
pudimos llegar a ver.
Los resultados
electorales del domingo habían rescatado mi lado más oscuro y
pesimista, y nada mejor para hacerle frente a la sonrisa falsa y en
éxtasis cocainómano de un adicto al auto robo, bajo el dominio de
una dama con la sonrisa de Blancanieves y el espíritu de Herminio
Iglesias, que sumergirme en el ambiente dark que venía a proponer
Peter Murphy. Por ese motivo, entre las ofertas musicales de la
semana, los 35 años de Bauhaus pudieron más que el blues texano de
Joe Bonamassa.
Ni bien llegado al
teatro sufrí una primera decepción: al comprar la entrada en el
momento, no te daban ninguna oficial, sino un papelito con una X
dibujada, que el tipo de seguridad te pedía al entrar, y que
guardaba en una botella de plástico cortada (???). Yo acostumbro
guardarlas como recuerdo, así que esta vez no pude. Pero eso es lo
de menos, porque...de pagar impuestos, ni hablar, verdad Pergolini?
Sumado esto a que si la capacidad del teatro hubiese desbordado (cosa
que no sucedió) nadie podría explicar el por qué de la mayor
cantidad de personas que las permitidas. Después cuando las bandas
internacionales cancelan por la falta de profesionalismo local, los
productores se quejan. El problema además, en el caso del dueño de
este teatro, es que cacarea profesionalismo en cuanto micrófono
accede.
Entré sobre el final
del set de Flood of Tears, la banda local que hacía las veces de
telonera. Tienen ya un buen trayecto recorrido, tres discos y el
antecedente de haber tocado con Wayne Hussey. Sonaban interesantes,
pero al cantante (canta en inglés) no le entendí una sola palabra.
Por suerte el cierre con “I believe in miracles”alcanzó para
tararear un poco de las lineas que el cerebro no necesita
decodificar. Luego de una breve espera, durante la cual se llenó un
teatro que en principio se veía con demasiados claros, se abrieron
los cortinados para que Peter Murphy y su banda comenzaran el
concierto con el clima hipnótico y espiritual de “King Volcano”
y “Kingdom's coming”, para luego golpear por primera vez con las
guitarras con “Double dare”.
Con su tono barítono
intacto (aunque muy bien apoyado por los efectos desde la consola) y
su figura imperturbable, este cincuentón que solo denota rasgos de
su edad en algunas grietas en su rostro y unas entradas considerables
en el cabello, consumó en una hora y media un auténtica misa
pagana, en tributo a su pasado musical. Desde el vamos estaba claro
que el recuerdo nos iba a traer una catarata de canciones adoradas
(con Bauhaus es muy difícil hablar de hits), pero lo que sorprendió
es como puestos en manos de su banda actual, esos temas sonaron
vigentes y hasta rejuvenecidos. Y está claro que acá corresponde un
temprano reconocimiento de su banda.
El bajo estuvo a cargo
de Emilio China, quien además es violinista, y tiene antecedentes de
colaboraciones con artistas tan disímiles como John Medeski y Philiph
Glass. La guitarra estuvo a cargo de un viejo conocido: Mark Thwaite,
quien formara parte en los '90 de otra gran banda gotica, de buena
acogida en los escenarios porteños: The Mission (además tocó con
Tricky, entre otros tantos). Pero el alma de la banda (algo que el
mismo Peter Murphy reconocerá al momento de presentarlo) es el
baterista Nick Lucero. Mas allá del antecedente de haber grabado con
QOTSA en “Rated R.”, su pulso preciso, y la facilidad con la que
aplica técnicas dubstep a las bases, lo convierten en el real lider
musical del grupo.
Con “In the flat
field” se escuchó el primer estallido del público, en “Boys”,
un misterioso Peter Murphy escanea con una linterna de leds frios los
rostros de sus músicos, “Silent edges” nos devolvió al clima
místico, y en “Endless summer of the damned” (única cita a “Go
away white”el disco de reunión en 2008) la garganta de Murphy se
desgarró en cada grito atronador y desesperado. Peter Murphy y sus
ojos abiertos como huevos duros canta cada tema con oscuro
histrionismo. Se dobla, se retuerce, se inclina hacia el público y
por momentos transmite la impavidez de un sepulturero, en otros se
protege de la luz acechante como un vampiro, y a veces actúa como en
pleno trance exorsista. Canta, dice, relata sus letras con tono
misterioso, y señala hacia un punto difuso, que puede ser un rumbo a
seguir, una alerta de amenaza celestial, o simplemente la nada misma.
La gran sorpresa fuera
del repertorio Bauhaus, fue “A strange kind of love”, bellísima
balada de su disco “Deep”, durante la cual Emilio China se luce
con su violín eléctrico, y Murphy se cuelga por única vez una
guitarra acústica. Y ese tema dio inicio al mejor tramo del
concierto, porque continuó con el lúgubre clásico “Bela Lugosi's
dead”, y el faro de luz espectral apuntando en el rostro de Murphy,
el irresistiblemente bailable “Kick in the eye” y otro clásico:
“The passion of lovers”. Ya con Peter Murphy sumando otra
guitarra, el escenario se llenó de energía eléctrica con “Stigmata
martyr” y la tremenda “Dark entries”. “If only for the old
times, don't go waving your pretentious love” vocifera la garganta
de Murphy, que repite hasta desgarrarse el “pretentious” de
manera indefinida y agónica. Y como si fuese consciente de que con
semejante nivel de energía resultaría imposible abandonar el
escenario, “Severance”, el exquisito cover de Dead Can Dance que
Bauhaus grabara durante la efímera reunión de 1998, resultó una
despedida en forma de delicada catarsis.
Para los bises la banda
retornó recargada, y “She's in parties” (por mi parte, la más
esperada) hizo que Murphy se arrime al público para ponernos a
cantar el estribillo, estirando su brazo hasta lo imposible y dejando
el micrófono por encima de las cabezas, mientras la guitarra sonaba
como si los '80 no hubieran terminado nunca. Y la noche cerró con
dos covers: “Telegram sam”, una rockera manera de citar al glam
de T-Rex, y el clásico ajeno que también es su clásico por
excelencia “Ziggy Stardust”.
Afuera hacía frio en
serio, así que el 42 que me esperaba a la salida del Vorterix
resultó casi una bendición. Pasé por la Chacarita con la voz del
que tal vez sea el mejor intérprete vivo del espíritu de Ian Curtis
dándome todavía vueltas de tal manera en la cabeza, que hasta daban
ganas de quedarse a pasar la noche en el cementerio. Pero el estómago
sabía de las empanadas caseras que me esperaban, y por otra parte no
hubiese podido soportar los reproches del General Perón observando
como su más maravillosa música, empieza a desafinar de nuevo.
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