Mientras esperaba con
una pizza y una cerveza el show de Acorazado Potemkin en el Ultra
Bar, me acordé del contraste que me provocó ver al Juan Pablo
Fernandez apocado que contaba el final de Pequeña Orquesta
Reincidentes en “Qué sois ahora?” (el documental de Mariano
Goldfgrob y Gustavo Galuppo), con la energía que me infundía la
escucha obstinada del, por entonces reciente, disco de su nueva banda
llamado “Mugre”. Ni bien aparecido no le fue dificil cosechar
elogios y ganar recomendaciones, a pesar de que solo estába
disponible en formato mp3 gratuito (y de sufrir además el asalto del
FBI a Megaupload, que los obligó a mudar los archivos de servidor),
pero que en lo que a mí respecta me reencontró como nunca con el
hábito de escuchar un disco una y otra vez, hasta saberlo de
memoria. Y desde ese día que vi el documental no puedo dejar de
pensar en “Mugre” como una explosión, una descarga furiosa, un
desahogo creativo. Tal vez sea injusto, puesto que Acorazado Potemkin
es un trío y limitar el juicio a un solo integrante no sea lo
correcto, pero aquella impresión fue tan real, que aún hoy perdura
y la comparto.
Ese repaso no fue lo
único que acompañó la espera, puesto que antes de Acorazado tocó
Juguete Ruidoso (van a tener que reveer el nombre: dije ayer rabioso
por ruidoso, volví a repetir el error al escribir hoy, y hasta se
confundió Luciano Esaín cuando más tarde les iba a agradecer el
set: Arlt es omnipresente). No los conocía y la primera impresión
pudo resultar injustamente lapidaria: algo en la voz de Martín
Mendez me recordó a Roque Narvaja. Después descubrí que ese no era
sino un condimento loable, puesto que en medio de las capas de
guitarras (excelentes arreglos) esa voz le daba a las melodías gran
expresividad. Tocaron algo más de media y hora y como perla cerraron
el set con Mariano Lopez Gringauz de Valle de Muñecas en el bajo.
Poco puedo agregar para una primera impresión, solo decir que me
tomaré el agradable trabajo de escucharlos, porque valen la pena. En
el debe apenas me quedó la impresión de que el teclado merecía
mayor protagonismo en la mezcla, y uno de los temas que me remitió
demasiado a “Boys don't cry”, pero puede que sea injusto.
La excusa para el show
de Acorazado Potemkin de anoche era la presentación en sociedad del
video de “La mitad”, dirigido por José Guntin Rodríguez, el que
se proyectó como anticipio de la salida a escena de la banda.
Después Acorazado abrió con su versión del tema de Adriana
Calcanhotto, “Unos versos”. Si la tierra es de quien la trabaja,
las canciones son de quien las toca, dictaminó Juan Pablo para
apropiarse definitivamente del tema. Después siguieron con “Lengua
materna”, y con todo el disco “Mugre”, más un par de temas
extra, que para mí eran nuevos, pero quien sabe si ya venían
sonando en show anteriores. Lo cierto es que la energía es la misma
y la tónica se mantiene: rock crudo, eléctrico, valvular; letras
personales, solitarias y a veces confesionales. Todo en Acorazado
Potemkin se expresa con dientes apretados, sin perder por ello (o tal
vez justamente gracias a ello) la belleza en esa mirada descarnada,
auténtica y de una poética única.
En la sala reducida y el
público cercano, el sonido duplica el impacto y las canciones se
suceden en un orden diferente al del disco, que no por ello abandonan
ese hilo invisible que las conduce y define. “Perrito” es
desolación, “Puma Thurman” ironía y en “Gloria” Juan Pablo
Fernandez canta una linea, valga la redundancia, gloriosa: la gloria
fue esa prostituta que me dio su nombre verdadero. En los coros y
estribillos las voces de Fernandez y Esaín forman un tándem único,
y la banda por momento arrolla. La furia punk ataca con los dos temas
de Fede Ghazarossian: “Caracol” y “Quiero”, y para el final
reservan la primera parte de “Mugre”, con “La carbonera”, el
descomunal “Desert” (“En los mismos gustos, en la misma mueca,
tal vez sobre la íntima, deliciosa y exquisita calidez de nuestra
comunidad y sus justos gestos, ya ves, el desierto de cenizas que da
molde a la paz, yo que nunca tuve paz, me envuelvo en esa paz, lo
gris contra lo gris, soy lo gris contra lo gris” canta Juan Pablo
parafraseando al poeta peruano Jose Watanabe ), y “Algo”.
“En este nuevo mundo
en el cual el suicidio de pronto era una palabra en clave para
indicar que lo que habías dicho iba en serio, nada podía estar más
a la moda que un cadaver”, describe con crudeza los tiempos del
punk londinense Greil Marcus en su “Rastros de carmín”, y
Acorazado Potemkin, hijos lejanos pero legítimos en espíritu de
aquella revuelta cultural, se despiden cantándole a los muertos.
Envidiándoles la insensibilidad, la quietud, la paz y la eternidad
toda, en una marcha que alcanza climas épicos.
Para el final definitivo
hubo un regreso al escenario y otro tema extra-Mugre (mi falta de
consecuencia con la banda en vivo me inhibe de decir nuevo), y por
fin el cierre con “La mitad”, mientras la pantalla superior
repetía las imágenes del video. “Ahora que no hay nada, sino
fotografías”; la frase de Eduardo Darnauchans que dispara el tema
se encarna en esas imágenes en blanco y negro que acompañan a una
de las mejores canciones de desamor que se haya compuesto por estos
lares. “La mitad” desgarra, deja esas huellas que duelen pero a
las que no se renuncia porque precisamente es en ellas en donde uno
mejor se reconoce. La pareja gastada baila en un pasillo angosto,
ambos se mecen, se abrazan, se pierden, se buscan frente a un espejo
que les devuelve soledad, se contornean en la ausencia de un hombro
invisible pero presente. Son como siluetas individuales que solo se
concretan cuando juntan esas dos mitades que les dan sentido. El
video es cruel, trasmite el mismo frio implacable que la canción, y
la complementa, la hace aún más grande. Como un círculo,
Acorazado Potemkin vuelve entonces al inicio de la noche, porque lo
que al principio fue entrega absoluta, apropiación casi obsesiva;
ese “seré yo tu paradero” de “Unos versos”, encuentra en esa
otra mitad que no sabe olvidar, esa “que te diga donde estoy” el
mismo afan, el mismo destino inevitable, la misma convicción de que
aún sumergido en el licor más venenoso, hay siempre una parte de
uno que guarda las esperanzas más incrédulas y que se somete por
completo a la fatalidad. Solo faltó Flopa en los coros y podría
estar hablando de noche perfecta.
1 comentario:
Ey, me enganché con la reseña, pero a la música de AP todavía no le encuentro la vuelta.A veces pienso que es porque en su momento me perdí el capítulo Reincidentes.
Roque Narvaja: otrora voz muy filosa y personal, tremendo compositor que -lamentablemente- es sólo recordado por "Santa Lucía" y "Menta y limón".
Voy a ver si encuentro algo de Juguete Rab... digo, Ruidoso.
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