Ayer, mientras iba al ND Ateneo al recital de Kevin
Johansen con su banda The Nada, y que contaba, como en otras oportunidades, con
el aporte del dibujante Liniers, pensaba en otros casos de relación tan directa
entre la música y el dibujo. Y seguro debe haber sido por la fecha, tan cara a
los gustos de Patricio Rey, que lo primero que se me vino a la cabeza fueron
los aportes del “mono” Rocambole para los trabajos de Los Redonditos de Ricota.
No voy a hacer, ni me interesa hacerlo, una comparación entre la perversidad y la
elocuencia de aquellos dibujos con la candorosa ingenuidad propia de los de Liniers,
pero sí tengo que decir que llegar al teatro con esas imágenes me obligó a
tomarme un respiro para adaptarme a la inocencia bien entendida que se respiraba
adentro. Eso sí, una vez en clima, la
cosa se hizo más fácil y dejarse llevar por la múltiple propuesta resultó más
que sencillo.
La historia no tiene muchos prolegómenos: ni bien se
apagan las luces, y cuando el telón se va levantando lentamente, los artistas
ya están ubicados en su sitio, y “Amor finito”, el tema elegido para abrir el
concierto, ya había empezado a sonar cuando todavía el escenario estaba
cubierto. Kevin Johansen ocupa el centro
y a su derecha está sentado Liniers garabateando sus primeros gráficos, cuyo
proceso de creación se puede observar
sobre la pantalla que cubre el fondo del escenario. Después tocaron “Desde que te perdí” y “En mi
cabeza”, del primer disco de The Nada, al que Kevin definió como un catálogo de
obsesiones. Y esa será la fórmula de ahí
en más: Kevin Johansen y sus canciones entregando consignas para que el
dibujante improvise dibujos a tono con las palabras y los sonidos que guían su
inspiración.
En términos estrictamente musicales, el show tiene
como eje el último trabajo de Kevin Johansen + The Nada, es decir “Bi”, un
disco doble dividido por una impronta tropical y rioplatense en el primer
volumen, y un sonido de pretensiones más rockeras en el segundo. Y esos vaivenes están muy marcados en el
show, cuyo clima varía a merced de esos distintos tonos. Eso sí, la atención
que pone el público en la construcción del trabajo del dibujante, hace de la
experiencia una situación tan fascinante como compleja. El show dura alrededor de tres horas y consta
de una innumerable sucesión de canciones breves, con lo cual testimoniar el
orden de los temas resultaría tan tedioso como inútil. Puedo, eso sí, citar
algunos pasajes destacados. Como el delicioso aporte que significa la segunda
voz del bajista Juan Alvarez en “Tan fácil”, (en el álbum grabada junto a
Paulinho Moska), o los celebrados solos de armónica, saxo y guitarra en
“McGuevara’s o CheDonald’s”. Johansen es dueño de un ingenio que le permite
cantar con ironía tanto sobre paradojas sociales como sobre dilemas existenciales.
Jamás caerá en el trazo grueso de, por ejemplo, un Copani, y lleva adelante el
show con una dosis de sutileza que contagia. A su lado Liniers hace del dibujo
una experiencia de improvisación jazzística, aunque en algunos casos la
pantalla muestra animaciones y dibujos pre grabados. Adaptaciones propias de Flanders y Homero
Simpson sirven para graficar el conflicto de los “Vecinos”, y su personaje
Enriqueta le pone calidez a “Hamaca”. Más tarde la letra completa de “Everybody
knows” se irá sucediendo en hojas que son descubiertas de a una mientras Kevin
hace su versión del clásico de Leonard Cohen.
Hay una cuestión importante: la variedad de
disciplinas no se detiene en la música y el dibujo, sino que también el humor
de estilo stand up está presente en todo momento de la noche. Los diálogos
entre Kevin Johansen y Liniers son recibidos con sonrisas y carcajadas, y son
componente esencial del show. Y ese cúmulo de situaciones se producen de manera
simultánea, con lo cual obliga a la gente a tener varios de sus sentidos
puestos al máximo de su atención para no perder detalle. En mi caso además se
sumó el del olfato, ya que llevo grabado en mi nariz la más espantosa
fragancia, que para mí, es el aroma del perfume de la señora que tenía sentada
al lado. Hay baile (el breakdance de Liniers en un “Take on me” a dos charangos),
juegos de palabras (“Hotel California” devenido en “Hotel Patagonia”),
referencias de actualidad (dicen que es más probable que se amiguen Clarin y el
Gobierno, antes de que yo haga un agudo, cuenta Kevin en “Oops”), e historias
relatadas en un tono monótono digno de Leo Masliah, como en la introducción de
“Timing”. La complicidad entre el cantante y el dibujante es absoluta y con
todos esos aditamentos, Kevin Johansen y Liniers hacen del concierto una
auténtica celebración de la amistad.
Además de los dibujos, se pasaron un par de videos:
el make up de las fotos de Kevin Johansen y Liniers convertidos en John Lennon
y Yoko Ono (que forma parte de la gráfica publicitaria del concierto), y el
estreno de “No digas quizás”, con la participación de Lisandro Aristimuño (con
cita en vivo a “You can’t always get what you want” de Rolling Stones). En lo
musical se destaca la versión folk de “Modern love” de Bowie, la festejada
“Daisy” y hacia el final el clásico “Down with my baby”. Los dibujos más
logrados son la cita floydeana en “Dark side of me” y “El grito” de Munch como
gesto desesperado para suplicar “No me abandones”. Y ambas disciplinas encuentran la mayor
empatía en “Cumbiera intelectual” (imposible no emparentarla con la “Cumbia
epistemológica” de Les Luthiers), en donde una referencia a Piet Mondrian sirve
como disparador para un cambalache que incluye a Luis Majul, Bucay, Ari Paluch
y Victor Hugo Morales (???). Antes también había recibido sus palos Alex Ubago
en “S.O.S. fashion”. “Anoche soñé contigo” es el tema elegido para cerrar el
concierto antes de una prolongada sesión de bises.
El regreso al escenario incluye la repartija de
algunos de los dibujos de Liniers que son arrojados a la platea bajo la forma
de avioncitos de papel. Y lo primero en sonar es un meddley entre “Ni idea” y
“So lazy”, canciones interpretadas a pedido de la hermana de Kevin. Después
“Apocalypso” y “Sur o no sur” contagiaron su ritmo seguido por las palmas de la
gente, y luego Liniers y Kevin Johansen intercambiaron los roles. Entonces fue
el cantante el que intentó graficar la musicalización de “The fly”, el poema de
William Blake (mucho Lou Reed allí, Mr. Liniers), y un “Knocking on heavens
door”, en donde el dibujante imita la voz nasal de Bob Dylan, que termina por
devenir en los aullidos de Axl Rose. Los dibujos serán juzgados con humorística
severidad por Liniers, y el recital entró en su final definitivo con
“Guacamole” (trencito incluido en la platea)
y el clásico “Fin de fiesta”.
Cuando
me iba, detrás de la consola un hombre llevaba un remera con la inscripción
“Del deporte se puede salir”, y me fui pensando cuánto demorará Kevin Johansen
en hacer una canción con eso. Eran más de las doce y el día de los inocentes ya
había terminado, sin embargo me subí al taxi de regreso con la convicción de
que la inocencia esta vez, sí que había valido la pena.
1 comentario:
Hay cosas que no entiendo: 1) el atractivo del arte de Liniers (*no soy el único: hace un par de años tuve una entrevista con Daniel Divinsky, que me confesó que a la editorial el éxito de "Macanudo" la había tomado por sorpresa... pero era bienvenido ;-) ) y 2) la música de KJ, aunque reconozco que está hecha con una factura impecable y el tipo tiene un humor muy fino... no me llega. igualmente me encantaría escuchar sus versiones de "Take on me" y "Modern love".
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