El domingo fue un día
raro. Había muchísimas opciones y de todo tipo para decir presente.
Estar en San Juan con el debut de Ramón Diaz en el banco de River, o
en la Plaza de Mayo en el Festival por la Democracia y los Derechos
Humanos eran dos de las opciones por las que el corazón hacía más
fuerza. Pero también la tercera fecha del Festival Rock y Reggae
en el Microestadio Islas Malvinas, una interesante propuesta de fin
de año y que incluyó dos tarde/noche más, además de la del
domingo. Novedosa y ambiciosa propuesta, porque un evento de esas
pretensiones sin sponsor resulta todo un desafío en sí mismo, más
allá del prestigio de la grilla (que incluyó nombres como Guasones,
Bersuit y La Vela Puerca). Pues bien, entre la política el futbol y
la música, esta vez prevaleció la música, y allí fui para
Paternal en el domingo caluroso de Buenos Aires. Mientras tanto el
celular traía las alegrías de los goles de Sanchez y Lanzini, y me
enteraba también de la masividad del festejo democrático en la
plaza.
Llegué cuando arrancaba
Mimi Maura con “Todos los días de sol”, para pegarle en seguida
“Canción a Nereida”, ambas de “Dias de sol”, el último
disco de la banda que ya tiene buen rodaje, puesto que se editó en
2009. Supongo que cantar la canción con la que Mike Acevedo, padre
de la cantante, le dedicara su amor a la madre de Mimi debe
significar para ella una emoción muy particular, pero hay que decir
que la pasión y la entrega de cada una de las interpretaciones
tienen ese mismo condimento. Hacía mucho que no veía a Mimi Maura
en vivo, y en su caso uno no espera evolución ni sorpresas, sino esa
intensidad con la que viste de encanto caribeño a cada canción, más
allá del ritmo y los diferentes climas. Por momentos prevalece la
intimidad con “Al borde del tiempo”, “ Loiza aldea”, pero lo
más festejado llega con canciones como “Ya no lloro más”, en
las que la gente pareciera tomar impulso. A decir verdad el horario
relativamente temprano en el que tocaron hizo que muchos chicos se
vayan sumando al show a medida que este avanzaba, y tal vez por eso
el calor llegó al final, con más gente, pero también con la
llegada de los clásicos como “Otra copa” y “La huella”. El
cierre de su set los encontró, considerando las premisas de rock y
reggae que proponía el festival, asumiendo su identificación con
la segunda palabra, y la versión de “Judge not”, el tema que Bob
Marley que grabaran para el tributo de 2004.
No quiero ser injusto
con las bandas que tocaron antes, porque resulta que el Festival
arrancaba muy temprano, a la hora en que mi aparato digestivo
culminaba por metabolizar las pastas domingueras. Así que apenas me
limito a nombrar a Prófugos del Borda, Hernán Biondi y a Heladeros
del Tiempo, quienes se encargaron de ponerle música al primer tramo
de la fecha y de los que no puedo hacer ningún comentario.
Entre cada show había
que salir a tomar aire, porque a pesar de la buena circulación en el
estadio, los 30º se hacían sentir. El predio estaba muy bien
aprovechado, con un puesto de helado, un patio cervecero y varios
puestos de ventas de Cds y remeras en la parte exterior del estadio
propiamente dicho. Eso sí, los precios de las bebidas y comidas
parecían tener la intención de financiar la parte de los costos que
la ausencia de sponsor no alcanzaba a cubrir. De todas maneras la
cerveza encontró muchos adeptos.
El caso de Dancing Mood
es especial, porque era la banda de todas las que tocaban ayer la que
más intriga me provocaba ver. Más que nada porque me resultan una
gran deuda ya que todos las veces que los escuché me prometí
dedicarles una atención más exhaustiva, cosa que siempre terminé
postergando. Pues bien, ayer finalmente me di el gusto de estar
frente a esta Big Band, auténtico catálogo de músicos de la escena
reggae/ska local. Fue el trompetista y líder Hugo Lobo quien tomó
el centro del escenario, manejando todos los hilos de la orquesta. No
casualmente vestía la casaca de Cuauhtémoc Blanco, como para que no
queden dudas de quien marca los tiempos en ese conjunto. A decir
verdad tanto Lobo como el saxofonista Sergio Colombo, en realidad
volvían al escenario, pues ya habían estado sobre él como miembros
de Mimi Maura. Con base en el ska jamaiquino, temas como “Take
five” o “Dandimite” son la escusa para el despliegue individual
de solos que se van sucediendo en una improvisación jazzera que
permite citas y juegos melómanos en los que se descubren desde
clásicos como “Rezo por vos”, temas tribuneros como “Muriendo
de pena” de Ruben Rada, hasta citas fiesteras con el “Ilarie”
de Xuxa. Con adaptaciones de clásicos como “Take the A train” y
con The Skatalites como guia y referencia absoluta, mantuvieron a la
gente en un leve, cansino y permanente baile, mientras arrancaban
aplausos a fuerza de intervenciones solistas en especial de los
vientos, aunque también se destacó un solo de guitarra de matriz
“santanesca”. “Latin goes ska” y el coreado por todos “No
me pisen las flores” fue la única parte vocal de un set
íntegramente instrumental que nos dejó a todos con una enorme
sonrisa y bien a punto para disfrutar de Onda Vaga.
Cuando entré para ver a
Onda Vaga confieso que lo hice con prejuicios, porque los había
visto en el Festival que cerró Café Tacuba en el Planetario y me
habían parecido bastante frios. Mas allá de la simpatía que me
producen sus canciones tenía esa deuda, que adelanto, saldaron por
completo. Después de la “Vaguiseñal”, “Marineros” puso de
buen humor a todo el mundo. Y a partir de allí mantuvieron a la
gente cantando todas y cada una de las canciones, que los pibes se
saben de memoria. “Ya” y “Me pega fuerte” son dos buenos
ejemplos de la atmósfera fumona de sus letras y melodías. Pero
también muestran que saben apropiarse de canciones ajenas, como el
caso de “Como que no? De “el príncipe” Gustavo Pena en la que
incluyeron cita de “La saeta”, aquel poema de Antonio Machado que
musicalizara Serrat a fines de los 60. La invocación de Gustavo Pena
funcionó como gesto para con los uruguayos que venían más tarde y
que no fueron los únicos, porque La Vela Puerca había estado a
cargo del cierre de la fecha 2 del festival. “Baila”, “Jovens”,
“Vayan a ser” (“va a nacer una pena en una flor, una oreja en
tu caparazón” los pibes son definitivamente delirantes) son una
mezcla de inocencia e ingenuidad, que a veces resulta natural y otras
bañada de sarcasmo. Tocaron un tema nuevo, en “Rayada” abogaron
por el fin de la violencia de género y con “Sequía de amor”
parecieron cerrar un set, que terminó por ser un gran fogón bajo
techo. Pero la gente pidió más y en un guiño inusual en estos
festivales (tal vez aprovechando la disponibilidad de tiempo que
había dejado el cambio de fecha de Bersuit, inicialmente programado
para ayer), les dieron unos minutos más, en los que los Onda Vaga
regalaron “Mambeando”, la frenética “Cartagena” y “Te
quiero”. Aunque a decir verdad el final quedó a cargo del público
que se quedó coreando “El experimento” mientras los plomos
reacomodaban el escenario.
Antes de El Cuarteto de
Nos pasaron varias cosas. En primer lugar la demora entre banda y
banda se prolongó más que los intervalos anteriores, pero una de
las diferencias más notorias fue el público, que se renovó en
buena parte. Domingo tarde y un lugar en el que no abundan los medios
de transporte influyó, aunque el principal motivo tuvo que ver con
que El Cuarteto de Nos y las bandas reggae no comparten el 100% del
público. De hecho buena parte de la gente con las remeras de
“Porfiado” se quedó afuera tomando fresco durante los shows de
Onda Vaga y Dancing Mood. No eran muchos, pero eran los que más
agitaron en la previa que se demoraba, y los que consumieron toda la
energía en la hora y cuarto que duró el show de los uruguayos. Que
abrieron con “Algo mejor que hacer” y “El hijo de Hernandez”
en una seguidilla que despabiló a todos, como un sopapo que despertó
a los que quedábamos, cuando hasta entonces el humo no había hecho
otra cosa que acercar a los estómagos bajoneados a los super panchos
de precio inaccesible. Suponiendo estar frente a un público no del
todo propio (solo en una mínima parte puede llegar a ser cierto),
El Cuarteto de Nos apeló a la energía y dieron el show más potente
de todos los que les llevo visto. Compacto y demoledor, casi punk por
momentos. Se olvidaron de temas como “Mi lista negra”, y sacaron
a relucir su repertorio más rokero, al que solo le dieron respiro
con las intervenciones de Tavella (entre ellas “Enamorado tuyo”,
con notorios problemas de sonido), aunque “No te invité a mi
cumpleaños” también sonó más enérgica que de costumbre. Tal
vez la única concesión en serio a ese clima fue “Todos pasan por
mi rancho” en el que insólitamente la gente se sentó en el piso
del Malvinas. Si hasta ese momento la tercera fecha del Festival Rock
and Reggae se había caracterizado por el baile tenue y el tarareo
hipnotizado, con el Cuarteto todo fue desborde. Los fans más
aguerridos no interrumpieron el pogo en ningún momento, y ni
siquiera midieron el enorme costo de las botellitas de agua fría que
se vacíaron entre ellos en medio de los saltos. Con “Nada es
gratis en la vida”, los desaforados “Buen día Benito” y
“Miguel gritar”, mas “Yendo a la casa de Damian” el
Microestadio Malvinas quedó regado de sudor. Y a pesar de la hora,
el calor y lo poco práctico del estadio como para salir a esa hora,
a nadie se le ocurrió irse sin pedir una más. “Me amo” e
“Invierno del '92” cerraron el set del Cuarteto, la noche y el
festival todo.
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