Después del evento
monstruoso y la parafernalia conceptual de Roger Waters, yo
necesitaba volver a tierra. Sentir nuevamente las sensaciones y la
energía que producen un recital de rock en su versión más básica
y por lo tanto, como dicen los narcocatadores, de mayor pureza. Y
nada mejor que Gogol Bordello para recuperarlo. La banda de Nueva
York tocó anoche en Groove, luego de su presentación por el
Lollapalooza chileno, volviendo a la Argentina tras su breve paso por
el Pepsi music en el Club Ciudad allá por 2009, en uno de los escenarios mutilados
a los oídos porteños por el Santísimo Señor de las Bicisendas. A pesar de llegar relativamente sobre la hora pude
escuchar el último tema de la banda soporte “4 pesos de propina”,
que mas allá de la obviedad de una rima entre plata y pirata,
parecían sonar bastante bien y tener muy buen recepción por parte
del público. Pero yendo a la banda principal, mas allá de su identidad gitana, Gogol Bordello no
encaja en los parámetros de la llamada “movida balcánica” que
Kusturica mediante, tuvo su pequeño auge en el país desde fines de
los '90 hasta algunos años avanzado el nuevo siglo. Aún cuando
algún oído interesado se haya acercado a la propuesta de Eugene
Hutz y los suyos desde aquella movida, lo cierto es que en el caso de
Kusturica existe un cierto componente nacionalista que en Gogol
Bordello desaparece por completo. Aquí se reivindica al gitano en su
versión nómade y asume como propia la causa de todos los inmigrantes del
mundo. Mirando remeras uno puede guiarse también sobre lo
heterogéneo del público que se acercó anoche hasta Plaza Italia, y mientras esperaba el inicio del show
(torturado por el pésimo gusto de DJ de Groove empecinado en el
cuarteto y la peor cumbia) pude ver remeras de Free Palestine, The
Wall, Mano Negra e incluso un flaco que llevaba puesta una remera de
Licenciado Cantinas de Bunbury junto a un buzo de Lacrimosa (???).
Escenario despojado,
apenas decorado por una bandera con el símbolo del disco “Gyspy
punks”: un puño aferrado a una honda, a punto de lanzar una
estrella identificada con la libertad. En el desprolijo ingreso de
los músicos, más la botella de vino en la mano izquierda del
ucraniano Eugene Hutz, uno tiene el primer síntoma de los
condimentos que va a tener el show. Y el comienzo irresistible con
“Ultimate”, también apertura de su anteúltimo trabajo“Super
Taranta!” (2007), se trata entonces tan solo de una confirmación. A
partir de allí será todo delirio y traspiración. Cada riff del
acordeón de Yuri Lemeshev y el violín (Sergey Ryabtsev es
componente fundamental de la banda) será coreado a toda voz, cada
ritmo replicado en saltos y palmas, cada grito liberado acompañado
por puños en alto. Punk gitano, innecesaria etiqueta, porque a decir
verdad: hay algo en el mundo más punk que los gitanos? Y luego
“Sally”, a puro pulso ska, con el violín marcando el ritmo
como un cuchillo, para devenir en furia punk. Y no habrá respiro,
porque todo el show mantendrá la adrenalina de esos primeros
minutos, con ritmos que van desde el reggae hasta el hardcore, a
cargo de una banda sanguinea y visceral.
La fiesta permanente de
Gogol Bordello estará siempre acompañada por un espiritu rebelde
irrenunciable. La actitud frente al escenario es la de “si
molestamos, no nos importa. Así somos, tómalo o déjalo (si
puedes)”. A los pasos de Sergey llevando a pasear su violín por
todo el escenario, y los movimientos desaforados de Hutz, se suma la
presencia de Pedro Erazo, el percusionista y MC ecuatoriano del
grupo, quien es el encargado de las arengas al público, innecesarias
por cierto. Desde la mitad del local veo pasar cuerpos exhaustos que
salen del pogo constante para tomar una bocanada de aire (y un poco
de cerveza) para regresar renovados a seguirle el ritmo a la banda.
Una banda que avanzando en el show arma una continuidad con
“Inmigrant punk” y “Tribal connection” que tiene a Joe
Strummer como Dios pagano y “The guns of Brixton” como biblia
sagrada. Y después sigue con las lejanas reminiscencias españolas
de “My companjera”. Este tema es de su último disco
“Trans-Continental Hustle”, producido por un Rick Rubin que
consiguió la versión más madura de Gogol Bordello, al menos de lo
que hasta ahora conocemos de ellos. De allí también sonaron la
cumbia “Last one goes the hope” y el momento más calmo del show,
con “When universes collide”.
Tratándose de un 2 de
Abril, me intrigaba ver como Gogol Bordello se abocaba al tema
Malvinas (si es que lo hacían) sin caer en demagogia. Y el encargado
fue una vez más Pedro Erazo, quien afirmó: no solo las Malvinas,
todo el mundo es nuestro. Perfecto, bien a tono con su espíritu
nómade, y ahí nomás pegaron lo que tal vez sea su más elocuente
declaración de principios “Inmigraniada (We comin' rougher)”, y
el pogo llegó hasta la avenida Santa Fe. Ya para el final quedaron
“Break the spell”, el irresistible “Pala tute” y un “Star
wearing purple” (con cita al floydeano “Hey teacher, leave the kids alone”,
como si el espíritu de Roger Waters aún permaneciera entre
nosotros) que nos dejó a todos saltando hasta volvernos púrpuras
del calor, mientras Eugene Hutz vaciaba su botella de vino sobre las
cabezas de la gente más cercana, y revoleaba lo que quedaba
repartiéndolo por todo el escenario.
Breve receso para un
regreso que fue más de lo mismo, una fiesta en continuado que solo
se tomó un respiro para dar lugar al inevitable canto del público
local, porque también Gogol Bordello es un sentimiento que no se
puede parar. “Alcohol”, oda que también resulta otra declaración
de principios, con menos rebeldía pero más enajenación, y “Think
locally, fuck globally”, "Sacred darling" y un final que los encuentra a todos los
músicos entrelazados sobre el escenario, mientras suena de fondo la
voz de Johnny Cash y su versión de “Redemption song”, un
auténtico himno para los inmigrantes del mundo.
Con seguridad las
efusivas crónicas de los esperados shows de Foo Fighters en River
dejarán en segundo plano lo sucedido anoche en un Groove repleto,
pero quienes estuvimos allí sabemos que semejante descarga de
energía no será sencillo de ser superada por mucho tiempo. Y
tratándose de Gogol Bordello, no será cuestión de pedirles que
vuelvan, porque será su andar errante el que inevitablemente los
traiga casi sin querer de regreso, para volver a regar esta tierra
con mucho vino, más sudor, y ninguna lágrima.
4 comentarios:
Excelente crónica para lo que el resto de los mortales -discapacitados literarios- describimos justamente como indescriptible. Gracias!
Imagino mucho los recitales cuando los describís, cosa que agradezco profundamente como lector pero...no se porqué te imagino como espectador pasivo (en el buen sentido, claro)y que no te prendes a los pogos, o a la locura de un recital como este que relatás. Lo único que sé es que te tengo envidia, porque siempre tenés entradas para algo.
Los disfruto, y nunca antepongo la "profesión" (???) al goce del momento. Pero estoy viejo para pogos.
Querido Dardes, como siempre, ponés palabras a lo que yo pierdo en el éter del delirio. Gran crónica para revivirlo una y otra vez. Eso sí, cabe mencionar que entre My Companjera y Last One Goes de Hope sonó un HERMOSO, ALEVOSO, OLÍMPICO, CELESTIAL... MISHTO!
Estoy tratando de subir los videos pero temo que tomará tiempo y más sudor que esas horas en Groove!
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