Prejuicio de los recitales de verano? Puede ser. Así que me fui a mi primer recital del año sin ninguna otra expectativa que pasarla bien. Una época en que las bandas giran probando temas y arreglos, tocando en crudo sin invitados. Y si hay invitados, con poco ensayo. Como dije antes, prejuicio. Además la grilla de shows que se anuncia para los primeros meses del año en Buenos Aires no me resulta para nada atractiva, por lo que además, la noche de Groove servía para ponerme en forma para un semestre nacional. Bien, hasta acá todo lo que pensaba antes del show, porque después a historia fue distinta. Y bien distinta.
Groove es un lugar muy caluroso. Lo presentía, porque ya había sufrido algo de eso en el show de Echo and The Bunnymen, en una época del año mucho más benevolente con las temperaturas. Claro, el show, presentado como after office (aunque empezó 10:30hs), tenía pretensiones de una extensa previa en la barra y era parte de la gracia. Lo que no fue gracioso fue una previa de unos tales Improcrash. No sé si era el clima o qué. Pero su humor necesitó de una explicación en cinco pasos en un video previo. Las explicaciones en el mundo de la comedia son mal augurio El sonido no ayudaba. Lo que se llegaba a oír y que procedía desde unos micrófonos inalámbricos poco fieles no producía gracia alguna, y honestamente la voz de una de las chicas imitando el tono de una novela mexicana me producía más calor. Si era un truco para que bebamos más Stellas, funcionó perfecto. Ahora, si tenía intención de divertir…bueno, en un momento escuché una carcajada que vino desde adelante, así que al menos uno de los chistes debe haber estado bueno. O uno de ellos se cayó…no estoy seguro.
Después de un año dedicado a presentar “Simetría de Moebius”, Catupecu se liberó, por decirlo de alguna manera, del disco y de a poco va se va reencontrando con sus trabajos anteriores. Adaptando, reinventado siempre, como espíritus inquietos que son, pero recuperando buena parte de su recorrido. El primer tramo del show, a pesar de no incluir todos temas nuevos, mostró al Catupecu más actual. “Hormigas” fue la elegida para abrir, a la que siguió “Confusión”. Ese tramo, en el que se destacó “Anacrusa”, una de las nuevas canciones en la que mejor se nota como el paso seguido por el escenario la engrandeció, incluyó la celebrada “Piano y RD”, y también canciones como “Óxido en el aire”, que mejor se adaptan a ese sonido. Pero bastó que Fernando Ruiz Díaz se calce la Gibson negra para que la “NIN version” de Catupecu desapareciera del escenario. Y allí comenzó una auténtica celebración. Porque en este tipo de shows “pequeños” es cuando la banda se encuentra con su público más fiel, con el suelen tener consideraciones especiales a la hora de armar lista, y porque además, anoche era el cumpleaños de Fernando y el espíritu festivo imperó a lo largo del show.
Y bajo el precepto de festejar el cumpleaños del líder de la banda, Catupecu decidió que los regalos vayan a manos (a oídos en este caso) de los presentes. Arrancaron con “Plan B” a una hora en la que el sonido todavía no se había acomodado del todo y se oía muy saturado. Parece ser un lugar difícil en ese sentido Groove. A Echo and The Bunymen (mi única experiencia anterior allí) también les llevó un buen tiempo acomodar las perillas. Fernando contó la historia de cómo su hermano compró esa Gibson negra y pude prever que estaba más hablador que de costumbre. Y para quienes lo conocen, saben que puede ser peligroso. Pero el buen humor reinaba y después de mucho tiempo les volví a escuchar “Perfectos cromosomas” y “Preludio al filo en el umbral”. Allí pasó de todo. Rescates, reencuentros con canciones viejas. Citas a bandas amigas, como Cabezones y Cuentos Borgeanos. Muchos micrófono apuntando al público para hacerlo partícipe de las canciones, un Fernando encantado con el local, y algunas versiones fuera de lo común. “Refugio” a capella resultó muy emotiva. El final prolongado con percusión de “Entero o a pedazos” un gran hallazgo. La versión eléctrica de “Seguir viviendo sin tu amor”, incluyó un riff marcado y las cuerdas del acústico reemplazadas por un arreglo de teclados precioso e inusual para Catupecu. “A veces vuelvo” fue cantada por todos y cuando retomaron (ya con el sonido a pleno) el último trabajo, con “Cosas de goces”, el recital alcanzó su punto más alto desde lo musical.
Hacia el final se sumaron las canciones que más levantan al público como “Origen extremo” y “Magia veneno”. Hubo tiempo para volver a alentar la recuperación de Gustavo Cerati, con la acostumbrada versión (otra vez a capella, pero a esa altura con menos voz) de “Persiana americana”. Y un cierre demoledor. Porque la versión de “Hechizo” fue tremenda. Una de esas canciones de las que Catupecu se ha apropiado a tal punto que cuando los Heroes del Silencio pasaron por Buenos Aires en su gira de regreso, el comentario a la salida era que no habían tocado ese tema. Una canción de la que Bunbury dijo apenas acordarse y que Catupecu mediante, por estas tierras era una referencia ineludible de la banda española. Y después “Dale!”. Con todos los prolegómenos de siempre: Fernando arengando, los círculos que se forman entre el público previendo el pogo, la dedicatoria del “despertate no estás muerto” para Gabriel Ruiz Díaz y Gustavo Cerati, ahora con la sumatoria del nombre de Gustavo Kupinski, guitarrista de Las Pelotas y ex- Piojos, recientemente fallecido en un accidente automovilístico. Y el grito es ensordecedor, y lo que queda de energía se gasta en ese momento. Pero siguieron las sorpresas. Si hay un grito en el rock que bien podría equivaler al Dale” de Catupecu, es el “Hey ho, let’s go” ramonero. Y en un meddley en “Dale!”, Macabre deja los teclados para hacerse cargo del micrófono en un “Blitzkrieg bop” exorcizante. Siguió “Héroes anónimos” que no estaba en la lista y Fernando agregó casi pidiendo permiso.
Aunque poco le entendía yo cuando el cantante hablaba, antes de cerrar se puso a contar anécdotas, que incluyeron el robo de una vitorinox, y un encuentro con un yuppie melenudo en la calle Corrientes y que anoche reconoció saltando en los primeros lugares del pogo. Entonces sí “Y lo que quiero es que pises sin el suelo” fue el final, previsible pero contundente del show. Otro meddley, con un Fer Ruiz Diaz delirando que si Lennon viviera le hubiese gustado estar en Groove anoche. Pero si el divague sirve para imaginarlo de copas con Luca Prodan, y si todo ese surrealismo verbal es excusa para mezclar “Kaya” y “Mañana en el abasto” con “All you need is love”, bienvenida sea la alucinación. Un poco de “Hablando a tu corazón” y el regreso a “Y lo que quiero…” para cerrar saludando y recibiendo el feliz cumpleaños por parte de todos los que nos habíamos aguantado el calor durante las dos horas de espera y las casi tres de recital. Seguro que ellos siguieron brindando.
3 comentarios:
Muy bueno!!!
Cronista de guerra, que le dicen, en el Medio Oriente del pogo veraniego. Abrazo!
Tan preciso y descriptivo que dan ganas de haber estado! Abrazo!
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