Nadie que haya ido anoche a ver a Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra podrá mostrarte sorprendido. Después de aquella primera visita en 2001 quedó claro qué tipo de fiesta eran capaces de armar los serbios arriba de un escenario, que Kusturica ha sido adoptado por una porción de argentinos tanto como cineasta como músico, y que su arte ha conseguido una interesante cantidad de fieles, que encuentran y repiten ese espíritu en reuniones como las fiestas Bubamara. Por eso lo que aquella vez fue Trastienda, hoy es Luna Park casi colmado.
En estos días de adoración a Momo, podría decirse que lo de anoche fue un auténtico carnaval. Como si esta banda de gitanos hubiesen llegado al Luna Park para desenterrar al diablo y convertir la noche en una auténtica celebración pagana. Y anoche el diablo se vistió de azul, porque si hay alguien que ocupa ese lugar en la NSO, ese es Nelle Jankovic, el cantante de la banda y animador de la fiesta. Porque apareció enfundado en un traje de parodia de superhéroe, de un azul tan eléctrico como cada uno de sus movimientos y toda su performance. Que en su desenfreno no dudó en encaramarse a las plateas a los pocos minutos de comenzado el show, o “nadar” por encima de los brazos del público para sumarse a una ronda de pogo. Y junto a él, una banda que funciona como una auténtica orquesta de amigos festejando una boda, un cumpleaños, la vida entera.
Utilizando como leit motiv el tema de “The pink Panther”, al que van repitiendo como separador a lo largo del show, la banda arma el concierto sosteniéndose en tres de sus trabajos: “Unza Unza time”, y las BSO de “Black cat, white cat” y “Life is a miracle”. Pero el set list es (además de complicado de identificar) una anécdota. Porque el escenario es un compendio anárquico de rock, música balcánica, clown, circo y futbol. La música transcurre con citas a Floyd (Shine on you crazy diamond), Deep Purple (Somke on the water) y Led Zeppelin (Rock and roll), pero en medio hay pasos baile, juegos de mímica y bromas al por mayor. Los músicos se tapan unos a otros el rostro con un pañuelo, se asustan con un trombón, se persiguen como en una película muda. Cada solista es reverenciado por los otros en cada pasaje individual. Kusturica es presentado como Emir Clapton para su “Emir´s dream”. La percusión (a cargo de Stribor, hijo de Emir, y Zoran Marjanovic) se luce en “Devil in the business class”. Pasa “Upside down”, “Pitbull terrier”, y el público de desata con “Vasja”, “Drang nach Osten” y “Ja volim te jos”, el tema de “Black cat, white cat”, la película de Kusturica que más se asemeja al clima festivo y disparatado del show de la banda.
Y Nelle invita a subir al público femenino al escenario (aunque por allí se le coló algún muchacho). Elige chicas del público para que bailen entre los músicos, para enfrentarlas y dirigirlas como se si tratase de de una clase de aerobic, o directamente para adorarlas, como en el caso de una a la que le corresponde el rol de Julieta, mientras suena “Was Romeo really a Jerk”. Dejan Sparavalo, el violinista, no para de correr por el escenario a lo largo de la noche, y toca el violín pasándoselo detrás de los hombros, o desplazándolo con las dos manos por el arco, al que sostiene con la boca. Y repite el procedimiento, pero elevándolo hacia otro arco gigante (sostenido por dos chicas del público), compitiendo en esta oportunidad con la guitarra de Kusturica. Y Nelle se suelta la mitad superior de su traje y deja de ser un superhéroe para transformarse en un maestro de ceremonia de una comparsa y termina el show vestido solo con sus boxer.
Los bises son bises en serio, porque lo que hacen es repetir dos temas, aunque en versión resumida. El cupo de demagogia se cubre con el deseo de una final mundialista entre Argentina-Serbia, y con Nelle y Emir presentados como Diego Maradona y Lionel Messi. La Casaca de Excursionistas, a esta altura tradicional, y un cierre repleto de rebeldía adolescente al grito de One, two, three…Fuck you MTV. Después de dos horas se vuelven a encender las luces del Luna Park, el diablo ha vuelto a la tierra, y los cuerpos transpirados salen a enfrentar la noche húmeda de Buenos Aires.
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