Recuerdo que la primera vez que escuché a Coldplay fue cuando la efímera FM Supernova empezó a difundir “Trouble” a toda hora y el tema me fascinaba. Después escuché “Parachutes”entero y no solo me gustó sino que me quedó claro que me iba a tener que acostumbrar a oirlos por mucho tiempo, que esa facilidad para construir canciones no iba a desaparecer así como así. Unos años después, el brindis de la fiesta de 15 de mi hija estaba acompañado por “In my place”. Música de fondo para cualquier fiesta animada. La repetición, casi abusiva de la fórmula me había alejado de ellos, y Brian Eno mediante, “Viva la Vida” me devolvió la fe, por lo que verlos sobre un escenario era para mí una prueba casi fundamental, ya que hace rato que se han convertido en una banda de estadio, condición que les sienta a la perfección y de la cual serían el mayor exponente sino fuese por Bono y sus muchachos.
Llegué para disfrutar la última media hora del show de Bat for lashes, del cual tenía muchas expectativas, ya que con esa música que se me ocurre una cruza entre Bjork y Lush, me había comprado hace rato. Y Natasha cumplió con creces, sacándole el mejor provecho a un excelente sonido, poco habitual en las bandas soporte. Espero volver a verla pronto por estos pagos y en un recinto más adecuado para su música. Pero el plato fuerte era Coldplay, que con unos quince minutos de retraso apareció en el escenario mientras que por los parlantes se escuchaba “El danubio azul”, para abrir con “Life in Technicolor” y “Violet hill”. Y a ese tándem se pegan “Clocks”, “In my place” y “Yellow”. Excelente sonido, puesta en escena soberbia, iluminación impactante que incluyó lasers que iluminaban los frentes de las tribunas de River, y un greatest hits como para pegar de entrada. Combo aparentemente infalible. Pero como decía Tu Sam, todo puede fallar.
Y me tengo que detener en Chris Martin. Porque el muchacho intenta ser simpático, baila, corre por el escenario, habla con el público pidiendo disculpas por su español, y a las chicas parece caerle de maravillas. Pero yo empiezo a notar cierta insipidez que se va a ir acentuando a lo largo del show. Y una hora más tarde llego a la conclusión que los hombres le debemos a Chris Martin una buena dosis de autoestima. Porque si ese muchacho fue capaz de quitarle la novia Brad Pitt, no hay conquista amorosa que esté fuera de nuestro alcance. Y la banda parece contagiarse de ese clima, con excepción del baterista (Will Champion) que le pone toda la onda, y entonces el clima del recital sufre altibajos importantes. La seguidilla de “Cementerios of London” y “42” es impecable, aunque Martin arruine el final arrastrando el “living” de “You are just living my head” de manera innecesaria. Pero aún así, musicalmente es lo más alto del show, junto al bombardeo hitero de la apertura y la versión de “Strawberry swing”
La banda tiene dos momentos “íntimos”, acercándose al público tocando en el borde de las pasarelas que se abrían desde el escenario. El primero hacia la izquierda que termina con “God Put A Smile Upon Your Face” , y el segundo hacia el lado opuesto, en el cual interpretan un set acústico que incluye “Death will never conquer” con Champion a cargo de la voz, “Don quixote” (un estreno medio country, estilo que no les sienta para nada bien) y una versión de “Billie Jean” que no pasa de lo simpática, aunque vale destacar el falsete de Chris Martin. El show contiene todos los clichés habidos y por haber en los conciertos masivos: globos flotando por encima de la gente, papel picado (con forma de mariposas!!!!), fuegos artificiales e incitación a una “ola” luminosa utilizando los teléfonos celulares (A la mentada ola la considero una práctica abominable que se debería desterrar de los conciertos de rock, pero reconozco que acá el problema es mío; a la gente le divierte mucho). La respuesta del público tiene su clímax en “Viva la vida”, cuando la gente se queda coreando la melodía al final de la canción.
Se van con “Lovers in Japan” y “Death and all his friends” (otro punto altísimo desde lo musical) y yo empiezo a ver como algunas personas empiezan a retirarse del campo antes de los bises. Y para ellos aparece solo el bueno de Chris Martin a sentarse al piano, y yo lo veo cantar “The sciencist” y pienso en los vecinos de Nuñez que quieren hacer prohibir los shows en River, y me los imagino emocionados, pidiendo disculpas, rogando que ojalá todos los rockeros fueran como él. Y hasta creo que si le pedimos las Malvinas, el gringo nos las devuelve. Porque Chris Martin parece buenazo y buenudo Y después vuelve a escucharse “Life in Technicolor” y la despedida es final. Nadie exige nada, la gente mansamente se empieza a retirar., y yo me quedo con un sabor extraño, incompleto. Consciente de haber presenciado un show impecable desde lo técnico, irreprochable en lo profesional, pero carente de ese plus que uno está acostumbrado a exigirle a una banda en vivo. Y mientras salgo escucho a la gente y nadie habla del show. Nadie reclama por “Trouble” ni por “Speed of sound”, nadie dice nada como “Qué bien sonó tal o cual tema”. Alguien comenta algo del show de Oasis del año pasado y me acuerdo de la versión de “i’m the walrus” que fueron capaces de hacer unos Gallagher mientras se odiaban con toda su alma. La mayoría de las personas habla de paradas de colectivos, pizzerías disponibles, o de dónde dejaron el auto. Y yo sigo caminando y en Libertador me dan un volante con una promoción de papas gratis en Mc Donalds, y a mí se me ocurre una comparación entre los Coldplay y las papas fritas….pero no. Ahora que lo pienso, resultaría injusto y exagerado.
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