“Hoy amanecí con los puños
cerrados, pero no lo tomen al pie de la letra, es apenas
un signo de perseverancia”. Así comienza
“Otra noción de patria”, el poema de Mario Benedetti al que
Enrique Bunbury le pidió prestado el primer verso para su caótica y
desesperanzada visión de su España, en “Iberia Sumergida”.
Música que nació a
mediados de la década del '90
pero a nadie que esté un poco atento a las noticias le pasará
desapercibida la actualidad de aquella descripción.
Allá en Iberia, y ahora,
después de unos años de respiro, también
por estos pagos. Pero
además,
y desde ya sin que medie intención posible, el poema de Don Mario
habla de perseverancia, y esa condición sirve muy bien para
adjetivar al artista zaragozano más latinoamericano que jamás haya
existido. Un artista que sin perder jamás su impronta no se
conforma nunca, no se detiene en las búsquedas y lleva su forma de
vida al escenario con sincera fidelidad.
Anoche, el del Luna Park era un
concierto especial: por lo
general Enrique comienza sus giras en el norte y llega al país al
final del recorrido. Esta vez Córdoba y Buenos Aires fueron la
plataforma de lanzamiento para el “Mutaciones Tour 2016”, la
expansiva concreción sobre el escenario del Unpluged (que
en verdad no lo es tanto) en MTV, cuyo testimonio grabado se publicó
como “El libro de las mutaciones”. Ese reencuentro y replanteo de
su obra llegó como nunca a una etapa a la que Bunbury ha recurrido
en su etapa solista solo en ocasiones esporádicas: las canciones que
grabara con Héroes
del Silencio. Sin
nostalgia y con apenas una
leve cuota de inevitable
melancolía, el
reencuentro de Bunbury y esas canciones con el público porteño,
concretó una enorme fiesta en donde la memoria y las gargantas,
fueron las destacadas de la noche.
Se
trata de una etapa extraña y novedosa en la carrera de Bunbury,
porque además de apelar como pocas veces al repertorio de su banda
madre, viene de publicar “El camino más largo”, el rockumental
de Alexis Morante, en donde deja ver su intimidad (en el marco de una
gira norteamericana) como nunca antes.
El repaso, tal cual lo
advertía el programita que repartían en la entrada, no sería parejo. Así que mientras “El club de los
imposibles” cita al Bunbury más bohemio, “Destrucción masiva”
se corre al tramo más apocalíptico de “Palosanto”. Y
el cover de Raphael, “Dos clavos en mis alas”, es el único tema
nuevo en esta etapa. Pero
claro, los fans esperaban el viaje al mundo Heroes.
Si bien los temas grabados en
MTV daban algunas pistas, fueron varias las sorpresas. Y a primera
vista lo que yo noté fue que
las canciones elegidas
fueron las que más
explícitas referencias literarias tienen. Alejandro Casona en “La
sirena varada”, la decadencia de Baudelaire en “Avalancha”,
William Balke para “El camino del exceso”. Esas
fueron algunas de las primeras citas. En el medio “Porque las cosas
cambian”, con los reflectores tiñendo el escenario de amarillo.
Ironías del destino.
En escena Bunbury sigue siendo
el mismo de siempre: una cruza de Daltrey y Jim Morrison, con
movimientos de torero. Su banda, Los Santos Inocentes, es una
extraordinaria conjunción de buen gusto y energía rockera, aunque
este último atributo no estuvo tan presente anoche como en las
últimas visitas. El escenario estaba adornado por una especie de
serpientes aztecas luminosas, que le daban un toque místico a la
puesta.
A la hora de los nuevos arreglos
a las canciones de Héroes
del Silencio, “Iberia...”
adquirió una cadencia reggae, y en
un principio se nota que el encargado principal de revestirlas es
Jorge Rebenaque desde los teclados. Es él el responsable del leve
toque funk en “El camino del exceso” y del rythm & blues más
puro para “Avalancha”, donde además se destaca el slide de Jordi
Mena. Pero al margen de los esfuerzos, la efusividad con la que el
publico cantó esas canciones, tapó cualquier pretensión a la hora
de degustar los nuevos sonidos.
“Que tengas suertecita”
primero y “Alicia (expulsada al país de las maravillas)” dieron
paso a un momento del show donde Los Santos Inocentes se pusieron el
traje de El Huracán Ambulante. Rebenaque tomó el acordeón y
sonaron “El extranjero” e “Infinito”. Curioso momento el de
parte del público, que al cabo de gritar eso de “los
nacionalismos, qué miedo me dan!” pasó a cantar “el que no salta es
un ingles”. Pero bueno, era dos de Abril y había que meter
Malvinas por cualquier hueco. “El hombre delgado que no flaqueará
jamás” (esos temas donde Los Santos Inocentes rockean a lo
Heartbreakers) y “Despierta”, fueron las encargadas de encaminar
el show hacia el final.
Llegó “Mar adentro”y ese
amor que cambia de labios, y que muestra al Bunbury más hedonista. Y
la gran sorpresa de la noche, con tal vez el mejor tema que Bunbury
haya compuesto jamás: “Maldito duende”. Versos nacidos bajo la
percepción reconvertida por los efectos de las drogas, cuya
letra fue cantada de tal forma, que poco podré decir de cualquier
nuevo arreglo que Bunbury haya pretendido. Y si se trata de soledades
y suspensiones, el cierre dejó de lados las citas literarias de
Héroes
del Silencio, para su gran tributo a Bowie, y su propia reinvención
de la historia de Major Tom: “Lady Blue”.
Los bises constaron de dos
tramos de tres canciones cada uno. El primero empezó con “Más
alto que nosotros sólo el cielo”, siguió con “El rescate” de
“El viaje a ninguna parte” y cerró con otro clásico a viva voz:
“La chispa adecuada”, o como diez mil personas le cantan a un
desamor con, otra vez, versos prestados de Mario Benedetti.
Pero fue el segundo regreso el
que evidentemente estuvo craneado como despedida. Dos
temas de “Las consecuencias”: “Los
habitantes” y “De todo
el mundo”, una especie de auto plegaria en la que Enrique se
confiesa, como si hiciera falta, un espíritu libre. Y por último,
el vals de “Flamingos”, “...y al final”, tema que parece
ideado para una despedida definitiva en los mejores términos, pero
que en su tono ameno, en la relación de Bunbury con su público,
pareciera dar puntapié a la melancolía que perdurará hasta el
próximo encuentro.
La gira recién comienza y habrá
que ver si Enrique Bunbury la armó como una retrospectiva
inalterable, o si guardo gemas para ir corrigiéndola o renovándola
al cabo de su continuidad. Por lo pronto, en Córdoba y en Buenos
Aires la lista fue la misma, y por el momento lo que los porteños
podemos decirle al resto de Latinoamérica es que preparen sus
gargantas. Las van a necesitar.