
En un Luna Park casi
colmado (estimo que se trató de su show más convocante en
Argentina), poco más de diez minutos después de lo pactado,
abrieron con “El aprendiz”, tal vez la canción nueva que mejor
linkea con la trilogía que los volvió masivos. Pero no solo eso fue
lo que me llevó al pasado. A principios de siglo, y cuando aún no
cruzaban con asiduidad las fronteras del Uruguay, El Cuarteto de Nos
tenía una canción sarcástica para con el death metal llamada
“Mamá, el bajista me está pegando”. Y durante buena parte del
primer tramo del show me sentí maltratado por una mezcla que dejó
al bajo demasiado al frente y con un grado de saturación que por
momentos impedía comprender lo que cantaba Roberto Musso. A mi
alrededor las caras de espanto fueron varias, mientras que en el
campo la gente celebraba y cantaba a viva voz sin rastro alguno de
semejante incordio. Tal vez no haya sucedido esto en todos los
sectores del estadio, pero con la tecnología sonora con la que se
cuenta hoy en día cuesta creer semejante desatino, que fue una
enorme mancha en el show.

El tema que le da nombre
al disco tiene un estribillo pegadizo y concentra el espíritu del
trabajo: un auto reconocimiento impiadoso, sin concesiones. “Cómo
pasa el tiempo” se introduce en la filosofía de interpretar el
concepto de tiempo, que se resuelve en un “Carpe diem”
imperativo. En medio de ellos varios pasajes anteriores que se
acoplan perfecto a las nuevas canciones. Roberto Musso escribe por lo
general en primera persona, y aunque uno sabe que eso no
necesariamente convierte en una confesión de por sí a cada canción,
facilita que “Asi soy yo”, “Breve descripción de mi persona”
o “Cuando sea grande” resulten creíbles y hasta lógicas en el
contexto del proceso de reflexión personal de “Habla tu espejo”.

“No llora” es otro
de los puntos cruciales del disco. La paternidad y la inquietud sobre
la fortaleza de una hija que alguna vez tendrá que vivir en el mundo
sin la protección paterna. La mirada condescendiente, la
construcción de un futuro imaginario para el devenir de una niña
que aprende a dar sus primeros pasos y a transitar las primeras
adversidades, son las vacilaciones que expone la canción que
transmite alta dosis de emotividad. Antes había sonado “Algo mejor
que hacer” y luego siguió “Pobre papá” en donde un Santiago
Tavella, con su tupida barba entrecana y su puño izquierdo levantado
resulta un Carlos Marx, pero cuyo manifiesto es una apología a la
fiaca digna de Roberto Arlt.
A la hora de definir
hits, ese sitio en “Habla tu espejo” le corresponde a “Roberto”.
Dentro del álbum es el momento en el que aflora la conciencia. Base
hip hop típica del Cuarteto , un compilados de consejos para
atravesar desventuras y contratiempos, y una sentencia: el día que
no escuches estas voces es que vas a estar muerto. Desde allí el final
se encadenó con la eufórica “Miguel gritar”, y ese divague
surrealista y pop que es “Yendo a la casa de Damian”.

Desde ya que de ninguna
manera esas elucubraciones que empezaba a crear mi mente y que
concreté en el párrafo anterior hicieron que deje de disfrutar lo
que siguió. De “Porfiado” llegó “Todos pasan por mi rancho”,
luego “Me amo” y como la venganza es un plato que se sirve frio,
para último momento quedó “Benito”. Aunque la despedida
definitiva fue con la suma de desgracias del “Invierno del 92” y
la hija de Musso saltando y bailando por delante de la batería.
Me fui feliz, volviendo
a cantar para mis adentros varias de las canciones, pero con una
íntima sensación de que el show resultó algo modesto en función
de las posibilidades que permite un trabajo brillante como “Habla
tu espejo”. Aunque tal vez la culpa sea de mis pretenciosas
expectativas de adulto, y a mí también me corresponda un profundo
reconocimiento frente a un espejo, antes de seguir juzgando a los
demás. Qui lo sá.