Bueno, ayer era un día
extraño. Un poco por las decisiones de la economía grande, esa que
resulta inalcanzable de comprender, a pesar de que uno lo intenta
porque intuye que guste o no, lo involucra. Y porque había palmado
Julio Grondona, y más allá de mi aborrecimiento por el personaje,
yo temo por la suerte del fútbol argentino: en AFA nadie debe
saber,ni siquiera, dónde está la llave del cuartito donde guardan
la bordeadora para mantener el cesped del predio de Ezeiza. Entonces
el aire estaba raro, con ese ambiente de que algo está por pasar,
así que cuando las cosas amagan a ir por el lado de la
incertidumbre, lo mejor es refugiarse en las certezas de la música.
Aunque mi decisión de estar en la despedida del ciclo de Flopa,
Manza y Minimal en Ultra Bar, venía de mucho antes. Incluso de antes
de que sea despedida. Porque el ciclo arrancó en Junio, atravesó
exitoso el clima mundialista, y se prolongó a lo largo de todo
Julio, consumando un total de nueve miércoles.
Los seguidores del blog
ya conocen mi simpatía para con el Ultra Bar y sus copetines, solo
voy a hacer referencia a que esta vez privilegié el horario a
cualquier otra actividad, y decidí concurrir bien temprano para
tener la seguridad de una buena ubicación y ver el show en las
mejores condiciones
“Todo el viento no
alcanzará para empujar la carreta de los días por llegar a
destino...” así abría el disco que en 2003 grabaron Mariano
Esain, Flopa Lestani y Ariel Minimal. Y como si ese andar lento fuese
el ritmo permanente del funcionamiento del trío, poco más de diez
años después, esa frase sirve para abrir el concierto que retoma su
intermitente funcionamiento. Y “La voz del tiempo”, y “Trampas”
en continuado pueden llegar a confundir el sentido del recital como
si se tratase de una evocación literal de aquel álbum maravilloso.
Evocar el disco, dije. Y en realidad a medida que avanzan las
canciones me fui dando cuenta de que era una buena manera de definir
lo que sucedía sobre el escenario, aunque en un sentido expansivo.
Porque la evocación trascendía al disco en sí y remitía
directamente al espíritu que le dio origen al proyecto. Al hecho de
juntarse y tocar. De ver qué sale. De complementarse, escucharse,
sumar palabras y melodías, de cantar con la misma pasión las
canciones propias y las ajenas. Por eso cada historia particular y
sus muchos cruces (Manza y Minimal tocaron juntos en Martes Menta a
principios de los '90) estarán presentes a lo largo de toda la
noche.
Al margen de lo que
acabo de describir, el concierto tiene una estructura bien definida:
temas en conjunto en dos bloques con intervalo, y set mínimos con
espacios solistas. Pero será ese espíritu, un poco fogonero, pero
que tiene más de fiesta de cumpleaños concurrido, el que haga que
todo fluya en una continuidad placentera. Tanto es así, que las
canciones del disco “La piedra en el aire” que grabaron solos
Flopa y Minimal en 2012 se suman al repertorio como si siempre
hubiesen pertenecido a los tres. “La máquina de hacer todo mal”,
“¿Y cuánto más tengo que pagar?” (Griesa, agrega Flopa
volviéndonos a la realidad, cuando presenta la canción), y “Cosecha
de amor” fueron las canciones de ese disco que sonaron en la
primera mitad. Flopa, para su parte en solitario eligió una canción
por disco: “Huecos” (de “Emoción homicida”-2007), y “Vengas
conmigo”, con algún aire spinetteano, de “Dulce, fuerte, grave”
de 2004. Por allí sonó “Reaccionar” de Menos Que Cero, y
“Metal”, una canción nueva. Ese primer tramo se cerró en
formato trío con “Sonajeros”.
Si uno se detenía en el
rostro de cada uno de los músicos y en los diálogos jocosos entre
ellos, quedaba claro que reinaba la buena onda. Con la gente pasa
algo raro: cada uno canta los temas bajito. Todos se saben las
letras, todos celebran las canciones, pero el canto conjunto nunca
llega a consumar un murmullo que se interponga con las voces que
llegan desde el escenario. “Mi propia marca”, una nueva de Flopa,
abrió la segunda parte. Y tal vez eso sea lo que mayor motivo de
celebracíón provoque este ciclo: que haya canciones nuevas. Que
juntarse sume más y más música, y que sean más los motivos para
brindar. “El almaherida”, mi preferida de las de Ariel fue
seguida por esa belleza de Pez que es “Bettie al desierto”. Y
Manza solo recurre a su banda actual, Valle de Muñecas, con “Dias
de suerte” y “La soledad no es una herida” (que no se adapta
con tanta facilidad al formato acústico como la primera, y se nota).
“¡Así se trabaja!”
(de “La piedra en el aire”), un tema nuevo de Manza, y la energía
de “Abrazo impacto”, precedieron al último de los sets
individuales: el de Ariel Minimal que estrenó “El manto eléctrico”
un tema nuevo a grabar con Pez, y después hizo “Disimular”. A
medida que esa última mitad del último miércoles del ciclo avanzó,
el clima se volvió más ameno, íntimo y cómplice. “Atolondrón”
fue puro Flopa y Minimal, y entonces Manza metió “Demasiadas
impresiones” de Menos que Cero, como si hiciera falta más
equilibrio a algo que parece haber nacido equilibrado. Y “Auxiliar”
será otra nueva, tal vez la más sencilla de tararear a primera
escucha.
Para el final quedó un
agradecimiento para el staff, el lugar y para nosotros, que hicimos
posible que cuatro miércoles se conviertan en nueve. Y yo, que había
usado la figura del cumpleaños masivo para describir el clima en
Ultra, lo relacioné con esas fiestas que uno organiza y le cae tanta
gente que termina dividiendo la cosa como “familia a mediodía”,
“amigos a la noche”. Si se hace la suma, la convocatoria
justifica un teatro. Sin embargo, ninguno de los que estuvimos estos
días, podríamos sentirnos más a gusto que entre esas mesitas de
madera y la tarima apenas iluminada desde la que nos cantan “Debajo
del álbum blanco” y “Dejadez” como despedida. Y así como en
la canción los pasos en el vacío fortalecen, uno vuelve a la ciudad
con una sensación parecida. Aunque se trate menos de pasos al vacío
que de caminar en el aire. Que es casi como volar.
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